lunes, 30 de julio de 2018

31 de julio. San Ignacio de Loyola, patriarca y fundador. — (+1556). Flos Sanctorvm Santoral



El gran celador de la mayor gloria divina, san Ignacio de Loyola, nació en la provincia de Guipúzcoa, y en la nobilísima casa de Loyola. Crióse desde niño en la corte de los reyes católicos y se inclinó a los ejercicios de las armas. Habiendo los franceses puesto cerco al castillo de Pamplona, Ignacio lo defendió con heroico valor, hasta que fué malamente herido. Agravándosele el mal, se le apareció el apóstol san Pedro, del cual era muy devoto, y a cuya honra había escrito un poema, y con esta visita del cielo comenzó a mejorar. En la convalecencia pidió algún libro de caballería para entretenerse, y como le trajesen, en lugar de estos libros, uno de la Vida de Cristo y otro de Vidas de santos, encendióse en su lección de suerte que determinó hollar el mundo. En este instante se sintió en toda la casa un estallido muy grande, y el aposento en que estaba Ignacio tembló, hundiéndose de arriba abajo una de las paredes. Sano de sus heridas, se partió para Montserrat, donde hizo confesión general, y colgó su espada y daga junto al altar de nuestra Señora, y dando los vestidos preciosos a un pobre, se vistió de un saco asperísimo. De allí partió para Manresa, donde por espacio de un año hizo vida austerísima y penitente en el hospital de santa Lucía y en una cueva cerca del río; en la cual ilustrado por el Espíritu Santo y enseñado de la Virgen santísima, escribió aquel famoso libro de los Ejercicios espirituales, que ha hecho siempre increíble fruto en la Iglesia de Dios. Pasó después a visitar los sagrados lugares de Jerusalén, y entendiendo que para ganar almas a Cristo eran necesarias las letras, volvió a España y estudió en Barcelona, en Alcalá y Salamanca, donde padeció por Cristo persecuciones, cárceles y cadenas. Acabó sus estudios en París y ganó para Dios nueve mancebos de los más excelentes de aquella florida universidad, y con ellos echó en el Monte de los Mártires los primeros cimientos de la Compañía de Jesús, que instituyó después en Roma, añadiendo a los tres votos de religión un cuarto voto de obediencia al Sumo Pontífice acerca de las Misiones. Aprobó Paulo III la nueva religión diciendo con espíritu de pontífice: Digitus Dei est hic. El dedo de Dios es éste: porque en efecto la Compañía de Jesús era un nuevo e invencible ejército que el Señor suscitaba para la propagación de la santa fe y defensa de la santa Iglesia combatida por los sectarios de estos últimos tiempos, discípulos de Lutero e imitadores de la rebeldía de Lucifer. Y así la Compañía de Jesús conquistó para Cristo muchos reinos de Asia, África y América, restauró en Europa la piedad cristiana y la frecuencia de sacramentos, y ha ilustrado la Iglesia con centenares de mártires, con millares, de nombres sapientísimos, y aun dando por ella la vida, y resucitando para volver a luchar como antes por la mayor gloria de Dios. Tal es el espíritu magnánimo que infundió san Ignacio en su santa Compañía; el cual después de haberla gobernado por espacio de dieciséis años, a los sesenta y cinco de su edad descansó en la paz del Señor.

Reflexión: Si quieres alcanzar el espíritu de Jesucristo que informaba el alma de san Ignacio, lo hallarás en sus Ejercicios espirituales. Dice el pontífice León XIII, que al conocerlos, no pudo menos de exclamar: He aquí el alimento que deseaba para mi alma. (Alocución de León XIII al clero de Carpineto).

