sábado, 31 de diciembre de 2016

Día 1 de Enero: LA CIRCUNCISIÓN DEL SEÑOR. de la Catena áurea de Santo Tomás

Lucas II. 21 Llegado el día octavo, en que debía ser circuncidado el Niño, le fue puesto por nombre Jesús, nombre que le puso el ángel antes que fuese concebido. (v. 21) Beda, in hom, Circumcis. Dom Una vez expuesta la natividad del Señor, el evangelista continúa diciendo: "Llegado el día octavo, en que debía ser circuncidado el Niño". 


San Ambrosio ¿Qué niño sino Aquel de quien se ha dicho por Isaías ( Is 9,6): "Ahora que ha nacido un niño para nosotros, y se nos ha dado un hijo?" "Porque se sujetó a la ley para redimir a los que estaban debajo de la ley" ( Gál 4,4-5.). San Epifanio, adversus haereses, 30 Los sectarios de Ebión y Cerinto dicen: Bástale al discípulo el ser como su maestro. Si, pues, se circuncidó Jesucristo, también tú debes circuncidarte. Pero se engañan destruyendo sus propios principios porque, si Ebión confesase que Cristo, Dios, bajando del cielo fue circuncidado al octavo día, entonces haría un argumento en favor de la circuncisión, pero como asegura que Jesucristo no es más que hombre, un niño no puede ser causa de que se lo circuncide, como no son los niños autores de su circuncisión. Nosotros confesamos que fue el mismo Dios quien bajó del cielo, y que en el seno de la Virgen permaneció el tiempo necesario para que se formase la carne de su humanidad, en la cual fue circuncidado real y no aparentemente el día octavo. Pero habiendo llegado las figuras a su efecto espiritual ni El, ni sus discípulos deben ya propagar las figuras, sino la verdad. 

Orígenes, in Lucam, 14 Así como hemos muerto con El en su muerte, y hemos resucitado en su resurrección, así también hemos sido circuncidados con El; por lo cual de ninguna manera necesitamos ahora de la circuncisión carnal. 

San Epifanio, adversus haereses, 30 Jesucristo se circuncidó por muchos motivos. En primer lugar para demostrar la verdad de su carne contra Maniqueo y los que dicen que no había venido sino aparentemente. Después, para hacer ver que su cuerpo no era consustancial de ningún modo a la divinidad, como dice Apolinar, y que no lo había traído del cielo, según afirma Valentino. Y, por último, a fin de confirmar la circuncisión que había instituido en otro tiempo para preparar su venida, como asimismo para que no quede ninguna excusa a los judíos. Porque si Jesucristo no hubiera sido circuncidado, objetarían que no podían recibirlo por estar incircunciso. 

Beda, in hom, Circumcis. Dom También para recomendarnos con su ejemplo la virtud de la obediencia y favorecer con su compasión a los que, viviendo bajo la ley, no habían podido llevar su yugo, para que el que había venido revestido de una carne semejante a la del pecado, no rechazase el remedio con el cual se acostumbraba purificar la carne de pecado. Porque la circuncisión prescrita en la ley obraba entonces la misma cura saludable contra la llaga del pecado original, que ahora el bautismo después de la gracia revelada, con la diferencia de que no se podía entrar en el reino de los cielos, sino solamente hallar después de la muerte el consuelo del descanso de la paz celestial en el seno de Abraham y esperar con dulce esperanza la entrada en la gloria. 

San Atanasio, in serm. super Omnia mihi tradita sunt No expresaba, pues, otra cosa la circuncisión, sino el despojo de la antigua generación, por lo cual se cortaba una parte del cuerpo, que es en la que existe la causa del nacimiento corporal. Esto se hacía en aquel tiempo en señal del bautismo, que había de establecer Jesucristo. Mas luego que vino la realidad, cesó la figura, puesto que en donde quedó destruido lo antiguo por medio del bautismo, era superfluo lo que antes representaba la sección de una parte del cuerpo. 

