sábado, 8 de abril de 2017

DOMINGO DE RAMOS. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

La Estación, en Roma, se celebraba en la Basílica de Letrán, madre y maestra de todas las demás iglesias; con todo, hoy, la función papal se realiza en San Pedro. Esta derogación no va en perjuicio de los derechos de la Archi-Basílica que antiguamente, recibía el honor de la presencia del Sumo Pontífice, y que ha conservado las indulgencias concedidas a aquellos a quienes la visitan hoy.   

INTROITO 

Señor, no alejes tu auxilio de mí: atiende a mi defensa: líbrame de la boca del león, y salva mi vida del cuerno de los unicornios.
 — Salmo: Oh Dios, Dios mío, mira hacia mí: ¿por qué me has desamparado? Las voces de mis delitos me alejan de mi salud. — Señor, no alejes... 

En la colecta la Iglesia pide para todos la gracia de imitar la paciencia y la humildad del Salvador. Jesucristo sufre y se abaja por el hombre pecador; es justo que el hombre se aproveche de este ejemplo y procure su salvación por los medios que le da a conocer la conducta del Salvador.   

COLECTA 

Omnipotente y sempiterno Dios, que, para ofrecer al género humano un ejemplo de humildad, hiciste que nuestro Salvador tomase carne y padeciese la cruz: concédenos propicio la gracia de comprender las lecciones de su paciencia y de participar de su resurrección. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. 

EPÍSTOLA 

Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Filipenses (II, 5-1D. 
Hermanos: Sentid de vosotros como Cristo Jesús de sí mismo: el cual, siendo de la misma naturaleza de Dios, no creyó que era una rapiña el ser igual a Dios: y, a pesar de ello, se déspojó de sí mismo, tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres, y hallado en lo exterior como hombre. Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, hasta la muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó, y le dio un nombre, que es sobre todo nombre: (aquí se arrodilla) para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los infiernos, y toda lengua confiese que el Señor, Jesucristo, está en la gloria de Dios Padre. 
 
HUMILLACIÓN Y GLORIA DE JESÚS. — La Iglesia prescribe que doblemos la rodilla en el trozo de esta Epístola en que el Apóstol dice que todo ser creado debe humillarse al pronunciar el nombre de Jesús. Acabamos de cumplir esta prescripción. Comprendamos que si hay alguna época en el año en que el Hijo de Dios tenga derecho a nuestras más profundas adoraciones, es justamente esta en que su Majestad es violada y en que le vemos pisoteado por los pecadores. Nuestros corazones deben necesariamente enternecerse y compadecerse al contemplar los dolores que sufre por nosotros. Pero no debemos sentir menos los ultrajes y las indignidades de que es colmado aquel que es igual al Padre y Dios como él. Démosle, al menos mientras estamos unidos a él, por medio de nuestras humillaciones, la gloria de que se ha despojado para reparar nuestro orgullo y nuestra rebeldía y unámonos a los santos ángeles que, testigos de todo lo que ha aceptado por amor al hombre, se anonadan profundamente tanto más cuanto ven la ignominia a la que se redujo. 

En el Gradual la Iglesia se sirve de las palabras del Real Profeta que predice la grandeza futura de la víctima del Calvario pero que, al mismo tiempo, confiesa cómo había desgarrado su alma la seguridad con que los judíos cometerían el deicidio.  

GRADUAL 

Tuviste mi mano derecha: y me guiaste según tu voluntad: y me recibiste con gloria. V. ¡Qué bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón! Mis pies casi vacilaron, casi se extraviaron mis pasos: porque envidié a los pecadores, al ver la paz de los malvados. 

El Tracto lo constituye una parte considerable del Ps. XXI de cuyas primeras palabras Jesucristo se sirvió en la Cruz y que es más una historia de la Pasión que una profecía; tan claras y evidentes son sus alusiones. 

TRACTO 

Oh Dios, Dios mío, mira hacia mí: ¿por qué me has desamparado? V. Las voces de mis delitos me alejan de mí la salud. V. Oh Dios mío, clamaré durante el día, y no me oiréis: y durante la noche, y no habrá para mí descanso. V. Pero tú habitas en el santuario, eres la alabanza de Israel. V. En ti esperaron nuestros padres: esperaron, y los libertaste. V. A ti clamaron, y se salvaron: en ti confiaron, y no fueron confundidos. V. Pero yo soy un gusano, y no un hombre: el oprobio de los hombres, y la abyección de la plebe. V. Todos los que me ven, me desprecian: estiran los labios, y mueven la cabeza (diciendo): V. Ha esperado en el Señor, líbrele ahora: sálvele, si es que le quiere. V. Ellos me observaron y contemplaron, dividieron entre sí mis vestiduras, echaron a suertes mi túnica. V. Líbrame de la boca del león: y salva mi vida del cuerno de los unicornios. V. Los que teméis al Señor, alabadle: raza toda de Jacob, engrandécele. V. Pertenecerá al Señor la generación venidera: y pregonarán los cielos su justicia. V. Al pueblo que nacerá, que hizo el Señor. 


