lunes, 17 de abril de 2017

MARTES DE PASCUA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO. — La misma victoria se renovó en estos días, cuando el Señor, a la hora en que las tinieblas luchaban todavía con los primeros rayos del sol, pasó a través de la piedra sellada del sepulcro, a través de sus guardias, hiriendo de muerte al pueblo primogénito, que no había querido "reconocer el tiempo de su visita." (San Lucas, XIX, 44.) La sinagoga había heredado la dureza del corazón de Faraón; quería retener cautivo a aquel de quien el profeta había dicho que sería "libre entre los muertos". (Sal., LXXXVII, 6.) Entonces se dejan oír los gritos de una rabia impotente en los consejos de Jerusalén; pero el Señor es justo y Jesús se ha libertado a sí mismo. 
LA LIBERACIÓN DEL GÉNERO HUMANO. — Y el género humano, que Satanás hollaba debajo de sus pies, ¡cuán dichoso se ha sentido por el paso del Señor! Este generoso triunfador no quiso salir solo de su prisión; nos había adoptado a todos como hermanos y nos condujo a todos a la luz con él. Todos los primogénitos de Satanás son abatidos; toda la fuerza del infierno es quebrantada. Todavía un poco de tiempo y los altares de los falsos dioses serán derribados por doquier; un poco de tiempo más y el hombre, regenerado por la predicación evangélica, reconocerá a su creador y abjurará de los ídolos. Porque "hoy es la Pascua, es decir, el Paso del Señor". 

MISA
 
El Introito, sacado del libro del Eclesiástico, celebra la divina sabiduría de Pablo, que es como fuente siempre pura donde los cristianos van a beber, y cuya agua saludable les da la salud del alma y los prepara para la inmortalidad. 

INTROITO
 
Les dió a beber el agua de la sabiduría, aleluya: ésta se fijará en ellos, y no se apartará, aleluya: y los ensalzará para siempre, aleluya, aleluya. — Salmo: Alabad al Señor e invocad su nombre: anunciad entre las gentes sus obras. V. Gloria al Padre. 

La Iglesia glorifica a Dios en la Colecta, porque se digna hacerla fecunda cada año y darla los goces maternales en medio de las alegrías de la Pascua; a continuación implora para sus nuevos hijos la gracia de permanecer siempre conformes a su Maestro resucitado.

COLECTA
 
Oh Dios, que multiplicas tu Iglesia con una prole siempre nueva: haz que tus siervos conserven en su vida el sacramento que han recibido con fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. 

EPÍSTOLA

Lección de los Actos de los Apóstoles (XIII, 16. 26-33).
En aquellos días, levantándose Pablo, e imponiendo silencio con la mano, dijo: Varones hermanos, hijos de la raza de Abraham, y los que temen a Dios entre vosotros, a; vosotros se os envía este mensaje de salud. Porque los que habitaban en Jerusalén, y sus príncipes, desconociendo a Jesús, y las voces de los Profetas, que se leen todos los sábados, juzgándole, las cumplieron y, no encontrando en él ninguna causa de muerte, pidieron a Pilatos autorización para matarle. Y, habiendo cumplido todo lo escrito acerca de él, bajándole del madero, le pusieron en un sepulcro. Pero Dios le resucitó de entre los muertos al tercer día: y fué visto durante muchos días, por los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los cuales son hasta hoy día sus testigos ante el pueblo. También nosotros os anunciamos la promesa hecha a nuestros padres: porque Dios la cumplió en nuestros hijos, resucitando a Nuestro Señor Jesucristo. 