San Cirilo. Se acostumbraba celebrar la circuncisión de la carne en el octavo día del nacimiento. También Jesucristo resucitó de entre los muertos el día octavo, y nos insinuó la circuncisión espiritual, diciéndonos: "Id y enseñad a todas las gentes bautizándolas" ( Mt 28,19). 

Beda En su resurrección también fue figurada nuestra doble resurrección, la de la carne y la del espíritu, porque Jesucristo circuncidado enseñó a nuestra naturaleza que debe purificarse ahora por sí misma de la mancha de sus vicios, y que en el último día será restaurada de la corrupción de la muerte. Y así como el Señor resucitó dentro del octavo día, esto es, después del séptimo, que es el sábado, así también después de las siete edades de este mundo y después de la séptima, que es el sábado de las almas, y que ahora se pasa esperando en la otra vida, habremos de resucitar como en la octava edad. 

Cirilo Según el precepto de la ley, en el mismo día recibió la imposición de un nombre, conforme a estas palabras: "Le fue puesto por nombre Jesús", que quiere decir Salvador, porque fue dado a luz para salvación de todo el mundo, como se figuró en su circuncisión, según lo que dice el Apóstol ( Col 2,11): "Habéis sido circuncidados con una circuncisión no operada por la mano del hombre con el despojo de la carne del cuerpo, sino con la circuncisión de Jesucristo" 

Beda, in hom, Circumcis. Dom Sucedió que se le impuso el nombre en el mismo día de su circuncisión, a imitación de lo que se observaba antiguamente. Así Abraham, que fue el primero que recibió el sacramento de la circuncisión, mereció ser bendito con la amplificación de su nombre en el día que lo recibió ( Gén 17.). 

Orígenes, in Lucam, 14 Porque el nombre de Jesús es glorioso y muy digno de toda veneración, nombre que es superior a todos los nombres y que no debía ser pronunciado antes ni ser introducido por los hombres en el mundo. Y por esto dice el evangelista de un modo significativo: "Nombre que le puso el Angel", etc. 

Beda Sus escogidos también se alegran de participar de este nombre en su circuncisión espiritual, porque así como cristianos viene de Cristo, así salvados viene de Salvador, cuyo nombre les ha sido concedido por el Señor, no sólo antes de ser concebidos en el seno de la Iglesia por la fe, sino aun antes de todos los siglos.

Catena áurea de Santo Tomás.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

TODAVÍA NO HABLAN Y YA CONFIESAN A CRISTO.

«Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven» (Mt 2,18).


Nace un niño pequeño, un gran Rey. Los magos son atraídos desde lejos; vienen para adorar al que todavía yace en el pesebre, pero que reina al mismo tiempo en el cielo y en la tierra. Cuando los magos le anuncian que ha nacido un Rey, Herodes se turba, y, para no perder su reino, lo quiere matar; si hubiera creído en él, estaría seguro aquí en la tierra y reinaría sin fin en la otra vida.

¿Qué temes, Herodes, al oír que ha nacido un Rey? Él no ha venido para expulsarte a ti, sino para vencer al Maligno. Pero tú no entiendes estas cosas, y por ello te turbas y te ensañas, y, para que no escape el que buscas, te muestras cruel, dando muerte a tantos niños.

Ni el dolor de las madres que gimen, ni el lamento de los padres por la muerte de sus hijos, ni los quejidos y los gemidos de los niños te hacen desistir de tu propósito. Matas el cuerpo de los niños, porque el temor te ha matado a ti el corazón. Crees que, si consigues tu propósito, podrás vivir mucho tiempo, cuando precisamente quieres matar a la misma Vida.

Pero aquél, fuente de la gracia, pequeño y grande, que yace en el pesebre, aterroriza tu trono; actúa por medio de ti, que ignoras sus designios, y libera las almas de la cautividad del demonio. Ha contado a los hijos de los enemigos en el número de los adoptivos.

Los niños, sin saberlo, mueren por Cristo; los padres hacen duelo por los mártires que mueren. Cristo ha hecho dignos testigos suyos a los que todavía no podían hablar. He aquí de qué manera reina el que ha venido para reinar. He aquí que el liberador concede la libertad, y el salvador la salvación.

