martes, 30 de enero de 2018

31 de enero. SAN JUAN BOSCO, CONFESOR Y FUNDADOR. — (+ en Turín en 1888) Flos Sanctorvm Santoral


Este ilustre Santo, en cuyo elogio, según palabras de Pío XI, es poco cuanto se diga, es un coloso de la naturaleza y de la gracia. Fué criatura aureolada de múltiples reflejos y hecha de múltiples valores: de bondad generosa, de ingenio gránele, de inteligencia clara, viva y perspicaz; de una voluntad gigante, indómita e indomable, que ni la inmensa cantidad de obras, ni el trabajo suyo extraordinario pudieron rendir jamás. Nació en Castelnuovo de Asti, (provincia de Turín, Italia) el 16 de- agosto de 1815, en una modesta familia campesina. Cuando contaba tan sólo dos años perdió a su padre. Educóle su madre Margarita Occhiena en el santo temor de Dios, consiguiendo muy pronto grande ascendiente entre sus compañeros de infancia. A la edad de nueve años, en un «sueño» profético, Dios le manifestó claramente su futura misión: la educación cristiana de la juventud. Y en «sueños» posteriores fuéle el Señor precisando más y más el modo cómo había de llevar a feliz término su obra providencial. Ingresó en el seminario y, ordenado sacerdote, dio comienzo en Turín a su misión con la obra de los «Oratorios festivos», procurando atraer a los muchachos con diversos e instructivos entretenimientos. Pronto fundó un asilo-escuela donde, recogiendo a los más pobres, les proporcionaba alimento, vestido, habitación, y un oficio o estudio. Para perpetuar su labor fundó la Sociedad Salesiana. Ampliando el campo de acción, estableció talleres-escuelas de artes y oficios para la formación profesional de obreros y abrió escuelas e internados para alumnos de primera y segunda enseñanza... Y para que el beneficio de la educación cristiana se extendiese también a las niñas, fundó otra congregación: el Instituto de las «Hijas de María Auxiliadora», resultando al fin, d o s providenciales congregaciones religiosas, que con la rapidez de la luz y del fuego, habían de lanzarse por el mundo entero, acreditándose por doquier como educadores ideales de la niñez, merced al «método preventivo» y a la infusión en el alma juvenil de las más puras esencias evangélicas.

Reflexión: La vida de San Juan Bosco, con ser activa en sumo grado, muévese constantemente en una atmósfera de milagro y de intimidad con Dios, propia de los grandes contemplativos, familiarizados con los divinos carismas. Fueron sus devociones cumbres: el amor a Jesús Sacramentado, pudiéndose llamar el «precursor» de la Comunión frecuente y diaria; la devoción a la Virgen Inmaculada, bajo la advocación «Auxilio de los cristianos», a quien edificó una grandiosa basílica en Turín, que fué y sigue siendo en la actualidad centro de irradiación y atracción poderosas; y, finalmente, su incondicional adhesión al Papa, interviniendo con Pío IX y León XIII en asuntos delicadísimos y de grandísima trascendencia. Su lema fué «Da mihi ánimas»: buscar almas, siempre almas, sólo almas para llevarlas a Dios; y por el encendidísimo celo de almas que le consumía, en pos de ellas, recorrió pueblos y naciones sembrando su camino de prodigios sin cuento. Aprendamos del Santo la lección. Pensemos en la salvación de nuestra alma. Para ello estemos siempre con el Papa, seamos devotos de la Virgen y recibamos con frecuencia a Jesús en la Eucaristía.


Oración: Oh Dios, que suscitaste a tu Santo Confesor Juan, para padre y maestro de los jóvenes, y que por él, con la ayuda de la Virgen María, quisiste floreciesen nuevas familias religiosas en tu Iglesia; haz que, encendidos en el mismo fuego de caridad, podamos buscar las almas y servirte a ti solo. Por N. S. J. C. Así sea.

lunes, 29 de enero de 2018

30 de enero. SANTA MARTINA, VIRGEN Y MÁRTIR. — (+ 230?) Flos Sanctorvm Santoral


Nació esta nobilísima virgen en la ciudad de Roma: su padre había sido elevado tres veces a la dignidad de cónsul. Informada desde su niñez en las sagradas letras y en las costumbres cristianas, en el imperio de Alejandro Severo fué delatada ante los magistrados; los cuales le preguntaron por qué siendo doncella romana había de reconocer por Dios a un judío condenado por sus crímenes a muerte de cruz y no había de ofrecer incienso al grande Apolo. Respondió ella: Llevadme al templo de Apolo y veréis cómo en nombre de Jesús reduzco a polvo ese demonio que tanto veneráis. Condujéronla, pues, al templo de aquel ídolo, y apenas lo divisó, alzó los ojos y las manos al cielo diciendo: Jesucristo, Señor mío, muéstra que eres omnipotente Dios a la vista de este pueblo ciego. Y en diciendo estas palabras, sintióse un espantoso terremoto que llenó a todos de horror, desplomóse una parte del templo y cayó hecha pedazos la estatua de Apolo. Pero los ministros del emperador, así como el populacho gentil, atribuyeron el suceso a una poderosa fuerza mágica de la cristiana virgen y la condenaron a los más atroces suplicios. Azotáronla primero con palos nudosos, rasgaron su rostro con uñas de hierro; y entonces fué cuando la vieron cercada de un resplandor celestial que desarmó a los mismos verdugos, los cuales echándose a sus pies, confesaron en alta voz que también eran cristianos. El fiero presidente ordenó que allí mismo les cortasen la cabeza, y arrastraron a la santa virgen al templo de Diana: más lo mismo fué entrar en el templo, que salir de él con espantoso ruido el espíritu infernal que residía en la estatua de la diosa y caerse ésta reducida a polvo. Mandó el juez traer la cabeza de santa Martina, diciendo que tenía en ella sus encantamientos; y habiendo sido conducida después al anfiteatro, soltáronle un león muy grande, para que la despedazase y la devorase: pero en viéndola el terrible león, comenzó a bramar, sin querer arrojarse sobre la santa virgen, antes llegándose a ella, se echó a sus pies y comenzó a besárselos y lamérselos blandamente, sin hacerle ningún daño. Entonces levantó su voz santa Martina, y dijo: ¡Maravillosas son, oh Señor, tus obras! Y a los presentes añadió: ¿No veis cómo los ángeles de Dios refrenan la crueldad de las fieras? Viendo el presidente semejante prodigio, mandó tornar al león a la jaula; y cuando iba a ella, arrebató a Limeneo, pariente del emperador, y lo despedazó. Probó todavía el bárbaro tirano otros suplicios, atormentando a la santa Virgen con el hierro y con el fuego; hasta que rugiendo de coraje, al ver que de todos salía victoriosa, mandó sacarla fuera de la ciudad, y cortarle la cabeza.

Reflexión: El martirio de santa Martina está lleno de espantosos prodigios. Milagro fué el sufrir una doncella noble y delicada tan horrendos suplicios, milagro el arruinar el templo de los falsos dioses y hacer pedazos las estatuas de Apolo y de Diana, milagro el resplandecer con soberana luz en el rigor de los tormentos, milagro el convertirse los sayones de verdugo de la santa en compañeros de su martirio. Así glorificaba el Señor el martirio de los santos. No es maravilla, pues, que la sangre de los mártires fuese semilla de nuevos cristianos; lo que debe espantarnos es que haya tantos cristianos ahora que se deshonren de profesar la fe sellada con tanta sangre y con tantos prodigios.


Oración: Oh Dios, que entre las maravillas de tu poder hiciste victorioso aun al sexo frágil en los tormentos del martirio, concédenos benignamente la gracia da que honrando el nacimiento para el cielo, de la bienaventurada Martina, tu virgen y mártir, nos sirvan de guía sus ejemplos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

domingo, 28 de enero de 2018

29 de enero. SAN FRANCISCO DE SALES, OBISP., CONF. Y DOCT.— (t 1622) Flos Sanctorvm Santoral



San Francisco de Sales nació en el castillo de Sales en el ducado de Saboya. Siendo niño, repartía a los pobres lo que le daba para su entretenimiento la condesa, su madre; y llegado a la edad competente, aprendió las letras humanas y divinas en el • colegio que tenían en París los Padres Jesuítas, y tuvo por maestro de teología al sapientísimo Padre Maldonado, y por maestro de las lenguas hebrea y griega al famoso Genebrardo. Comulgaba cada ocho días, ceñíase el cilicio tres días a la semana; y * siendo prefecto de la Congregación de María Santísima, hizo voto de perpetua virginidad. De París pasó a la universidad de Padua para estudiar Jurisprudencia, y escogió por confesor al insigne Padre Posevino de la Compañía de Jesús. Allí fué donde algunos malignos escolares le llevaron a la casa de una dama ruin, de cuya tentación hubo de librarse el castísimo mancebo tirándole a la cara un tizón que halló a mano. Habiéndose ordenado de sacerdote, le confiaron el ministerio de la palabra, y en su primer sermón convirtió trescientos pecadores. Andaba de aldea en aldea y de choza en choza, padeciendo fríos, lluvias, hielos, insultos y persecuciones de muerte por ganar almas a Cristo. Siempre iba entre lobos aquel cordero mansísimo, pero con su caridad mudó los lobos en corderos. Cuando entró en Tonón no había más que siete católicos en toda la ciudad; y poco después pasaban ya de seis mil: y no paró hasta reducir a la verdadera fe los protestantes de Ger, de Ternier, de Gaíllac y del Chablais. El mismo heresiarca Teodoro Beza se convenció y lloró; aunque por haber diferido su conversión, murió apóstata en Ginebra. El rey de Francia Enrique IV ofreció al santo el obispado de París, y el capelo cardenalicio; mas rehusó él estas dignidades: y si admitió la mitra de Ginebra, fué porque el sumo Pontífice se lo mandó con riguroso precepto. Visitó a pie todas las parroquias poniéndose mil veces en peligro de muerte, predicó muchas Cuaresmas, fué como el oráculo de su tiempo, y escribió muchos libros de piedad y entre ellos la introducción a la vida devota, del cual se dice, que son más las almas que ha convertido que las letras que tiene; y el Tratado del amor de Dios, suficiente para encender en el amor divino los corazones más fríos y helados. Fundó además la Orden de la Visitación, inspirando a sus religiosas un espíritu de suavidad y caridad de Cristo, que jamás ha padecido menoscabo. Finalmente, después de increíbles trabajos y méritos, a la edad de 56 años, murió el santo en el humilde aposento del hortelano de la Visitación. Su corazón precioso y conforme al de Cristo se conserva, en una urna de oro que mandó labrar el rey Luis XIII por haber recobrado la salud en el mismo instante que se le mostró aquella sagrada reliquia.

