viernes, 24 de febrero de 2017

24 de Febrero: VIERNES DE SEXAGÉSIMA. De la Catena áurea de Santo Tomás.

Mateo XI. 25-30 En aquel tiempo respondiendo dijo Jesús: “Doy gloria a ti, ¡oh Padre!, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y a los prudentes, y las revelaste a los pequeñuelos; así es, Padre, porque de esta manera fue de vuestro agrado”. (vv. 25-26)




San Agustín, sermones, 67,8 

Bajo el nombre de sabios y prudentes, se entiende los soberbios, según manifiesta el Señor por las palabras: “Revelaste estas cosas a los pequeñuelos”. ¿Y quiénes son los pequeñuelos, sino los humildes?

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,1
Al decir “a los sabios”, no se refiere a la verdadera sabiduría, sino a aquella que pretendían tener los escribas y los fariseos. Y por eso no dijo: “Revelaste estas cosas a los necios”, sino a los pequeñuelos, esto es, a los sencillos o rústicos. En esto nos enseña el cuidado que debemos tener de huir del orgullo y de amar la humildad.

San Hilario, in Matthaeum, 11
El Señor confirma, según el juicio de la voluntad del Padre la equidad del hecho de que todos aquellos que no han querido hacerse pequeños delante de Dios se queden hechos unos necios en su propia sabiduría. Así dice: “Así es, Padre, porque de esta manera te agradó”.

San Gregorio Magno, Moralia, 25

Estas palabras nos dan una lección de humildad, a fin de que no intentemos discutir temerariamente los juicios divinos sobre la vocación de unos y la desaprobación de otros, manifestándonos al mismo tiempo que no puede haber injusticia en aquel a quien tanto complace lo justo.

“Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre, y ninguno conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y a quien el Hijo lo quisiere revelar”. (v. 27)

San Agustín, contra Maximinum, 3,12
Porque si tiene menos poder que el Padre, no tiene todas las cosas que tiene el Padre. Y en el acto de ser engendrado por el Padre, este dio a su Hijo el poder, porque El ha dado lo que hay en su naturaleza a aquel que fue engendrado en su naturaleza.

San Hilario, in Matthaeum, 12
En seguida nos demuestra, que en el conocimiento del Padre y del Hijo, no hay en el Hijo cosa distinta y que sea completamente desconocida del Padre: “Y ninguno conoce al Hijo, sino el Padre y ninguno conoce al Padre, sino el Hijo”.

San Hilario, in Matthaeum, 11
Nos enseña el mismo Salvador, que la sustancia del Padre y del Hijo está contenida en el conocimiento mutuo del uno y del otro. De manera, que el que conoce al Hijo, conoce también, en el Hijo, al Padre, puesto que éste entregó al Hijo todas las cosas.

San Agustín, de Trinitate, 7,3
El Padre es revelado por su Hijo, esto es, por su Verbo. Pues así como las palabras que proferimos nos revelan de un modo temporal y transitorio a nosotros mismos y aquello de que hablamos, ¿cuánto más la Palabra de Dios por la que se hicieron todas las cosas? Esta Palabra nos dice lo que es el Padre, en el concepto de Padre y así mismo qué es lo que es el Padre.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
Luego si revela al Padre, se revela a sí mismo. Dejó de poner esto último por ser evidente y puso lo primero, por si alguno lo ponía en duda. Nos demuestra también que está El tan identificado con el Padre, que es imposible llegar al Padre, sino mediante el Hijo y esto era lo que principalmente escandalizaba a los judíos, porque lo creían contrario a la idea de Dios y esta creencia es la que trató de destruir por todos los medios.