Pero tú, Herodes, ignorándolo, te turbas y te ensañas y, mientras te encarnizas con un niño, lo estás enalteciendo y lo ignoras.

¡Oh gran don de la gracia! ¿De quién son los merecimientos para que así triunfen los niños? Todavía no hablan, y ya confiesan a Cristo. Todavía no pueden entablar batalla valiéndose de sus propios miembros, y ya consiguen la palma de la victoria.

Sermón 2 sobre el Símbolo: PL 40, 655 (Liturgia de las Horas).
San Quodvultdeus, obispo
Padre de la Iglesia del siglo V.


¿QUIÉN FUE SAN QUODVULTDEUS?

Quodvultdeus fue obispo de Cartago (norte de África). Discípulo de San Agustín. Fue exiliado con sus sacerdotes de Cartago cuando los vándalos arrianos capturaron la ciudad en 439. Continuó su ministerio en Nápoles y luchó contra el pelagianismo. Murió en Nápoles, no pudiendo regresar al África por causa de los arrianos.

lunes, 26 de diciembre de 2016

LECCIÓN DE NAVIDAD (Homilía leída en el concilio de Efeso).

Ni los profetas, que habían sido vencidos; ni los doctores, que nada habían adelantado; ni la Ley, que carecía de la fuerza suficiente; ni los frustrados intentos de los ángeles; ni la voluntad de los hombres, reacia a practicar lo que es bueno...: para levantar la naturaleza caída, hubo de venir su mismo Creador.

Y vino, no con la manifestación externa de su condición divina: precedido de un gran clamor, con el ensordecedor estruendo del trueno, rodeado de nubes y mostrando un fuego terrible; ni con sonido de trompetas, como antiguamente se había aparecido a los judíos, infundiéndoles terror (...); tampoco usó de insignias imperiales, ni se presentó con una corte de arcángeles: no deseaba atemorizar al desertor de sus leyes.

El Señor de todas las cosas apareció en forma de siervo, revestido de pobreza para que la presa no se le escapase espantada. Nació en una ciudad que no era ilustre en el Imperio, escogió una obscura aldea para ver la luz, fue alumbrado por una humilde virgen, asumiendo la indigencia más absoluta, para lograr, en silencio, al modo de un cazador, apresar a los hombres y así salvarles.


Si hubiese nacido con esplendor y rodeado de grandes riquezas, los incrédulos hubieran atribuido a esa abundancia la transformación de la tierra. Si hubiese escogido la gran ciudad de Roma, entonces la más poderosa, de nuevo habrían creído que la potencia de la Urbe fue la que cambió el mundo. Si hubiese sido hijo del emperador, habrían atribuido el bien conseguido a la nobleza y poder de esa cuna. Si fuese hijo de un gran hombre de leyes, lo hubiesen achacado a la sabiduría de sus prescripciones.

¿Qué es lo que hizo en cambio? Escogió todo lo que es pobre y sin valor alguno, lo más modesto e insignificante, para que fuese evidente que sólo la Divinidad ha transformado el mundo. Precisamente por eso, eligió una madre pobre, una patria todavía más pobre, y Él mismo se hizo pobrísimo.

No existiendo un lecho donde se le reclinase, el Señor fue colocado en un comedero de animales, y la carencia de las cosas más indispensables se convirtió en la prueba más verosímil de las antiguas profecías. Fue puesto en un pesebre para indicar expresamente que venía para ser alimento, ofrecido a todos, sin excepción. El Verbo, el Hijo de Dios, al vivir en pobreza y yacer en ese lugar, atrajo hacia Sí a los ricos y a los pobres, a los sabios y a los ignorantes (...).

A través de su Humanidad, el Verbo de Dios se muestra así para que a todas las criaturas, racionales e irracionales, se les abriese la posibilidad de participar en el alimento de salvación. Y pienso que a esto aludía Isaías cuando hablaba del misterio del pesebre: conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento (Is 1:3) (...).