Ya es hora de oír el relato de la pasión de nuestro Salvador. La Iglesia lee la narración de los cuatro evangelios en cuatro días diferentes de esta semana. Comienza hoy con la de San Mateo, el primero que escribió la narración de la vida y muerte del Salvador (A causa de su extensión no ponemos el texto de los cuatro relatos de la Pasión que todos pueden encontrar en su Misa.)

El Ofertorio es una nueva profecía de David. Anuncia el abandono del Mesías en medio de sus congojas y la ferocidad de sus enemigos que para saciar su hambre le darán a beber hiél y vinagre. De este modo fue tratado aquel que nos da su cuerpo para comida y su sangre para bebida. 

OFERTORIO

Improperio y miseria sufrió mi corazón: y esperé a que alguien se contristase conmigo, y no le hubo: busqué a uno, que me consolara, y no le hallé: y me dieron de comida hiél, y en mi sed me abrevaron con vinagre. 
 
En la Secreta se pide a Dios el doble fruto de la Pasión para sus siervos: la gracia en esta vida y la gloria en el cielo.  

SECRETA 

Suplicámoste, Señor, hagas que el don ofrecido a los ojos de tu Majestad nos obtenga la gracia de la devoción, y nos adquiera el efecto de la dichosa perennidad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

En la antífona de la Comunión, la Iglesia, que acaba de sumir con el cáliz de la salud, la vida de Cristo, hace alusión a aquel otro cáliz que Cristo bebió para hacernos partícipes de la bebida de la inmortalidad.   

COMUNIÓN 
Padre, si no puede pasar este cáliz sin que yo le beba, hágase tu voluntad.

La Iglesia pone fin a las súplicas del sacrificio que acaba de ofrecer implorando el perdón de los pecados para todos sus hijos, y el cumplimiento del deseo que tienen de tomar parte en la gloriosa resurrección del Hombre Dios. 

POSCOMUNIÓN 


Haz, Señor, que, por la virtud de este Misterio, sean purificados nuestros pecados y se cumplan nuestros anhelos. Por el Señor.

LÁGRIMAS DE JESÚS. — Pongamos fin a esta jornada del Redentor en la ciudad de Jerusalén recordando algunos otros hechos de importancia. San Lucas nos enseña que durante la marcha triunfal de Jesús hacia la ciudad ocurrió que antes de entrar en ella Cristo comenzó a llorar sobre Jerusalén, y desahogó su dolor en estos términos: "¡Oh si al menos en este día conocieses lo que podría darte la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos, porque días vendrán sobre ti, y te rodearán de trincheras tus enemigos, y te cercarán y te estrecharán por todas partes y te echarán por tierra a ti y a los hijos que tienes dentro, y no dejarán piedra sobre piedra por no haber conocido el tiempo de tu visita" (Lc., XIX, 41-44). Hace unos días el santo Evangelio nos mostró a Jesús llorando ante la tumba de Lázaro; hoy vuelve a derramar lágrimas al contemplar a Jerusalén. En Betania lloraba al pensar en la muerte del cuerpo, castigo del pecado; pero esta muerte tiene remedio. Jesús es "la resurrección y la vida, y aquel que cree en Él no morirá para siempre" El estado de Jerusalén en cambio, es una figura de la muerte espiritual; y esta muerte no tiene remedio, si el alma no viene a tiempo al autor de la vida. He aquí por qué las lágrimas que Jesús derrama hoy se hacen tan amargas. En medio de las aclamaciones de que es objeto al entrar en la ciudad de David, su corazón está oprimido por la tristeza; porque sabe Él mejor que nadie "que no conocieron el tiempo de su visita". Consolemos al corazón del Redentor y hagámonos su ciudad fiel. 

VUELTA A BETANIA. — Sabemos por San Mateo que el Salvador finalizó este día en Betania. Su presencia suspende las inquietudes de su madre y tranquiliza a la familia de Lázaro. En Jerusalén no hubo nadie que le hospedase; al menos el Evangelio no hace mención de ello. Todos los que mediten la vida de Nuestro Señor pueden hacerse esta consideración: Jesús honrado por la mañana con magnífico triunfo, por la tarde se ve obligado a buscar hospedaje fuera de la ciudad que le había recibido con tanto fervor. Entre las carmelitas descalzas existe la tradición de ofrecer al Salvador una reparación por el abandono que sufrió de parte de los habitantes de Jerusalén. Se prepara en medio del refectorio una mesa, colocando en ella una ración de la comida; después de la refección de la comunidad se ofrece esa ración a Jesús y se distribuye entre sus miembros, los pobres.


Año Litúrgico de Dom Guéranger


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