Oración: Oh Dios que para propagar la mayor gloria de tu nombre, diste un nuevo socorro a la Iglesia militante por medio del bienaventurado Ignacio, concédenos que peleando con su ayuda y ejemplo en la tierra, merezcamos ser coronados con él en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

domingo, 29 de julio de 2018

30 de julio. San Abdón y san Senén, mártires. (t 250). Flos Sanctorvm Santoral




Los nobilísimos y portentosos mártires de Cristo Abdón y Senén fueron persas de nación, y caballeros principales y muy ricos en su patria; los cuales siendo cristianos y viendo padecer a los que lo eran graves tormén- • tos y muertes atroces, imperando Decio y persiguiendo crudamente a la Iglesia, se ocupaban en consolar las almas de los que padecían por Cristo, y en dar sepultura a los cuerpos de los que con muerte habían alcanzado la vida. Supo esto Decio: madóle prender y traer a su presencia, habiéndolos oído, y sabiendo por su misma confesión que eran cristianos, les mandó echar cadenas y prisiones, y guardar con otros cautivos de su misma nación que tenía presos, porque quería volver a Roma y entrar triunfando, y acompañado de todos estos presos y cautivos para que su triunfo fuese más ilustre y glorioso. Hízose así: entró en Roma el emperador con gran pompa acompañado de gran multitud de persas cautivos, entre los cuales iban los santos mártires Abdón y Señen ricamente vestidos, como nobles que eran, y como presos, cargados de cadenas y grillos. Después mandó Decio a Claudio, pontífice del Capitolio, que trajese un ídolo y le pusiese en un altar, y exhortándoles que le adorasen, porque así gozarían de su libertad, nobleza y riquezas. Mas los santos, con gran constancia y firmeza, le respondieron que ellos a solo Jesucristo adoraban y reconocían por Dios, y a El le habían ofrecido sacrificio de sí mismos. Amenazólos con las fieras, y ellos se rieron. Sacáronlos al anfiteatro, y quisieron por fuerza hacerlos arrodillar delante de una estatua del sol, que allí estaba; pero los mártires la escupieron, y fueron azotados y atormentados cruelmente con plomos en los azotes, y estando desnudos y llagados, aunque vestidos de Cristo y hermoseados de su divina gracia, soltaron contra ellos dos leones ferocísimos y cuatro osos terribles, los cuales, en lugar de devorar a los santos, se echaron a sus pies y los reverenciaron, sin hacerles ningún "mal. El juez Valeriano, atribuyendo este milagro a arte mágica, mandó que los matasen; y allí los despedazaron con muchos y despiadados golpes y heridas que les dieron, y sus almas hermosas y resplandecientes subieron al cielo a gozar de Dios, dejando sus cuerpos feos y revueltos en su sangre. Los cuales estuvieron tres días sin sepultura, para escarmiento y terror de los cristianos; pero después vino Quirino, subdiácono (que se dice escribió la vida de estos santos), y de noche recogió sus sagrados cadáveres y los puso en un arca de plomo, y los guardó en su casa con gran devoción. E imperando el gran Constantino, por revelación celestial fueron descubiertos y trasladados al cementerio de Ponciano.

Reflexión: Decía Marco Tulio, adulando al emperador Cayo César que acababa de perdonar generosamente a Marco Marcelo: «Has rendido muchas naciones y domado gentes bárbaras y triunfado de todos tus enemigos; pero hoy has alcanzado la más ilustre victoria, porque perdonando a tu enemigo te has vencido a ti mismo». ¿Pues quién duda que según esta filosofía, mayor victoria alcanzaron los santos Abdón y Senén atados al carro triunfal de Decio, que el otro emperador que acababa de sujetar a los Persas? ¡Oh! ¡Cuán grande gloria es padecer afrentas por Cristo! «Más gloriosa, dice san Crisóstomo, es esa igonominia que la honra de un trono real, y del imperio del mundo».

