El
glorioso celador de la dignidad de la Madre de Dios, san Celestino, primero de
este nombre, fué hijo de Prisco, romano, y nació en Campania, que es tierra de
Napóles. Habiendo resplandecido a los ojos de todos por sus virtudes y
sabiduría, le consagraron obispo de Ciro en la Siria y le honraron con el
título de cardenal de la iglesia de Roma, y después, por muerte de Bonifacio
primero, fué elegido con universal aplauso vicario de nuestro Señor Jesucristo
en la tierra. Este fué el santo Pontífice que envió al glorioso san Patricio a
Irlanda, para que convirtiese aquellas gentes ciegas a la fe de Cristo, lo cual
hizo san Patricio, con tan maravilloso suceso, que mereció ser llamado Apóstol
de aquella nación. Por este tiempo se quitó la máscara el diabólico heresiarca
Nestorio, el cual con boca sacrilega negaba la unión hipostática del Verbo
eterno con la naturaleza humana en el vientre de la purísima Virgen, y
juntamente afirmaba que esta serenísima Reina de los ángeles no habiendo
concebido y parido a un hombre que juntamente era Dios, sino a un hombre puro;
y que así no se había de llamar Madre de Dios, sino Madre de Cristo, en quien
reconocía y confesaba dos personas, divina y humana, poniendo en estas tanta
distinción como en las naturalezas. Contra este Luzbel que trajo a su error la
tercera parte de las estrellas, armó el cielo a otro ángel que fué san
Celestino, el cual mandó que se celebrase en el año cuatrocintos treinta y uno
el concilio general de Efeso, que fué el tercero de los ecuménicos, donde asistió
como legado apostólico el glorioso doctor y patriarca san Cirilo. Allí fué
condenada y anatematizada la herejía de Nestorio, y porque llamado, no quiso
comparecer al concilio, ni retractarse, fué depuesto de la cátedra de
Constantinopla, y recluso en el monasterio de San Euprepio de Antioquía, donde
acabó miserablemente su vida, Herrándosele de gusanos aquella lengua que tanto
había blasfemado contra la Madre de Dios. Entonces añadió la Iglesia, como
artículo de fe, a la oración angélica aquellas palabras: Santa María, Madre de
Dios, ruega por nosotros; y el pueblo con luminarias y regocijos, celebró la
definición dogmática del más excelso título de nuestra Señora. Finalmente
habiendo el santo Pontífice Celestino logrado del emperador Teodosio que hiciese
leyes para la observancia de las fiestas, y edificado y enriquecido muchos
templos de Roma con gran magnificencia, a los ocho años de su pontificado
descansó en la paz del Señor.
Reflexión:
No hagas ningún caso de los actuales impíos que tomando en su boca las antiguas
blasfemias de Nestorio dicen que la Virgen María no es Madre de Dios, porque no
dio a su Hijo más que el ser de hombre, y no el ser de Dios. Responde tú que
tampoco las madres humanas dan a sus hijos más que el cuerpo, y no obstante se
llaman y son realmente madres de sus hijos animados y vivos aunque el alma no
se la hayan dado ellas, sino Dios. Así, María es Madre verdadera de Jesucristo
Dios: porque aunque no le haya dado más que el ser de hombre, ese ser de hombre
está divinamente unido en un solo compuesto personal con el ser de Dios. Pues,
como dice el símbolo Atanasiano, así como el alma racional y el cuerpo forman
un hombre, así la divinidad y la humanidad constituyen una sola persona en
Cristo. El compuesto que nació de María es Dios; y por esta causa es y se llama
María verdadera Madre de Dios. ¿Ves ahora cuan sin fundamento.es la blasfemia
de los herejes?
Oración:
Suplicámoste, Señor, que nos haga recomendables la intercesión de san Celestino
papa, para que logremos por su protección lo que no podemos alcanzar por
nuestros propios merecimientos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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