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os aligeraré. Tomad mi yugo sobre vosotros, aprended de mí; porque soy manso y humilde de corazón, y encontraréis el descanso para vuestros corazones; porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (vv. 28-30)

San Agustín, sermones 69,1
¿Por qué nos cansamos todos, sino porque somos mortales, que llevamos vasos de barro que nos ponen en tantas angustias? Pero si los vasos frágiles de la carne nos angustian, nos desplegamos en los espacios de la caridad. ¿A qué dice: “Venid a mí todos los que trabajáis”, sino para que no nos cansemos?

San Hilario, in Matthaeum, 11
Llama a sí a todos los que trabajan por las dificultades de la ley y la carga del pecado.

San Jerónimo
Asegura el profeta Zacarías, que es carga muy pesada la del pecado, diciendo: “que la iniquidad está sentada sobre una masa de plomo” ( Zac 5,7) y el Salmista completó esta verdad con las palabras: “mis iniquidades están pesando sobre mí” ( Sal 37,5).

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 38,2
Y no dice: Venid éste y aquel, sino todos los que estáis en las preocupaciones, en las tristezas y en los pecados; no para castigaros, sino para perdonaros los pecados. Venid, no porque necesite de vuestra gloria, sino porque quiero vuestra salvación. Por eso dice: “Y yo os aligeraré”. No dijo: Yo os salvaré solamente, sino (lo que es mucho más) os aliviaré, esto es, os colocaré en una completa paz.

Rábano
No sólo os aliviaré, sino que os saciaré con un manjar interior.

Rábano
El yugo del Señor Jesucristo es el Evangelio que une y asocia en una sola unidad a los judíos y a los gentiles. Este yugo es el que se nos manda que pongamos sobre nosotros mismos, esto es, que tengamos como gran honor el llevarlo, no vaya ser que poniéndolo debajo de nosotros, esto es despreciándolo, lo pisoteemos con los pies enlodados de los vicios. Por eso añade: “Aprended de mí”.

San Agustín, sermones, 69,2
No a crear el mundo, no a hacer en él grandes prodigios, sino aprended de mí a ser manso y humilde de corazón. ¿Quieres ser grande? Comienza entonces por ser pequeño. ¿Tratas de levantar un edificio grande y elevado? Piensa primero en la base de la humildad. Y cuanto más trates de elevar el edificio, tanto más profundamente debes de cavar su fundamento. ¿Y hasta dónde ha de tocar la cúpula de nuestro edificio? Hasta la presencia de Dios.

Rábano
Mandándonos nuestro Salvador que seamos sobrios en las costumbres y humildes en nuestros sentimientos, nos manda también que no ofendamos a nadie, que no despreciemos a nadie y que tengamos dentro de nuestro corazón todas las virtudes que manifestamos en nuestras obras exteriores.

San Hilario, in Matthaeum, 11
Y nos propone la idea consoladora del yugo suave y de la carga ligera, a fin de dar a los que creen en El unos indicios del bien que sólo El ha visto en el Padre.

San Gregorio Magno, Moralia, 4,39
¿Qué carga pesada impone a nuestras almas el que nos manda evitar todo deseo que nos pueda perturbar? ¿Qué cosa más ligera que el abstenerse de la maldad, querer el bien, no querer el mal, amar a todos, no aborrecer a nadie, alcanzar lo eterno, no engolfarse en lo presente y el no hacer a otro lo que no quisiéramos que nos hicieran a nosotros?

San Hilario, in Matthaeum, 11
¿Y cuál es este yugo más suave y cuál esta carga más ligera? Buscar ser más considerado, abstenerse demaldades, querer el bien, odiar el mal, amar a todos, no odiar a nadie, perseguir lo eterno, no aferrarse a las cosas presentes, no querer hacer a otro lo que no se quiere para sí.

Rábano
Pero cómo se entiende que es suave el yugo de Cristo, cuando se dice más arriba: “¿Es estrecha la senda que conduce a la vida?” ( Mt 7,14). Porque lo que al principio se nos hace dificultoso, pasado algún tiempo, mediante la dulzura inefable del amor, se nos hace sumamente fácil.



De la Catena áurea de Santo Tomás






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