Oración: Oh Dios, que concediste a tus bienaventurados mártires Abdón y Senén un don copioso de tu gracia, para llegar a tan grande gloria; otórganos a rastros, siervos tuyos, el perdón de nuestros pecados, para que por sus méritos nos veamos libres de todas las adversidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

sábado, 28 de julio de 2018

29 de julio. Santa Marta, virgen. — (t 84.) Flos Sanctorvm Santoral



La virgen santa Marta, devotísima huéspeda de Jesucristo, fué hebrea de nación, hija de padres nobles y ricos, y hermana de santa María Magdalena y de san Lázaro. Ella misma quiso aderezar la comida cuando el Señor se hospedó en su casa de Betania; y pareciéndole poco todo lo que hacía, quería que su hermana Magdalena, que se estaba a los pies de Jesús oyendo sus dulcísimas palabras, se levantara y la ayudase. Quejóse, pues, de esto al Señor, pero el Señor aunque no reprendió el solícito afecto con que Marta le servía, alabó la quietud suave con que Magdalena, dejados los otros cuidados, atendía a lo que más importa, que es oir a Dios y gozar de Dios. Vese asimismo la familiaridad que nuestro Señor Jesucristo tuvo con estas dos santas hermanas, cuando estando enfermo y peligroso su hermano Lázaro, enviaron a decirle: «Señor, el que amas está enfermo»; y aunque el Señor permitió que Lázaro muriese y estuviese cuatro días en la sepultura, lloró sobre él por la ternura y compasión que tenía a sus dos hermanas, y luego resucitó gloriosamente al hermano difunto, y llenó aquella casa de bendición. Después de la Ascención del Señor, aquellos mismo judíos que le crucificaron, movieron una grande persecución contra los fieles, y se dice que echaron mano de santa Marta y santa Magdalena, y habiéndoles confiscado sus bienes, las pusieron con Lázaro su hermano y con Maximino y toda su casa, en un navio sin velas ni remos para que pereciesen en el mar; mas el navio, guiado de Dios aportó a Marsella, en cuya ciudad enseñaron aquellos santos la doctrina del Evangelio, y convirtieron a muchos a la fe, y los mismo hicieron en otra ciudad llamada Aix. Gloríase Marsella de haber tenido por obispo a san Lázaro, y Aix de haber tenido a Maximino, uno de los setenta discípulos del Señor. Santa Magdalena se apartó a un áspero y solitario monté para emplearse toda en oración y meditación; y se refiere que santa Marta, con una criada suya llamada Marcela, edificó un monasterio, fuera de poblado, y en compañía de otras muchas doncellas que la siguieron, sirvió muchos años en santo recogimiento al Señor, alzando la bandera (después de la Madre de Dios) de la virginidad, y haciendo voto de ella, y viviendo con tanta aspereza de vida, que san Antonio, obispo de Florencia, escribe que no comía carne, ni huevos, ni queso, ni bebía vino, y que con la señal de la cruz ahuyentaba al demonio, que en figura de un dragón infernal quería espantarla y estorbar su oración. Ocho días antes de su muerte vio cómo los santos ángeles llevaban al cielo el ánima de su dulcísima hermana Magdalena, y a la hora de su dichoso tránsito se apareció a nuestra santa Jesucristo, nuestro Redentor, y le dijo: «Ven, huéspeda mía muy querida, que como tú me recibiste en tu casa, así yo te recibiré en mi reino».

Reflexión: Muy bien pagó nuestro Señor Jesucristo los buenos servicios que recibió de su devotísima huéspeda santa Marta; la instruyó en las cosas del Reino de Dios, resucitó a su hermano Lázaro, la hizo una grande santa, la amparó en los peligros del mar, la llenó de celo apostólico, la hizo fundadora del primer colegio de santas vírgenes, y la recibió, llena de méritos, en el palacio de su gloria. Y nosotros ¿a qué pensamos servir sino a Jesucristo, porque los que sirven al mundo no sacan otra recompensa que funestos desengaños en la vida, angustias en la muerte y tormentos en la eternidad?

