El nacimiento del gloriosísimo
Precursor de Cristo, san Juan Bautista, cuya festividad celebra la Iglesia con
tanto gozo y regocijo, refiere el mismo sagrado Evangelio por estas palabras:
«Entretanto le llegó a Elisabeth el tiempo del alumbramiento y dio a luz un
hijo. Tuvieron noticia sus vecinos y parientes de la gran misericordia que Dios
le había hecho, y se congratulaban con ella. El día octavo del nacimiento,
vinieron a la circuncisión del niño, y llamábanle con el nombre de su padre
Zacarías; pero su madre no lo consintió y dijo: No: en ninguna manera; sino que
se ha de llamar Juan. Replicáronle: ¿No ves que nadie hay en tu parentela que
tenga ese nombre? Y preguntaban por señas al padre del niño cómo quería que se
llamase. Entonces-, pidiendo él la tablilla de escribir, escribió así: Juan es
su nombre. Maravilláronse todos; y en aquel instante se le abrió a Zacarías la
boca y se le desató la lengua, y comenzó a hablar, bendiciendo a Dios. Con lo
que un santo temor se apoderó de todas las gentes comarcanas, y se divulgó la
noticia de esos extraordinarios sucesos por todo el país de las montañas de
Judea, y cuantos los oían, los ponderaban en su corazón, y decíanse unos a
otros: ¿Quién pensáis que ha de ser este niño? Porque en verdad se ostentaba en
él admirablemente la poderosa mano del Señor. Sobre todo esto su padre Zacarías
fué lleno del Espíritu Santo, y profetizó diciendo: Bendito sea el Señor Dios
de Israel; porque se ha dignado visitar y redimir a su pueblo. Yo nos ha
suscitado un poderoso Salvador en la casa de David su siervo; según lo tenía
anunciado por boca de sus santos profetas, que vaticinaron en todos los tiempos
pasados; a fin de librarnos de nuestros enemigos y de las manos de aquellos que
nos odiaban; usando misericordia con nuestros padres, y acordándose de su santa
alianza y del juramento con que prometió a nuestro padre Abraham que nos
otorgaría la gracia de que, libertados de las manos de nuestros enemigos, le
sirvamos sin temor todos los días de nuestra vida. Y tú, ¡oh niño! tú serás
llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos; enseñando a su pueblo la ciencia de la salvación para que obtenga la
remisión de los pecados por las misericordiosas entrañas de nuestro Dios, con
que nos ha visitado de lo alto del cielo, amaneciendo cual sol naciente para
alumbrar a los que están de asiento en las tinieblas y en las sombras de la
muerte, y enderezar nuestros pasos por las sendas de la paz.» (EVANG. S. Luc.
i).
Reflexión: Cumpliéronse
maravillosamente a la letra todas las profecías que había hecho el arcángel san
Gabriel. Nació el dichoso niño de padres ancianos y estériles; llamóse Juan que
quiere decir gracia, y de gracia fué colmado desde que la Virgen visitó a su
prima santa Elisabeth, y redundó aquella plenitud de gracia en el santo anciano
Zacarías, que juntamente con el uso de la lengua recibió tan alto don de
profecía. ¡Qué divinas son las palabras que habló a su infante recién nacido
llamándole Profeta del Altísimo, y Precursor del Mesías deseado! Celebremos
pues también nosotros con júbilo de nuestras almas tan alegre nacimiento
disponiéndonos a recibir la gracia de Cristo anunciada por san Juan, que fué el
más grande y glorioso de los profetas.
Oración: ¡Oh Dios! que hiciste
este día tan solemne para nosotros por el nacimiento de san Juan Bautista,
concede a tu pueblo la gracia de los espirituales regocijos, y endereza las
almas de todos por el camino de la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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