LA FE EN LA RESURRECCIÓN. — Este discurso que el gran Apóstol pronunció en Antioquía de Pisidia, en la Sinagoga de los judíos, nos muestra que el Doctor de los Gentiles seguía en sus enseñanzas el mismo método que el Príncipe de los Apóstoles. El punto capital de su predicación era la Resurrección de Jesucristo: verdad fundamental, hecho supremo, que garantiza toda la misión del Hijo de Dios sobre la tierra. No basta creer en Jesucristo crucificado, si no se cree en Jesucristo resucitado; en este último dogma es donde está contenida toda la fuerza del cristianismo, así como sobre este hecho, el más incontestable de todos, descansa la certeza completa de nuestra fe. Así pues, ningún acontecimiento realizado aquí abajo puede compararse con aquel cuanto a la impresión que ha producido. Ved al mundo entero conmovido en estos días, al congregar la Pascua a tantos millones de hombres de toda raza y de todos los climas. Hace diez y nueve siglos que Pablo descansa en la Vía Ostiense; ¡cuántas cosas han desaparecido de la memoria de los hombres a pesar del mucho ruido que hicieron en su tiempo, desde que esta tumba recibió por vez primera los despojos del Apóstol! La ola de persecuciones anegó a la Roma cristiana durante más de doscientos años; hasta fue necesario, en el siglo III, desplazar por un tiempo estos huesos y ocultarlos en las Catacumbas. Viene después Constantino que elevó esta basílica y erigió este arco triunfal cerca del altar bajo del cual reposa el cuerpo del Apóstol. Desde entonces, ¡cuántos cambios, cuántos trastornos de dinastías, de formas de gobierno se han sucedido en nuestro mundo civilizado y fuera de él! Nada permanece inmutable sino la Iglesia eterna. Todos los años, desde hace más de 1.500, se dirige a leer en la Basílica de San Pablo, cabe su tumba, este mismo discurso en que el Apóstol anuncia a los judíos la Resurrección de Cristo. Ante esta perpetuidad, ante esta inmutabilidad hasta en los detalles más secundarios, digamos también nosotros: Cristo ha resucitado verdaderamente; él es el Hijo de Dios, porque jamás ningún otro hombre señaló tan profundamente su mano en las cosas de este mundo visible.

GRADUAL

Este es el día que hizo el Señor: gocémonos y alegrémonos en él. Díganlo ahora los que han sido redimidos por el Señor: aquellos a quienes redimió del poder del enemigo y congregó de todas las regiones. 

Aleluya, aleluya. V. Resucitó del sepulcro el Señor, que pendió por nosotros en el madero.

EVANGELIO
 
Continuación del santo Evangelio según San Lucas (XXIV, 36-47).


En aquel tiempo se presentó Jesús en medio de sus discípulos, y díjoles: Paz a vosotros: yo soy, no temáis. Pero ellos, turbados y asustados, creían ver un fantasma. Y díjoles: ¿Por qué os turbáis, y suben estos pensamientos de vuestros corazones? Ved mis manos y mis pies, porque soy yo mismo: palpad y ved: porque el espíritu no tiene carne y huesos, como véis que tengo yo. Y, habiendo dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero, dudando todavía ellos, y admirándose de gozo, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer? Y ellos le ofrecieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y, habiendo comido delante de ellos, tomando las sobras, se las dio a ellos. Y díjoles: Estas eran las palabras que os decía, cuando todavía estaba con vosotros, porque era necesario que se cumplieran todas las cosas escritas acerca de mí en la Ley de Moisés, y en los Profetas, y en los Salmos. Entonces les abrió el sentido, para que entendieran las Escrituras. Y díjoles: Porque así estaba escrito, y así convenia que Cristo padeciese, y resucitase al tercer día de entre los muertos, y se predicase en su nombre la penitencia y el perdón de los pecados a todas las gentes. 

LA PAZ. — Jesús se muestra a sus discípulos reunidos, la tarde misma de la Resurrección y se acerca a ellos deseándoles la paz. Es el deseo que nos dirige a nosotros mismos en la Pascua. En estos días él restablece por doquier la paz; la paz del hombre con Dios, la paz en la conciencia del pecador reconciliado, la paz fraterna de los hombres entre sí por el perdón y el olvido de las injurias.

