Habiendo descubierto san
Ambrosio por divina revelación los sepulcros de estos santos mártires de Milán,
halló a la cabecera una escritura con estas palabras: «Yo, Filipo, siervo de
Cristo, en compañía de mi hijo hurté los cuerpos de estos santos, y dentro de
mi casa los sepulté. Su madre se llamó Valeria, y Vital su padre. Nacieron de
un parto, y llamáronlos Gervasio y Protasio. Siendo ya difuntos sus padres, y
habiendo sucedido ellos abintestato en sus bienes, vendieron la casa propia en
que habían nacido y toda su hacienda, y repartieron el precio de ella a los
pobres y a sus esclavos, dándoles libertad. Diez años vacaron a solo Dios,
dándose a la lección y a la oración, y al onceno, alcanzaron la corona del
martirio. A esta sazón pasó por Milán el general Astasio que iba a la guerra
contra los bárbaros: saliéronle al camino los sacerdotes de los ídolos, y
dijéronle que si quería alcanzar victoria de sus enemigos apremiase a Gervasio
y Protasio, que eran cristianos, para que sacrificasen a los dioses inmortales,
los cuales estaban de ellos tan enojados, que no querían hacer a los pueblos el
favor que solían con sus oráculos. Mandóles Astasio buscar y prender, y rogóles
que le hiciesen placer de ofrecer con él sacrificio a los dioses, para que
prosperasen su jornada y tuviese buen suceso aquella guerra; a lo que respondió
Gervasio: «la victoria ¡oh Astasio! la da del cielo el Dios verdadero y no las
estatuas vanas y mudas de los dioses.» Enojóse Astasio sobremanera con esta
respuesta, y mandóle luego azotar y herir con plomadas fuertemente hasta que
allí muriese; y con este tormento Gervasio dio su espíritu al Señor. Quitado de
aquel lugar el cadáver, hizo llamar a Protasio y dijóle: «¡Desventurado y
miserable! mira por ti, y no seas loco como tu hermano.» Respondió Protasio
«¿Quién de los dos es miserable, tú que me temes a mí, o yo que no te temo a
ti, ni hago caso de tus dioses ni de tus amenazas?» Al oir el general estas
palabras mandóle moler a palos con unos bastones nudosos, y le dijo: «¿Quieres
perecer como tu hermano? El santo respondió: No me enojo contigo porque mi
Señor Jesucristo no abrió su boca contra los que le crucificaron: te tengo
lástima y te perdono porque no sabes lo que haces.» Finalmente el general le
hizo degollar, y mandó arrojar los sagrados cadáveres de los dos hermanos en un
muladar. Y yo Filipo, siervo de Cristo, con mi hijo tomé de noche los cuerpos
de estos santos y los llevé a mi casa y siendo Dios solo testigo los puse en un
arca de piedra.»
Reflexión: Habiéndose aparecido
los santos a san Ambrosio, arzobispo de Milán, convocó éste a todos los obispos
comarcanos, y cavando la tierra en el lugar señalado que estaba en la iglesia
de san Nábor y san Félix, hallaron el arca de piedra. La abrieron, y vieron los
cuerpos de los mártires, y el fondo del sepulcro lleno de sangre, exhalando un
maravilloso olor qué se extendió por toda la iglesia, e ilustrándoles el Señor
con estupendos milagros, señaladamente dando vista a un ciego muy conocido en
toda aquella ciudad de Milán. Roguemos al Señor que estos auténticos prodigios
referidos largamente por san Ambrosio que los presenció, abran los ojos de
nuestra alma para ver con mayor luz del cielo la divinidad de la fe por la cual
dieron sus vidas tan ilustres mártires.
Oración: ¡Oh Dios! que cada año
nos alegras con la festividad de tus bienaventurados mártires Gervasio y
Protasio; asístenos con tu gracia para que nos inflamen con sus ejemplos estos
santos de cuyos méritos nos alegramos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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