El
glorioso y antiquísimo historiador de la Iglesia san Egesipofué hebreo de
nación; y habiéndose convertido a la fe y recibido al santo Bautismo, se juntó
con los demás fieles cristianos de la Iglesia de Jerusalén, de la cual dice el
evangelista san Lucas que la muchedumbre ^ de hombres y mujeres que creían en
el Señor eran un solo corazón y una sola alma, y que los que tenían haciendas
las vendían y repartían el precio a los pobres, conforme a la necesidad de cada
uno, y que todos se reunían para alabar a Dios. Estaba san Egesipo lleno del
espíritu de Jesucristo, y como había recibido la doctrina celestial del
Evangelio de mano de los discípulos de los Apóstoles, viendo que algunos
monstruos infernales derramaban el veneno de la herejía, pretendiendo inficionar
al pueblo de Dios y alterar las tradiciones de la Iglesia, con celo apostólico
levantó el grito contra aquellos apóstatas y herejes, publicando en una
Historia eclesiástica, cuál era la doctrina de la verdad de Cristo que de mano
en mano había llegado a todas las iglesias. Para esto fué el santo doctor a
Roma donde conferenció con santísimos obispos elegidos por los Apóstoles y
discípulos del Señor, y habiéndose informado muy particularmente de las
creencias y prácticas de todas las principales iglesias del Oriente y del
Occidente, escribió en el año 133 los cinco libros de su Historia eclesiástica,
de la cual nos conserva todavía algunos lugares el sapientísimo Eusebio. En
ella comenzaba san Egesipo por referir la Pasión de nuestro Señor Jesucristo y
después los sucesos más señalados de las primeras cristiandades, sus dogmas,
sus costumbres piadosas y sus tradiciones hasta los días en que él vivía;
manifestando en esta historia escrita en lenguaje muy sencillo y lleno de
verdad, como el estilo de los Apóstoles, que a pesar de haber sembrado los
herejes sus pestilenciales errores en el campo del Señor, ninguna de las
iglesias había sido inficionada ni había caído en el error, sino que todas
conservaban con grande entereza la doctrina celestial que cien años antes había
predicado a los hombres el divino Maestro. Finalmente después de haber
pertrechado san Egesipo la casa de Dios con tan excelentes libros, y
edificándola con sus santas y apostólicas virtudes, en el año 181 de
Jesucristo, pasó de esta vida temporal a la eterna y gloriosa.
Reflexión:
Quien considere la perfectísima unidad de fe, que ha conservado siempre la
Iglesia católica, echará de ver que por ella se distingue de todas las sectas y
falsas religiones. Los idólatras no adoran unos mimos ídolos; cada nación y a
veces cada pueblo y aun familia, adora el suyo. Entre los turcos se contradicen
sus Muftis y entre los herejes sus predicantes. Lutero en el solo artículo de
la Comunión mudó de parecer treinta y seis veces: y la confesión Augustana que
viene a ser como el credo de los protestantes Luteranos, ha variado sus dogmas
cuantas veces se ha reimpreso. Pero la fe de la Iglesia católica siempre ha
sido la misma: y a pesar de haberla enseñado cuatro Evangelistas, trece
Apóstoles, setenta y dos discípulos, veintiun concilios ecuménicos y doscientos
sesenta Pontífices hasta nuestro actual papa León XIII, jamás ha variado ni
ofrecido una sola discordancia en sus dogmas. ¿Cómo se explica esta
maravillosísima unidad de fe? Sencillamente: porque las doctrinas de los
hombres falibles se contradicen y mudan: mas la verdad de Dios permanece para
siempre.
Oración:
Atiende, Señor, a las súplicas que te hacemos en la solemnidad de tu
bienaventurado confesor Egesipo, para que los que no confiamos en nuestra
virtud, seamos ayudados por las oraciones de aquel que fué de tu agrado. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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