lunes, 22 de enero de 2018

23 de enero SAN ILDEFONSO, ARZOBISPO DE TOLEDO. (t 669). Flos Sanctorvm Santoral


Por muchos años desearon tener hijos los ilustres padres de san Ildefonso, y prometía su madre a María Santísima que, si le daba un varón, con todas sus fuerzas procuraría que fuese su capellán. Cumplió el Señor tan santos deseos, naciendo el santo niño. Criáronle sus padres con todo cuidado, y señaladamente su madre por tenerlo ofrecido a Nuestra Señora. Llegado a la edad competente, le enviaron a san Isidoro, arzobispo de Sevilla, para que en su colegio aprendiese, con otros mancebos de su edad, las letras humanas y divinas, principalmente el amor y  temor de Dios. Pasados doce años, volvió de Sevilla, docto y bien ejercitado en la filosofía y las Letras Sagradas, y abandonando todas las cosas del mundo, retiróse en el monasterio de benedictinos. Mas su padre fué con gente armada para sacarlo del claustro; y no pudiendo lograrlo, por haberse ocultado el santo joven entre unas paredes ruinosas, desistió de su mal propósito. Vieron los monjes en Ildefonso un acabado modelo de perfección y sabiduría, y de común acuerdo le eligieron por su abad: más habiendo fallecido su tío el arzobispo de Toledo, san Eugenio, a propuesta del rey y por aclamación del pueblo fué escogido por sucesor nuestro santo, y por más que lloraba y gemía, no pudo resistir a la voluntad de Dios, y hubo de sentarse en la cátedra arzobispal de Toledo. Aquí, como en más ancho campo, resplandecieron y dieron mayor brillo sus dotes naturales y sus virtudes.  Amábanle todos, como a padre; llamábanle Crisóstomo y boca de oro por su elocuencia, y doctor de la Iglesia por sus admirables escritos. Convenció en pública disputa a los herejes venidos de la Galia gótica, que ponían mácula en la virginal integridad de Nuestra Señora; y en recompensa de este celo y devoción, mereció que la virgen santa Leocadia en el día de su fiesta a vista de todo el pueblo se levantase de su sepulcro y le dijese: «Ildefonso, por ti vive la gloria de mi Reina». Cortó después el santo con la daga del rey Recesvinto, que estaba presente, una parte del velo que cubría el rostro de la santa virgen. Entrando otro día en la catedral, aparecióle la Reina de los cielos con grande majestad, y le regaló una preciosa casulla, como a su amado capellán. Finalmente, a los sesenta años de edad,' murió el santo arzobispo con gran sentimiento de toda su grey, y fué sepultado el sagrado cuerpo en el templo de santa Leocadia: después en la invasión de los moros fué llevado por los cristianos a Zamora, donde es tenido en gran veneración.

Reflexión: Aunque san Ildefonso fué admirable en todas sus obras, en lo que más se esmeró, fué en la devoción de Nuestra Señora, que se le había pegado ya en las entrañas de su madre; y así en las muchas y provechosas obras que escribió resplandece su santidad y una ternura y afecto entrañable cuando trata de la sacratísima Virgen María, y entonces parece que extiende las velas de su devoción y se deja llevar con el viento fresco del espíritu del cielo que le guiaba. Imitémosle todos en es tierna y filial devoción a la Madre de Dios, porque es prenda de eterna vida. Ninguno de los devotos de la Santísima Virgen ha tenido la desgracia de morir en pecado mortal y condenarse. Todos los que han sido fieles devotos de la Virgen están en el cielo.


Oración: Oh Dios, que honraste por medio de la gloriosísima Madre de tu Hijo al bienaventurado Ildefonso tu confesor y pontífice, enviándole un regalo de los tesoros celestiales, concédenos propicio, que por sus ruegos alcancemos los eternos dones. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

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