Se nos pone aún más de manifiesto por qué quien siendo rico en razón de su divinidad, se hizo pobre por nosotros, para hacer más fácilmente asequible a todos su salvación. A esto se refirió también San Pablo cuando dijo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros fueseis ricos por su pobreza (2 Cor 8:9). (...).

Pero, ¿quién era aquel rico al que se refiere el Apóstol? ¿y en qué estribaba su riqueza? Decidme, ¿quién siendo rico, se hizo pobre en consideración a mi miseria? Que nos respondan quienes desgajan de Dios, del Verbo, su Humanidad; disociando lo que está unido, con el pretexto de las dos naturalezas (...). Ese rico, ¿no es, por ventura, Aquél que se mostró como hombre, y a quien tú separas de la divinidad? Si sólo Dios puede enriquecer a la criatura, entonces fue el mismo Dios quien se hizo pobre, asumiendo la penuria de la criatura humana, a través de la cual se manifestaba: rico en su divinidad, se hizo menesteroso al asumir nuestra humanidad.

(Homilía I en la Navidad del Señor).
TEODOTO DE ANCIRA. Siglo V 
Teólogo y Obispo de Ancira.


¿QUIÉN FUE TEODOTO DE ANCIRA?

Teodoto fue obispo de Ancira, una población situada en Galacia, en el Asia Menor. Amigo personal de Nestorio, fue, sin embargo, uno de sus principales adversarios, cuando el Concilio de Efeso del año 431 condenó las doctrinas de aquél como heréticas. Nestorio afirmaba la existencia de dos personas en Jesucristo, negando el título de Madre de Dios a la Virgen Maria. 


Teodoto alcanzó un gran prestigio como teólogo y defensor de la ortodoxia; junto a San Cirilo de Alejandra, representó un papel de primer orden en la confutación de los errores nestorianos.

Adentrándose en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, expuso con claridad y defendió con firmeza la verdad de la existencia de dos naturalezas en la única persona de Cristo y exaltó de modo especial la maternidad divina de Santa Maria, junto a su perpetua virginidad. Su muerte tuvo lugar en torno al año 446. 

Entre sus obras merecen especial mención las dos homilías sobre el nacimiento del Señor. Pronunciadas en Ancira, fueron leídas en el Concilio de Efeso e introducidas en sus Actas. 






domingo, 25 de diciembre de 2016

NACIMIENTO VIRGINAL DE CRISTO

Dios todopoderoso y clemente, cuya naturaleza es bondad, cuya voluntad es poder, cuya acción es misericordia, desde el instante en que la malignidad del diablo nos hubo emponzoñado con el veneno mortal de su envidia, señala los remedios con que su piedad se proponía socorrer a los mortales. Esto lo hizo ya desde el principio del mundo, cuando declaró a la serpiente que de la Mujer nacería un Hijo lleno de fortaleza para quebrantar su cabeza altanera y maliciosa (cfr. Gn 3:15); es decir, Cristo, el cual tomaría nuestra carne, siendo a la vez Dios y hombre; y, naciendo de una virgen, condenaría con su nacimiento a aquél por quien el género humano había sido manchado.


Después de haber engañado al hombre con su astucia, regocijábase el diablo viéndole desposeído de los dones celestiales, despojado del privilegio de la inmortalidad y gimiendo bajo el peso de una terrible sentencia de muerte. Alegrábase por haber hallado algún consuelo en sus males en la compañía del prevaricador y por haber motivado que Dios, después de crear al hombre en un estado tan honorífico, hubiese cambiado sus disposiciones acerca de él para satisfacer las exigencias de una justa severidad. Ha sido, pues, necesario, amadísimos, el plan de un profundo designio para que un Dios que no se muda, cuya voluntad por otra parte no puede dejar de ser buena, cumpliese — mediante un misterio aún más profundo — la primera disposición de su bondad, de manera que el hombre, arrastrado hacia el mal por la astucia y malicia del demonio, no pereciese, subvirtiendo el plan divino.

