miércoles, 24 de enero de 2018

25 de enero. LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO. — (Año 35 de J. C.) Flos Sanctorvm Santoral


La maravillosa conversión de san Pablo la hallamos escrita en el sagrado Libro de los Actos de los Apóstoles por estas palabras: «En aquel tiempo, respirando todavía Saulo amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Príncipe de los sacerdotes pidiéndole despachos para las sinagogas de Damasco, a fin de conducir presos a Jérusalén cuantos hombres y mujeres hallase profesores de la vida cristiana; pero yendo su camino, sucedió que cerca de Damasco, de repente, le rodeó una luz del cielo, y cayendo en tierra, oyó una voz que decía: Saulo, Saulo. ¿por qué me persigues? Y él preguntó: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor le dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues: dura cosa te es cocear contra el aguijón. Y Saulo, tembloroso y despavorido, volvió a preguntar: ¿Qué quieres que yo haga? — Levántate, le dijo el Señor, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que has de hacer. Los ministros que le acompañaban estaban pasmados al oír la voz que le hablaba, sin ver la persona. Levantóse Saulo de la tierra, y aunque abría los ojos, nada veía: de suerte que, asido de la mano le introdujeron en Damasco, donde permaneció tres días sin vista, y sin comer ni beber. Hallábase a la sazón en aquella ciudad cierto discípulo llamado Ananías, a quien el Señor en revelación llamó por su nombre, y respondiendo él: Aquí estoy, Señor; —• Levántate, le dijo, y ve al barrio que llaman Recto y busca en casa de Judas a Saulo que se llama el Tarsense. — Señor, respondió Ananías; he oído a muchos cuántos males ha causado este hombre a tus santos en Jerusalén, y que tiene facultad de los príncipes de los sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. Mas el Señor le replicó: Ve, porque éste es mi vaso de elección que ha de llevar mi nombre ante las naciones, los reyes y los hijos de Israel, y a quien seguramente mostraré cuanto le conviene padecer por mi nombre. Con esto fuese Ananías, entró en la casa donde estaba Saulo, e imponiéndole las manos, le dijo: Hermano Saulo, me ha enviado el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, a fin de que recobres la vista; y levantándose fué bautizado, después de lo cual comió y quedó confortado. Permaneciendo aún algunos días con los discípulos que había en Damasco, predicaba continuamente en las sinagogas que Jesús era el Hijo de Dios. Maravillábanse todos los que le oían, diciendo: ¿Por ventura no es éste el que perseguía en Jerusalén a los que invocaban el nombre cristiano, y vino aquí para llevarlos presos a los príncipes de los sacerdotes? Pero Saulo predicaba aún con mayor fortaleza, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, afirmando que Jesús era el Cristo y Mesías esperado.» (Act. Apost. Cap. IX).

Reflexión: ¿Quién podía imaginar que aquel fariseo sin entrañas que guardaba la ropa de los que apedreaban a san Esteban, aquel bravo alguacil de Caifas que andaba de casa en casa para prender a los fieles y cargarles de cadenas, aquel tirano cruel que mandaba azotar bárbaramente en las sinagogas a los cristianos y a fuerza de tormentos había logrado que algunos renegasen; de récente se trocase en discípulo de Cristo, en el más ardiente predicador de Cristo y en el más celoso de los santos apóstoles? Estas son manifiestas obras del muy Alto, para que, como dice el mismo san Pablo, el hombre no se gloríe de nada.


Oración: ¡Oh Dios! que enseñaste a todo el mundo por medio de la predicación del apóstol san Pablo, concédenos que así como hoy honramos su conversión, así también caminemos hacia Ti, siguiendo su ejemplo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario