viernes, 31 de marzo de 2017

1ro de Abril: SÁBADO DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

Este día recibe desde muy antiguo el hombre de Sábado Sitientes por comenzar el Introito de la Misa con esta palabra; la Iglesia con estas palabras de Isaías invita, a los aspirantes al Bautismo a venir a apagar su sed en la fuente de la salvación. En Roma la estación se celebró primero en la Basílica de S, Lorenzo extra-muros; mas como esta iglesia resultaba incómoda, por estar muy apartada, para que se pudiesen reunir los fieles, se designó con buen acuerdo para reemplazarla la iglesia de S. Nicolás in carcere situada en el interior de la ciudad. 

COLECTA 

Suplicámoste, Señor, hagas que, con tu gracia, sea fructífero el sentimiento de nuestra devoción: porque entonces nos aprovecharán nuestros ayunos, cuando fueren gratos a tu piedad. Por el Señor. 

EPÍSTOLA 

Lección del Profeta Isaías. 

Esto dice el Señor: Te oí en el tiempo propicio, y te auxilié en el día de la salud: y te conservé, y te di en alianza del pueblo, para que resucitaras la tierra, y poseyeras las heredades devastadas: para que dijeras a los que están presos: Salid; y a los que están en tinieblas: Manifestaos. Serán apacentados en los caminos, y su pasto estará en todas las llanadas. No tendrán hambre, ni sed, y no les molestarán el calor y el sol: porque les regirá el que tiene piedad de ellos, y les abrevará en las fuentes de las aguas. Y tornaré camino todos mis montes, y serán exaltadas mis sendas. He aquí que éstos vendrán de lejos, y aquellos del Aquilón, y del mar, y los otros de la tierra austral. Alabad, cielos, y alégrate, tierra; montes, entonad jubilosas alabanzas: porque el Señor ha consolado a su pueblo, y tendrá piedad de sus pobres. Y dijo Sión: Me ha abandonado el Señor, y el Señor se ha olvidado de mí. ¿Acaso puede una mujer olvidarse de su niño, y no compadecerse de su hijo? Y, si ella se olvidare, yo no me olvidaré de ti: lo dice el Señor omnipotente.

TERNURA DEL PADRE CELESTIAL. — ¡ Qué dulces debían ser estas palabras al corazón de los Catecúmenos! ¿Acaso nunca se ha hablado tan elocuentemente del amor del Padre Celestial como lo ha hecho su profeta con estas palabras? Hace entrega a su Hijo Encarnado de toda la tierra, no para juzgarla ni condenarla como se lo merece, sino para salvarla ( S. Juan, III, 17). Este divino enviado convoca a todos los que gimen en las mazmorras y languidecen en las tinieblas, para darles la libertad y la luz. Su hambre será aplacada y su sed apagada. Los que poco ha se hallaban jadeantes bajo los rayos de un sol ardiente, ahora encontrarán la más deliciosa frescura a la orilla de las aguas a las que el mismo pastor les conduce. Vienen de lejos; de todos los puntos del cielo; esta fuente inagotable es el lugar de cita de todo el género humano. La gentilidad se llamará en adelante Sión y el Señor "Ama las puertas de esta nueva ciudad más que las tiendas de Jacob"  (Ps., LXXXVI, 2). No; no la ha olvidado durante los siglos que ha estado adorando a los ídolos; el amor del Señor es tan grande como el de una madre; y si el corazón de la madre estuviere cerrado para siempre a su hijo, el Señor dice que el suyo permanecerá continuamente abierto para Sión.

CONFIANZA. — Tened una confianza sin límites vosotros cristianos que habéis sido admitidos en el seno de la Iglesia, mediante el Bautismo, desde vuestro nacimiento y que, después habéis tenido la desgracia de ofender a Dios. Sí; en este momento en que estáis llenos de la gracia divina, fortalecidos con las santas mortificaciones de la Cuaresma y las oraciones de la Iglesia que intercede por vosotros continuamente, preparáis vuestro retorno al Señor, cumplid las palabras de Dios. Ya veis; nos ha dado a su propio Hijo; le ha encomendado vuestra salvación. ¿Estáis amarrados por las cadenas del pecado? Jesús es poderoso para romperlas. ¿Os halláis en medio de las tinieblas del mundo? Él es la Luz. ¿Tenéis hambre? Él es Pan de vida ¿Tenéis sed? Él es la Fuente de aguas vivas. ¿Os consumen y desfiguran los ardores de la codicia? Arrojaos en la fuente purificadora; no ciertamente a esta primera fuente que os dio la vida tan tristemente perdida; sino a esta otra fuente, es decir, al sacramento de la reconciliación, de donde vuestras almas saldrán renovadas. 


EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según s. Juan. 



En aquel tiempo habló Jesús a las turbas de los judíos, diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue a mí, no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Dijéronle entonces los judíos: Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no es verdadero. Respondió Jesús, y díjoles: Aunque doy yo testimonio de mi mismo, mi testimonio es verdadero: porque sé de dónde he venido y a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne: yo no juzgo a nadie: y, si juzgo yo, mi juicio es verdadero, porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo: y también da testimonio de mí el Padre que me ha enviado. Dijéronle entonces los judíos: ¿Dónde está tu Padre? Respondió Jesús: No me conocéis ni a mí, ni a mi Padre: si me conociéseis a mí, quizás conociérais también a mi Padre. Estas palabras dijo Jesús en el gazofilacio, enseñando en el templo: y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora. 
 
HUIR DEL ORGULLO.— ¡Qué contraste se nota entre el lenguaje de Dios que invita a los hombres a recibir a su Hijo como a un libertador y la dureza de corazón de los judíos en el recibimiento que hicieron a este enviado del cielo! Jesús se llama Hijo de Dios y para probar su origen divino, durante tres años está obrando constantemente los prodigios más portentosos. Muchos judíos creyeron en Él, porque pensaron que Dios no podría confirmar el error con milagros y aceptaron la doctrina de Jesús como venida del cielo. Los fariseos odian la cruz y aman las tinieblas; su orgullo no se humilla ante la evidencia de los hechos. Unas veces niegan que los prodigios de Jesús sean verdaderos; y otras quieren explicarlos por medio de una intervención diábolica; mas otras intentarán con sus preguntas capciosas tomar un pretexto para hacer comparecer ante el juez al Justo, como un blasfemo o como un violador de la ley. Hoy se atreve desvergonzadamente a objetar a Jesús, el cual, declarándose el enviado de Dios, ha dado testimonio de sí mismo. 


El Salvador que conoce la maldad de su corazón, se digna aún responder a su impío sarcasmo; mas evita darles una explicación completa. Poco a poco la luz se va alejando de Jerusalem para iluminar otras regiones. Terrible abandono del alma; ha abusado de la verdad y la ha rechazado llevado de su instinto de odio. Es el pecado contra el Espíritu Santo que no se perdona ni en este mundo ni en el otro ( S. Mateo, XII, 31). 

AMAR LA VERDAD. — Dichoso aquel que ama la verdad aunque contrarie sus inclinaciones y perturbe sus ideas. Porque, de este modo, honra la sabiduría de Dios; y aunque la verdad no le guíe completamente en todo, al menos no le ha abandonado. Pero aún es mucho más dichoso aquel que entregándose por completo a la verdad sigue a Jesús como su humilde discípulo. Este nos dice el Salvador "No caminará entre tinieblas, sino que posee la luz de la vida." Apresurémonos, pues, a entrar en esta senda abierta por aquel que es nuestra luz y nuestra vida. Siguiendo sus huellas hemos subido la áspera montaña de la Cuaresma, y hemos sido testigos de los rigores de su ayuno; en adelante, en estos días consagrados a la Pasión, nos conviene seguirle en otra montaña, en el Calvario, donde vamos a contemplar sus dolores y su muerte. Seamos fieles a la cita y obtendremos "la luz de la vida".



Año Litúrgico de Dom Guéranger

 

jueves, 30 de marzo de 2017

31 de Marzo: VIERNES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

La Estación se celebra en la Iglesia de S. Eusebio, sacerdote romano. Vivió en el siglo IV, y sufrió por la fe en la persecución de los arríanos en tiempo del emperador Constancio. 

COLECTA 

Oh Dios, que renuevas el mundo con tus inefables Sacramentos: suplicámoste hagas que tu Iglesia progrese en las enseñanzas eternas, y no se vea destituida de temporales auxilios. Por el Señor.  

EPÍSTOLA 

Lección del libro de los Reyes. 
En aquellos días enfermó el hijo de una mujer, madre de familia, y era la dolencia fortísima; tanto, que no podía respirar. Dijo entonces ella a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para recordarme mis iniquidades, y para que se muriese mi hijo? Y dijóle Elías: Dame tu hijo. Y lo tomó de su seno, y lo llevó al cuarto donde él estaba, y lo puso sobre su cama, y clamó al Señor, y dijo: Señor, Dios mío: ¿también a la viuda, en cuya casa estoy hospedado, has afligido, matándole su hijo? Y se tendió, y se midió tres veces sobre el niño, y clamó al Señor, y dijo: Señor, Dios mío, vuelva, te suplico, el alma de este niño a sus entrañas. Y oyó el Señor la voz de Elías: y tornó el alma del niño a su interior, y revivió. Y tomó Elías el niño, y lo bajó de su habitación a la parte inferior de la casa, y lo entregó a su madre, y díjole: He aquí a tu hijo vivo. Y dijo la mujer a Elías: ahora reconozco en esto que eres un varón de Dios, y la palabra del Señor es verdadera en tu boca. 
 
RESURRECCIÓN ESPIRITUAL. — También hoy es una madre la que viene desecha en llanto, a pedir la resurrección de su hijo. Esta madre es la viuda de Sarepta; ya la vimos anteriormente representada como figura de los gentiles. En su vida pasada fue pecadora; fue idólatra y por, lo tanto, la inquieta el recuerdo del pasado; mas el Señor, que la ha purificado y llamado para que sea su esposa, la anima resucitando a su hijo. La caridad de Elías es imagen de la del Hijo de Dios. Notad cómo este gran profeta se coloca sobre el cuerpo del hijo; cómo procura adaptarse a su medida, como vimos hacerlo también a Eliseo. Reconozcamos también aquí el misterio de la Encarnación. Toca tres veces al cadáver, y tres veces sumergirán a los catecúmenos en la pila bautismal invocando en el acto los nombres de las tres personas de la Adorable Trinidad. En la noche solemne de Pascua dirá también Jesús a la Iglesia su Esposa: "Mira a tus hijos dotados de nueva vida"; y la Iglesia llena de alegría, sentirá más que nunca la veracidad de las promesas de Jesús. Los mismos paganos los comprenden a su modo. Ante los efectos morales de este nuevo pueblo regenerado por las aguas del bautismo, reconocieron que la divinidad podía ser únicamente el principio de tan excelsa virtud en los hombres. En medio del imperio romano entregado a todas las pasiones, apareció una raza pura y celestial y los hijos dé esta raza tan santa daban la última batalla a todas las aberraciones paganas. ¿Dónde habían aprendido esta virtud? En la doctrina de Jesús y en los remedios sobrenaturales que aplica a la degradación del hombre. Entonces los fieles corrían en turbas desafiando la prueba del martirio y la Iglesia se dilataba para acoger a todas estas generaciones que decían con cariño: Reconocemos sois de Dios y vuestra palabra es verdadera, venida de Dios. 


EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Juan. 



En aquel tiempo había un enfermo, llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. (Y María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, era la que había ungido al Señor con ungüento, y enjugado sus pies con sus cabellos.) Enviaron, pues, sus hermanas aviso a Él, diciendo: Señor, el que amas está enfermo. Y, al oírlo Jesús les dijo: Esta enfermedad no es de muerte, sino por la gloria de Dios, para que por ella sea glorificado el Hijo de Dios. Y amaba Jesús a Marta, y a su hermana María, y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, quedóse aún dos días en aquel lugar. Luego, después de esto, dijo a sus discípulos: Vayamos otra vez a Judea. Dícenle sus discípulos: Rabbí, hace poco te buscaban los judíos, para apedrearte, ¿y ahora vuelves allá? Respondió Jesús: ¿No tiene doce horas el día? El que caminare de día, no tropezará, porque verá la luz de este mundo: pero, el que caminare de noche, tropezará, porque no tendrá luz. Dijo esto: y, después de esto, les dijo a ellos: Lázaro, nuestro amigo, duerme: pero voy a despertarle del sueño. Dijéronle entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. Jesús hablaba de su muerte, pero ellos creyeron que hablaba del reposar del sueño. Entonces les dijo Jesús claramente: Lázaro ha muerto: y me alegro, por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis: pero vayamos a él. Dijo entonces Tomás, el llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vayamos también nosotros, para que muramos con Él. Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que estaba en el sepulcro. (Y estaba Betania como a unos quince estadios (3 km.) de Jerusalén. Y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas de la muerte de su hermano. Marta, pues, cuando oyó que venía Jesús, le salió al encuentro: María en cambio, quedó sentada en casa. Dijo entonces Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano: pero sé también ahora que, todo lo que pidieres a Dios te lo dará Dios. Díjole Jesús: Resucitará tu hermano. Díjole Marta: Sé que resucitará en la resurrección del último día, Díjole Jesús: Yo soy la resurrección, y la vida: el que cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá: y, todo el que vive, y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Díjole: Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el hijo de Dios vivo, que has venido a este mundo. Y, dicho esto, se fue, y llamó en silencio a su hermana María, diciendo: Está aquí el Maestro, y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó en seguida, y vino a Él: aún no había llegado Jesús a la aldea, sino que estaba todavía en aquel lugar donde le salió al encuentro Marta. Entonces los judíos que estaban con ella en casa, y que la consolaban, cuando vieron a María, que se levantó rápida, y salió, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro, para llorar allí. Pero María, cuando llegó adonde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies, y di jóle: Señor, si hubieses estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. Y Jesús, cuando la vió llorando, y a los judíos, que habían venido con ella, llorando también, se conmovió en espíritu, y se turbó y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Dijéronle: Señor, ven y ve. Y lloró Jesús. Dijeron entonces los judíos: ¡Ved cómo le amaba! Pero algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos del ciego de nacimiento, hacer que éste no muriera? Mas Jesús, estremeciéndose otra vez, fue al sepulcro. Era éste una gruta, cerrada con una piedra. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Díjole Marta, la hermana del que había muerto: Señor, ya hiede, pues es de cuatro días. Díjole Jesús: ¿No te dije que, si creías verías la gloria de Dios? Quitaron, pues, la piedra: y Jesús, elevados los ojos al cielo, dijo: Padre, te doy gracias porque me has oído. Yo ya sabía que tú me oyes siempre, pero lo digo por el pueblo que me rodea: para que crean que tú me has enviado. Habiendo dicho esto, clamó con gran voz: Lázaro, ven fuera. Y al punto salió, el que había muerto, ligado de pies y manos con las vendas, y envuelta su cara en el sudario. Díjoles Jesús: Soltadle, y dejadle ir. Entonces muchos de los judíos, que habían venido a, María y a Marta, y que vieron lo que hizo Jesús, creyeron en Él. 
 
LÁZARO, IMAGEN DEL PECADOR. — Leamos confiados este admirable relato que nos cuenta la obra de Jesús en las almas; recordemos el bien que ha hecho a la nuestra y prometámosle finalmente tener compasión de nuestros Penitentes que, numerosos en toda la tierra, se preparan a recibir el perdón que les devolverá la vida. Hoy no es una madre la que pide la resurrección; son dos hermanas que imploran esta gracia para su querido hermano; la Iglesia con este ejemplo nos induce a orar por nuestros hermanos. Mas sigamos la narración de nuestro Evangelio. 


Lázaro estuvo primero enfermo y agonizante; finalmente murió. El pecador comienza dejándose llevar de la pereza a la indiferencia y luego recibe una herida mortal. Jesús no ha querido curar la enfermedad de Lázaro; para hacer a sus enemigos inexcusables, quiere obrar un prodigio portentoso a las mismas puertas de Jerusalén. Quiere probar cómo es dueño de la vida a aquellos que, pocos días después se escandalizárán de su muerte. En el sentido moral Dios permite algunas veces a su Sabiduría, que se abandone a un alma ingrata a pesar de que sabe caerá en el pecado. Más tarde la levantará, y la confusión de su caída, la servirá para mantenerse en la humildad que la habría preservado. 

Las dos hermanas, Marta y María, aparecen aquí muy distintas de lo que eran por naturaleza; las dos desconsoladas pero llenas de confianza. Jesús anuncia cómo Él mismo es la Resurrección y la Vida; quien espere en Él no morirá eternamente, pues es lo único que hay que temer. Mas cuando ve llorar a María, cuyo amor conocía muy bien, se conmueve y se turba. La muerte, castigo del pecado del hombre, fuente de tantas lágrimas, conmueve su corazón divino. Llegado al sepulcro que guarda el cuerpo de su amigo Lázaro, llora, santificando de este modo las lágrimas que el amor cristiano nos arranca al borde la tumba de los que amamos. Ha llegado el momento de levantar la piedra, de demostrar en pleno día el triunfo de la muerte. Cuatro días hacía que Lázaro se hallaba en el sepulcro: es imagen del pecador envejecido en su pecado. No importa; Jesús no rechaza este espectáculo. Con voz que estremece a cualquier hombre, y hace temblar al infierno, grita: Lázaro, sal fuera, y el cadáver salta del sepulcro. La muerte ha oído su voz, pero sus miembros están aún enfajados y su rostro cubierto, no puede moverse, sus ojos no ven. Jesús manda quitarle las vendas; y a su mandato manos humanas devuelven a los miembros de Lázaro su antigua libertad y a sus ojos la vista del sol. Esta es también la historia del pecador reconciliado. Una sola palabra de Jesús hubiera sido suficiente para convertirle, para conmover su corazón e inducirle a confesar su pecado; mas Jesús deja en manos de sus sacerdotes el desatarle, iluminarle y devolverle el movimiento.

Este prodigio, obrado en los días en que nos hallamos, exacerbó el furor de los judíos. Este último beneficio le convirtió en blanco de su rabia. En adelante ya no se alejará de Jerusalem; Betania, donde acaba de obrar este milagro, no; está muy distante de allí. Nueve días más tarde la ciudad infiel contemplará el triunfo del Mesías; luego volverá a la casa de sus amigos de Betania; pero pronto entrará de nuevo en la ciudad para consumar en ella el sacrificio, cuyos méritos infinitos son el principio de la resurrección del pecador. 


RECUERDOS HISTÓRICOS. — Esta esperanza consoladora fue causa de que los primeros cristianos multiplicasen en las pinturas de las catacumbas la figura de Lázaro en el momento de su resurrección; y este tipo de la reconciliación del alma pecadora esculpida igualmente en el mármol de los sarcófagos de los siglos IV y V se reprodujo hasta en las vidrieras de nuestras catedrales. Antiguamente Francia honraba este símbolo de la resurrección espiritual en una piadosa costumbre conservada en la célebre abadía de la Trinidad de Vendôme, hata que fueron aboliéndose nuestras instituciones católicas. Todos los años en este día se llevaba a la iglesia abacial un criminal conducido por la justicia humana. Llevaba una soga al cuello y en la mano sostenía una antorcha que pesaba treinta y tres libras, en recuerdo de los años del divino Libertador. Los monjes hacían una procesión a la que asistía el criminal así como el sermón que la seguía. Se le llevaba entonces a las gradas del altar; allí el abad, después de una exortación, le imponía como penitencia la peregrinación a S. Martín de Tours. Se le quitaba entonces la cuerda del cuello y quedaba libre. Este uso litúrgico, tan cristiano y tan patético, se remontaba a los tiempos de Luis de Borbón, conde de Vendôme. En 1426, durante su cautividad en Inglaterra, hizo voto, si Dios le devolvía la libertad, de establecer en la iglesia de la Trinidad, en testimonio de reconocimiento este homenaje anual a Cristo que libertó a Lázaro de la tumba. El cielo se compadeció del príncipe y pronto obtuvo la gracia que con tan gran fe pedía. 


ORACIÓN
 
Humillad vuestras cabezas a Dios. Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, puesto que conocemos nuestra debilidad y confiamos en tu poder, nos alegremos siempre de tu bondadosa piedad. Por el Señor. 


Año Litúrgico de Dom Guéranger

 



miércoles, 29 de marzo de 2017

30 de Marzo: JUEVES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

La Estación se celebra en S. Silvestre-S. Martín de los Montes. El antiguo "titulus Equitii" que se atribuyó al papa S. Silvestre es de la mitad del siglo tercero. En el siglo VI el papa Símaco (498-511) construyó al lado una basílica en honor de S. Martín de Tours, el primer santo no mártir, celebrado en Occidente; pronto la devoción de los romanos le suplantó por el santo papa Martín L. (653). Esta Iglesia fue el primer título cardenalicio de S. Carlos Boromeo, y en el siglo XVIII el del Cardenal Beato José María Tommasi sabio liturgista cuyo cuerpo en ella se venera.

COLECTA 

Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, a los que nos castigamos con piadosos ayunos, nos alegre también tu santa devoción: para que, mitigados los afectos terrenos, consigamos más fácilmente los celestes. Por el Señor.

 LECCIÓN 

Lección del libro de los Reyes. 
En aquellos días fue la mujer Sunamita a Elíseo, en el monte Carmelo: y, cuando la vio venir el varón de Dios, dijo a su siervo Giezi: He allí a la Sunamita. Vete a su encuentro, y dile: ¿Te va bien a ti, y a tu marido, y a tu hijo? Y ella respondió: Bien. Y, habiendo llegado al varón de Dios, en el monte, se abrazó a sus pies: y se acercó Giezi, para separarla. Y dijo el varón de Dios: Déjala: porque su alma está en la amargura, y el Señor me lo ha ocultado, y no me lo ha indicado. Y ella le dijo: ¿Acaso pedí yo hijo a mí señor? ¿No te dije que no me burlaras? Y él dijo a Giezi: Ciñe tus lomos, y toma mi báculo en tu mano, y vete. Si te encontrare un hombre, no le saludes; y, si te saludare alguien, no le respondas: y pondrás mi báculo sobre la cara del niño. Y dijo la madre del niño: Vive el Señor, y vive tu alma, que no te dejaré. Levantóse entonces él, y la siguió. Y Giezi les había precedido, y había puesto el báculo sobre la cara del niño, el cual no tenía voz. ni sentido: y volvió en su busca, y se lo anunció, diciendo: No ha resucitado el niño. Entró entonces Elíseo en la casa, y he aquí que el niño yacía muerto en su lecho: y, entrado que hubo, cerró la puerta detrás de sí, y del niño: y oró al Señor. Y subió, y se acostó sobre el niño: y puso su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre los ojos de él, y sus manos sobre las manos de él, y se tendió sobre él: y se calentó la carne del niño. Y, bajando, se paseó por la casa de una parte a otra: y después subió, y se tendió sobre él: y respiró el niño siete veces, y abrió los ojos. Entonces él llamó a Giezi, y díjole: Llama a la Sunamita. Y, habiendo entrado ella, le dijo él: Toma tu hijo. Fue ella, y se arrojó a sus pies, y le veneró, postrada en tierra: y tomó a su hijo, y salió. Y Elíseo se volvió a Gálgala. 

LA LEY ANTIGUA. — Todas las maravillas del plan divino para salvar al hombre se hallan reunidas en este relato. El hijo muerto es figura del género humano privado de la vida por el pecado; pero Dios ha determinado devolvérsela. Primero es enviado un criado junto al cadáver; este criado es Moisés. Su misión viene de Dios; mas la ley de que es portador no restituye la vida. Esta ley está representada en el bastón de Giezi con el cual intentaba en vano tener contacto con el cuerpo del hijo. La ley es señal del rigor; establece un régimen de temor, a causa de la dureza del corazón de Israel; ella apenas triunfa; y los justos para ser verdaderamente tales deben aspirar a algo más perfecto y filial. El Mediador debe suavizar todo haciendo descender del cielo la caridad, está prometido, está figurado; más aún no se ha encarnado ni ha habitado entre nosotros. El muerto no ha resucitado y por tanto se necesita que venga el mismo hijo de Dios. 


EL REDENTOR. — Elíseo es figura de este divino Redentor. Mirad como se encoge para adaptarse a la medida del cuerpo del hijo, como se une fuertemente a todos sus miembros en medio del silencio de esta habitación cerrada. Así el Verbo del Padre, ocultando su esplendor en el seno de una Virgen, se unió a nuestra naturaleza, y "tomando la forma de un esclavo se anodadó hasta hacerse semejante al hombre (Philip 11, 7)" "con el fin de devolvernos la vida y una más abundante todavía ( S. Juan, X, 10)" que aquella que tuvimos al principio. Observad también lo que sucede con el hijo y cuáles son las señales de la resurrección que él se obra. Su pecho se dilata siete veces y aspira; este movimiento indica la entrada del Espíritu con sus siete dones en el alma humana, templo de Dios. Abre sus ojos para considerar el fin de esta ceguera mortal; porque los muertos no gozan ya de la luz, y las tinieblas de la tumba son su herencia. Finalmente considerad a esta mujer, a esta madre; es figura de la Iglesia. Implora la resurrección de sus queridos catecúmenos, de todos los infieles que aún viven en las sombras de la muerte (Isaías, IX, 2). Unámonos a su oración, y esforcémonos por obtener que la luz del Evangelio se derrame más y más y que los obstáculos que opone a su propagación la maldad de Satanás, junto con la malicia de los hombres, desaparezcan para siempre. 


EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Lucas. 



En aquel tiempo, iba Jesús a una ciudad, que se llama Naim: e iban con Él sus discípulos, y una turba copiosa. Y, cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar un difunto, hijo único de su madre: y ésta era viuda: y con ella venía mucha gente de la ciudad. Cuando el Señor la vio, movido de misericordia hacia ella, le dijo: No llores. Y se acercó, y tocó el féretro. (Y los que lo llevaban se pararon.) Y dijo: Joven, a ti te lo digo, levántate. Y se sentó el que estaba muerto, y comenzó a hablar. Y se lo entregó a su madre. Y se apoderó de todos el respeto: y alabaron a Dios, diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros: y Dios ha visitado a su pueblo. 
 
EL MILAGRO DE NAIM. — Hoy y mañana aún, la Iglesia nos ofrece continuamente figuras de la resurrección; son un anuncio de la proximidad de la Pascua y al mismo tiempo un aliento esperanzador para todos los muertos espiritualmente que piden de nuevo la vida. Antes de entrar en las dos semanas consagradas a los dolores de Cristo, la Iglesia asegura a sus hijos el deseado perdón, ofreciéndoles el espectáculo consolador de la misericordia de aquel cuya sangre nos reconcilió. Libres de todos nuestros temores podremos contemplar mejor el sacrificio de nuestra víctima augusta, para asociarnos a sus dolores. Abramos pues los ojos del alma y consideremos el espectáculo que nos ofrece el Evangelio. Una madre desconsolada preside el duelo del hijo único, y su dolor es inconsolable. Jesús se mueve a compasión; manda parar el cortejo; su mano divina toca el féretro y su voz llama a la vida al joven cuya muerte había sido causa de tantas lágrimas. El escritor sagrado insiste en decirnos que Jesús le entregó a su madre. ¿Quién es esta madre desconsolada sino la Iglesia que preside el duelo de un gran número de sus hijos? Jesús viene para consolarla. Pronto, por ministerio de los sacerdotes va a extender su mano sobre todos los muertos, va a pronunciar sobre ellos la palabra de resurrección; y la Iglesia recibirá en sus brazos maternos llenos de vida y alegría a estos hijos cuya pérdida lloraba. 


LAS TRES RESURRECCIONES. — Consideremos el misterio de las tres resurrecciones obradas por Jesús: la de la hija del príncipe de la sinagoga; la del joven de hoy y la de Lázaro que presenciaremos mañana. Acaba de expirar la joven; más, aún no la han enterrado; es figura del pecador que todavía no ha contraído el hábito y la insensibilidad del mal; el joven representa al pecador que no ha querido hacer ningún esfuerzo para salir de ese estado: en él la voluntad ha perdido su energía. Le conducen al sepulcro; y sin el encuentro del Salvador hubiera ido a colocarse para siempre entre los demás muertos. Lázaro es un símbolo aún más terrible. Este es ya presa de la corrupción. Una piedra rodada sobre la tumba condena al cadáver a una lenta e irremediable disolución. ¿Podrá recobrar de nuevo la vida? La recobrará si Jesús se digna ejercer en él su poder divino. Por eso la Iglesia ora y ayuna en estos días. Oremos y ayunemos con ella con el fin de que estas tres clases de muertos oigan la voz del Hijo de Dios y resuciten. El misterio de la resurrección de Jesucristo va a producir su efecto maravilloso en estos tres grados. Unámonos a los designios de la divina misericordia; insistamos de día y de noche junto al Redentor. Pocos días después, podremos, ante la presencia de tantos muertos resucitados, clamar con los habitantes de Naim: "Tenemos con nosotros un gran profeta y Dios ha visitado a su pueblo."   

ORACIÓN 

Humillad vuestras cabezas a Dios. Oh Dios, Maestro y Rector de tu pueblo, aleja de él los pecados que le combaten: para que siempre te sea grato y esté seguro de tu amparo. Por el Señor. 


Año Litúrgico de Dom Guéranger 

 

martes, 28 de marzo de 2017

29 de Marzo: MIÉRCOLES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

MISA 

Después de la lectura del Evangelio en que se narra la curación del ciego de nacimiento, el diácono, según la costumbre, mandaba salir de la Iglesia a todos los Catecúmenos; los mismos padrinos y madrinas eran los que les sacaban fuera y en seguida entraban en la Iglesia para asistir al sacrificio con los demás fieles. Llegado el momento de la Ofrenda venían a presentar en el altar los nombres de sus adoptados espirituales; y el Pontífice recitaba estos nombres juntamente con, los de los padrinos y madrinas, en las oraciones del Canon. Hacia el final de la Misa se mandaba entrar a los Catecúmenos y se les anunciaba el día en que debían presentarse a la Iglesia, para examinarlos acerca del Símbolo y de las demás intrucciones que acababan de recibir. 


COLECTA 

Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, a los que nos castigamos con piadosos ayunos, nos alegre también tu santa devoción: para que, mitigados los afectos terrenos, consigamos más fácilmente los celestes. Por el Señor. 

LECCIÓN 

Lección del Profeta Ezequiel. 
Esto dice el Señor, Dios: Santificaré mi gran nombre, profanado entre las gentes, el que profanasteis vosotros en medio de ellas: y sabrán las gentes que yo soy el Señor, cuando fuere santificado en vosotros delante de ellas. Porque os sacaré de entre las gentes, y os congregaré de todas las tierras, y os llevaré a vuestra tierra. Y derramaré sobre vosotros un agua pura, y os lavaréis de todas vuestras inmundicias, y os limpiaré de todos vuestros ídolos. Y os daré un corazón nuevo, y pondré un nuevo espíritu en medio de vosotros: y arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré mi espíritu en medio de vosotros: y haré que caminéis en mis mandatos y guardéis mis preceptos y les pongáis en práctica. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres y seréis mi pueblo, y seré yo vuestro Dios, dice el Señor Omnipotente.

La imponente ceremonia de la que hemos expuesto algunos rasgos, no tenía lugar hoy sólo; se repetía muchas veces según el número que hubiese de catecúmenos y el más o menos tiempo que se necesitaba para recoger, acerca de la conducta de cada uno, los informes que la Iglesia necesitaba para juzgar de su preparación al Bautismo. En la Iglesia Romana, se tenía, como ya hemos indicado, hasta siete escrutinios; pero el más numeroso y más solemne era el de hoy y todos se concluían con la ceremonia que acabamos de describir. 


LOS CATECÚMENOS. — Estas magníficas promesas que un día se cumplirán en el pueblo judío cuando se satisfaga la justicia de Dios, se realiza primero en nuestros catecúmenos. La gracia divina los ha reunido de todos los pueblos gentiles para llevarlos a su verdadera patria, la Iglesia. Unos días más y se derramará en ellos este agua pura que borrará las manchas de la Idolatría; recibirán un nuevo espíritu, un nuevo corazón y serán para siempre el verdadero pueblo del Señor. 


EPÍSTOLA 

Lección del Profeta Isaías. 
Esto dice el Señor, Dios: Lavaos, estad limpios, apartad de mis ojos el mal de vuestros pensamientos: cesad de obrar perversamente, aprended el bien obrar: buscad lo justo, socorred al oprimido, juzgad al huérfano, defended a la viuda. Y venid, y argüidme, dice el Señor: si fueren vuestros pecados como la escarlata, quedarán blancos como la nieve: y, si fueren como el vermellón, quedarán blancos como la lana. Si quisiereis, y me oyereis, comeréis los bienes de la tierra: lo dice el Señor omnipotente. 
 
LOS PENITENTES. — Ahora la Iglesia dirige a los penitentes este hermoso trozo de Isaías. Para ellos también se ha preparado un baño: baño penoso, más eficaz para lavar todas las lacras de sus almas si se presentan sinceramente arrepentidos y dispuestos a reparar el mal que han cometido. ¿Hay algo más cierto que la promesa del Señor? Los más oscuros y brillantes colores cambiados en un instante por la blancura de la nieve son imagen del cambio que Dios se dispone a obrar en el alma del pecador contrito. El injusto se convierte en justo; las tinieblas en luz; el esclavo de Satanás se hace hijo de Dios. Alegrémonos con nuestra Santa Madre la Iglesia, redoblando nuestro ardor en la oración y en la penitencia obtendremos que el número de los reconciliados en el gran día de la Pascua, sobrepase aún sus esperanzas.


 EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Juan. (IX, 1-38.) 


En aquel tiempo, al pasar Jesús, vió a un hombre, ciego de nacimiento: y le preguntaron sus discípulos: Rabbí, ¿quién pecó, éste, o sus padres, para que naciese ciego? Respondió Jesús: No pecó éste, ni sus padres: sino que ha sido para que se manifestasen en él las obras de Dios. A mí me conviene ejecutar las obras de Aquel que me ha enviado, mientras es de día: vendrá la noche, y entonces nadie podrá obrar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Y, después de decir esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó sobre sus ojos, y díjole: Vete, lávate en la piscina de Siloé (que quiere decir Enviado). Fué, pues, y se lavó, y volvió viendo. Entonces los vecinos, y los que le vieran antes, porque era un mendigo, decían: ¿No es éste el que se sentaba, y mendigaba? Unos decían: Sí, éste es. Y otros: No, sino que es parecido a él. Pero él decía: Sí, soy yo. Y le preguntaron: ¿Cómo se te han abierto los ojos? Respondió: Aquel hombre, que se llama Jesús, hizo lodo, y untó mis ojos, y me dijo: Vete a la piscina de Siloé, y lávate. Y fui, y me lavé, y veo. Y dijéronle: ¿Dónde está él? Dijo: No sé. Llevaron, al que fuera ciego, a los fariseos. Porque era sábado, cuando hizo Jesús el lodo, y abrió sus ojos. Preguntáronle, pues, otra vez los fariseos cómo había recobrado la vista. Y él les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. Y decían algunos de los fariseos: Este hombre no es de Dios, porque no guarda el sábado. Pero otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estos prodigios? Y había división entre ellos. Dijeron, pues, otra vez al ciego. ¿Qué dices tú de aquel que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es un profeta. Pero no creyeron los judíos que él hubiese sido ciego, y que hubiera recobrado la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? Pues, ¿cómo ve ahora? Respondieron sus padres, y dijeron: Sabernos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero el cómo ve ahora, no lo sabemos: preguntádselo a él, ya tiene edad, hable él mismo de sí. Dijeron esto sus padres, porque temían a los judíos, pues ya se habían conjurado los judíos para expulsar de la Sinagoga a todo el que confesara que era Él el Cristo. Por eso, sus padres dijeron: Ya tiene edad, preguntádselo a él mismo. Llamaron, pues, otra vez al hombre que fuera ciego, y dijéronle: Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que este hombre es un pecador Díjoles entonces éi: Si es pecador, no lo sé: sólo sé una cosa: que, habiendo estado ciego, ahora veo. Dijéronle. ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? Respondióles: Ya os lo he dicho, y lo habéis oído: ¿por qué queréis oírlo otra vez? ¿Acaso también vosotros queréis haceros discípulos suyos? Maldijéronle entonces, y dijeron: Sé tú discípulo de Él, que nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que Dios habló a Moisés: pero no sabemos de dónde es éste. Respondió aquel hombre, y díjoles: Eso es lo maravilloso, que vosotros no sabéis de dónde es Él, y Él me ha abierto los ojos: pero sabemos que Dios no oye a los pecadores; mas, si hay uno que honra a Dios, y hace su voluntad, a ése Dios le oye. Jamás se ha oído que alguien haya abierto nunca los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no fuera de Dios, no podría hacer eso. Respondieron, y dijéronle: En pecado naciste todo, ¿y nos enseñas? Y le arrojaron fuera. Oyó Jesús que le habían arrojado fuera, y, habiéndole encontrado, le dijo: ¿Tú crees en el Hijo de Dios? Respondió él, y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Y díjole Jesús: Ya le has visto, y es el mismo que habla contigo. Dijo él entonces: Creo, Señor. Y, postrándose (aquí se arrodilla), le adoró. 
 
EL BAUTISMO. — La Iglesia de los primeros siglos designaba el Bautismo con el nombre de Iluminación; este sacramento en efecto confiere al hombre la fe sobrenatural mediante la cual se le infunde la luz divina. Por esta razón se leía hoy el relato de la curación del ciego de nacimiento, imagen del hombre iluminado por Jesucristo. Este tema se ve reproducido con frecuencia en las pinturas murales de las catacumbas y en los bajo relieves de los antiguos sarcófagos cristianos. 


Nosotros nacemos todos ciegos; Jesucristo por el misterio de su encarnación, figurada en este barro que representa nuestra carne, nos ha merecido el don de la vista; mas para gozar de él, tenemos que ir a la piscina del divino Enviado y lavarnos en el agua bautismal. Entonces Dios mismo nos iluminará y se disiparán las tinieblas de nuestra razón. La docilidad del ciego de nacimiento que cumplió tan candidamente las órdenes del Salvador, es imagen de la de los Catecúmenos; escuchan dócilmente las enseñanzas de la Iglesia, porque también ellos quieren recobrar la vista. El ciego de nacimiento, curado, demuestra lo que obra en nosotros la gracia de Jesucristo mediante el Bautismo; mas, a fin de que la instrucción fuese completa, reaparece al fin del relato para darnos un modelo de la curación espiritual, herida por la ceguera del pecado. 

LA FE. — El Salvador le pregunta como también a nosotros nos ha preguntado ante la piscina sagrada: ¿Crees en el Hijo de Dios? El ciego deseoso de creer, le responde al punto: ¿Quién es Señor para que yo crea en Él? Así es la fe, que une la débil razón del hombre a la suprema sabiduría de Dios y nos otorga su verdad eterna.

Apenas si Jesús ha manifestado su divinidad ante este hombre y ya se postra en tierra para adorarle: Ahora es verdaderamente cristiano. ¡Cuántas enseñanzas se encierran aquí para los Catecúmenos! Al mismo tiempo, este relato les revela y nos recuerda también a nosotros la maldad de los enemigos de Jesús. Pronto darán muerte al justo por excelencia; el derramamiento de su sangre nos merecerá la curación de la ceguera nativa, aumentada aún más por nuestros pecados personales. Alabemos pues, amemos y reconozcamos a nuestro médico divino; su unión con la naturaleza humana ha preparado el colirio que ha de curar nuestros ojos de su enfermedad y hacerlos capaces de contemplar por siempre los esplendores de la misma divinidad.


ORACIÓN 

Humillad vuestras cabezas a Dios. Ábranse, Señor, los oídos de tu misericordia a las preces de los que te suplican: y, para que puedas acceder a los deseos de los que te ruegan, has que te pidan lo que a ti te agrada. Por el Señor. 


Año Litúrgico de Dom Guéranger


 

EL GRAN ESCRUTINIO: MIÉRCOLES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA

Este día recibe el nombre de feria del gran escrutinio porque, en la Iglesia romana, después de las informaciones y exámenes necesarios, se admitía mayor número de Catecúmenos al Bautismo. La Estación se celebraba en la basílica de S. Pablo Extra-Muros, a causa de la amplitud del edificio, y también para honrar al Apóstol de los gentiles, con los nuevos adeptos que la Iglesia disponía hacer del mismo paganismo. El lector leerá con interés y edificación las fórmulas y ceremonias observadas en esta ocasión.

EL CATECUMENADO. — Una vez reunidos en la basílica hacia la hora de mediodía los fieles y aspirantes al bautismo, primero se tomaba nota de los nombres de los últimos; un acólito les colocaba ordenadamente delante del pueblo, colocando a los hombres a la derecha y las mujeres a la izquierda. A continuación un sacerdote recitaba sobre cada uno de ellos la Oración que les hacía catecúmenos porque, hasta aquí, les hemos dado este nombre sin pertenecerlos. Se les hacía primero la señal de la cruz en la frente y se les imponía la mano sobre la cabeza. Bendecían a continuación la sal, símbolo de la sabiduría y se lo daban a gustar a todos. 

LA ANTE-MISA. — Después de estas ceremonias preliminares se les mandaba salir del templo y permanecían en el pórtico exterior hasta que se les llamase. Una vez fuera, la asamblea de los fieles, que había quedado en la Iglesia, comenzaba el Introito, tomado de las palabras del profeta Ezequiel en las que el Señor anuncia cómo reunirá a todos sus elegidos de todas las naciones para derramar sobre ellos una agua purificante y lavar todas sus manchas. El acólito llamaba a todos los catecúmenos por su nombre y el portero los introducía. Se les ordenaba de nuevo, haciendo distinción de sexos, y a los padrinos y madrinas se colocaban junto a ellos. El Pontífice cantaba entonces la Colecta; después, a una invitación del diácono, los padrinos y madrinas hacían la señal de la cruz en la frente de los aspirantes, de quienes debían ser fiadores ante la Iglesia. Les seguían los acólitos y pronunciaban los exorcismos sobre cada uno de los elegidos, comenzando por los hombres y continuando por las mujeres. Después el lector leía un trozo del Profeta Ezequiel, que ponemos a continuación. Le seguía un primer Gradual, compuesto de estas palabras de David: "Venid, hijos míos, escuchadme; os enseñaré a temer al Señor. Acercáos a Él y seréis iluminados y vuestros rostros no se avergonzarán." 

En la Colecta que seguía a esta lectura, se pedía para los fieles los frutos del ayuno cuaresmal, y a esta oración, seguía una lectura del Profeta Isaías, que anuncia el perdón de los pecados, para aquellos que van a recibir el baño misterioso. 

Un segundo Gradual igualmente sacado del Salterio se expresaba de este modo: "Dichoso el pueblo que tiene a Dios por su Señor, el pueblo que el Señor ha escogido para su herencia." 

Durante la lectura de los dos Profetas y el canto de los Graduales, tenía lugar la ceremonia de la abertura de los oídos. Los sacerdotes iban sucesivamente tomando las orejas de los Catecúmenos imitando la acción de Jesucristo con el sordomudo del Evangelio, y diciendo como Él esta palabra: Epheta; es decir: abrios. Este rito tenía por fin preparar a los Catecúmenos a recibir la revelación de los misterios que hasta entonces sólo se les había explicado con alegorías. La primera iniciación que recibían se refería a los Evangelios. 

Después del segundo Gradual, salían del Secretarium precedidos de cirios e incensarios cuatro diáconos llevando cada cual uno de los cuatro evangelios. Se dirigían hacia el Santuario y colocaban los libros sagrados en cada uno de los cuatro ángulos del altar. El Pontífice o un simple sacerdote dirigía a los Catecúmenos la alocución siguiente que aún hoy día leemos en el Sacramentarlo Gelasiano: 

"Antes de comenzar a explicaros los Evangelios, es decir el relato de los hechos de Dios, primero, carísimos, hijos, debo, daros a conocer lo que son los Evangelios, su origen, quién es el autor, por qué son cuatro, quien los ha escrito; finalmente quiénes son estos cuatro hombres, que pronosticados antes por el Espíritu Santo, fueron designados por el profeta. Si no os enseñase todos estos detalles dejaría zozobra en vuestras almas, y como precisamente habéis venido hoy para que se os abran vuestros oídos, no debo comenzar por dejar en la impotencia a vuestras inteligencias. Evangelio significa propiamente buena nueva; porque es el anuncio de Jesucristo nuestro Señor. El Evangelio nos viene de Él, con el fin de anunciar y demostrar que quien hablaba por medio de los profetas, vino en carne mortal a este mundo, como estaba escrito: "Yo que era quien hablaba, heme aquí." Como os tengo que explicar brevemente lo que es el Evangelio y quiénes son estos cuatro hombres anunciados de antemano por el Profeta, vamos a designar sus nombres mediante las figuras que les explican. Dice el Profeta Ezequiel: Y he aquí sus rasgos: un hombre y un león a su derecha, un toro y un águila a su izquierda. Nosotros sabemos que estas cuatro figuras representan a los Evangelistas, cuyos nombres son: Mateo, Marcos, Lucas y Juan." 
 
Después de este discurso, un diácono desde lo alto del ambón, dirigiéndose también a los catecúmenos les decía: 

Guardad silencio y estad atentos 

Después abriendo el Evangelio de S. Mateo, que había tomado del altar, leía el comienzo hasta el versículo 21. Terminada esta lectura, tomaba la palabra un sacerdote: 


"Carísimos hijos, no quiero teneros por más tiempo en suspenso; os voy a explicar qué significan cada una de las figuras de los evangelistas. Mateo tiene la figura de un hombre, porque al principio de su libro, cuenta extensamente la genealogía del Salvador, Comienza de este modo: Libro de la Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Véis cómo hay motivos para representar a Mateo con la figura de hombre, porque comienza con el nacimiento humano del Salvador." 
 
El diácono que se había quedado en el ambón decía de nuevo: 

Guardad silencio y estad atentos 

Después leía el principio del Evangelio de S. Marcos, hasta el versículo 8.

Después de esta lectura, el sacerdote volvía a tomar la palabra: 

"El evangelista Marcos lleva la figura de león, porque comienza por el desierto, con estas palabras: La voz del que clama en el desierto: preparad los caminos del Señor; o también porque el Señor reina invencible. Esta figura del león es frecuente en las Escrituras; he aquí un ejemplo claro de esta palabra: Judá, hijo mío, tú eres el cachorro del león; tú has nacido de mi raza; se ha acostado y se ha dormido como un león y como el cachorro de la leona. ¿Quién se atreverá a despertarlo?" 
 
El diácono dando de nuevo su aviso, leía el principio del Evangelio de S. Lucas hasta el versículo 17; y el sacerdote tomando la palabra decía: 

"El Evangelista Lucas lleva la figura de Toro, para recordar la inmolación de nuestro Salvador. Este Evangelista comienza por hablar de Zacarías e Isabel, padres de Juan Bautista, nacido en su ancianidad." 
 
El diácono anunciando de nuevo con la misma solemnidad el Evangelio de S. Juan, del que leía los catorce primeros versículos, el sacerdote volvía a hablar en estos términos: 

"Juan tiene la figura de Águila porque se cierne en las alturas. El dice: Al principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios, estaba al principio con Dios. Y David hablando de la persona del Cristo, se expresa de este modo: Tu juventud se renovará como la del águila; porque Jesucristo nuestro Señor, resucitado de entre los muertos subió a los cielos. Por eso, carísimos hermanos, el que os ha concebido y aún os lleva en su seno se felicita pensando en la nueva familia que va a recibir la ley cristiana, cuando, en el día venerando de la Pascua, renazcáis en el agua bautismal y recibáis de Cristo nuestro Señor, como todos los santos, el don de una fiel infancia." 
 
A la explicación de los cuatro Evangelistas seguía la ceremonia que se llamaba entrega del Símbolo, en la cual se decía a los Catecúmenos el Símbolo de los Apóstoles y en los siglos siguientes el de Nicea. Un sacerdote dirigía primero esta alocución: 

"Admitidos a recibir el Sacramento del Bautismo y antes de ser objeto de una nueva creación en el Espíritu Santo, debéis, carísimos hijos, concebir en vuestro corazón la fe que ha de justificaros; debéis, por vuestros espíritus trasformados en adelante mediante la virtud, acercaros a Dios que es la luz de vuestras almas. Recibid, pues, el Símbolo evangélico inspirado por el Señor, instituido por los Apóstoles. Son pocas palabras, mas los misterios que encierran son grandiosos; porque el Espíritu Santo que dictó esta fórmula a los primeros maestros de la Iglesia, formuló en él la fe que nos salva, con gran precisión de palabras con el fin de que las verdades que debéis creer y considerar continuamente no se la puedan ocultar a la inteligencia, ni fatigar la memoria. Sed pues diligentes en aprender este Símbolo y lo que os entregamos según tradición, como lo hemos recibido, escribidlo no en una materia corruptible sino en las páginas de vuestro corazón. Así, pues, la profesión de fe que habéis recibido comienza del modo siguiente."

Se adelantaba entonces uno de los Catecúmenos y el sacerdote pedía al acólito que le había llevado: 

"¿En qué lengua dan testimonio éstos de nuestro Señor Jesucristo?" 
 
El acólito respondía: 

"En griego." 
 
En Roma, en tiempo de los emperadores, se usaba el griego tanto como el latín. Entonces el sacerdote decía al acólito: 

"Decidles la fe en que creen." 

Y el acólito, con la mano extendida sobre la cabeza del Catecúmeno, pronunciaba el Símbolo en griego, recitándole en un tono solemne. A continuación se adelantaba una de las mujeres catecúmenas de la lengua griega; el acólito repetía el Símbolo del mismo modo; el sacerdote decía entonces: 

"Carísimos hijos, acabáis de oír el Símbolo en griego; escuchadle ahora en latín." 
 
Se adelantaban sucesivamente dos catecúmenos de lengua latina, un hombre y una mujer, y el acólito recitaba dos veces ante ellos, y en voz alta, de modo que todos los demás lo pudiesen entender, el Símbolo en latín. Una vez que se hacía la entrega del Símbolo, el sacerdote pronunciaba esta alocución:

"Este es el compendio de nuestra fe, carísimos hijos, y estas son las palabras del Símbolo, escogidas y ordenadas no como se les ha ocurrido a los hombres sino conforme les ha dictado la razón divina. Todos son capaces de comprenderlas y retenerlas en la memoria. En él se habla del poder uno e igual de Dios Padre; en él se nos enseña cómo el único Hijo de Dios nació según la carne de la Virgen María por virtud del Espíritu Santo; en él se narra la crucifixión, su sepultura y su resurrección al tercer día; en él se afirma su ascensión a los cielos, su toma de asiento a la derecha de la majestad del Padre, su futura venida para juzgar a los vivos y a los muertos. En él se habla del Espíritu Santo que tiene la misma divinidad que el Padre y que Hijo; en él finalmente, se enseña la vocación de la Iglesia, la remisión de los pecados y la resurrección de la carne. Os habéis despojado del hombre viejo, carísimos hijos míos, para reformaros conforme al nuevo; de carnales os trasformaréis en espirituales; de terrestres en celestiales. Creed con fe firme y constante que así como Cristo ha resucitado, así también vosotros resucitaréis y que, este prodigio que se ha obrado en nuestro Jefe, se reproducirá también en todos los miembros de su cuerpo. El Sacramento del Bautismo que pronto vais a recibir nos confirma en esta esperanza. Tiene los efectos de la muerte y de la resurrección; en él se despoja del hombre viejo y se reviste del nuevo. El pecador se sumerje en el agua y sale justificado. Se arroja a quien nos arrastró a la muerte y se recibe en cambio a quien nos dió la vida, a quien, mediante la gracia que os dará, os hará hijos de Dios, no según la carne sino en virtud del Espíritu Santo. Debéis gravar en vuestros corazones esta breve fórmula para que os podáis servir de ella como un socorro, de la Confesión que contiene. El poder de esta arma es invencible contra todas las emboscadas del enemigo; tiene que serles familiar a los verdaderos soldados de Cristo. Que el diablo, que jamás deja de tentar al hombre, os halle siempre armados de este Símbolo. Salid triunfadores del enemigo que acabáis de renunciar; conservad, con la ayuda del Señor, hasta el fin, incorruptible e inmaculada la gracia que os va a otorgar; finalmente aquel que os va a perdonar los pecados os dé también la gloria de la resurrección. Así pues, carísimos hijos, ahora que conocéis el Símbolo de la fe católica aprendedle con cuidado sin cambiar una sola palabra. La misericordia de Dios es poderosa; que os guíe a la fe del bautismo a que aspiráis; y a nosotros que hoy os descubrimos los misterios nos lleve juntamente con vosotros al reino de los cielos, por intercesión del mismo Jesucristo, nuestro Señor que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén." 
 
Después de la Tradición del Símbolo, se entregaba a los catecúmenos la Oración Dominical. El diácono anunciaba primero esta nueva gracia y una vez que había recomendado guardar silencio y atención, un sacerdote dirigía a los candidatos esta nueva alocución: 

Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, entre los diversos preceptos provechosos, en el día en que sus discípulos le pidieron cómo debían orar les dió esta fórmula de oración que pronto vais a oír y que os va a revelar el sentido por completo. Escuchad ahora, con caridad, cómo el divino Salvador enseñó a sus discípulos que hay que orar a Dios Padre Omnipotente: Cuando oréis, dice, encerraos en vuestra habitación y allí orad a vuestro Padre. Por habitación no se entiende un lugar apartado, sino lo íntimo de vuestro corazón que sólo Dios conoce. Cuando dice que se debe orar a Dios a puerta cerrada, nos advierte que debemos cerrar nuestro corazón a los malos pensamientos con la llave mística, y con los labios cerrados, hablar a Dios con gran pureza de alma. Lo que Dios escucha, es la fe, no el ruido de las palabras. Cerremos pues nuestro corazón con la llave de la fe a las emboscadas del enemigo; que sólo se abra para alabar a Dios de quien sabemos es templo; y morando el Señor de este modo en nuestros corazones oirá benignamente nuestras oraciones. El Verbo, la Sabiduría de Dios, Cristo nuestro Señor, nos ha enseñado la siguiente oración: 

Padre nuestro que estás en los cielos 

Notad esta palabra llena de libertad y confianza. Vivid de tal modo que podáis ser hijos de Dios y hermanos de Cristo. ¿No sería una temeridad la de aquel que se atreviese a llamar a Dios su Padre y que por otra parte se mostrase como un degenerado, contrariando su voluntad? Carísimos hijos; corresponded dignamente a esta divina adopción; pues está escrito: Todos los que creyeron en Él se les dió poder de hacerse hijos de Dios. 

SANTIFICADO SEA ÉL tu nombre 

No es que Dios, santidad suma, necesite que le santifiquemos nosotros; pedimos que su nombre sea santificado en nosotros, de suerte que nosotros que nos hemos hecho santos con su bautismo, perseveremos en el nuevo estado que hemos recibido. 

Vénganos el tu reino 

Nuestro Dios, cuyo reino es inmortal ¿no reinará siempre? Sin duda alguna; pero cuando decimos: vénganos el tu reino, pedimos la venida del reino que Dios nos prometió y que Cristo nos mereció con su sangre y sufrimientos. 

Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo 

Es decir que se cumpla tu voluntad de tal modo que lo que tú quieres en el cielo, lo cumplamos fielmente los que estamos en la tierra.

El pan nuestro de cada día dánosle hoy 

Aquí se entiende el alimento espiritual, pues Cristo es nuestro Pan; El mismo lo ha dicho: Yo soy el Pan vivo bajado del cielo. Decimos de cada día, porque constantemente debemos pedir vernos libres del pecado, con el fin de hacernos dignos del alimento espiritual. 

Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores 

Estas palabras quieren decir que podemos merecer el perdón de los pecados perdonando primero a los que nos han ofendido. Por eso dice el Señor en el Evangelio: Si no perdonáis a los hombres las faltas que han cometido contra vosotros, vuestro Padre no os perdonará tampoco vuestros pecados. 

Y no nos dejes caer en la tentación 

Es decir, no permitáis que caigamos en la tentación, cuando seamos inducidos por el autor del mal. La Escritura nos dice: No es Dios quien nos incita al mal. Es el diablo quien nos tienta, y para vencerle nos aconseja el Señor: Velad y orad para que no entréis en tentación. 

Mas líbranos del mal 

Estas palabras se refieren a lo que dice el Apóstol: No sabéis lo que os conviene pedir. Debemos rogar a Dios uno y omnipotente para que los males que no pueda evitar la fragilidad humana, nos veamos libres de ellos nosotros en virtud de la ayuda que nos dará Jesucristo nuestro Señor, que como Dios, vive y reina en unión con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. 

Concluida la alocución, decía el diácono: 

Guardad orden y silencio y estad atentos

El sacerdote volvía a hablar en los siguientes términos: 

"Acabáis de oír, carísimos hijos, los misterios de la Oración Dominical; ahora gravadlos en vuestros corazones para que lleguéis a ser perfectos y merezcáis pedir y recibid la misericordia divina. Dios nuestro Señor es poderoso y a los que pronto vais a recibir la fe os conducirá al baño de las aguas regeneradoras. Dígnese llevarnos con vosotros al reino celestial en premio de haberos instruido en los misterios de la fe católica, que vive y reina con Dios Padre en unión con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos."


Año Litúrgico de dom Guéranger

 

lunes, 27 de marzo de 2017

28 de Marzo: MARTES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

La Estación se celebra en la Iglesia de S. Lorenzo in Damaso; se le da este nombre porque se construyó, en el siglo IV, en honor del Arcediano de la Iglesia Romana, por el Papa S. Dámaso (366-384) cuyo cuerpo se conserva aun hoy día. 

COLECTA 

Suplicámoste, Señor, hagas que los ayunos de esta sagrada cuaresma aumenten nuestra piadosa devoción y nos procuren el contínuo auxilio de tu propiciación. Por el Señor. 

EPÍSTOLA 

Lección del libro del Éxodo. 
En aquellos días habló el Señor a Moisés, diciendo: Desciende del monte: ha pecado tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto. Se han apartado pronto del camino que les mostraste: y se han fabricado un becerro fundido, y lo han adorado; e, inmolándole víctimas, han dicho: Estos son tus dioses, Israel, los que te sacaron de la tierra de Egipto, Y dijo de nuevo Dios a Moisés: Veo que este pueblo es de dura cerviz: déjame, para que se irrite mi furor contra ellos, y les borre, y te haga jefe de un gran pueblo. Pero Moisés oró al Señor, su Dios, diciendo: ¿Por qué, Señor, se irrita tu furor contra tu pueblo, a quien sacaste de la tierra de Egipto con gran fortaleza, y con mano robusta? Que no digan, te ruego, los egipcios: Los sacó astutamente, para matarlos en los montes, y borrarlos de la tierra: cálmese tu ira, y perdona la maldad de tu pueblo. Acuérdate de tus siervos Abraham. Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: Multiplicaré vuestra semilla como las estrellas del cielo: y toda esta tierra, de que he hablado, la daré a vuestra descendencia, y la poseeréis siempre. Y se aplacó el Señor, y no ejecutó el mal que había pensado contra su pueblo. 
 
LA IDOLATRÍA MODERNA. — El crimen de la idolatría estaba el más extendido en el mundo, cuando se comenzaba a predicar el Evangelio. Durante muchos siglos todas las generaciones de Catecúmenos que la Iglesia iniciaba, en estos días en la verdadera fe, estaban inficionados en esta herejía. Para infundir a estos elegidos un horror provechoso de su vida pasada, se les leía hoy estas terribles palabras de Dios. Si Moisés no hubiese intercedido, hubiera exterminado como castigo de su recaída en la idolatría, a un pueblo con quien había obrado prodigios inauditos y Él mismo en persona había venido a darles su ley. Entre nosotros, hoy día, ya no existe este culto grosero de adorar a los falsos dioses, pero lo practican muchos pueblos aún rebeldes a la predicación del Evangelio. Digámoslo todo; aún podría renacer, en el corazón de nuestra Europa si la fe de Jesucristo se perdiese. ¿No se vio, cómo a fines del siglo XVIII, se colocó en los altares a la diosa Razón, coronada de flores, recibiendo los honores de un incienso sacrilego? Un hombre, o una sociedad entregados a Satanás no son dueños de plantarse donde les plazca. Es cierto que los descendientes de Noé debieron amedrentarse ante el espectáculo del diluvio, cuyas consecuencias sufrió por mucho tiempo la tierra; sin embargo la idolatría hizo de nuevo grandes progresos, cuando Dios se vió como forzado a escoger a Abrahán para preservarle. Agradezcámoslo a la Iglesia. Sus enseñanzas y su moral nos preservan de este bochorno y brutalidad, resistamos a nuestras pasiones porque todas nos conducirán a la idolatría si nos falta la luz de la fe. 


EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Juan. 



En aquel tiempo, hacia la mitad de la fiesta, subió Jesús al templo, y enseñaba. Y se admiraban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado? Respondióles Jesús, y dijo: Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. Si alguien quisiere hacer su voluntad, conocerá si la doctrina es de Dios, o si hablo yo de mí mismo. El que habla de sí mismo, busca su propia gloria. Pero, el que busca la gloria del que le ha enviado, es veraz, y no hay en él injusticia. ¿No os dió Moisés la Ley, y, sin embargo, nadie de vosotros observa la Ley? ¿Por qué intentáis matarme? Respondió la turba, y dijo: Tienes el demonio; ¿quién intenta matarte? Respondió Jesús, y díjoles: Sólo una obra he hecho, y todos os admiráis. Cierto, Moisés os dió la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres): y todos circuncidáis al hombre en sábado. Si recibe el hombre la circuncisión en sábado para que no sea quebrantada la Ley de Moisés: ¿os indignáis contra mí, porque he sanado en sábado todo, un hombre? No juzguéis según la apariencia, sino juzgad justo juicio. Dijeron entonces algunos de Jerusalén: ¿No es éste el que buscan para matarle? Pues mira cómo habla en público, y no le dicen nada. ¿Acaso han reconocido los príncipes que éste es el Cristo? Pero nosotros sabemos de dónde es éste: mas, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde será. Y Jesús clamaba en el templo, enseñando y diciendo: También a mí me conocéis, y sabéis de dónde soy, y no he venido de mí mismo, sino que es verdadero el que me ha enviado, al cual desconocéis vosotros. Yo le conozco, porque vengo de Él, y Él me ha enviado. Quisieron entonces prenderle, pero nadie puso en Él las manos, porque aún no había llegado su hora. Y muchos del pueblo creyeron en Él. 
 
RESPUESTA SOBRE EL MESÍAS. — La lectura del Santo Evangelio nos hace pensar en el inminente sacrificio del Cordero divino dispuesto a ofrecerse en Jerusalén. Aún no ha llegado la hora, mas no tardará. Se le busca ya para darle la muerte. La pasión de sus enemigos les ciega hasta tal punto que les hace ver en Él a un violador del Sábado, porque cura a los enfermos con un solo acto de su voluntad en el día del Señor. Jesús rebate sus prejuicios sin lograr ningún fruto; les recuerda que tampoco ellos hallan dificultad practicar la circuncisión o en sacar de sus abrevaderos su buey o su asno si hubieren caído en él. Ni quieren escuchar. Les domina una sola cosa: hacer desaparecer a Jesús. Sus prodigios son innegables y todos obrados con un fin misericordioso para con el hombre; únicamente rehusa ofrecer a la vana admiración de sus enemigos los milagros que le piden para saciar su curiosidad o adular su orgullo; y lejos de agradecer el uso que hace de los milagros en favor de los hombres, se atreven a decir, que no sólo los obra mediante el poder de Beelcebú, sino que Él mismo está poseído del demonio. Causa horror el oír tan horribles blasfemias y sin embargo el orgullo de estos doctores judíos les lleva hasta cometer estos desatinos e impiedades: y la sed de sangre se enardece cada vez más en su corazón. Mientras algunos del pueblo seducidos por sus jefes, se dejaban arrastrar por un ciego fanatismo, otros más indiferentes recapacitan acerca del Mesías, y no hallan en Jesús, los distintivos de este enviado de Dios. Quieren que, cuando venga a este mundo no se sepa su origen. No obstante esto los Profetas han anunciado que debe nacer de la sangre de David; su genealogía será uno de los principales caracteres; pero todo Israel sabe que Jesús procede de esta familia real. Por otra parte también sabe que el Mesías debe tener un origen misterioso, debe venir de Dios. La buena acogida de las enseñanzas de Jesús, confirmadas por tantos milagros, les instruyó a la vez sobre su nacimiento temporal y su filiación divina; mas la indiferencia y cierta maldad depositada en lo último del corazón del hombre les impidió recapitular; tal vez aquellos, mismos en el día del deicidio incluso, gritarán como los demás: "Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos". 


ORACIÓN 

Oremos: Humillad vuestras cabezas a Dios. Ten piedad, Señor, de tu pueblo: y, al que lucha con tribulaciones constantes, hazle respirar tranquilo. Pro el Señor. 


Año Litúrgico de Dom Guéranger


 

domingo, 26 de marzo de 2017

27 de Marzo: LUNES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger

La Estación se celebra en la antigua Iglesia llamada de los Cuatro Coronados, es decir de los Santos Mártires, Severo, Severiano, Carpóforo y Victorino que murieron en la persecución de Diocleciano. Sus cuerpos descansan en este santuario que se honra también de poseer la cabeza del gran mártir S. Sebastián. 

COLECTA 

Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, al celebrar con anual devoción esta sagrada, abstinencia, te agrademos con el cuerpo y con el alma. Por el Señor. 

EPÍSTOLA 

Lección, del libro de los Reyes. 
En aquellos días fueron dos mujeres rameras al Rey Salomón, y se plantaron delante de él, y dijo una de ellas: ¡Ah, señor mío! Yo y esta mujer habitábamos en una casa, y yo parí junto a ella en la habitación. Y, al tercer día, después que parí yo, parió también ésta: y estábamos juntas, y no había nadie más con nosotras en la casa, excepto nosotras dos. Y murió el hijo de esta mujer una noche, porque, mientras dormía, lo ahogó. Y, levantándose a media noche, quitó mi hijo de mi lado y lo puso en su seno: y su hijo, que estaba muerto, lo puso en mi seno. Y, cuando me levanté por la mañana, para dar el pecho a mi hijo, apareció muerto; pero, examinándolo con más diligencia a la clara luz, reconocí que no era el mío, el que yo engendrara. Y respondió la otra mujer: No es así como dices, sino que tu hijo murió, y el mío vive. Por el contrario, ella decía: Mientes: porque mi hijo vive, y tu hijo murió. Y de este modo altercaban ante el rey. Entonces dijo el rey: Esta dice: Mi hijo vive, y tu hijo murió. Y ésta responde: No, sino que tu hijo murió, y el mío vive. Dijo, pues, el rey: Traedme una espada. Y, cuando presentaron la espada ante el rey: Dividid, dijo, el niño vivo en dos partes, y dad media parte a una, y media parte a otra. Entonces dijo la mujer, cuyo hijo estaba vivo delante del rey (porque se conmovieron sus entrañas por su hijo): ¡Por favor, señor! ¡Dadle a ella el niño vivo, y no lo matéis! Por el contrario, la otra decía: No sea ni para mí, ni para ti; sino que se divida. Respondió el rey, y dijo: Dadle a aquélla el niño vivo, y no se le mate: porque ella es su madre. Oyó, pues, todo Israel el juicio, que había hecho el rey, y temieron al rey, viendo que la sabiduría de Dios estaba en él para hacer justicia. 

NUESTRA MADRE LA IGLESIA. — S. Pablo nos explicaba en la Epístola de la Misa de ayer el antagonismo de la Sinagoga y la Iglesia y cómo el hijo de Agar persigue al hijo de Sara, a quien ha preferido el Padre de familia. Hoy, estas dos mujeres que comparecen ante Salomón nos recuerdan esta misma idea. Se disputan un hijo; este hijo representa a la Gentilidad que comienza a conocer al verdadero Dios. La Sinagoga figurada por la mujer que dejó morir su hijo, es decir, el pueblo a ella confiado, reclama injustamente a aquel que no pudo llevar en su seno; y como esta reclamación no se le inspiraba  su amor de madre sino su orgullo, le es indiferente que se le mate, con tal que le sea arrebatado a su verdadera madre la Iglesia. Salomón, el Rey Pacífico, figura de Cristo entrega el hijo, a quien después de concebirle le dió a luz y le alimentó; de este modo quedó avergonzada la madre falsa; amemos, pues, a nuestra santa madre la Iglesia, Esposa de nuestro Salvador. Mediante el bautismo nos ha hecho hijos de Dios, nos ha alimentado con el Pan de Vida, nos ha infundido el Espíritu Santo, y, finalmente, cuando hemos tenido la desgracia de recaer en pecado, nos ha devuelto la vida, mediante el poder divino de las llaves. El amor filial para con la Iglesia es la señal de los elegidos, la obediencia a sus mandamientos es la nota de un alma, en que reina Dios en ella. 


EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Juan. 



En aquel tiempo, estaba cerca la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén: y encontró en el templo a los que vendían bueyes, y ovejas, y palomas, y a los cambistas sentados. Y, haciendo como un azote de cuerdas, los arrojó a todos del templo, y también las ovejas, y los bueyes, y derramó el dinero de los cambistas, y derribó las mesas. Y, a los que vendían palomas, les dijo: Quitad esto de aquí, y no hagáis de la casa de mi Padre una casa de negocios. Y recordaron sus discípulos que estaba escrito: El celo de tu casa me comió. Pero respondieron los judíos, y dijeron: ¿Qué pruebas nos das, para poder hacer esto? Respondió Jesús, y dijo: Destruid este templo, y en tres días lo reedificaré. Dijéronle entonces los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo: ¿y tú lo reedificarás en tres días? Pero Él lo decía del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó de entre los muertos, recordaron sus discípulos esto que había dicho, y creyeron en la Escritura, y en las palabras que dijo Jesús. Y, cuando estuvo en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre, viendo los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos, y porque no necesitaba que nadie le diera testimonio de hombre alguno: pues Él mismo sabía lo que hay en el hombre. 

EL ALMA TEMPLO DE Dios. — El martes de la primera semana vimos ya cómo el Señor arrojó a los vendedores del templo. La Iglesia insiste sobre este hecho en la Cuaresma, porque nos presenta la severidad que usa Jesucristo con el alma, dominada por las pasiones terrenas. ¿Pues qué son nuestras almas sino el templo de Dios? Las ha creado y santificado para que sean su morada y por tanto quiere que todo sea digno de este sublime destino que se las ha dado. En estos días en que examinamos nuestras almas, ¿cuántos vendedores profanos vemos que habitan en la casa del Señor? Expulsémoles cuanto antes; pidamos al Señor que también Él los arroje con el látigo de su justicia. Pronto llega el día de obtener el perdón; vigilemos para hacernos libre de recibirlo. 


