lunes, 24 de abril de 2017

25 de Abril: MARTES DE LA SEGUNDA SEMANA DESPUES DE PASCUA. Del Año Litúrgico de Dom Guéranger.

EL PODER DE JURISDICCIÓN. — La Iglesia que Jesús resucitado organiza en estos días, y que debe extenderse por el mundo entero, es una sociedad verdadera y completa. Debe tener en sí misma un poder que la rija y que, por la obediencia de los súbditos, mantenga el orden y la paz. Hemos visto que el Salvador había previsto esta necesidad estableciendo un Pastor de las ovejas y los corderos, un vicario de su autoridad divina; pero Pedro no es más que un hombre; por muy grande que sea su poder, no puede ejercerlo directamente sobre todos los miembros del rebaño. La nueva sociedad tiene, pues, necesidad de magistrados de un rango inferior que sean, según la bella expresión de Bossuet, "ovejas para Pedro, y Pastores para los pueblos". (Sermón sobre la unidad de la Iglesia.)




EL EPISCOPADO. — Jesús tiene todo previsto, ha elegido doce hombres a quienes ha llamado sus Apóstoles y a ellos confiará la magistratura de su Iglesia. Al separar a Pedro para hacerle Jefe y como su representante, no ha renunciado a hacerles servir para sus designios. Lejos de eso, están destinados a ser las columnas del edificio cuyo fundamento será Pedro. Son doce, como en otro tiempo los doce hijos de Jacob; pues el antiguo pueblo fue en todo la figura del nuevo. Antes de subir al cielo, Jesús les da el poder de enseñar por toda la tierra y les establece Pastores de los fieles en todos los lugares por donde vayan. Ninguno de ellos es jefe de los demás, sino Pedro, cuya autoridad parece tanto mayor cuanto más se eleva por encima de esos poderosos depositarios del poder de Cristo. 

Una delegación tan extensa de los derechos pastorales en la generalidad de los Apóstoles tenía por objeto asegurar la solemne promulgación del Evangelio; pero no debía sobrevivir, en esta vasta medida, en sus depositarios. El sucesor de Pedro debía solo conservar el poder apostólico en toda su extensión, y en adelante, ningún pastor legítimo ha podido ejercer una autoridad territorial ilimitada. El Redentor al crear el Colegio apostólico fundó también esta magistratura que nosotros veneramos con el nombre de Episcopado. Si los Obispos no han heredado la jurisdicción universal de los Apóstoles, si no han recibido como ellos la infalibilidad personal en la enseñanza, no por eso dejan de ocupar en la Iglesia el lugar de los Apóstoles. A ellos confiere Jesucristo las llaves mediante el sucesor de Pedro; y estas llaves, símbolo del gobierno, las usan ellos para abrir y para cerrar en toda la extensión del territorio asignado a su jurisdicción. 

¡Qué magnífica, qué imponente es esta magistratura del Episcopado sobre el pueblo cristiano! Contemplad en el mundo entero esos tronos sobre los que se sientan los pontífices presidiendo las diversas partes del rebaño, apoyados en el báculo pastoral, símbolo de su poder. Recorred la tierra habitada, franquead los límites que separan las naciones, pasad los mares; por todas partes os encontraréis con la Iglesia, y por todas partes encontraréis al Obispo ocupado en regir la porción del rebaño confiado a su custodia; y viendo que todos esos pastores son hermanos, que todos gobiernan sus ovejas en nombre del mismo Cristo, y que todos se unen en la obediencia a un mismo Jefe, comprenderéis entonces cómo es esta Iglesia una sociedad completa en cuyo seno la autoridad reina con tanto imperio. 

EL SACERDOCIO. — Por debajo de los Obispos, encontramos aún en la Iglesia otros magistrados de un rango inferior; la razón de su establecimiento se explica por sí misma. Designado para gobernar un territorio más o menos vasto, el Obispo necesita cooperadores que representen su autoridad, y la ejerzan en su nombre y bajo sus órdenes, allá donde ésta no pudiera ejercerse inmediatamente. Estos son los sacerdotes con cura de almas, cuyo lugar fijó el Salvador en la Iglesia, por la elección de los setenta y dos discípulos, que añadió a sus Apóstoles, a los cuales debían estar sometidos los discípulos. Complemento admirable del gobierno en la Iglesia, donde todo funciona en la más perfecta armonía, por medio de esta jerarquía desde cuya cima desciende la autoridad, y va a extenderse hasta los Obispos que la delegan enseguida al clero inferior. 

LA MISIÓN DE LOS APÓSTOLES. — Estamos en los días en que esta jurisdicción que Jesús había anunciado, emana por su divino poder. Ved con qué solemnidad la confiere: "Todo poder, dice, me ha sido dado en el cielo y en la tierra: id, pues, enseñad a todas las naciones." (S. Matth., XXVIII, 18.) Así, este poder que los pastores van a ejercer, es de su propia autoridad de donde lo saca; es una emanación de su propia autoridad en el cielo y sobre la tierra; y a fin de que comprendiésemos más claramente cual es la fuente, dice también esos mismos días: "Como mi Padre me ha enviado, así os envío yo." (S. Juan, XX, 21.) 

Así, el Padre ha enviado al Hijo y el Hijo envía a los Pastores, y esta "misión" no será nunca interrumpida hasta la consumación de los siglos. Siempre instituirá Pedro los Obispos, siempre los Obispos conferirán una parte de su autoridad a los sacerdotes destinados al ministerio de las almas; y ningún poder humano sobre la tierra podrá interceptar esta transmisión, ni hacer que los que no han tenido parte en ella tengan el derecho de considerarse por pastores. El César gobernará el Estado; pero será incapaz para crear un solo pastor; pues el César no tiene ninguna parte en esta jerarquía divina, fuera de la cual la Iglesia no reconoce más que súbditos. A él toca el mandar como soberano en las cosas temporales: a él toca también obedecer, como el último de los fieles, al Pastor encargado del cuidado de su alma. Más de una vez se mostrará celoso de este poder sobrehumano; buscará el interceptarlo; pero este poder no se puede usurpar; su naturaleza es puramente espiritual. Otras veces el César maltratará a los depositarios; se le ocurrirá incluso, en su locura el tentar ejercerlo él mismo; ¡vanos esfuerzos!, este poder que remonta, hasta Cristo no se confisca, no se embarga; es la salvación del mundo, y la Iglesia en el último día debe remitirlo intacto al que se dignó confiarlo antes de subir donde está su Padre.


Año Litúrgico de Dom Guéranger


 


No hay comentarios:

Publicar un comentario