viernes, 23 de junio de 2017

24 de Junio: SÁBADO DE LA INFRAOCTAVA DEL SGDO. CORAZÓN. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

Si el Sagrado Corazón merece por Sí mismo nuestros homenajes, es todavía más digno de nuestro culto como símbolo vivo del inmenso amor que lo llena por completo. 


AMOR HUMANO DE JESÚS. — Es primeramente símbolo del amor hacia su Padre Celestial: "Las principales virtudes que se pretenden honrar en él, escribía el Bienaventurado Claudio de la Colombière, son: en primer término, el ardentísimo amor hacia Dios, su Padre, unido al más profundo respeto y a la mayor intimidad que ha existido; en segundo lugar, una paciencia infinita en soportar los males, una contrición y un extremado dolor de los pecados que ha cargado sobre sus hombros; la confianza de un hijo tiernísimo, frente a la confusión de un gran pecador" (Retraite Spirituelle, Lyon,  p. 262). 

Basta hojear los evangelios para encontrar la expresión de este amor, de esta intimidad, de esta confianza del Corazón de Jesús en su Padre. "¿No sabíais que debo ocuparme en las cosas de mi Padre...? Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre que me envió..." (Luc., II, 49; Juan, IV, 34) ¡Qué efusión en las palabras: "Padre, te doy gracias porque te has revelado a los pequefluelos" (Luc., .X, 21) ¡Qué autoridad en estas otras: "Mi Padre y yo somos uno!" (Juan, X, 30) ¡Qué confianza cuando le dice en el Cenáculo "¡Padre, glorifica a tu Hijo!" (Juan, XVII, 1) y en el Calvario: "¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!" (Luc., XXIII, 46). Estas citas, que pudieran multiplicarse, nos revelan aun más el amor del Corazón del Verbo Encarnado hacia su Padre, y son modelo del que debemos tenerle nosotros. 

El Corazón de Jesús es también el símbolo de su amor a los hombres. "Las virtudes que se pretende honrar en Él, prosigue el Bienaventurado Claudio de la Colombière, son, en tercer lugar, una compasión sensible de nuestras miserias; un inmenso amor, a pesar de estas mismas miserias. Y este Corazón abriga todavía en cuanto es posible, los mismos sentimientos y, sobre todo, se abrasa de amor por los hombres, siempre abierto y dispuesto a derramar todo género de gracias y de bendiciones sobre ellos, cargando siempre con nuestros males." 

EL AMOR DIVINO DE JESÚS. — Como símbolo vivo de la caridad, podemos preguntarnos con los teólogos, si el Corazón de Jesús nos recuerda su amor creado, o su amor eterno e increado. Nos lo dice la Iglesia en el Decreto del 4 de abril de 1900: "La fiesta del Sagrado Corazón es una solemnidad que no sólo tiene por objeto la adoración y glorificación del Hijo de Dios hecho hombre, sino la de renovar también simbólicamente la memoria del amor divino que ha compelido al Hijo de Dios a tomar la naturaleza humana". Si, pues, honramos al Sagrado Corazón como órgano principal de los afectos sensibles de Nuestro Señor Jesucristo, como principio y sede de estos mismos sentimientos y de todas las virtudes, "como su órgano vital, que ha vivido y sigue viviendo la vida de Jesús, que ha amado y ama todavía como hace diez y nueve siglos...", le honramos también como símbolo del amor que Él nos tiene desde la eternidad. El antiguo Testamento nos había ya informado de este amor divino: "In caritate perpetua dilexi te: ideo attraxi te miserans tui." Te amé con un amor eterno, y por eso te he atraído, compadecido de ti (Jeremías, XXXI, 3). Y en los días del Evangelio Jesús subrayó: "Tanto amó Dios al mundo que le dió a su Hijo único" y que Él, "vino al mundo a traer a la tierra el fuego" de la divina caridad. Esta caridad, dice muy bien el Cardenal. Billot, "es la caridad increada que le hizo descender a la tierra, y es también la caridad creada, que resplandeciendo desde los primeros instantes de su concepción, le condujo a la cruz". Este es también el pensamiento del R. P. Vermeersch, cuando nos invita a incorporar el amor increado a la devoción al Sagrado Corazón. "Por: su Corazón y por el amor humano de su Corazón, nuestro Señor nos revela con el mayor esplendor el amor infinito de Dios hacia los hombres. Por su corazón y por el amor humano de su Corazón nuestro Señor nos obliga del modo más persuasivo a pagar amor con amor. Por el Corazón de Jesús y por el amor humano de su Corazón recibimos más abundantes las divinas influencias, del amor increado. La vida divina resulta en nosotros de la unión del Espíritu Santo con el alma, y la donación de este Espíritu divino se nos da únicamente por la comunicación del Corazón de Jesús".

Al repetir en esta Octava las palabras del Señor a Santa Margarita María, la Iglesia nos dice a todos: "¡He aquí este Corazón que tanto os ha amado... y que en recompensa no recibe de la mayor parte de los hombres, sino ingratitud!" En el himno de Laudes de la fiesta nos pregunta a cada uno de nosotros: "¿Quién no amará a quien tanto nos ama? ¿Qué rescatado no amará a su Redentor? ¿Quién rehusará establecer en este Corazón su perpetua morada?" No podemos menos de exclamar con el Apóstol San Pablo, después de cerciorarnos de tanto amor: "¡Sí, verdaderamente, la caridad de Cristo nos apremia!", y que nuestros corazones, que tanto tiempo han permanecido fríos e indiferentes, pecadores e ingratos, se decidan finalmente a dar a Cristo la respuesta que espera de ellos: la de su agradecimiento y amor. 

Tomemos para esto las mismas palabras de la Santa Iglesia en el Himno de Laudes:

Corazón, arca donde se encierra la Ley,
No de la vieja servidumbre,
Sino de la gracia y del perdón,
Y de la dulce compasión.
Corazón, santuario inmaculado
Del nuevo y gratoTestamento,
Templo más santo que el viejo
Y velo más útil que el roto.
Herido con rudo golpe
Te quiso la caridad,
Para que tu invisible amor
Honrásemos las heridas.
Bajo este amoroso símbolo
Cruenta y místicamente
Cristo Sacerdote padeció,
Ofreciendo un doble sacrificio.
¿Quién no amará a este tan fino amador?
¿Qué redimido no elegirá
Este sagrado Corazón
Para su eterna morada?
Gloria sea a ti, Señor,
Que por tu corazón viertes la gracia,
Con el Padre y el Espíritu Santo,
Por los siglos infinitos. Amén. 
 
Año Litúrgico de Guéranger
   

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