Oración: Oh Dios, salud y vida nuestra, dígnate oír nuestras súplicas, para que así como la fiesta de tu bienaventurada virgen santa Marta nos llena de espiritual alegría, así también nos alcance una piadosa devoción. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

viernes, 27 de julio de 2018

28 de julio. Los santos Nazario y Celso, mártires. — (t 68.) Flos Sanctorvm Santoral



El apostólico predicador y mártir de Cristo, san Nazario, nació en Roma y fué hijo de un caballero africano y de una señora romana celebrada en 'la Iglesia con el nombre de santa Gaudencia. Recibió el bautismo de manos de san Lino, coadjutor a la sazón del príncipe de los apóstoles san Pedro. Por inspiración del Señor determinó salir de Roma para predicar a Jesucristo; y socorrer con sus limosnas a los pobres necesitados, juntando en uno la misericordia espiritual y corporal, vino a Placencia, y de allí a Milán donde fué preso por mandato del presidente Anolino; el cual queriendo persuadirle que adorase a sus falsos dioses y no habiéndolo podido acabar con él, mandó darle en su venerable rostro muchas bofetadas y echarle de la ciudad. Tuvo el santo esta afrenta por grande honra, por haberla pedecido por Cristo; y pasó a Francia derramando por todas partes las semillas del Evangelio. En una población de aquel reino, llamada Melia una mujer principal por nombre Maríonila le trajo un niño llamado Celso, para que le instruyese y le bautizase. Hizole así el santo, y viendo que resplandecía mucho en el jovencito la gracia del Señor, se lo pidió a su madre por inseparable compañero de su vida apostólica; y ella, aunque era viuda, hizo aquel sacrificio, y encomendó el hijo a san Nazario, el cual le trajo siempre consigo y padeció con él muchos trabajos. Obraron en la ciudad de Tréveris muchos milagros con que ganaron innumerables almas a Jesucristo; mas arrestados los dos y puestos en la cárcel, fueron condenados a muerte, y para ello los arrojaron en la confluencia de dos ríos Sarra y Mosela; pero al tiempo que los ministros del tirano pensaban que los dos santos habían ido al fondo, los vieron andar sobre las aguas, con grande admiración, y movidos de este prodigio los veneraron y tomaron por maestros, recibiendo de su mano la fe y el bautismo. Con esto, viéndose libres, volvieron a predicar por las ciudades de Italia, y vinieron a parar a Milán, donde fueron presos del mismo presidente Anolino, el cual habiéndolo primero consultado con y el emperador Nerón (por ser Nazario ciudadano romano y hombre principal) los mandó conducir a la plaza mayor de la ciudad, donde fueron juntamente degollados, siendo aquella su preciosa sangre fecundísima semilla de gran número de fieles y mártires que dio al cielo aquella bendita tierra.

Reflexión: Trescientos años después del martirio de estos gloriosos santos Nazario y Celso, fué revelado a san Ambrosio (como él mismo lo escribe) el lugar donde estaban sus sagrados cuerpos: y pasando a él acompañado de su clero, halló el cadáver' de san Nazario tan entero como si lo hubieran sepultado aquel mismo día: y junto a él una ampollita de sangre tan fresca y roja como si acabara de derramarse. La cabeza del santo estaba cortada y separada del cuerpo, pero tan entera que parecía estar viva. Añade el diácono Paulino, testigo presencial de este suceso, que el sepulcro exhalaba un olor suavísimo, y más agradable que todos los aromas. En otra parte de la misma huerta hallaron luego el cuerpo de san Celso, el cual juntamente con el de san Nazario fué trasladado a la iglesia de los Apóstoles. De este entonces acá no ha menguado un punto la devoción de los milaneses a los santos Nazario y Celso, cuya piedad todos hemos también de imitar, ya que nuestro Señor ha querido ilustrar a estos santos con tantas maravillas, y hacerlos tan gloriosos en la santa Iglesia.

