El 13 de Julio de 1917, la Santísima Virgen María les revelo a tres pequeños pastorcitos, en Fátima, un secreto de máxima importancia para el porvenir del mundo. Dicho secreto, esta conformado por tres partes diferentes.
La primera parte del secreto se refiere a la devoción al Corazón Inmaculado como medio ultimo para salvar las almas.
” Lo primero fue la visión del infierno: Nuestra Señora, al pronunciar las últimas palabras antes referidas, abrió de nuevo las manos, como en los meses precedentes. El haz de luz reflejado pareció penetrar en la tierra, y nosotros vimos como un gran mar de fuego y en él sumergidos negros y broncíneos demonios y almas en forma humana, semejantes a brazas transparentes, que, lanzadas a lo alto por las llamas, volvían a caer en toda dirección, como chispas de un gran incendio, sin peso ni equilibrio, entre gritos y lamentos de dolor y desesperación, que hacían horrorizar, y estremecer de espanto. (Fue probablemente a la vista de este espectáculo, cuando prorrumpí en aquel ¡Ay! que dicen haberme oído). Los demonios se distinguían por sus formas horribles y repugnantes de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en ascuas. Esta visión duró un instante. Y debemos agradecer a nuestra buena Madre celestial el habernos prevenido antes con la promesa de llevarnos al Paraíso: de otra forma, así lo pienso, habríamos muerto de terror y espanto. Como pidiendo socorro, levantamos los ojos hacia la Virgen, la cual nos dijo bondadosa y triste: Habéis visto el infiernos, a donde van a parar las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, el Señor quiere establecer en el Mundo la devoción a mi Corazón Inmaculado“.
La segunda parte del secreto se refiere a la devoción al Corazón Inmaculado, como medio último para salvar a las naciones cristianas. “Si se hiciere lo que os diré, muchas almas se salvarán y vendrá la paz. La guerra va a terminar: pero si no cesan de ofender al Señor, en el Pontificado de Pio XI empezará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que aquella es la gran señal que os da Dios, de que esta próximo el castigo del mundo por sus tantos delitos, mediante la guerra, el hambre y las persecuciones contra la Iglesia y contra el Padre Santo. Para impedir esto vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la Comunión reparadora de los primeros sábados de mes. Si fueren atendidas mis suplicas, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, ella esparcirá sus errores por el mundo, suscitando guerras y persecuciones contra la Iglesia; muchos buenos serán martirizados, y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Al fin, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre consagrará Rusia, que se convertirá, y sera concedido al mundo, algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe”.
La tercera parte del secreto está íntimamente ligada con la segunda, y se refiere a la Pasión de la Iglesia; ” Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda, centellando emitía llamas que parecía iba a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡ Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz que es Dios (algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él) a un Obispo vestido de blanco (hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre). También a otros Obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegando a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles: cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios”
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