Entre
los santos que derramaron su sangre en las primeras persecuciones de la
Iglesia, uno fué san Vidal, caballero muy noble de Ravena y marido de Santa
Valeria, y padre de Gervasio y Protasio, que todos cuatro fueron ilustres
mártires del Señor. Sucedió que habiendo preso los gentiles en Ravena a un
cristiano, llamado Ursicino, de profesión médico, le dieron muchos y atroces
tormentos, los cuales él sufrió con grande constancia y fortaleza ayudado de la
gracia del Señor. Mas cuando se llegaba su última hora y vio que el verdugo
desenvainaba la espada y le vendaba los ojos, comenzó (como- hombre) a
desmayar, y a perder el vigor que antes había tenido; y estando ya para adorar
a los falsos dioses, Vidal, que estaba presente a este espectáculo,
compadeciéndose de él, y juzgando que le corría obligación de socorrerle en
aquel conflicto, alzó la voz y públicamente dijo: «¿Qué es esto, Ursicino? ¿qué
dudas? ¿qué temes? Habiendo tú como médico dado salud a tantos enfermos, ahora
no aciertas a salvarte a ti mismo? Acuérdate que con esta muerte que se acaba
en un soplo, comprarás una vida bienaventurada que no tiene fin.» Fueron de
tanta eficacia las palabras de Vidal que animaron de tal suerte a Ursicino, que
con grande alegría tendió el cuello al cuchillo y murió por Cristo: y san
Vidal, no contento de haberle dado la vida del alma, por dar honra a su cuerpo
muerto, con gran celo y fervor le hurtó y sepultó. El juez que se llamaba
Paulino, visto lo que Vidal había dicho y hecho, y entendiendo que era
cristiano, le amonestó blandamente que dejase aquella nueva secta, y siguiese
la antigua religión de los romanos. Burlóse Vidal de las palabras de Paulino,
el cual le mandó luego atormentar en el ecúlea donde fueron despedazadas sus
carnes y descoyuntados sus miembros, y pro. bada su fe y su paciencia: y como
todo esto no bastase para trocarle y ablandar su pecho fuerte, ordenó que lo
llevasen al mismo lugar donde había sido ajusticiado Ursicino, y que hiciesen
en él una hoya muy grande, y le echasen vivo en ella, y la llenasen de tierra y
piedra: lo cual ejecutaron a la letra los verdugos, y murió el glorioso mártir
ahogado y sepultado vivo, entregando con este linaje de cruel martirio su
triunfante espíritu al Criador. Conservanse las sagradas reliquias de este
santo en un magnífico sepulcro de una iglesia que se le dedicó en Ravena, y que
es uno de los templos más hermosos del mundo: y parte de ellas se veneran en
Bolonia y en Praga.
Reflexión:
Dio el bárbaro tirano contra san Vidal aquella sentencia de horrorosa muerte, a
persuasión de un sacerdote de Apolo, en el cual luego que expiró el santo
mártir, entró el demonio y le comenzó a atormentar tan terriblemente, que daba
gritos y decía: «¡Quémasme, Vidal! ¡enciéndesme, Vidal! y como padeciese siete
días este tormento, no pudiendo más sufrir el fuego interior que le abrasaba,
se ochó en un río y se ahogó. Donde se ve el castigo del mal consejo que había
dado aquel mal hombre contra nuestro santo; el cual por el contrario, mereció
la palma de los mártires por el buen consejo que había dado a Ursicino
ayudándole a morir por el Señor. Procuremos pues aconsejar siempre cosas buenas
y santas: ya que de los buenos consejos podemos esperar la recompensa de Dios,
y de los malos consejos solo podemos esperar el daño y castigo, que no pocas
veces recae aun en esta vida sobre la cabeza de los que aconsejaron a otros lo
que era inicuo.
Oración:
Suplicámoste, Señor todopoderoso, que los que celebramos el nacimiento al cielo
de tu bienaventurado mártir Vidal, seamos por su intercesión fortificados en el
amor de tu santo nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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