La fiesta de la Cátedra de san
Pedro en Roma, la instituyó la santa Iglesia para celebrar aquel dichoso día en
que el príncipe de los apóstoles, después de haber tenido siete años la Cátedra
apostólica en Antioquía, la colocó en aquella ciudad, que era señora y cabeza
del mundo, para que estando en ella el Vicario de Cristo, más fácilmente
abrazase y gobernase todas las provincias del orbe cristiano. También nos
recuerda hoy la Iglesia aquel singular beneficio que Cristo nuestro Señor hizo
a san Pedro y en él a todo el mundo, cuando alumbrado no de la carne y la
sangre, sino con la luz del Padre eterno, reconoció y testificó por Hijo
coeterno suyo a Jesucristo, y el Señor, en pago de esta confesión, le hizo
Piedra fundamental de su Iglesia, y le dio las llaves del reino de los cielos.
Por esta tan grande potestad fué constituido san Pedro pastor universal del
rebaño de Cristo, y el primero de toda la serie de soberanos pontífices que por
legítima sucesión habían de gobernar la Iglesia, la cual, conforme a la promesa
del Señor, ha de durar hasta el fin de los siglos. Entró san Pedro en Roma
hacia el año 48 del Señor, y en el segundo del emperador Nerón, que fué el
mayor monstruo de crueldad que había de perseguir a la Iglesia todavía
naciente. Si consideras a san Pedro pobremente vestido, descalzos los pies, una
alforja al hombro, y un báculo en la mano, encaminándose a Roma con intención
de asentar en aquella capital de los cesares el trono de su monarquía
espiritual, no podrás menos de decir: estas son cosas de Dios; si fueran
empresas humanas no tuvieran ningún resultado. Pero el Señor es quien guiaba a
Roma los pasos del pobre pescador de Galilea, desprovisto de todo humano
recurso; y Dios es quien estableció allí la Cátedra de su Vicario en la tierra,
y quien la ha conservado por espacio de diez y nueve siglos, y la conservará
hasta el fin del mundo. Esta es la Cátedra de la verdad que Jesucristo dejó
establecida perpetuamente sobre la tierra para conservar sin alteración la
doctrina de su santo Evangelio, y enseñar a todos los hombres lo que han de
saber y obrar para salvarse. Esta es la piedra fundamental de la Iglesia de
Cristo, en la cual se han estrellado innumerables y poderosos enemigos, que
jamás han cesado en su diabólico empeño de derribarla, y contra la cual, conforme
a la promesa del Señor, no prevalecerá todo el poder del infierno. En esta
Cátedra gobernó san Pedro a la cristiandad por espacio de veinticinco años, y
hasta ahora se guarda en Roma la pobre silla de madera en que se dice que se
sentaba el glorioso Príncipe de los apóstoles, y por ella ha obrado el Señor
muchos prodigios.
Reflexión: Habiendo dicho Jesucristo a san Pedro: «Tú eres Pedro, y
sobre ti edificaré mi Iglesia», han de saber todos los fieles que quieren estar
incorporados en este edificio espiritual, que han de estar unidos con esta
primera piedra, y con la fe y doctrina de la Iglesia romana, que los sucesores
de san Pedro enseñan; y que así como el miembro para tener vida ha de estar
unido con su cabeza y el ramo con su raíz y el río con su fuente; así cualquier
fiel y católico cristiano ha de estar unido con la Cátedra de san Pedro y de
sus sucesores, que después de Cristo son cabezas de todo el cuerpo de la
Iglesia, fuera de la cual no se halla la vida, espíritu y la gracia con que se
sustenta.
Oración: ¡Oh Dios! que concediste a tu apóstol el bienaventurado
san Pedro la autoridad pontificia de atar y desatar, dándole las llaves del
reino de los cielos, concédenos por su intercesión que nos veamos libres de las
ataduras y cadenas de nuestros pecados. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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