Reflexión: La mansedumbre, hija de la caridad de Cristo, fué la virtud en que más se señaló el suavísimo y apostólico varón san Francisco de Sales; porque el Señor se propuso como ejemplar de ella, diciendo: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. (MATTH. XI.). Imitémosle también nosotros, recordando que así como el desabrimiento, la altanería y la cólera suelen ser pruebas de una conciencia lastimada; así a la dulzura, la humildad y suavidad siempre han sido el propio carácter de la santidad verdadera.


Oración: ¡Oh Dios! que ordenaste que el bienaventurado Francisco, tu confesor y pontífice, se hiciese todo para todos por la salud de las almas, concédenos benignamente, que llenos de la dulzura de tu caridad, por los consejos y méritos de este gran santo, consigamos los eternos gozos de la gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

sábado, 27 de enero de 2018

28 de enero: DOMINGO DE SEPTUAGESIMA. Dom Próspero Gueranguer


EL PECADO Y SUS CONSECUENCIAS. — La Santa Madre Iglesia nos convoca hoy para recordar juntos con ella el relato de la caída de nuestro primer padre. Semejante desastre nos hace presentir el desenlace de la vida mortal del Hijo de Dios hecho hombre, que se dignó hacerse cargo de expiar personalmente la prevaricación del principio y todos los desmanes que después se han ido acumulando. Para poder apreciar la grandeza del remedio, es menester sondear la llaga. Se empleará la presente semana en meditar la gravedad del primer pecado y la secuela toda de desventuras que acarreó al linaje humano. En otros tiempos, hoy leía la Iglesia en el oficio de Maitines, el relato con que Moisés instruyó a todas las generaciones humanas sobre este catastrófico episodio. La actual disposición de la liturgia no nos da esta lectura hasta el miércoles de la semana, habiendo destinado los días precedentes al relato de los seis días de la creación.

Mas nosotros daremos desde hoy lugar a esta importantísima lectura, como fundamento de las enseñanzas de la semana.

DEL LIBRO DEL GENESIS (III, 1-19;

La serpiente, el más astuto de cuantos animales del campo hizo Yavé Dios, dijo a la mujer: ¿Con que os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso? Y respondió la mujer a la serpiente: Del fruto de los árboles del paraíso comemos, pero del fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir. Y dijo la serpiente a la mujer: No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal. Vió, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él sabiduría, y cogió de su fruto y comió y dió también de él a su marido, que también comió. Y abriéronse los ojos de ambos. Y viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos einturones. Oyeron a Yavé Dios, que se paseaba por el paraíso al fresco del día y se escondieron de Yavé Dios Adán y su mujer, en medio de la arboleda del jardín. Pero llamó Yavé Dios a Adán, diciendo: Adán, ¿dónde estás? Y éste contestó: te he oído en el jardín y temeroso porque estaba desnudo me escondí. ¿Y quién, le dijo, te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol que te prohibí comer? Y dijo Adán: la mujer que me diste por compañera, me dió de él y comí. Dijo, pues, Yavé Dios a la mujer: ¿Por qué has hecho esto? Y contestó la mujer: la serpiente me engañó y comí. Dijo luego Yavé Dios a la serpiente:

"Por haber hecho esto. Maldita serás entre todos los ganados Y entre todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre tu pecho Y comerás el polvo todo el tiempo de tu vida Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer Y entre tu linaje y el suyo: Este te aplastará tu cabeza, Y tú le morderás el calcañal."

A la mujer le dijo: "Multiplicaré los trabajos de tus preñeces; Parirás con dolor los hijos, Y tu propensión te inclinará a tu marido. El cual dominará sobre ti."

A Adán le dijo: "Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del árbol de que te prohibí comer, diciéndote: no comas de él: "Por ti será maldita la tierra; Con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida; Te dará espinas y abrojos, ¥ comerás de las hierbas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, Hasta que vuelvas a la tierra, Pues de ella has sido tomado; Ya que polvo eres y al polvo volverás" 

He aquí la página fatídica de los anales de la Humanidad. Ella basta para explicarnos la presente situación del hombre en la tierra; por ella, asimismo, nos damos cuenta de la actitud que mejor nos cuadra con respecto a Dios. Volveremos a tratar de este relato en días venideros; y desde ahora debe ser el objeto principal de nuestras reflexiones. Pero volvamos a la explicación de la liturgia del día.

MISA
Celébrase en Roma la estación en la Iglesia de San Lorenzo Extramuros. Los antiguos liturgistas hacen resaltar la relación que existe entre el justo Abel, cuya sangre derramada por su hermano es objeto de uno de los responsorios de Maitines de esta noche, y el mártir sobre cuyo sepulcro abre la Iglesia romana la Septuagésima. El Introito de la Misa expresa al vivo los terrores de la muerte de que son víctima Adán y toda su descendencia después del pecado. Un grito, sin embargo, de esperanza sale de en medio de esta desolación. El Señor hizo una promesa el día mismo de la maldición. Confiesen los hombres su miseria, y Dios mismo ofendido será su libertador.

INTROITO
Cercáronme gemidos de muerte, dolores de infierno me rodearon: y en mi tribulación invoqué al Señor, y El, desde su santo templo, escuchó mi voz. — Salmo: Amete yo, Señor, fortaleza mía: el Señor es mi sostén, y mi refugio, y mi libertador. V. Gloria al Padre.
En la Colecta reconoce la Iglesia, que sus hijos merecieron los castigos, secuela del pecado, y pide a su favor misericordiosa libertad.

COLECTA
Suplicámoste, Señor, escuches clemente las preces de tu pueblo: para que, los que nos afligimos justamente por nuestros pecados, seamos librados misericordiosamente por la gloria de tu Nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.

EPISTOLA
Lección de la Epístola del Ap. San Pablo a los Corintios (IX, 24-27; X, 1-5).
Hermanos: ¿No sabéis que, los que corren en el estadio, corren todos, ciertamente, pero sólo uno recibe el premio? Corred de modo que lo ganéis. Y, todo el que lucha en la palestra, se abstiene de todo: y ellos, para alcanzar ciertamente una corona corruptible; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Yo también corro, pero no a la ventura; lucho, pero no como si azotara al aire; sino que castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que, habiendo predicado a los demás, sea yo mismo hallado réprobo. Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres caminaron todos bajo la nube; y pasaron todos el mar; y fueron bautizados todos por Moisés en la nube y en el mar; y todos comieron el mismo manjar espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual (porque bebían de la piedra espiritual que los seguía, y esta piedra era Cristo): pero muchos de ellos no agradaron a Dios.

VIGILANCIA Y GENEROSIDAD. — La enérgica palabra del Apóstol acrece aún nuestra emoción al recuerdo de los trascendentales sucesos vislumbrados en este día. El mundo es una palestra en la que es menester correr; el galardón le alcanzan los ágiles y desembarazados en la carrera. Abstengámonos de cuanto pueda estorbarla y hacernos perder la corona. No nos forjemos ilusiones; nada podemos prometernos mientras no lleguemos al final de la contienda. Nuestra conversión no ha sido, a buen seguro, más sincera que la de San Pablo y nuestras obras más abnegadas y meritorias que las suyas: y sin embargo, como él mismo lo confiesa, el recelo de verse reprobado no ha desaparecido del todo en su corazón. Castiga su cuerpo, y le esclaviza. El hombre, en el estado actual, no posee la recta voluntad de Adán antes de su pecado, de la que, no obstante, hizo tan mal uso. Nos arrastra fatal inclinación, y no podemos conservar el equilibrio sin sacrificar la carne al yugo del espíritu. Dura parece esta doctrina a la mayoría de los hombres, y por lo mismo, muchos no llegarán al final de la carrera, ni, consecuentemente, les cabrá parte en la recompensa que les estaba destinada. Como los Israelitas de quienes nos habla hoy el Apóstol, merecerán ser sepultados en el desierto sin ver la tierra prometida. Con todo, las mismas maravillas de que fueron testigos Josué y Caleb se desarrollaron ante sus ojos; pero nada remedia la dureza de un corazón que se obstina en cifrar sus esperanzas en las cosas de la*vida presente, cual si no fuera patente a cada instante la peligrosa inconsistencia. Pero si el corazón confía en Dios, si se fortifica con el pensamiento de que nunca falta el socorro divino a aquel que lo implora, correrá sin fatiga los años de su destierro y llegará felizmente a su término. El Señor mira constantemente sobre quien trabaja y sufre. Tales son los sentimientos expresados en el Gradual.