Recibamos este deseo de nuestro divino Resucitado y guardemos cristianamente esta paz que se digna traernos él mismo. En el instante de su nacimiento en Belén, los ángeles anunciaron esta paz a los hombres de buena voluntad; hoy Jesús mismo, habiendo realizado su obra de pacificación, viene en persona a traernos el fruto. La Paz: es su primera palabra a estos hombres que nos representaban a todos. Aceptemos con amor esta dichosa palabra, y mostremos desde ahora en todos los acontecimientos que somos los hijos de la paz.

IMPERFECCIÓN DE LA FE.— La actitud de los Apóstoles en esta escena impresionante debe también fijar nuestra atención. Ellos conocen la Resurrección de su Maestro; se apresuraron a proclamarla a la llegada de los dos discípulos de Emaús; con todo, ¡cuan débil es su fe! La presencia inesperada de Jesús los turba; si se digna darles a palpar sus miembros para convencerlos, esta experiencia los asombra, los colma de alegría; pero aún permanece en ellos no sé qué fondo de incredulidad. Es necesario que el Salvador lleve su bondad hasta comer delante de ellos, para convencerlos plenamente de que es él mismo y no un fantasma. Con todo, estos hombres antes de la visita de Jesús creían ya y confesaban su Resurrección. ¡Qué lección nos da este hecho del Evangelio! Ellos creen pero con una fe tan débil que el menor choque los hace vacilar; piensan tener la fe y apenas si ha aflorado en su alma. Con todo, sin la fe, sin una fe viva y enérgica, ¿qué podemos hacer en medio de la lucha que debemos sostener constantemente contra los demonios, contra el mundo y contra nosotros mismos? Para luchar, la primera condición es estabilizarse sobre una base resistente; el atleta cuyos pies descansan sobre la arena movediza no tardará en ser derribado. Es muy común hoy día esta fe vacilante, que cree hasta que se presenta la prueba de esta misma fe, continuamente socavada por un naturalismo sutil, que es difícil dejar de respirar en mayor o menor grado, en esta atmósfera pestilencial que nos rodea. Pidamos sin cesar la fe, una fe invencible, sobrenatural, que sea el móvil de nuestra vida entera, que no retroceda nunca, que triunfe siempre dentro y fuera de nosotros; para que podamos aplicarnos con verdad el dicho del Apóstol San Juan: "Nuestra fe es la victoria que pone al mundo entero debajo de nuestros pies." (I San Juan, V, 4.) 

En el Ofertorio, la Iglesia, haciendo suyas las palabras de David, nos muestra las fuentes brotando de la tierra a la voz tonante del Señor. Esta voz majestuosa es la predicación de los Apóstoles y particularmente la de San Pablo; estas fuentes son las del Bautismo, en las que se sumergieron los neófitos para poder participar de la vida eterna.

OFERTORIO
 
Señor tronó desde el cielo; el Altisimo emitió su voz, y brotaron fuentes de agua. Aleluya. 

La Iglesia pide en la Secreta que el santo sacrificio nos ayude a caminar hacia la gloria infinita, cuyo camino es el Bautismo. 

SECRETA
 
Recibe, Señor, las oraciones de los fieles con las hostias que te ofrecemos: a fin de que, por los deberes de nuestra piedad, alcancemos llegar a la gloria celestial. Por Jesucristo, nuestro Señor.

En la Antífona de la Comunión oímos a San Pablo dirigiéndose a los neófitos; les indica el camino seguro para llegar a ser imágenes fieles del Salvador resucitado. 

COMUNIÓN
 
Si resucitasteis con Cristo, buscad las cosas celestiales, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios, aleluya: gustad lo de arriba. Aleluya. Unida a los deseos del Apóstol, pide la Iglesia para sus nuevos hijos, que acaban de participar del Misterio Pascual, la perseverancia en la vida nueva, de la que es principio y medio este divino sacramento. 

POSCOMUNIÓN 

Oh Dios omnipotente, haz que la virtud del Misterio Pascual del que participamos, permanezca siempre en nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Año Litúrgico de Dom Guéranger




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