martes, 9 de mayo de 2017

10 de Mayo: MIÉRCOLES DE LA CUARTA SEMANA DESPUÉS DE PASCUA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

LA HUMILDAD Y LA FE ANTE LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA.— Acabamos de oírlo: el Hijo de Dios al disponerse a ir a su Padre, dijo a sus Apóstoles: "Id, enseñad a todas las naciones; predicad el Evangelio a toda creatura." Así, las naciones no oirán la palabra inmediata del Hombre-Dios; nos hablará por medio de intérpretes. La gloria y la dicha de oírle a él mismo directamente fueron reservadas a Israel; y aún la predicación de Jesús no duró más que tres años. El impío ha dicho en su orgullo: "¿Porqué hombres entre Dios y yo?" Dios podría responderle: "¿Con qué derecho querías tú obligarme a que te hablase yo mismo, cuando tú puedes estar tan seguro de mi palabra como si la hubieses oído?" ¿Debía, pues, el Hijo de Dios permanecer en la tierra hasta el fin de los siglos, para conquistar la obediencia de nuestra razón a sus enseñanzas? El que mida la distancia que separa al Creador de la creatura se horrorizará de semejante blasfemia. "Si recibimos testimonio de los hombres, el testimonio de Dios ¿no es más digno aún de nuestro respeto?" (S. Juan, V, 9.) ¿Hay un testimonio humano como el de los Apóstoles que se presentan a los hombres y les ofrecen como garantía de su veracidad el poder que su Maestro les dejó sobre la naturaleza que no obedece sino a Dios? Pero el orgullo de la razón puede rebelarse, puede discutir y rechazar el creer a los hombres que hablan en nombre de Dios. ¿Quién duda de ello? ¿El Hijo de Dios vivo no encontró más incrédulos que creyentes? ¿Por qué? Porque se decía Dios y no mostraba más que apariencias humanas. Había, pues, que hacer un acto de fe en él, cuando el mismo Jesús hablaba; el orgullo podía pues rebelarse y decir: "No creeré", lo mismo que lo dirá cuando los Apóstoles hablen en nombre de su Maestro. La explicación es la misma. Dios en esta vida exige de nosotros la fe; pero la fe no es posible más que con la humildad. Dios apoya su palabra con el milagro; pero siempre le es posible al hombre resistir; y he aquí por qué la fe es virtud. 


Si alguno preguntare por qué Dios, al sustraer a su Hijo de la tierra, no encargó a los Ángeles ejercer aquí abajo la función de doctores en su nombre, en lugar de confiar a hombres frágiles y mortales tan alta misión respecto a sus semejantes, se le podría responder que no pudiendo el hombre ser levantado de la caída a que su orgullo le había conducido, mas que por la sumisión y la humildad, era justo que el ministerio de la enseñanza divina nos fuese dispensado por órganos cuya naturaleza superior no estuviese en condiciones de estado de adular nuestra vanidad. Fiándonos de la palabra de la serpiente, habíamos tenido el orgullo de creer que nos era posible llegar a ser tanto como dioses: el Creador, para salvarnos, nos dió la ley de someternos en adelante a los hombres que hablan en su nombre. 

Esos hombres "predicarán pues el Evangelio a toda creatura"; y "el que no crea se condenará". ¡Oh Palabra divina, semilla maravillosa confiada al campo de la Iglesia, que fecunda eres! Dentro de poco tiempo la cosecha blanqueará en el campo. La fe estará por doquiera, en todas partes se encontrarán fieles. ¿Y cómo han captado la fe? "Por el oído", nos responde el gran Apóstol de las gentes. (Rom., X, 17.) Escucharon la palabra y creyeron. ¡Oh dignidad y superioridad del oído durante nuestra vida mortal! Escuchad a este respecto el lenguaje admirable de S. Bernardo; nadie ha expuesto, en este mundo, mejor que él el destino de ese nuestro sentido privilegiado.

"A primera vista parecería sería más digno que la verdad entrase en nuestra alma por la vista que es el sentido más noble; pero Dios nos ha reservado esto para la otra vida cuando le veamos cara a cara, disponiendo sabiamente que ahora entre el remedio por donde entró el mal y que llegue a nosotros la vida por los pasos de la misma muerte; que la luz nos venga por las tinieblas, y el antídoto de la verdad por el cammino que siguió el veneno de la serpiente. Así, el ojo enfermo será curado. El oído fue la primera puerta por donde entró la muerte y debe ser abierto el primero para dar paso a la vida. Corresponde, a su vez, al oído disponer a la vista; porque si no empezamos por creer, no podremos comprender. Porque si no creemos los misterios no los comprenderemos después. Por donde se ve es el oído medio indispensable para alcanzar el mérito y la visión será la recompensa... y para que sepas que el Espíritu Santo observa también este orden en el aprovechamiento del alma y que la forma el oído antes de alegrarla con la visión: "Oye—dice—hija y mira'". Cual si dijera. ¿Por qué te preocupas de los ojos? Más te valdría preparar tus oídos. ¿Deseas ver a Cristo? pues debes primero escuchar lo que él dice, escuchar lo que se dice de Él, a fin de que, cuando le veas, puedas decir: "Como lo oimos así lo hemos visto". Su claridad deslumhra; tu vista es débil, y no podrás soportarla. Podéis, sí, hablar de ella, más verla no... Que sea piadosa, fiel y vigilante; la fe purificará las manchas de la impiedad y la obediencia abrirá la puerta que cerró la desobediencia".


Año Litúrgico de Dom Guéranger 



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