GRADUAL
Tú eres ayudador en la oportunidad, en la tribulación: esperen en ti los que te conocen: porque no abandonas a los que te buscan, Señor. J. Porque el pobre no será olvidado para siempre: la esperanza de los pobres no perecerá eternamente: levántate, Señor, no prevalezca el hombre.
Lanza el Tracto un grito a Dios desde el fondo del abismo de nuestra caducidad. Profundamente humillado se ve el hombre por su caída, pero sabe que Dios rebosa misericordia ya que su bondad le prohíbe castigar, nuestras faltas como lo merecen; si así no fuera, ninguno de nosotros podría esperar perdón.

TRACTO
Desde lo profundo clamo a ti. Señor: Señor, escucha mi voz. Y. Estén, atentos tus oídos a la oración de tu siervo. Y. Si examinaras nuestras iniquidades, Señor: ¡Señor, ¿quién lo resistiría? Y. Pero en ti está el perdón, y por tu ley he esperado en ti, Señor.

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Mateo.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El reino de los cielos es semejante a un padre de familias, que salió de madrugada a contratar obreros para su viña. Y, hecho el convenio con los obreros por un denario al día, les envió a su viña. Y, saliendo cerca de la hora tercia, vió a otros, que estaban ociosos en la plaza, y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que fuere justo. Y ellos se fueron. Y salió de nuevo cerca de las horas sexta y nona: e hizo lo mismo. Salió aún cerca de la hora undécima, y encontró a otros parados, y les dijo: ¿Porqué estáis aquí todo el día, ociosos? Dijéronle: Porque nadie nos ha ajustado. Díjoles: Id también vosotros a mi viña. Y, cuando llegó la tarde, dijo el dueño de la viña a su mayordomo: Llama a los obreros y dales la paga, comenzando desde los últimos hasta los primeros. Cuando se presentaron pues, los llegados a la undécima hora, recibieron cada uno un denario. Al llegar los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron cada cual un denario. Y, al recibirlo, murmuraban contra el padre de familias, diciendo: Estos postreros sólo han trabajado una hora, y los has igualado a nosotros, que, hemos llevado la carga y el calor del día. Mas él, respondiendo a uno de ellos, dijo: Amigo, no te hago agravio: ¿no conveniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar también a este último lo mismo que a ti. ¿O es que no puedo hacer lo que quiera? ¿Acaso es malo tu ojo, porque yo soy bueno? Así los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos. Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.

LLAMAMIENTO A LAS NACIONES. — Importa mucho comprender bien este paso del Evangelio y ponderar los motivos que decidieron a la Iglesia a colocarle en este día. Fijémonos, por de pronto, en las circunstancias en que el Salvador pronunció esta parábola y el fin instructivo que directamente se propone. Se trata de advertir a los judíos que se acerca el día en que desaparecerá la ley, para dar lugar a la ley cristiana, y disponerlos a aceptar de buen grado la idea de que los gentiles van a ser llamados a hacer alianza con Dios. La viña de que se trata es la Iglesia en sus diversos esbozos desde el principio del mundo hasta que Dios mismo vino a habitar entre los hombres, y crear en forma visible y permanente la sociedad de los que en El creen. La mañana del mundo duró desde Adán hasta Noé; la hora tercia se extendió desde Noé hasta Abrahán; la sexta empieza en Abrahán hasta Moisés; la nona fué la era de los profetas hasta la venida del Señor. Vino el Mesías a la hora undécima cuando parecía llegar el mundo a su ocaso. Las más estupendas misericordias se reservaron a este período durante el cual la salvación había de extenderse a los gentiles por la predicación de los Apóstoles. En este postrer misterio Jesucristo se propone confundir el orgullo judaico. Nota las repugnancias que fariseos y doctores de la ley mostraban viendo se extendía la adopción a las naciones, por las querellas egoístas que dirigen al padre de familias los obreros convocados a primera hora. Esta obstinación será sancionada como merece. Israel que trabajaba antes que nosotros será rechazado por la dureza de su corazón; y nosotros, gentiles, éramos los últimos y llegamos a ser los primeros, siendo hechos miembros de la Iglesia católica, Esposa del Hijo de Dios.

LLAMAMIENTO DIRIGIDO A CADA UNO DE NOSOTROS.— Tal es la interpretación dada a esta parábola por los Santos Padres, señaladamente por S. Agustín y S. Gregorio Magno; pero esta instrucción del Salvador ofrece además otro sentido avalado también por la autoridad de estos dos santos Doctores, Se trata aquí del llamamiento que Dios dirige a cada hombre, invitándole a merecer el reino eterno por los trabajos de esta vida. La madrugada es nuestra infancia. La hora tercia, conforme al modo de contar de los antiguos es aquella en la que el sol empieza a remontarse en el cielo; es la edad de la juventud.

La hora sexta, mediodía, es la edad del hombre. La hora undécima precede muy poco a la puesta del sol; es la vejez. El padre de familias llama a sus obreros en estas diversas horas; a ellos les toca acudir en cuanto oyen su voz; y no es lícito a las primeras llamadas retrasar su salida a la viña so pretexto de acudir más tarde cuando vuelva a oírse la voz del Amo. ¿Quién les garantiza se prolongará su vida hasta la undécima hora? Y cuando llega la tercia, puede uno siquiera contar con la de sexta? No llamará el Señor al trabajo de las últimas horas más que a quienes en este mundo vivan cuando estas horas suenen; y no se ha comprometido a reiterar nueva invitación a los que desdeñaron la primera. La Iglesia nos invita en el Ofertorio a celebrar las alabanzas de Dios. Quiere el Señor que los cánticos a gloria suya sean nuestro consuelo en este valle de lágrimas.

OFERTORIO
Es bueno alabar al Señor y salmear a tu nombre, oh Altísimo.

SECRETA
Suplicámoste, Señor, que aceptando nuestros dones y nuestras preces, nos purifiques con estos celestiales Misterios y nos escuches clemente. Por el Señor. En la antífona de la Comunión la Iglesia pide que el hombre, regenerado por el alimento celestial, recobre la semejanza de Dios en que fué creado al principio. Cuanto mayor es nuestra miseria tanto más debemos en Aquel que se abajó hasta nosotros para sublimarnos a El.

COMUNION
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, y sálvame por tu misericordia: Señor, no sea yo confundido, pues te he invocado.

POSCOMUNION

Haz, oh Dios, que tus fieles se fortalezcan con tus dones: para que, recibiéndolos, los deseen y, buscándolos, los reciban sin fin. Por el Señor.

viernes, 26 de enero de 2018

27 de enero. SAN JUAN CRISÓSTOMO, OBIS., CONF. Y DOCTOR. — (t 407) Flos Sanctorvm Santoral


San Juan, llamado por' su elocuencia el Crisóstomo, que quiere decir boca de oro, nació de padre  ilustres, en Antioquía. Aprendió las ciencias humanas en Atenas, y la sabiduría divina en el retiro monacal y en el encerramiento de una cueva, donde por espacio de dos años hizo penitencia muy rigurosa. Ordenóse " de presbítero en Antioquía, y cuando el santo obispo Flaviano imponía las manos sobre él, vióse una blanca paloma, que volando blandamente, vino a posar sobre la cabeza del nuevo sacerdote. Encomendáronle el ministerio de la divina palabra, y fué tan asombrosa la virtud de su predicación, que en breve se reformó aquella populosa ciudad. En esto quedó vacante la silla de Constantinopla y todos pusieron los ojos en el Crisóstomo, y entendiendo el emperador Arcadio que el santo había de huir a todo trance de aquella dignidad, mandó al gobernador de Antioquía que se apoderase de él secretamente, y con buena guardia le llevase a Constantinopla. En llegando a aquella capital del imperio, fué recibido triunfalmente y consagrado obispo y patriarca. En pocos días mudó también de semblante aquella corte, y es imposible decir las maravillas que allí obró el incomparable y elocuentísimo prelado, el cual, como si hallase estrecho aquel campo de su celo, recorrió además la Fenicia, y los pueblos de los Escitas y Celtas, exterminando de todo el imperio las herejías de los Eunomianos, Arríanos y Montañistas, y extendiendo su vigilancia pastoral a todas las iglesias de Tracia, del Asia y del Ponto, que eran veintiocho provincias eclesiásticas. No le faltaron enemigos así en la corte como en el clero; formóse contra él un conciliábulo, que le depuso de su silla patriarcal; mas apenas había tomado el santo el camino de su destierro, cuando un pavoroso terremoto movió a la emperatriz Eudoxia a restablecerle en su silla. Dos meses después, por haber predicado, con apostólica libertad, contra unos juegos públicos que eran resabios de la gentilidad, enojóse la emperatriz de manera que determinó de perderle, y le desterró a una miserable población de Armenia, a donde llegó muy enfermo y fatigado por los despiadados tratamientos que padeció en el viaje. Entonces cayó sobre Constantinopla una tempestad de rayos y piedra que hizo horrorosos estragos. La emperatriz murió de repentina muerte y casi todos los perseguidores del Crisóstomo vieron sobre sí la venganza del cielo. Totalmente, desterrado a Arabisa, y despaes al desierto de Pitias, conociendo que era llegada su hora postrera, cubrióse con una vestidura blanca para recibir la sagrada Comunión, en la iglesia de san Basilisco, donde entregó al Señor su alma preciosa.

Reflexión: Yendo a su destierro escribió una carta a sus fieles amigos, en la cual les decía estas palabras: «Si estáis encarcelados, encadenados y encerrados por no consentir a la maldad, alegraos y regocijaos y coronaos de fiesta, pues por ello tendréis copioso galardón del Señor; que también nosotros estamos consumidos y hemos pasado innumerables géneros dé muertes, y mayores miserias que los que trabajan en las minas y están detenidos en las cárceles. Llegando a Cesárea he tenido por gran regalo el beber un poco de agua limpia y comer un pedazo de pan que no fuese duro ni oliese mal».


Oración: Suplicámoste, Señor, que la gracia celestial dilate cada día más la santa Iglesia, que te dignaste ilustrar con los gloriosos merecimientos y con la doctrina del bienaventurado Juan Crisóstomo, tu confesor y pontífice. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

jueves, 25 de enero de 2018

26 de enero. S. POLICARPO, OBISPO DE ESMIRNA Y MÁRTIR. (t 160) Flos Sanctorvm Santoral


El glorioso obispo de la edad apostólica fué discípulo de san Juan evangelista y maestro de san Ireneo, el cual dice de él: «Policarpo no sólo fué enseñado por los apóstoles, y conversó con muchos que habían visto y conocido al Señor, sino que los mismos apóstoles le eligieron por obispo de Esmirna, en Asia. Yo le traté en el tiempo de mi mocedad, porque murió muy viejo, y tenía ya muchos años cuando pasó de esta vida después de un glorioso e ilustre martirio. Enseñó siempre aquella misma doctrina que había aprendido de los apóstoles, la que enseña la Iglesia, y la que es únicamente doctrina verdadera. En tiempo de Aniceto vino a Roma y reconcilió con la Iglesia de Dios a muchos seguidores de los herejes, publicando que la doctrina que él había aprendido de los apóstoles no era otra sino la que la Iglesia enseñaba.» Hasta aquí san Ireneo (Lib. de haeres). Fué también muy amigo de san Policarpo, el fervorosísimo mártir san Ignacio, obispo de Antioquía, el cual, cuando era conducido a Roma, y condenado a las fieras del anfiteatro, tuvo grande consuelo al pasar por Esmirna para dar su último abrazo a Policarpo, a quien escribió todavía dos cartas llenas de celo apostólico.

También fué a Roma san Policarpo, siendo de edad de ochenta años, para consultar con el Papa Aniceto algunos puntos de disciplina eclesiástica, y allí topó con el famoso hereje Marción; y preguntándole éste: ¿Me conoces? Respondióle el varón apostólico: Sí; te conozco; eres el hijo primogénito del diablo. Ochenta y seis años tenía, cuando en la sexta persecución de la Iglesia le prendieron y llevaron al anfiteatro de Esmirna. Al entrar en aquel lugar de su martirio, oyó una voz del cielo que le decía: ¡Buen ánimo, Policarpo, y persevera firme! Exhortándole luego el procónsul a maldecir a Jesús, respondió el venerable anciano: Ochenta y seis años ha que sirvo a mi Señor Jesucristo, jamás me ha hecho ningún mal, antes, cada día he recibido de él nuevas mercedes; ¿cómo quieres, pues, que le maldiga? Enojóse con esta respuesta el tirano, y clamaron los gentiles con grandes voces diciendo: ¡Al fuego! ¡Al fuego! Entonces hicieron con grande prisa una hoguera, en la cual arrojaron al santo obispo; mas el fuego no tocó al santo, ni le quemó, antes estaba a manera de una vela de nave que navega hinchada de próspero viento; y dentro de su seno parecía el cuerpo del santo, no como carne quemada, sino como oro resplandeciente en el crisol, y las mismas llamas, para mayor milagro, echaban, de sí un olor suavísimo como de incienso quemado en las brasas. Finalmente, viendo los ministros que no se podía acabar la vida de aquel santo con fuego, determinaron acabarle pasándole el cuerpo con una espada, y en este martirio voló aquella alma dichosa al cielo para gozar eternamente de Dios.

Reflexión: Así morían los santos obispos de la primitiva Iglesia y los inmediatos discípulos de los apóstoles. Después de haber enseñado con palabras y ejemplos la santísima doctrina del Señor, la sellaban con la sangre del martirio, única recompensa que llevaban de este mundo, pero magnífica prenda de alta gloria por toda la eternidad. ¿Te cuesta algún trabajo el ser cristiano de veras? Anímate, pues, recordando que mucho más padecieron los maestros de nuestra santa fe, y nunca te olvides de lo que dice san Pablo, a saber: Que todas las penas de esta vida no son nada en comparación con la futura gloria con que Dios recompensa a sus escogidos.


Oración: Oh Dios, que cada año nos alegras con la solemnidad de tu bienaventurado mártir y pontífice Policarpo, concédenos tu gracia, a fin de que mientras honramos su nacimiento en la gloría, nos holguemos mereciendo en la tierra su protección celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

miércoles, 24 de enero de 2018

25 de enero. LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO. — (Año 35 de J. C.) Flos Sanctorvm Santoral


La maravillosa conversión de san Pablo la hallamos escrita en el sagrado Libro de los Actos de los Apóstoles por estas palabras: «En aquel tiempo, respirando todavía Saulo amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Príncipe de los sacerdotes pidiéndole despachos para las sinagogas de Damasco, a fin de conducir presos a Jérusalén cuantos hombres y mujeres hallase profesores de la vida cristiana; pero yendo su camino, sucedió que cerca de Damasco, de repente, le rodeó una luz del cielo, y cayendo en tierra, oyó una voz que decía: Saulo, Saulo. ¿por qué me persigues? Y él preguntó: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor le dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues: dura cosa te es cocear contra el aguijón. Y Saulo, tembloroso y despavorido, volvió a preguntar: ¿Qué quieres que yo haga? — Levántate, le dijo el Señor, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que has de hacer. Los ministros que le acompañaban estaban pasmados al oír la voz que le hablaba, sin ver la persona. Levantóse Saulo de la tierra, y aunque abría los ojos, nada veía: de suerte que, asido de la mano le introdujeron en Damasco, donde permaneció tres días sin vista, y sin comer ni beber. Hallábase a la sazón en aquella ciudad cierto discípulo llamado Ananías, a quien el Señor en revelación llamó por su nombre, y respondiendo él: Aquí estoy, Señor; —• Levántate, le dijo, y ve al barrio que llaman Recto y busca en casa de Judas a Saulo que se llama el Tarsense. — Señor, respondió Ananías; he oído a muchos cuántos males ha causado este hombre a tus santos en Jerusalén, y que tiene facultad de los príncipes de los sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. Mas el Señor le replicó: Ve, porque éste es mi vaso de elección que ha de llevar mi nombre ante las naciones, los reyes y los hijos de Israel, y a quien seguramente mostraré cuanto le conviene padecer por mi nombre. Con esto fuese Ananías, entró en la casa donde estaba Saulo, e imponiéndole las manos, le dijo: Hermano Saulo, me ha enviado el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, a fin de que recobres la vista; y levantándose fué bautizado, después de lo cual comió y quedó confortado. Permaneciendo aún algunos días con los discípulos que había en Damasco, predicaba continuamente en las sinagogas que Jesús era el Hijo de Dios. Maravillábanse todos los que le oían, diciendo: ¿Por ventura no es éste el que perseguía en Jerusalén a los que invocaban el nombre cristiano, y vino aquí para llevarlos presos a los príncipes de los sacerdotes? Pero Saulo predicaba aún con mayor fortaleza, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, afirmando que Jesús era el Cristo y Mesías esperado.» (Act. Apost. Cap. IX).

Reflexión: ¿Quién podía imaginar que aquel fariseo sin entrañas que guardaba la ropa de los que apedreaban a san Esteban, aquel bravo alguacil de Caifas que andaba de casa en casa para prender a los fieles y cargarles de cadenas, aquel tirano cruel que mandaba azotar bárbaramente en las sinagogas a los cristianos y a fuerza de tormentos había logrado que algunos renegasen; de récente se trocase en discípulo de Cristo, en el más ardiente predicador de Cristo y en el más celoso de los santos apóstoles? Estas son manifiestas obras del muy Alto, para que, como dice el mismo san Pablo, el hombre no se gloríe de nada.


Oración: ¡Oh Dios! que enseñaste a todo el mundo por medio de la predicación del apóstol san Pablo, concédenos que así como hoy honramos su conversión, así también caminemos hacia Ti, siguiendo su ejemplo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

martes, 23 de enero de 2018

24 de enero SAN TIMOTEO, OBISPO Y MÁRTIR. (f 93 de J. C.). Flos Sanctorvm Santoral


Nació este apostólico varón y mártir de Cristo en Licaonia, de padre gentil y de madre judía. Viniendo san Pablo con san Bernabé a Listra, entre otros que se convirtieron a la fe, fué uno Timoteo, cuyos padres hospedaron a los apóstoles en su casa, y les entregaron a su hijo, mozo de buen ingenio y bien inclinado; y el apóstol san Pablo le tomó en su compañía y le tuvo por hijo y discípulo amantísimo, enseñándole aquella doctrina que él había aprendido en el tercer cielo, y llevándole consigo en sus peregrinaciones, como compañero suyo muy amado. Llámale en sus Epístolas, hermano, hijo carísimo en el Señor, ministro de Dios y coadjutor suyo en el Evangelio. Y en algunas de ellas, pone la salutación: Paulo y Timoteo, siervos de Jesucristo, como si fueran aquellas Epístolas de ambos y no de sólo san Pablo. Mas aunque san Timoteo fué tal como le pinta el mismo Apóstol de las Gentes, no por eso se descuidaba de sí, antes era más humilde y penitente: y padeciendo mucha flaqueza de estómago y otras enfermedades, bebía agua con tanto rigor, que fué menester que el mismo apóstol le mandase que¡ bebiese un poco de vino, porque así convenía a su salud. Después de haber participado de las fatigas apostólicas de san Pablo en Macedonia, Asia, Grecia, Acaya, Palestina y Roma, fué nombrado obispo de Efeso en lugar de san Juan Evangelista a quien el emperador "Domiciano había desterrado a la isla de Patmos: mas no vivió san Timoteo muchos años en aquella silla: porque haciendo allí una fiesta los gentiles, en la cual, -enmascarados, usaban de una bárbara crueldad contra los hombres y mujeres que topaban por las calles, dándoles muchos golpes con unas mazas, y matando a algunos de ellos, pensando que con aquel sacrificio aplacaban a los dioses; el santo obispo les reprendió y procuró apartar de aquella sacrilega locura; y fué tanto lo que se enojaron contra él, que le arrojaron todo lo que les venía a las manos; y asiendo de él con gran crueldad y fiereza, le arrastraron y le dejaron por muerto. Los cristianos acudieron y le hallaron boqueando, poco después dio su espíritu al Señor. Su cuerpo fué sepultado en un lugar llamado Pión, con gran sentimiento y devoción de los fieles, hasta que el emperador Constancio, hijo del gran Constantino, trasladó sus reliquias .a un templo, que edificó en honra de los apóstoles; y el emperador Justiniano le acrecentó, y le hizo más suntuoso y magnífico. San Ignacio en una epístola que escribe a los de Efeso, les dice: -«Vosotros habéis conversado con Pablo y con Juan y con el fidelísimo Timoteo». Y en otra carta, que escribe a los de Filadelfia, dice «que Timoteo se debía contar entre el número de los santísimos varones, que en virginidad y pureza pasaron su vida».  

Reflexión: Con sangre selló el Hijo de Dios su Evangelio, con sangre lo sellaron sus santos apóstoles, con sangré lo sellaron sus discípulos, como el glorioso san Timoteo, y con sangre de millones de mártires se propagó sobre toda la tierra. Parece pues imposible que haya cristianos que adoren la cruz sangrienta de Cristo, y al mismo tiempo los ídolos del interés terrenal y del placer sensual, como los gentiles y los moros. No quieras tú gozar antes de tiempo. Mira el santo crucifijo como modelo de los predestinados, y oye al apóstol san Pablo que dice: Si nos crucificamos con Cristo, reinaremos con Cristo en su gloria.


Oración: Oh Dios omnipotente, mira con ojos piadosos nuestra flaqueza, y pues nos oprime el peso de nuestros pecados, alívianos de él, por la gloriosa intercesión de tu bienaventurado mártir Timoteo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

lunes, 22 de enero de 2018

23 de enero SAN ILDEFONSO, ARZOBISPO DE TOLEDO. (t 669). Flos Sanctorvm Santoral


Por muchos años desearon tener hijos los ilustres padres de san Ildefonso, y prometía su madre a María Santísima que, si le daba un varón, con todas sus fuerzas procuraría que fuese su capellán. Cumplió el Señor tan santos deseos, naciendo el santo niño. Criáronle sus padres con todo cuidado, y señaladamente su madre por tenerlo ofrecido a Nuestra Señora. Llegado a la edad competente, le enviaron a san Isidoro, arzobispo de Sevilla, para que en su colegio aprendiese, con otros mancebos de su edad, las letras humanas y divinas, principalmente el amor y  temor de Dios. Pasados doce años, volvió de Sevilla, docto y bien ejercitado en la filosofía y las Letras Sagradas, y abandonando todas las cosas del mundo, retiróse en el monasterio de benedictinos. Mas su padre fué con gente armada para sacarlo del claustro; y no pudiendo lograrlo, por haberse ocultado el santo joven entre unas paredes ruinosas, desistió de su mal propósito. Vieron los monjes en Ildefonso un acabado modelo de perfección y sabiduría, y de común acuerdo le eligieron por su abad: más habiendo fallecido su tío el arzobispo de Toledo, san Eugenio, a propuesta del rey y por aclamación del pueblo fué escogido por sucesor nuestro santo, y por más que lloraba y gemía, no pudo resistir a la voluntad de Dios, y hubo de sentarse en la cátedra arzobispal de Toledo. Aquí, como en más ancho campo, resplandecieron y dieron mayor brillo sus dotes naturales y sus virtudes.  Amábanle todos, como a padre; llamábanle Crisóstomo y boca de oro por su elocuencia, y doctor de la Iglesia por sus admirables escritos. Convenció en pública disputa a los herejes venidos de la Galia gótica, que ponían mácula en la virginal integridad de Nuestra Señora; y en recompensa de este celo y devoción, mereció que la virgen santa Leocadia en el día de su fiesta a vista de todo el pueblo se levantase de su sepulcro y le dijese: «Ildefonso, por ti vive la gloria de mi Reina». Cortó después el santo con la daga del rey Recesvinto, que estaba presente, una parte del velo que cubría el rostro de la santa virgen. Entrando otro día en la catedral, aparecióle la Reina de los cielos con grande majestad, y le regaló una preciosa casulla, como a su amado capellán. Finalmente, a los sesenta años de edad,' murió el santo arzobispo con gran sentimiento de toda su grey, y fué sepultado el sagrado cuerpo en el templo de santa Leocadia: después en la invasión de los moros fué llevado por los cristianos a Zamora, donde es tenido en gran veneración.

Reflexión: Aunque san Ildefonso fué admirable en todas sus obras, en lo que más se esmeró, fué en la devoción de Nuestra Señora, que se le había pegado ya en las entrañas de su madre; y así en las muchas y provechosas obras que escribió resplandece su santidad y una ternura y afecto entrañable cuando trata de la sacratísima Virgen María, y entonces parece que extiende las velas de su devoción y se deja llevar con el viento fresco del espíritu del cielo que le guiaba. Imitémosle todos en es tierna y filial devoción a la Madre de Dios, porque es prenda de eterna vida. Ninguno de los devotos de la Santísima Virgen ha tenido la desgracia de morir en pecado mortal y condenarse. Todos los que han sido fieles devotos de la Virgen están en el cielo.


Oración: Oh Dios, que honraste por medio de la gloriosísima Madre de tu Hijo al bienaventurado Ildefonso tu confesor y pontífice, enviándole un regalo de los tesoros celestiales, concédenos propicio, que por sus ruegos alcancemos los eternos dones. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

domingo, 21 de enero de 2018

22 de enero. SAN VICENTE, DIÁCONO Y MÁRTIR. (T 304). Flos Sanctorvm Santoral


El ilustrísimo diácono y mártir san Vicente nació en la ciudad de Huesca y crióse en la de Zaragoza del reino de Aragón. Desde niño se inclinó a las obras de piedad y a las letras y finalmente fué ordenado de diácono por san Valerio, obispo de Zaragoza, el cual por ser ya viejo e impedido de la lengua, encomendó a san Vicente el oficio de predicar. Eran emperadores en este tiempo Diocleciano y Maximiano, y enviaron a España al presidente Daciano, el cual llegando a Zaragoza hizo grande estrago en la Iglesia de Dios. Prendió a san Valerio y a san Vicente y los mandó llevar a la ciudad de Valencia a pie cruelmente atormentado. Tendiéronle pues sobre el potro y con cuerdas a los pies y a las manos descoyuntáronle los sagrados miembros; rasgáronle después el pecho y las espaldas con uñas aceradas hasta descubrirle los huesos. En todos estos suplicios no dio el santo mártir ni un gemido, ni derramó una lágrima; antes decía a los atormentadores: ¡Qué flacos sois! ¡por más valientes os tenía! Entonces le extendieron en una cama de hierro ardiendo, y abrasáronle los costados con planchas encendidas, poniéndole sal en las llagas; "y como siguiese el valor oso soldado de Cristo haciendo burla de los sayones y de Daciano, viéndose éste vencido, mandó que le echasen de nuevo a la cárcel. Descubrióse en aquella cárcel obscura y tenebrosa una luz venida del cielo; sintióse una fragancia suavísima y bajaron ángeles a visitar al santo mártir. Turbáronse los guardas creyendo que san Vicente se había huido más él les dijo: No he huido, no:' aquí estoy; aquí estaré; entrad, y gustad parte del consuelo que Dios me ha enviado; que por aquí conoceréis cuán grande es el Rey a quien yo sirvo; y después de haberos enterado de esta verdad, decidle a Daciano de mi parte, que prepare nuevos tormentos, porque yo estoy sano y dispuesto a nuevos martirios. El día siguiente Daciano, viéndole curado de sus heridas. Je mandó acostar en una cama blanda y regalada, y en ella le mostró el glorioso mártir que aborrecía más las delicias que las penas, porque en aquel regalo dio su espíritu al Señor. Arrojado el sagrado cadáver a los perros, y a las olas del mar, fué preservado milagrosamente, y sepultado fuera de los muros de la ciudad en una iglesia que después se dedicó al Señor en honor del mártir.

Reflexión: Cualquiera que imagine, dice san Agustín, que san Vicente padeció con sus propias fuerzas este martirio, se engaña y torpemente yerra, y el que pensara tener ánimo para vencer con su paciencia tales suplicios, es vencido por su soberbia, porque si en esta martirio consideramos la paciencia humana, se nos hace increíble, más si ponemos los ojos en el poder divino, deja de ser admirable. En aquella horrible carnicería y crueldad de tormentos, no parecía sino que uno era el que padecía, y otro el que hablaba. Y así era: porque Dios armaba al santo mártir de tan divina fortaleza, que los tormentos le parecían regalos, el fuego refrigerio y la muerte vida, peleando a porfía  y el furor de Daciano y el ánimo y fervor del santo mártir: pero antes se cansó Daciano de atormentarle, que Vicente de reírse de sus tormentos.


Oración: Oh Dios omnipotente, que no permitiste que el bienaventurado diácono Vicente fuese atemorizado con amenazas, ni vencido con tormentos, rogámoste que nos esfuerces para sufrir con invencible constancia las adversidades de este mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

sábado, 20 de enero de 2018

21 de enero: TERCER DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA. Dom Próspero Gueranguer


La movilidad de la fiesta de Pascua ocasiona casi todos los años un cambio en el orden de los domingos que siguen. Septuagésima puede llegar a caer en enero, y a veces sucede que Quincuagésima se anticipa a la fiesta de la Purificación. Como consecuencia, el Oficio de los cuatro últimos domingos después de Epifanía puede ser trasladado a otro tiempo del ciclo litúrgico.

MISA
El Introito nos presenta a los Ángeles del Señor adorándole, en el momento de su entrada en el mundo, como lo explica San Pablo en su Epístola a los Hebreos. La Iglesia celebra con David la alegría de Sión y el gozo de las hijas de Judá.

INTROITO
Adorad a Dios todos sus Ángeles: lo oyó y se alegró Sión: y se gozaron las hijas de Judá. salmo: El Señor reinó, regocíjese la tierra: alégrense todas las Islas. J. Gloria al Padre.

ORACION
Omnipotente y sempiterno Dios, mira propicio nuestra flaqueza: y extiende, para protegernos, la diestra de tu Majestad. Flor el Señor.

EPISTOLA
Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Romanos (XII, 16-21.) Hermanos: No os tengáis vosotros mismos por sabios: no devolváis a nadie mal por mal; haced el bien, no sólo ante Dios, sino también ante los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos los hombres; no os defendáis a vosotros mismos, carísimos, sino dad lugar a la ira. Porque escrito está: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Porque obrando así, amontonarás sobre su cabeza carbones de fuego. No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien.

La caridad para con el prójimo que nos recomienda el Apóstol, tiene su raíz en la fraternidad universal que el Salvador vino a traernos del cielo con su nacimiento. Vino a hacer paces entre el cielo y la tierra; deben, por tanto, los hombres vivir en paz unos con otros. Si nos recomienda el Señor, no dejarnos vencer por el mal, sino vencer el mal con el bien es porque El mismo lo practicó descendiendo hasta los hijos de ira para hacer hijos de adopción, por medio de sus humillaciones y sufrimientos. En el Gradual, continúa la Santa Iglesia celebrando la venida del Emmanuel, invitando a todas las naciones y a todos los reyes de la tierra a acudir a celebrar su Nombre.

GRADUAL
Señor, las gentes temerán tu nombre, y todos los reyes de la tierra tu gloria. — y. Porque el Señor ha edificado a Sión: y será visto en su majestad.

ALELUYA
Aleluya, aleluya. — 1. El Señor reinó, regocíjese la tierra: alégrense todas las Islas. Aleluya.

EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Mateo. (VIII, 1-13.)

 En aquel tiempo, habiendo bajado Jesús del monte, le siguieron grandes multitudes: y he aquí que un leproso, acercándose, le adoró, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, extendiendo su maño, le tocó, diciendo: Quiero, sé limpio, Y al punto se limpió su lepra. Y le dijo Jesús: Mira, no se lo digas a nadie; antes, vete, muéstrate al sacerdote, y ofrece tu sacrificio, el que estableció Moisés, para testimonio ante ellos. Y, habiendo entrado en Cafarnaún se acercó a él un Centurión, rogándole y diciéndole: Señor, mi siervo yace en casa paralítico, y es muy atormentado. Y le dijo Jesús: Iré yo y le curaré. Y, respondiendo el centurión, dijo: Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo: dílo sólo de palabra y sanará mi siervo. Porque también yo soy un hombre, constituido bajo potestad, que tengo soldados a mis órdenes. Y le digo a este: Vete, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírle Jesús, se admiró, y dijo a los que le seguían: En verdád os digo: No he hallado una fe tan grande en Israel. Y también os digo que vendrán muchos de Oriente y de Occidente, y se sentarán con Abrahán e Isaac y Jacob en el reino de los cielos: mas, los hijos del reino serán arrojados en las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de dientes. Y dijo Jesús al centurión: Vete; y, como has creído, te suceda. Y sanó su siervo en aquel instante.

El género humano padecía la lepra del pecado: el Hijo de Dios se ha dignado tocarle en el misterio de la Encarnación, devolviéndole la salud; pero, exige que el enfermo curado vaya a ver al sacerdote, y realice las ceremonias prescritas por la Ley, para demostrar que asocia al sacerdocio humano a la obra de nuestra redención. En la fe del Centurión aparece también la vocación de los Gentiles, cuyas primicias fueron los Magos. Un soldado romano y muchos millones semejantes a él, serán considerados como verdaderos hijos de Abrahán, de Isaac y de Jacob, mientras que hijos directos de estos Patriarcas serán arrojados fuera de la sala del banquete, a las tinieblas de la obcecación; su castigo será ejemplar para todos los pueblos. En el Ofertorio, el hombre, salvado por la venida del Emmanuel canta el poder de Dios, que ha desplegado en nuestra redención la fortaleza de su brazo. El hombre estaba condenado a muerte eterna; pero, no morirá, pues tiene a un Dios por hermano; vivirá, a fin de poder publicar las maravillas del Dios que le ha salvado.

OFERTORIO
La diestra del Señor ejerció su poder: la diestra del Señor me ha exaltado: no moriré, antes viviré, y contaré las obras del Señor.

SECRETA
Suplicámoste, Señor, hagas que esta Hostia purifique nuestros pecados y santifique los cuerpos y las almas de tus siervos, para poder celebrar este Sacrificio. Por el Señor. Mientras se distribuye el Pan de vida, la Santa Iglesia nos recuerda la admiración que despertaron en los pueblos las palabras de Jesús. Los hijos de la Iglesia, iniciados en todos los misterios, saborean en estos momentos el efecto de esa inefable Palabra, por medio de la cual el Redentor cambió el pan en su cuerpo y el vino en su sangre.

COMUNION
Se admiraban todos de las palabras que salían de la boca de Dios.

POSCOMUNION

A los que nos haces, Señor, gozar de tan grandes Misterios, dígnate, te los suplicamos, adaptamos realmente a sus efectos. Por el Señor.

viernes, 19 de enero de 2018

20 de enero. SAN SEBASTIÁN, MÁRTIR, — (f 288) Flos Sanctorvm Santoral


En este día dio la vida por amor de Jesucristo el ínclito mártir san Sebastián, favorito del emperador Diocleciano, y capitán de su guardia imperial. Ya hacía tiempo que empleaba la autoridad que tenía en la corte, en favorecer a los cristianos, de que estaban llenas las cárceles; despreciando mil veces la vida, a trueque de servirles. Convirtió a la fe a Nicostrato, oficial del juez Cromacio; a Claudio, alcaide de la cárcel, a sesenta y cuatro presos gentiles, a otro Cromacio, vicario del prefecto, a toda su familia y esclavos, que en número de cuatrocientos recibieron el bautismo y fueron puestos en libertad. Al fin delatáronle al emperador, el cual sintió mucho que el mismo capitán de su guardia fuese cristiano, e introdujese la religión cristiana en la corte y en el palacio, y mandó que sin forma alguna de proceso fuese luego asaetado por sus soldados. Ejecutóse la cruel sentencia; y como le dejasen ya por muerto atado a un tronco, por la noche fué a buscar el santo cuerpo Irene, viuda- del mártir Cástulo, oficial del emperador, y hallándole vivo todavía, le hizo llevar con mucho secreto a su casa, donde le curó las heridas de las saetas. Recobrada la salud, persuadíanle que se retirase, pero él, con un valor sin ejemplo, se presentó al emperador, el cual con grande asombro, le juzgó por resucitado. Abogó, pues, Sebastián delante de él por la causa de los cristianos, ofreciendo de nuevo la vida en defensa de la fe, mas como Diocleciano era monstruo sin entrañas, embravecióse como león sanguinario, y ordenó que llevasen al circo al fortísimo mártir, y que allí fuese públicamente apaleado hasta que expirase. Así terminó la vida el cristiano y heroico capitán, a quien el santo Papa Cayo había dicho después del bautismo: Quédate en buena hora, hijo mío, en el palacio y en traje de oficial del emperador, sé glorioso defensor de la Iglesia de Jesucristo. Tomaron los sayones el cadáver del santo mártir y le arrojaron de noche en un albañal, donde solía arrojar las inmundicias de la ciudad, para que los cristianos no supiesen donde estaba, ni le honrasen como a mártir, ni él hiciese milagros, y con la ocasión de ellos se convirtiesen los gentiles a la fe. Pero el Señor ordenó las cosas de otra manera: Porque el mismo san Sebastián apareció en sueños a una santa matrona, llamada Lucina, y le reveló dónde estaba su cuerpo, y cómo había quedado pendiente de un gancho de un madero, y no había caído en aquel lugar hediondo e infame; y le mandó que le enterrase en las catacumbas a la entrada de la cueva y a los pies de los apóstoles san Pedro y san Pablo. Todo lo cual ejecutó la religiosa señora puntualmente, y con gran devoción.

Reflexión: Cuando leemos estas proezas de los fortísimos mártires, se nos vienen las lágrimas a los ojos para llorar la ingratitud con que muchos cristianos de nuestros días reciben el soberano beneficio de la fe. Tenemos el mismo bautismo, el mismo Evangelio, el mismo Cristo: ellos ponían en su, defensa sus haciendas y vidas, nosotros no estamos dispuestos a morir por Cristo ni por la vida eterna, antes desacreditamos con nuestras malas costumbres la santidad y divinidad de nuestra Religión. Reconozcamos nuestra malicia y hagamos penitencia de nuestros pecados para que en el día del juicio no se levanten contra nosotros aquellos mártires cubiertos de gloriosas heridas para condenar nuestra torpísima y detestable indiferencia.

Oración: Atiende, oh Dios todopoderoso, a nuestra debilidad, y pues nos oprime el peso de nuestros pecados, alivíanos de él, por la intercesión del bienaventurado mártir san Sebastián. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

jueves, 18 de enero de 2018

19 de enero SAN CANUTO, REY DE DINAMARCA, MÁRTIR. — (t 1087) Flos Sanctorvm Santoral


San Canuto, cuarto de este nombre, nació para rey y para santo, pues el Señor le dotó de prendas reales y grandes virtudes. Cuando apenas tenía fuerzas para subir a caballo, mostró capacidad para mandar un ejército. Limpió el mar de piratas, sujetó la provincia de Sembia, y más tarde las naciones incultas y feroces del norte de Dinamarca, y las provincias de Curlandia, de Samogitia y de Estonia. En todas sus expediciones militares siempre salió vencedor, nunca vencido; pareciendo a todos que en él había resucitado Canuto el Grande. No teniendo ya enemigos que domar, se consagró a la nobilísima empresa de labrar la felicidad de sus vasallos. Dio prudentísimas leyes enderezadas a la reformación de las costumbres, eligió varones de reconocido mérito para el gobierno y la magistratura, reedificó muchas iglesias, fundó nuevos monasterios y hospitales, y no pocas veces agotó sus tesoros en beneficio de los pobres. A la iglesia de Roschlit dio su corona real que era de mucho precio, diciendo que mejor empleada estaba en servicio ole la Majestad de Dios, que para ornamento de su persona. Pasaba horas enteras en oración, bañados los ojos de dulces lágrimas, delante del Santísimo Sacramento; y tenía una muy tierna devoción a la Virgen Santísima, queriendo que sus fiestas se hiciesen con gran solemnidad. Teniendo ya ordenadas todas las cosas del reino, los enemigos de la Religión y de la Justicia, llevados de la ambición de reinar, tramaron contra él una sacrilega conjuración, y cercando el templo donde el santo monarca estaba oyendo misa, le asaetaron y traspasaron con una lanza. En sintiéndose herido de muerte, hincadas las rodillas, se ofreció al Señor como inocente víctima, y dijo; Yo os ofrezco, Dios mío,, este poco de vida que me resta. Muero, Señor, por defender vuestra Iglesia santa; dignaos recibir agradablemente mi pobre sacrificio, y haced que algún día se arrepientan mis enemigos de su pecado, para que vos se lo perdonéis, así como yo les perdono de todo corazón la muerte que me dan. Mientras pronunciaba estas últimas palabras, cayó su cuerpo en tierra, y voló su espíritu al reino celestial, donde añadió a la corona de santo rey la de mártir glorioso de Jesucristo. Al punto manifestó Dios la santidad de su fiel siervo con multitud de milagros. En aquel mismo año fué castigada Dinamarca con una extraordinaria enfermedad, para la cual no se descubría otro remedio que la invocación del santa rey. Finalmente, movido el Papa Clemente X de los muchos prodigios que obraba Dios cada día por san Canuto, ordenó que se celebrase el oficio de este santo en toda la Iglesia universal.

Reflexión: Mientras imperó el santo rey Canuto en Dinamarca, había en el reino virtud, paz, justicia y prosperidad verdadera; sólo estaban descontentos los ambiciosos; mas después del sacrilego regicidio, vino el azote de Dios sobre aquella nación, y al general desconcierto de todas las cosas se juntó el hambre, que duró muchos años, y fué tal, que hasta los grandes y el mismo rey se despojaban de sus posesiones para comprar a excesivos precios el sustento necesario. ¡Recio castigo el de un reino que cae en las manos de hombres codiciosos, y en las de Dios irritado! Roguemos por nuestra pobre patria, para que convirtiéndose al Señor, vuelva a su antigua cristiandad y gloria.

Oración: ¡Oh Dios! que para ilustrar a tu Iglesia te dignaste honrar con la palma del martirio y con gloriosos milagros al bienaventurado Canuto, rey; concédenos por tu bondad que así como él fué imitador de la Pasión de Jesucristo, así nosotros, imitando al santo, merezcamos llegar a la felicidad de que goza en los cielos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 

miércoles, 17 de enero de 2018

18 de enero. LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO EN ROMA. — (Año 48 de Cristo.) Flos Sanctorvm Santoral


La fiesta de la Cátedra de san Pedro en Roma, la instituyó la santa Iglesia para celebrar aquel dichoso día en que el príncipe de los apóstoles, después de haber tenido siete años la Cátedra apostólica en Antioquía, la colocó en aquella ciudad, que era señora y cabeza del mundo, para que estando en ella el Vicario de Cristo, más fácilmente abrazase y gobernase todas las provincias del orbe cristiano. También nos recuerda hoy la Iglesia aquel singular beneficio que Cristo nuestro Señor hizo a san Pedro y en él a todo el mundo, cuando alumbrado no de la carne y la sangre, sino con la luz del Padre eterno, reconoció y testificó por Hijo coeterno suyo a Jesucristo, y el Señor, en pago de esta confesión, le hizo Piedra fundamental de su Iglesia, y le dio las llaves del reino de los cielos. Por esta tan grande potestad fué constituido san Pedro pastor universal del rebaño de Cristo, y el primero de toda la serie de soberanos pontífices que por legítima sucesión habían de gobernar la Iglesia, la cual, conforme a la promesa del Señor, ha de durar hasta el fin de los siglos. Entró san Pedro en Roma hacia el año 48 del Señor, y en el segundo del emperador Nerón, que fué el mayor monstruo de crueldad que había de perseguir a la Iglesia todavía naciente. Si consideras a san Pedro pobremente vestido, descalzos los pies, una alforja al hombro, y un báculo en la mano, encaminándose a Roma con intención de asentar en aquella capital de los cesares el trono de su monarquía espiritual, no podrás menos de decir: estas son cosas de Dios; si fueran empresas humanas no tuvieran ningún resultado. Pero el Señor es quien guiaba a Roma los pasos del pobre pescador de Galilea, desprovisto de todo humano recurso; y Dios es quien estableció allí la Cátedra de su Vicario en la tierra, y quien la ha conservado por espacio de diez y nueve siglos, y la conservará hasta el fin del mundo. Esta es la Cátedra de la verdad que Jesucristo dejó establecida perpetuamente sobre la tierra para conservar sin alteración la doctrina de su santo Evangelio, y enseñar a todos los hombres lo que han de saber y obrar para salvarse. Esta es la piedra fundamental de la Iglesia de Cristo, en la cual se han estrellado innumerables y poderosos enemigos, que jamás han cesado en su diabólico empeño de derribarla, y contra la cual, conforme a la promesa del Señor, no prevalecerá todo el poder del infierno. En esta Cátedra gobernó san Pedro a la cristiandad por espacio de veinticinco años, y hasta ahora se guarda en Roma la pobre silla de madera en que se dice que se sentaba el glorioso Príncipe de los apóstoles, y por ella ha obrado el Señor muchos prodigios.

Reflexión: Habiendo dicho Jesucristo a san Pedro: «Tú eres Pedro, y sobre ti edificaré mi Iglesia», han de saber todos los fieles que quieren estar incorporados en este edificio espiritual, que han de estar unidos con esta primera piedra, y con la fe y doctrina de la Iglesia romana, que los sucesores de san Pedro enseñan; y que así como el miembro para tener vida ha de estar unido con su cabeza y el ramo con su raíz y el río con su fuente; así cualquier fiel y católico cristiano ha de estar unido con la Cátedra de san Pedro y de sus sucesores, que después de Cristo son cabezas de todo el cuerpo de la Iglesia, fuera de la cual no se halla la vida, espíritu y la gracia con que se sustenta.


Oración: ¡Oh Dios! que concediste a tu apóstol el bienaventurado san Pedro la autoridad pontificia de atar y desatar, dándole las llaves del reino de los cielos, concédenos por su intercesión que nos veamos libres de las ataduras y cadenas de nuestros pecados. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 

martes, 16 de enero de 2018

17 de enero: SAN ANTONIO, ABAD. (t 356) Flos Sanctorvm Santoral


El admirable patriarca de los monjes, san Antonio, nació en Como de Egipto, de nobilísimos y cristianísimos padres, los cuales murieron siendo él de edad de diez y siete años. Entrando pues un día en la iglesia, al tiempo que se leía aquel Evangelio en que el Señor decía a un mancebo: «Si quieres ser perfecto, vé y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, que así hallarás gran tesoro en los cielos», Antonio tomó tan de veras aquellas palabras, como si para él sólo las hubiera dicho Cristo nuestro Señor, y volviendo a casa dio a su hermana la parte de la hacienda que le cabía y repartió todo lo demás a los pobres. Había ya en el desierto algunos solitarios, y entre ellos uno a quien el santo se propuso imitar; aunque como abeja solícita también iba a visitar a los otros monjes, para tomar de todos, como de flores, con que labrar la miel de su devoción; y sacar en sí un perfectísimo retrato de las virtudes que veía en los otros. Pero el demonio, temiendo tan gloriosos principios, le asaltó con todas sus fuerzas, tentándole reciamente para que dejase la soledad, acometiéndole con la llama de los apetitos libidinosos, apareciéndole en figura de una doncella sobremanera hermosa y lasciva, y atormentándole, ya con gritos, alaridos y horribles visiones de monstruos infernales, ya con azotes y otros suplicios, hasta dejarle como muerto. Triunfó el santo de todo el poder del infierno, y aún acrecentó sus austeridades, encerrándose en la cueva de un castillo desamparado, donde moró por espacio de veinte años, hasta que, viniendo a él muchos hombres tocados de Dios, que querían vivir debajo de su santa instrucción, salió de su encerramiento y comenzó a fundar muchos monasterios, los cuales fueron tantos, que aquellos desiertos parecían ciudades populosas, habitadas por ciudadanos del cielo. Sabiendo entonces que muchos cristianos eran presos en la persecución de Maximiliano y llevados a Alejandría, encendióse en gran deseo del martirio; servíales en las cárceles, acompañábales a los tribunales, animábales en los tormentos, muriendo porque no moría por Cristo. Más no quiso el Señor que se acabase con el filo de la espada la vida del que era padre y maestro de innumerables monjes. No se puede fácilmente creer la grandeza de los milagros que obró el Señor por este su siervo fidelísimo, ni la muchedumbre de enfermos que prodigiosamente sanó. Finalmente, habiendo vivido ciento cinco años, y llenado el mundo con la fragancia de su santidad y de sus milagros y victorias, mandó a solas a dos discípulos suyos que en muriendo, le sepultasen, sin que ninguno supiese el lugar donde estaba enterrado, y despidiéndose luego tiernamente de todos, extendió los pies, y miró con alegría la muerte, como quien veía los coros de los ángeles que venían por su alma para llevarla al cielo.

Reflexión: San Juan Crisóstomo decía; «Si alguno ahora viniere a los desiertos de Egipto, hallará que están más a menos y deleitosos que el paraíso, y verá innumerables compañías de ángeles en figura humana, y ejércitos de mártires y coros de vírgenes, y la tiranía del demonio derribada y el reino de Cristo resplandeciente». ¡Oh, qué bien estaría la sociedad si se gobernase por las leyes del Evangelio! Fuerza tiene hasta para formar ciudades de santos, ¿cuánto más, para hacer a los ciudadanos, medianamente virtuosos? Desengañémonos; al paso que la sociedad se acerca a Dios, se va tornando en paraíso; y al paso que se aleja de píos, se convierte en infierno. Y lo mismo pasa en la familia.


Oración: Suplicámoste, Señor, que nos recomiende a ti la intercesión del bienaventurado Antonio, abad, para lograr por su intercesión lo que no podemos alcanzar por nuestros méritos. Por Jesucristo, Señor nuestro. Amén. 

lunes, 15 de enero de 2018

16 de enero. SAN FULGENCIO, OBISPO, CONFESOR Y DOCTOR. — (t 630) Flos Sanctorvm Santoral


El glorioso prelado y sagrado doctor español san Fulgencio, nació en Cartagena, y tuvo por padre al ilustre capitán del ejército de aquella provincia, y por hermanos a los santos Leandro, Isidoro y Florentina. Instruyóse desde su mocedad en las lenguas griega, hebrea, siriaca, itálica y latina, y salió tan aventajado en las Letras sagradas, que alcanzó entre los españoles el grado de doctor. Defendió con tanta erudición y elocuencia la divinidad de Jesucristo, que muchas veces dejó a los herejes arrianos avergonzados y corridos. Por esta causa fué desterrado de Sevilla por orden del rey, y padeció gravísimos trabajos de hambre y sed encerrado en un calabozo de Cartagena, donde ni aun se le permitía mudarse la ropa que llevaba puesta. Desde la cárcel animaba con sus cartas a los católicos, para que defendiesen aun a costa de su sangre si fuese menester, la verdad infalible del artículo revelado en las Santas Escrituras, y exhortaba a su sobrino Hermenegildo a morir por la fe, antes que abrazar la herejía del rey Leovigildo, su padre, que le amenazaba con la muerte; diciéndole que por ningún respeto de hijo había de rendirse a la voluntad de su padre hereje, con tan grande detrimento de la honra de Dios, y atormentándole ya con gritos, alaridos y tanta ruina de la religión católica y estrago de toda la nación. Murió mártir el hijo; y el padre, viéndose acosado de terribles dolores, se movió a penitencia, aunque no lo suficiente para la salvación, mandando a Recaredo, que oyese como a padre y obedeciese a Leandro y Fulgencio, que resplandecían como antorchas de la Iglesia de España. Sosegada la persecución por muerte de Leovigildo, autor de tempestad tan deshecha, mudaron de semblante las cosas de España, cuando recibió el gobierno del reino Recaredo, el cual dio orden de que fuesen luego restituidos a sus iglesias los obispos y celosos varones católicos desterrados de ellas por su padre; con cuyo motivo volvió a Sevilla san Fulgencio con grande júbilo de toda la ciudad, que le recibió como ínclito defensor de la fe de Cristo. Abjurando después Recaredo el error arriano en el concilio de Toledo, toda la nación se convirtió a la verdadera fe. Gobernó san Fulgencio con admirable solicitud las iglesias de Sevilla, Ecija y Cartagena; escribió muchos libros llenos de celestial sabiduría y de aquella gracia que derrama el Espíritu Santo sobre los doctores de la Iglesia; y lleno de méritos y virtudes, y asistido en su último trance por san Braulio, obispo de Zaragoza, y Laureano, obispo gaditano, entregó su alma preciosa al Señor. Las diócesis de Cartagena y Plasencia le veneran como a su patrono; sus reliquias se conservan en la catedral de Murcia, y en el Escorial.

Reflexión: La conversión de España a la verdadera fe, redunda en mucha gloria de los santos hermanos Leandro y Fulgencio, clarísimas lumbreras de la Iglesia española. Y pues la doctrina de los sagrados doctores es la de los santos apóstoles, y la doctrina de los apóstoles es la de nuestro Señor Jesucristo. Dios y hombre verdadero, conservémosla en toda su entereza. Esta es la única doctrina autorizada, verdadera, celestial y divina. Las doctrinas anticatólicas son puras cavilaciones de hombres falibles, veleidosos, apóstatas, impíos, deshonestos y soberbios. ¡Grande imprudencia y extremada locura es, el hacer algún caso de lo que éstos enseñan, tratándose del negocio de toda nuestra eternidad!


Oración: Oh Dios que escogiste para tu pueblo como ministro de la eterna salud al bienaventurado Fulgencio, rogámoste nos concedas, que tengamos por intercesor en los cielos, al que tuvimos en la tierra por doctor y maestro de nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

domingo, 14 de enero de 2018

15 de enero SAN PABLO, PRIMER ERMITAÑO. —. (t 342.) Flos Sanctorvm Santoral


El gloriosísimo san Pablo, primer ermitaño y modelo de la vida solitaria y contemplativa, nació en la Baja Tebaida, de padres muy ricos. Quedó huérfano a los quince años, y bien enseñado en las letras griegas y egipcias; y como a la sazón Decio y Valeriano persiguiesen a la Iglesia en aquellas partes de Egipto, él se retiró a una casa de campo, en la cual se halló menos seguro, porque su cuñado, por codicia de su hacienda, quería venderle a sus enemigos. Determinó, pues, huir al desierto, y halló en la falda de un monte una cueva espaciosa, y junto a ella una grande palma y una fuente de clara y limpia agua. Allí vivió como ángel en carne humana, muy regalado del Señor, vistiéndose de las hojas de la palma y comiendo de su fruta y bebiendo el agua de la fuente. Un hombre sólo vio en el espacio de noventa años; éste fué el gran padre de los monjes san Antonio abad, el cual por divina inspiración fué a visitarle. Abrazáronse los dos santos con gran ternura, saludándose por sus nombres, como si se hubieran mucho antes conocido; y mientras estaban platicando, vino un cuervo, y puso delante de ellos un pan. San Pablo dijo a san Antonio: ¡Bendito sea Dios! sabed, hermano, que ha sesenta años que este cuervo me trae medio pan, y ahora que vos habéis venido, el Señor nos envía ración doblada. A la mañana siguiente, le comunicó la noticia que tenía de su cercana muerte, y le rogó que le trajese el manto de Atanasio, que sabía tenía guardado, y que envolviese con él su cuerpo. Fuese, pues, Antonio con este recado a su monasterio, y viéndole sus discípulos que le salieron a recibir, le dijeron: «¿En dónde habéis estado, padre?». Respondió: «He visto a Elias, he visto a Juan Bautista en el desierto y a Pablo en el paraíso»; y estando ya de vuelta, vio entre los coros de los ángeles, entre los profetas y apóstoles, el alma de san Pablo que subía a los cielos; y así que llegó a la cueva halló el cadáver del santo, hincadas" las rodillas, la cerviz y las manos levantadas, como cuando hacía oración. Besóle muchas veces, y rególe con sus lágrimas, y queriéndole enterrar y no sabiendo cómo abrirle sepultura, salieron de repente de lo más secreto del yermo dos leones, los cuales comenzaron con las manos a cavar la tierra y hacer la sepultura. Terminada su obra, se acercan a Antonio, bajando la cabeza y lamiéndole los pies; y entendiendo el santo que le pedían su bendición, se la dio y les hizo señas que se fuesen. Entonces vistió el sagrado cadáver con el manto de san Atanasio, y habiéndolo cubierto de tierra, llevóse aquella túnica que estaba tejida de hojas de palma, y con este tesoro se fué a su monasterio. En testimonio de lo que apreciaba aquella presea, los días de Pascua de Resurrección y del Espíritu Santo, se la vestía por fiesta y regocijo.

Reflexión: San Jerónimo, que escribió la vida de este santo, la termina con esta reflexión: «Quiero preguntar a los que son tan ricos que no saben lo que tienen, a los que edifican grandes palacios y en una sarta de piedras preciosas traen grandes tesoros, que me digan: ;qué faltó jamás a este santo y desnudo? Yo ruego al que esto leyere, que se acuerde de Jerónimo pecador, a quien si Dios le diese a escoger, más querría la túnica de Pablo con sus merecimientos, que la púrpura de los reyes con sus penas».


Oración: ¡Oh Dios! que cada año nos alegras con la fiesta de tu confesor el bienaventurado Pablo, concédenos por tu bondad que imitemos en la tierra las acciones de aquél, cuyo nacimiento para el cielo celebramos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.