Oración: Rogámoste, Señor, que fortalezca nuestra fe la santa confesión de los bienaventurados mártires Nazario y Celso, para que consigamos de tu bondad el auxilio de tu gracia que sustente nuestra flaqueza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

jueves, 26 de julio de 2018

27 de julio. San Pantaleon, médico y mártir. — (t 305.) Flos Sanctorvm Santoral



El médico, taumaturgo y mártir de Cristo san Pantaleon, nació en Nicomedia de Bitinia, y fué hijo de Eustorquio, hombre rico y noble, aunque gentil, y de Ebula, señora cristiana, la cual murió de-' jando a Pantaleon muy niño. Púsole el padre a los estudios de retórica y filosofía, y después a los de la medicina, en la cual salió nuestro santo muy aventajado. Estaba a esta sazón escondido en una pequeña casa por temor de la persecución, un venerable sacerdote de vida santísima, llamado Hermolao, el cual trabó amistad con Pantaleon y poco a poco le vino a persuadir que el autor de la vida y señor de la salud temporal y eterna era Jesucristo: y como un día viese Pantaleon un niño muerto, y junto a él una víbora que parecía decir que ella había cometido aquel homicidio, movido del Señor dijo entre sí: «Ahora veré yo si es vendad lo que Hermolas me dice». Y liegándose al niño, dijóle: «Levántate vivo en el nombre de Jesucristo, y tú, bestia ponzoñosa, padece el mal que le has hecho». Luego el niño se levantó con vida y la víbora quedó muerta: y visto este milagro se fué a Hermolao y le pidió el bautismo. De allí a pocos días entró en casa de Pantaleon ya cristiano, un hombre ciego, y poniéndole el santo las manos sobre los ojos, invocando el nombre de Jesucristo, luego le restituyó la vista, y con ella le dio juntamente la luz del alma, persuadiéndole que se hiciese cristiano. Presenció este prodigio el padre de Pantaleon, y luego quiso también bautizarlos. De aquí se comenzó a divulgar la fama del santo médico; y por las muchas enfermedades incurables que sanaba en el nombre del Señor, teníanle grande envidia los otros médicos y le acusaron delante del emperador Maximiano que estaba a la sazón en Nicomedia. Confesó claramente Pantaleon que era cristiano, y concertaron que trajesen un enfermo del todo desahuciado de los médicos y de sus sacerdotes, con la invocación de cualquiera de sus dioses, le procurasen dar la salud, y que él también invocaría a Jesucristo, y que el que le sanase fuese tenido por verdadero Dios. Hízose así: trajeron un paralítico de muchos años: los sacerdotes de los ídolos hicieron sus diligencias y todas fueron en vano. Y Pantaleon tomando por la mano al paralítico, le dijo: «Levántate sano en nombre de Jesucristo, Hijo de Dios vivo». Y el enfermo se levantó sano, haciendo gracias a Dios; y muchos de los circunstantes se convirtieron a la fe. Mas como los sacerdotes de los ídolos persuadiesen al emperador que Pantaleon era un gran mago y enemigo de los dioses, el tirano ejercitó en él diversos suplicios, el potro, las uñas de hierro, el plomo derretido, las fieras y la espada; de todos los cuales salió el santo milagrosamente ileso; hasta que animando él mismo al verdugo que había de cortarle la cabeza, en la segunda herida, entregó su espíritu al Criador.

Reflexión: Este glorioso santo no solamente fué portentoso en su vida y en su martirio, más lo es también perpetuamente después de su muerte; porque en la ciudad de Ravello, en el reino de Napóles, se conserva en la iglesia catedral una redoma de su sangre, y cada año en el día de su martirio se derrite y descuaja, estando el resto del tiempo cuajada y dura, y la sacan aquel día en procesión. Semejante prodigio hace el Señor con la sangre de este mismo santo que se conserva también en una ampollita de cristal en la iglesia de las Agustinas del real convento de la Encarnación de Madrid.