Al llegar, pues, amadísimos, los tiempos señalados para la redención del hombre, Nuestro Señor Jesucristo bajó hasta nosotros desde lo alto de su sede celestial. Sin dejar la gloria del Padre, vino al mundo según un modo nuevo, por un nuevo nacimiento. Modo nuevo, ya que, invisible por naturaleza, se hizo visible en nuestra naturaleza; incomprensible, ha querido hacerse comprensible; el que fue antes del tiempo, ha comenzado a ser en el tiempo; señor del universo, ha tomado la condición de siervo, velando el resplandor de la majestad (cfr. Fil 2:7); Dios impasible, no ha desdeñado ser hombre pasible; inmortal, se somete a la ley de la muerte.


Ha nacido según un nuevo nacimiento, concebido por una virgen, dado a luz por una virgen, sin que atentase a la integridad de la madre. Tal origen convenía, en efecto, al que sería salvador de los hombres (...). Pues el Padre de este Dios que nace en la carne es Dios, como lo testifica el arcángel a la Bienaventurada Virgen María: el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, porque el Hijo que nacerá de ti será santo, y será llamado Hijo de Dios (Lc 1:35).


Origen dispar, pero naturaleza común. Que una virgen conciba, que una virgen dé a luz y permanezca virgen, es humanamente inhabitual y desacostumbrado, pero revela el poder divino. No pensemos aquí en la condición de la que da a luz, sino en la libre decisión del que nace, naciendo como quería y podía. ¿Quieres tener razón de su origen? Confiesa que es divino su poder. El Señor Cristo Jesús ha venido, en efecto, para quitar nuestra corrupción, no para ser su víctima; no a sucumbir en nuestros vicios, sino a curarlos. Por eso determinó nacer según un modo nuevo, pues llevaba a nuestros cuerpos humanos la gracia nueva de una pureza sin mancilla. Determinó, en efecto, que la integridad del Hijo salvaguardase la virginidad sin par de su Madre, y que el poder del divino Espíritu derramado en Ella (cfr. Lc 1:35) mantuviese intacto ese claustro de la castidad y esta morada de la santidad en la cual Él se complacía, pues había determinado levantar lo que estaba caído, restaurar lo que se hallaba deteriorado y dotar del poder de una fuerza multiplicada para dominar las seducciones de la carne, para que la virginidad — incompatible en los otros con la transmisión de la vida — viniese a ser en los otros también imitable gracias a un nuevo nacimiento.

Mas esto mismo, amadísimos, de que el Señor haya escogido nacer de una virgen, ¿no aparece dictado por una razón muy profunda? Es a saber, que el diablo ignorase que había nacido la salvación para el género humano; que ignorando su concepción por obra del Espíritu Santo, creyese que no había nacido de modo diferente de los otros hombres. Efectivamente, viendo a Cristo en una naturaleza idéntica a la de todos, pensaba que tenía también un origen semejante a todos; no conoció que estaba libre de los lazos del pecado Aquél a quien veía sujeto a la debilidad de la muerte. Pues Dios, que en su justicia y en su misericordia tenía muchos medios para levantar al género humano (cfr. Sal 85:15), ha preferido escoger principalmente el camino que le permitía destruir la obra del diablo no con una intervención poderosa, sino con una razón de equidad.

(...) Alabad, pues, amadísimos, a Dios en todas sus obras (cfr. Sab 39:19) y en todos sus juicios. Ninguna duda oscurezca vuestra fe en la integridad de la Virgen y en su parto virginal. Honrad con una obediencia santa y sincera el misterio sagrado y divino de la restauración del género humano. Abrazaos a Cristo, que nace en nuestra carne, para que merezcáis ver reinando en su majestad a este mismo Dios de gloria, que con el Padre y el Espíritu Santo permanece en la unidad de la divinidad por los siglos de los siglos. Amén.


(Homilía 2 sobre la Navidad del Señor, 1-3, 6). 
San León Magno. Papa y Doctor de la Iglesia.