CONVERSIÓN PROFUNDA. — ¿Nos hemos fijado en lo que dice el Evangelio de aquellos judíos, que más sinceros que los demás, creyeron en Él, a causa de los milagros que le veían obrar? Y sin embargo Jesús no se fiaba de ellos porque los conocía muy bien a todos. Hay hombres que hasta llegan a creer, a reconocer a Cristo, sin que esto sea motivo para que su corazón se cambie. ¡Oh corazón duro del hombre! ¡Oh cruel congoja para la conciencia de los ministros de la salvación! Hay pecadores, gente del mundo, que en estos días se acercan al tribunal de la penitencia; creen, confiesan sus pecados; y la Iglesia no se fía de su arrepentimiento. Ya sabe que, poco después de la Comunión Pascual, se convertirán en lo que eran el día que se les impuso la ceniza de penitencia; tiembla al pensar en el peligro que estas almas, divididas entre Dios y el mundo, incurren recibiendo sin preparación, sin conversión sincera al Santo de los santos; por otra parte, se acuerda de que está escrito que no hay que apagar la mecha que aun humea, ni de acabar de romper la caña ya nacida ( Isaías, XLI1, 3). Roguemos por estas almas cuya suerte es tan inquietante y pidamos para los pastores de la Iglesia algunos rayos de esta luz en que Jesús conocía todo lo que había en el hombre. 

ORACIÓN 

Humillad vuestras cabezas a Dios. Suplicámoste, Señor, escuches benigno nuestros ruegos: y, a los que les concedes el deseo de pedir, dales el auxilio de tu protección. Por el Señor.


Año Litúrgico de Dom Guéranger



sábado, 25 de marzo de 2017

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA. Del Año Litúrgico de Dom guéranger.

En este día que es el último de la semana Mesonéstima, los griegos honran a S. Juan Clímaco, el célebre Abad del monasterio del monte Sinaí, del siglo VI. 

MISA 

Pronto pasarán los setenta años de la cautividad. Todavía un poco de tiempo y los desterrados volverán a Jerusalén; este es el pensamiento que la Iglesia ha puesto en los textos de esta Misa. No se atreve aún a hacer oír el Alleluia; pero sus cantos están llenos de alegría.

Unos días más y la casa del Señor revestirá todo su esplendor. 


INTROITO 

Alégrate, Jerusalén: y alegraos con ella, todos los que la amáis: gozaos con alegría, los que estuvisteis en la tristeza: para que os regocijéis, y os saciéis de las ubres de vuestra consolación. — Salmo: Me alegré de lo que se me ha dicho: Iremos a la casa del Señor. V. Gloria al Padre. 

En la colecta la Iglesia manifiesta que sus hijos han merecido las penitencias que se imponen; pero pide para ellos la gracia de poder hoy respirar un poco, pensando que pronto gozarán del consuelo que les esperaba. 


COLECTA 

Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, los que nos afligimos por causa de nuestra acción, respiremos con el consuelo de tu gracia. Por el Señor. 

EPÍSTOLA 

Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Gálatas. Hermanos: Escrito está: Que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava, y otro de la libre. Pero, el que tuvo de la esclava, nació según la carne: el que tuvo de la libre nació en virtud de la promesa: esto ha sido dicho en alegoría. Porque estas (madres) son los dos Testamentos. El uno, dado en el Monte Sinaí, engendra para la esclavitud: éste es Agar. Porque el Sinaí es un monte de Arabia, que corresponde a la Jerusalén del presente, la cual sirve con sus hijos. Pero la Jerusalén de arriba es libre, y ésta es nuestra madre. Porque está escrito: Alégrate, estéril, que no pares: prorrumpe, y clama, la que no das a luz: porque los hijos de la abandonada son más numerosos que los de la que tiene marido. Y nosotros, hermanos, somos, como Isaac, hijos de la promesa. Pero, así como entonces el nacido según la carne perseguía al nacido según el espíritu, así es también ahora. Mas, ¿qué dice la Escritura? Arroja a la esclava y a su hijo: porque no será heredero el hijo de la esclava con el hijo de la libre. De modo, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre: con la libertad con que Cristo nos libertó. 

LA VERDADERA LIBERTAD. — Alegrémonos, pues, hijos de Jerusalén y no del Sinaí. La madre que nos ha dado el ser, la Iglesia, no es esclava sino libre y nos dió la vida para que gozásemos de libertad. Israel servía a Dios por temor; su corazón, inclinado siempre a la idolatría, necesitaba se le reprimiese con frecuencia y que el yugo llagase sus espaldas. Nosotros, más felices que él, le servimos por amor, y el "yugo nos es blando y la carga ligera (
S. Mat. XI, 30)". No somos ciudadanos de la tierra; sólo estamos de paso; nuestra única patria es la Jerusalén celestial. La de la tierra, se la dejamos al judío, que se goza en las cosas terrenas; con su esperanza interesada desprecia a Cristo y trama su rápida crucifixión. Durante mucho tiempo nos hemos arrastrado como él sobre la tierra; el pecado nos tenía encadenados; cuanto más pesaban sobre nosotros las cadenas de nuestra esclavitud, más creíamos que estábamos libres. Ha llegado el tiempo propicio y los días de salvación también están presentes; y, dóciles a la voz de la Iglesia, hemos tenido la felicidad de entrar en los sentimientos y prácticas de la Santa Cuaresma. Hoy, el pecado se nos presenta como el más inaguantable de las sujecciones, la carne como una carga peligrosa, el mundo como un tirano inhumano; comenzamos a respirar y la esperanza de un próximo rescate nos inspira vivos entusiasmos. Agradezcámoslo efusivamente a nuestro libertador, nos saca él de la esclavitud de Agar, nos libra del terror del Sinaí, y, sustituyéndonos al antiguo pueblo, nos abre con su sangre las puertas de la Jerusalén celeste. 

El Gradual expresa la alegría de los gentiles convocados para venir a posesionarse de la casa del Señor que en adelante será suya. El Tracto celebra la protección de Dios sobre la Iglesia, la nueva Jerusalén que no será destruida como la primera. Esta ciudad santa comunica a sus hijos la seguridad de que goza; el Señor protege a su pueblo y también a ella. 

GRADUAL 

Me alegré de lo que se me ha dicho: Iremos a la casa del Señor. V. Haya paz en tu antemuro: y abundancia en tus palacios.

TRACTO 

Los que confían en el Señor son como el monte Sión: no será nunca quebrantado el que habita en Jerusalén. V. Montes hay en torno de ésta: y el Señor está en torno de su pueblo desde ahora y para siempre.

EVANGELIO 

Continuación del santo Evangelio según S. Juan. 



En aquel tiempo pasó Jesús al otro lado del mar de Galilea, donde está Tiberiades: y le siguió una gran muchedumbre, porque veían los prodigios que hacía con los que estaban enfermos. Subió, pues, Jesús al monte: y sentóse allí con sus discípulos. Y estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Y, como alzase los ojos Jesús, y viese que había venido a Él una gran muchedumbre, dijo a Felipe: ¿Dónde compraremos panes, para que coman éstos? Pero esto lo decía para probarle: porque Él ya sabía lo que había de hacer. Respondióle Felipe: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno reciba un poco. Dícele uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces: pero, ¿qué es esto para tantos? Dijo entonces Jesús: Haced que se sienten los hombres. Y había mucha hierba en aquel lugar. Sentáronse, pues, los hombres en número de casi cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes, y, habiendo dado gracias, los distribuyó entre los sentados: e hizo lo mismo con los peces, dando a todos cuanto quisieron. Y, cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los restos que han sobrado, para que no perezcan. Los recogieron, pues, y llenaron doce cestos con las sobras de los cinco panes de cebada, que dejaron los que habían comido. Y aquellos hombres, cuando vieron que Jesús había hecho un milagro, dijeron: Este es el verdadero Profeta, que ha de venir al mundo. Pero, cuando conoció Jesús que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.

REALEZA ESPIRITUAL DE CRISTO. — Estos hombres que el Señor acababa de saciar su hambre con tanta bondad y en virtud de un poder tan milagroso, les domina un solo pensamiento: proclamar a Jesús por Rey. Este poder y bondad que Jesús ha manifestado con ellos le ha hecho digno, a su juicio, de que reine sobre ellos. ¿Qué haremos, pues, nosotros, cristianos, que conocemos mucho mejor este doble atributo del Salvador, que los pobres judíos? Desde hoy mismo debemos llamarle para que reine en nosotros. Acabamos de verlo en la Epístola, nos ha puesto en .libertad, librándonos de nuestros enemigos. Esta libertad sólo la podemos conservar guardando su ley. Jesús no es un tirano como lo son el mundo y la carne; su imperio es benigno y pacífico y nosotros somos sus hijos antes que súbditos. En la corte de este gran Rey servir es reinar. Olvidemos pues en su presencia todas nuestras pasadas servidumbres; y si alguna cadena aún nos sujeta, rompámosla pronto, porque la Pascua es la fiesta de la libertad y ya se divisa en el horizonte el crepúsculo de este gran día. Caminemos animosos hacia el término; Jesús nos dará el descanso y nos hará sentar sobre el césped como a este pueblo de quien habla el Evangelio. El Pan que nos tiene preparado hará que pronto olvidemos las fatigas del camino. 


En el Ofertorio la Iglesia continúa usando las palabras de David para alabar al Señor pero de modo particular goza celebrando hoy su bondad y su poder. 

OFERTORIO 

Alabad al Señor, porque es benigno: salmead a su nombre, porque es suave: todo cuanto quiso lo ha hecho en el cielo y en la tierra. 

La Colecta pide que el pueblo fiel aumente en devoción, en virtud de los méritos del Sacrificio, que es el principio de la salvación.

SECRETA 

Suplicámoste, Señor, mires aplacado estos sacrificios: para que aprovechen a nuestra devoción y a nuestra salud. Por el Señor. 

En la antífona de la Comunión la Iglesia ensalza la gloria de la Jerusalén celeste. Canta la alegría de las tribus del Señor que vienen a alimentarse del Pan eucarístico para tomar fuerzas y subir a esta ciudad dichosa. 


COMUNIÓN 

Jerusalén, que es edificada como una ciudad, como una ciudad bien unida entre sí: allá subirán las tribus, las tribus del Señor, para alabar tu nombre, Señor. 

Hoy al proponernos la Iglesia hagamos un acto de fe y amor en el misterio del Pan, pide para nosotros en la Postcomunión, la gracia de participar siempre con el respeto y la preparación que convienen a un misterio tan venerable. 


POSCOMUNIÓN 

Suplicámoste, Oh Dios misericordioso, hagas que tratemos con sinceros obsequios, y recibamos con alma siempre fiel, estas cosas santas, de que incesantemente nos saciamos. Por el Señor. 


Año Litúrgico de Dom Guéranger