lunes, 15 de enero de 2018

16 de enero. SAN FULGENCIO, OBISPO, CONFESOR Y DOCTOR. — (t 630) Flos Sanctorvm Santoral


El glorioso prelado y sagrado doctor español san Fulgencio, nació en Cartagena, y tuvo por padre al ilustre capitán del ejército de aquella provincia, y por hermanos a los santos Leandro, Isidoro y Florentina. Instruyóse desde su mocedad en las lenguas griega, hebrea, siriaca, itálica y latina, y salió tan aventajado en las Letras sagradas, que alcanzó entre los españoles el grado de doctor. Defendió con tanta erudición y elocuencia la divinidad de Jesucristo, que muchas veces dejó a los herejes arrianos avergonzados y corridos. Por esta causa fué desterrado de Sevilla por orden del rey, y padeció gravísimos trabajos de hambre y sed encerrado en un calabozo de Cartagena, donde ni aun se le permitía mudarse la ropa que llevaba puesta. Desde la cárcel animaba con sus cartas a los católicos, para que defendiesen aun a costa de su sangre si fuese menester, la verdad infalible del artículo revelado en las Santas Escrituras, y exhortaba a su sobrino Hermenegildo a morir por la fe, antes que abrazar la herejía del rey Leovigildo, su padre, que le amenazaba con la muerte; diciéndole que por ningún respeto de hijo había de rendirse a la voluntad de su padre hereje, con tan grande detrimento de la honra de Dios, y atormentándole ya con gritos, alaridos y tanta ruina de la religión católica y estrago de toda la nación. Murió mártir el hijo; y el padre, viéndose acosado de terribles dolores, se movió a penitencia, aunque no lo suficiente para la salvación, mandando a Recaredo, que oyese como a padre y obedeciese a Leandro y Fulgencio, que resplandecían como antorchas de la Iglesia de España. Sosegada la persecución por muerte de Leovigildo, autor de tempestad tan deshecha, mudaron de semblante las cosas de España, cuando recibió el gobierno del reino Recaredo, el cual dio orden de que fuesen luego restituidos a sus iglesias los obispos y celosos varones católicos desterrados de ellas por su padre; con cuyo motivo volvió a Sevilla san Fulgencio con grande júbilo de toda la ciudad, que le recibió como ínclito defensor de la fe de Cristo. Abjurando después Recaredo el error arriano en el concilio de Toledo, toda la nación se convirtió a la verdadera fe. Gobernó san Fulgencio con admirable solicitud las iglesias de Sevilla, Ecija y Cartagena; escribió muchos libros llenos de celestial sabiduría y de aquella gracia que derrama el Espíritu Santo sobre los doctores de la Iglesia; y lleno de méritos y virtudes, y asistido en su último trance por san Braulio, obispo de Zaragoza, y Laureano, obispo gaditano, entregó su alma preciosa al Señor. Las diócesis de Cartagena y Plasencia le veneran como a su patrono; sus reliquias se conservan en la catedral de Murcia, y en el Escorial.

Reflexión: La conversión de España a la verdadera fe, redunda en mucha gloria de los santos hermanos Leandro y Fulgencio, clarísimas lumbreras de la Iglesia española. Y pues la doctrina de los sagrados doctores es la de los santos apóstoles, y la doctrina de los apóstoles es la de nuestro Señor Jesucristo. Dios y hombre verdadero, conservémosla en toda su entereza. Esta es la única doctrina autorizada, verdadera, celestial y divina. Las doctrinas anticatólicas son puras cavilaciones de hombres falibles, veleidosos, apóstatas, impíos, deshonestos y soberbios. ¡Grande imprudencia y extremada locura es, el hacer algún caso de lo que éstos enseñan, tratándose del negocio de toda nuestra eternidad!


Oración: Oh Dios que escogiste para tu pueblo como ministro de la eterna salud al bienaventurado Fulgencio, rogámoste nos concedas, que tengamos por intercesor en los cielos, al que tuvimos en la tierra por doctor y maestro de nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

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