Oración: Suplicámoste, oh Dios omnipotente, nos concedas por la intercesión de tu bienaventurado mártir Pantaleon, que seamos libres de todas las calamidades del cuerpo y de todos los malos pensamientos del alma. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

miércoles, 25 de julio de 2018

26 de julio. Santa Ana, madre de la Madre de Dios. — Flos Sanctorvm Santoral



Santa Ana, dichosa madre de nuestra Señora la Virgen santísima, fué natural de Belén e hija de Matan y de Emerenciana, y esposa del glorioso Joaquín, galileo, de la ciudad de Nazaret. Eran los santos esposos Joaquín y Ana de la tribu de Judá y del real linaje de David; y ejercitábanse continuamente en la guarda de la ley de Dios. Dícese que dividían la renta que cada año cobraban de su hacienda, en tres partes, de las cuales la una gastaban en su casa y familia, la otra en el templo y sus ministros, y la tercera empleaban en socorrer las necesidades de los pobres. Vivían muy afligidos estos santos casados por haberlo sido veinte años sin tener fruto de bendición, por lo cual andaban como avergonzados y corridos, por considerarse entre los hebreos la esterilidad como nota de ignominia. Llevaba Ana en paciencia esta prueba de su acrisolada virtud, con gran rendimiento a la voluntad del Señor; mas no por eso dejaba de mirar con santa envidia a aquellas^ dichosas mujeres que algún día habían de tener afinidad y parentesco con el deseado Mesías. Y como se acordase de que la madre de Samuel, llamada también Ana, por haber clamado al Señor, alcanzó el hijo que deseaba, animada santa Ana con este ejemplo, suplicó con gran fervor al Señor se compadeciese- de su sierva, prometiendo que si le hacía merced de concederle algún fruto, se lo consagraría luego v lo destinaría, al templo para su santo servicio. Oyó el Señor benignamente las súplicas humildes de Ana, y es piadosa creencia que le reveló que sería madre de una hija, a quien pondría por nombre María, la cual sería llena del Espíritu Santo, y más dichosa que Sara, Raquel, Judit y Ester; porque sería bendita entre todas las mujeres y la llamarían bienaventurada todas las generaciones. Esta fué la soberana recompensa con que el Señor glorificó a santa Ana y a su bienaventurado esposo san Joaquín, haciéndolos padres de la Madre de Dios hecho hombre. Después de haber criado con gran cuidado a la santísima niña, y llegado el tiempo de cumplir su voto, la llevaron al templo de Jerusalén, donde fué recibida con mucho gozo entre las otras vírgenes y santas viudas que allí moraban en unas habitaciones vecinas al templo, y se ocupaban en sus labores, oraciones y demás .oficios ordenados al servicio de Dios. No pudieron Joaquín y Ana ausentarse de su hija tan querida, y se vinieron a vivir en Jerusalén en una casa que no estaba lejos del templo, gozando de la conversación de su hija hasta que el Señor los llevó para sí: muriendo san Joaquín a la edad de ochenta años, y Ana a los setenta y nueve.

Reflexión: Los gloriosos padres de la santísima Virgen fueron venerados en Oriente desde los primeros siglos de la Iglesia, y luego se extendió su devoción a los fieles del Occidente, los cuales levantaron en honra suya muchos templos y santuarios. Seamos pues devotos de santa Ana, que ella es la gloriosa abuela de Jesucristo Hijo de Dios y la madre de la Virgen Madre de Dios. Mucho desea y estima el divino nieto y la hija de santa Ana que la honremos por tan excelsa dignidad, y es bien loable la costumbre de algunas piadosas señoras que en el día de santa Ana visten alguna pobre doncella, y nunca salen sin recompensa las oraciones y obsequios que se hacen a la madre de la Tesorera de todas las gracias.

