La piadosísima reina de Escocia
santa Margarita fué hija de Eduardo, rey de Inglaterra y de Águeda, hija del
emperador. Desde su niñez fué dada a todas las obras de caridad con los pobres.
Casó con Malcolmo, rey de Escocia; y en el lugar donde se celebraron las bodas
fabricó una suntuosa iglesia a honra y gloria de la Santísima Trinidad,
enriqueciéndola con ornamentos de gran precio, con muchos vasos de oro y
piedras preciosas. En las demás iglesias del reino dejó también memoria de su
devoción y magnificencia, reparándolas y enriqueciéndolas. Todos sus vasallos
la temían y amaban; y cuando salía en público era grande la multitud de viudas,
huérfanos y pobres que la seguían como a su madre. Tenía exploradores
repartidos por las provincias, que mirasen si se hacía alguna injusticia o
inhumanidad, oprimiendo a los inocentes y desvalidos, como suele suceder, y que
lo remediasen todo y en todo se obrase con amor y caridad. Las primeras horas
de la noche tomaba breve descanso y luego se levantaba y entraba en la iglesia,
y rezaba maitines de la Santísima Trinidad, y estos terminados, rezaba el
oficio de difuntos. Volvía después a su cuarto y a la mañana lavaba los pies a
seis pobres, se los besaba y les daba larga limosna; y antes de sentarse ella a
la mesa servía a nueve doncellas huérfanas y a veinticuatro pobres. Muchas
veces hacía venir a su palacio trescientos pobres, y puesto el rey de una
parte, y ella de otra les daban de comer y beber regalada y abundantemente.
Sabedora de lo porvenir, había hecho al rey su marido instancias y súplicas
para que no fuese a cierta campaña en el condado de Cumberland, y como el rey
no quisiese en esto darle gusto y saliese a la batalla, se puso la santa reina
muy triste y dijo: «Hoy ha sucedido al reino de Escocia el mayor mal que podía
suceder. Y con brevedad vino la nueva de que el mismo día, fueron muertos en el
combate el rey y el príncipe Eduardo, su hijo. Cuatro días después estando la
santa gravemente enferma, viendo a su hijo Edgar que volvía del ejército, le
preguntó por su padre y hermano, y como él respondiese que quedaban buenos,
ella dando un tierno suspiro, dijo: «¡Ay hijo! que sé muy bien todo lo que ha
pasado: y levantando las manos y los ojos al cielo como Job, exclamó: «Gracias
te doy, mi Dios, porque al fin de mi vida me has enviado tantas penas, para
acrisolarme y purificarme de toda mancha de pecado», y luego invocando y
ensalzando a la Santísima Trinidad, entregó su preciosa alma al Criador.
Reflexión: Por ventura te has
maravillado de leer como esta santa reina, después de haber pasado su vida en
obras de tanta piedad y caridad, hubiese de lamentar la dolorosa pérdida de su
esposo y de su hijo muertos en el campo de batalla. Mas ¿por qué has de
asombrarte de esto? ¿No es acaso toda la vida humana un perpetuo combate sobre
la tierra, como dice Job? ¿Por ventura el Señor de los ejércitos ha de dar la
recompensa a sus soldados mientras se hallan todavía luchando en el campamento?
No: sino cuando entren por la puerta triunfal del cielo que es su verdadera
patria: y entonces es cada uno premiado conforme a sus méritos, y si a los
santos exige el Señor tan grandes pruebas de heroísmo y fidelidad, es porque
los tiene destinados a muy grande gloria.
Oración: Oh Dios, que hiciste
tan admirable a la bienaventurada Margarita, reina de Escocia por la insigne
caridad que ejerció con los pobres, concédenos que por tu imitación y a su
ejemplo se aumente perpetuamente en nuestros, corazones el amor a tu divina
Majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario