LAS PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN
Hemos llegado al fin de la Octava del Sagrado
Corazón. Después de considerar lo que nos pide este divino Corazón: la
consagración y reparación, fáltanos todavía escuchar las magníficas
promesas que se ha dignado hacernos. El Señor nunca se deja ganar en
generosidad; Él mismo es quien ha puesto en nuestro corazón estas
disposiciones de amor rendido que no pueden provenir mas que de Él y que
sólo Él puede hacer efectivas y permanentes.
Recordamos bien las conmovedoras llamadas que
hacía a los judíos: "Venid a mí todos los que trabajáis y estáis
cargados, que yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mateo, XI, 28-29).
Ya en el Antiguo Testamento se habían hecho al
pueblo de Israel las más hermosas promesas para alentarle en su
fidelidad: "Todos los que tenéis sed, venid a las aguas vivas, y los que
no tenéis dinero, apresuraos, venid y llevaos de balde vino y leche...
Inclinad vuestro oído y venid a mí, escuchad y vuestra alma vivirá. Haré
con vosotros un pacto eterno, que mostrará que son verdaderas las
promesas de misericordia hechas a David" (Isaías, LV, 1-3).
También con promesas admirables quiso el Señor
alentar a todas las almas que en pos de Santa Margarita María se
hicieren apóstoles de la devoción a su Sagrado Corazón. Suelen contarse
doce. No son dogmas nuevos propuestos a la fe católica; pero la Iglesia,
que ha establecido la fiesta del Sagrado Corazón inspirada en las
revelaciones de Paray-le-Monial, las ha consagrado, por decirlo así, y
sin definir nada sobre su propio valor, el mismo León XIII, en su
Constitución "Benignae" del 28 de junio de 1889 no ha dudado en afirmar:
"Con el fin de aumentar la diligencia de los hombres para corresponder a
los deseos tan admirables y tan ardientes de su amor, Jesús los invita,
los atrae a todos a Sí con la esperanza de magníficas promesas."
He aquí estas promesas:
1. " Daré (a las personas seglares) todas las gracias necesarias a su estado
2. " Daré paz a sus familias. 3. Las consolaré en todas sus penas. 4. Seré su refugio seguro durante la vida, y sobre todo en la hora de la muerte. 5. Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas. 6. Los pecadores encontrarán en mi Corazón el Océano infinito de la misericordia... El Sagrado Corazón quiere retirar a un gran número del camino de la perdición y destruir el imperio de Satanás en las almas para establecer en ellas el de su amor. 7. Las almas tibias se harán fervorosas. Las fervorosas se elevarán a más alta perfección. 8. Mí Corazón derramará la suave unción de su caridad sobre las comunidades que le honren. 9. Bendeciré las casas en que sea honrada la imagen de mi Corazón. 10. Daré a los sacerdotes el don de tocar a los corazones más endurecidos. 11. Las personas que propaguen esta devoción, tendrán su nombre escrito en mi Corazón y no será nunca borrado de Él. 12. Te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos los que comulguen nueve primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán en su desgracia, ni sin recibir los sacramentos, siendo su asilo seguro en este último momento. |
No hay que entender las primeras promesas en un
sentido puramente literal. En los trabajos y penas de esta vida, en las
calamidades públicas, la devoción al Sagrado Corazón aparece bien clara
como el remedio supremo, y a este Corazón es a quien las almas acuden
con diligencia y confianza. Pero nos es necesario recordar que estas
promesas, como todas las promesas divinas, son ante todo espirituales.
Santa Margarita María lo hizo notar: "No creo, hablándoos francamente,
que las gracias que os promete, consistan en la abundancia de las cosas
temporales, porque dice Él que ésas son las que con frecuencia nos dejan
pobres de su gracia y de su amor: y de esto es de lo que quiere
enriquecer vuestras almas y vuestros corazones." También escribía: "No
me dice que sus amigos no han de padecer nada, porque quiere Él que
hagan consistir su mayor felicidad en gustar sus amarguras". Pero, si
nuestro Señor permite la prueba, nos dá los medios " de aceptarla. Nos
da su amor, se nos da Él mismo. La santa lo repite instantemente: "El
Dador vale más que todos sus dones".
Terminemos con la recitación del himno: "Auctor
beate" que la Iglesia ha recitado en el Oficio de Maitines durante toda
la Octava:
¡Autor sagrado del mundo,
Cristo, universal Redentor,
Lumbre de la lumbre del Padre
Y verdadero Dios de Dios!
Tu santo amor te forzó
A tomar carne mortal,
Para, cual nuevo Adán, devolver
Lo que el viejo Adán perdió.
Aquel divino Amor, que creó,
La tierra, el mar, y los cielos,
Que se apiadó del yerro de nuestros padres,
Y quebrantó nuestras cadenas.
No amengüe en tu Corazón
La llama de tu amor eximio:
Beban en esta fuente los pueblos
La alegre gracia del perdón.
Para esto le hirió la lanza,
Y quedó así vulnerado,
Para lavarnos de nuestras manchas
En la sangre y agua que de él manaron.
Gloria sea a ti, oh Jesús,
Que por tu Corazón viertes la gracia,
Con el Padre y el Espíritu Santo,
Por los siglos infinitos. Amén.
Cristo, universal Redentor,
Lumbre de la lumbre del Padre
Y verdadero Dios de Dios!
Tu santo amor te forzó
A tomar carne mortal,
Para, cual nuevo Adán, devolver
Lo que el viejo Adán perdió.
Aquel divino Amor, que creó,
La tierra, el mar, y los cielos,
Que se apiadó del yerro de nuestros padres,
Y quebrantó nuestras cadenas.
No amengüe en tu Corazón
La llama de tu amor eximio:
Beban en esta fuente los pueblos
La alegre gracia del perdón.
Para esto le hirió la lanza,
Y quedó así vulnerado,
Para lavarnos de nuestras manchas
En la sangre y agua que de él manaron.
Gloria sea a ti, oh Jesús,
Que por tu Corazón viertes la gracia,
Con el Padre y el Espíritu Santo,
Por los siglos infinitos. Amén.
Año Litúrgico de Guéranger
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