Oración: Oh Dios, que te dignaste otorgar a la bienaventurada santa Ana la gracia de que fuese madre de la Madre de tu unigénito Hijo; concédenos por tu bondad que los que celebramos su fiesta, merezcamos alcanzar su poderoso patrocinio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

martes, 24 de julio de 2018

25 de julio. Santiago el Mayor, apóstol. — (t 44 de J. C.) Flos Sanctorvm Santoral



El protomártir de los apóstoles, Santiago el Mayor, luz y patrón de las Españas, fué natural de Galilea, hijo de Zabedeo y de María Salomé,-hermano mayor de san Juan evangelista, y primo de Jesucristo según la carne. Fueron ambos hermanos pescadores y andando el Señor a la ribera del mar de Galilea, violes en un navio con su padre Zebedeo, remendando las redes, y los llamó, y ellos dejando al punto las redes y a su padre, le siguieron. Mudóles después el Señor el nombre y por su ardoroso celo los llamó Boanerges que quiere decir hijos del trueno, y después de san Pedro, a quien mudó también el nombre, fueron estos dos hermanos los discípulos favorecidos del Salvador. Porque los llevó consigo cuando fué a resucitar a la hija del príncipe de la sinagoga; quiso que fuesen testigos de su transfiguración en el Tabor, y de su mortal tristeza en el huerto de Getsemaní, y después de su resurrección hizo que se hallasen presentes a casi todas sus frecuentes apariciones. Refiere el evangelista san Lucas que viendo los dos hermanos Santiago y Juan que los samaritános no querían hospedar al Señor, le dijeron: ¿Quieres que hagamos bajar fuego del cielo que abrase esta gente? Mas Jesús les respondió: No sabéis de qué espíritu sois; dándoles a entender que El no había venido a dar la muerte a los pecadores, sino a morir por ellos para darles la vida eterna. En otra ocasión la madre de estos dos hermanos se atrevió a pedirle que en su reino hiciese que el uno de ellos se sentase a su diestra y el otro a la siniestra; mas el Señor les dijo:

No sabéis lo que pedís; porque pedían dignidad temporal. Preguntóles si podrían beber el cáliz que El mismo había de beber; y como respondiesen animosos que sí, el Señor les profetizó que en efecto lo beberían, y padecerían el martirio por su amor. Después de la Ascensión de Jesucristo predicó Santiago en Jerusalén y en Samaría; y habiendo los judíos apedreado y muerto a san Esteban, y levantándose aquella grande tempestad en Jerusalén contra la Iglesia, el santo apóstol vino a España y convirtió algunos hombres a la fe, de los cuales siete fueron ordenados de obispos por san Pedro, y pasaron a España. Llegado Santiago a Zaragoza, salió una noche con sus discípulos a la ribera del Ebro para orar, y la Reina de los ángeles, que aún vivía, se le apareció sobre una columna o pilar de jaspe, y le dijo: «En este mismo lugar labrarás una iglesia de mi nombre, porque desde ahora tomo esta nación debajo de mi amparo. Volvió después el santo apóstol a Jerusalén donde los judíos le echaron una soga a la garganta y acudiendo los soldados le prendieron y llevaron delante del rey Herodes, el cual por dar contento al pueblo le mandó degollar.

Reflexión: Grandes han sido las mercedes que Dios nuestro Señor ha hecho a los reinos de España por medio de este gloriosísimo apóstol; porque de él recibieron la luz de la fe, y el primer templo labrado a la Madre de Dios, y la celestial protección contra los moros, hasta capitanear el mismo santo apóstol nuestros ejércitos, montado sobre un caballo blanco, y con un grande estandarte blanco en la mano, como se vio en la famosa batalla de Clavijo, por lo cual la señal de acometer los soldados españoles y cerrar con el enemigo, comenzó a ser la señal de la cruz y decir: «¡Santiago, y cierra España!» Invoquémosle pues al rogar por nuestra patria, para que la libre de sus actuales enemigos.

Oración: Santifica, Señor, y guarda a tu pueblo, para que amparado de la protección del bienaventurado apóstol Santiago, te agrade con sus virtuosas costumbres y te sirva en paz. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.