El
valeroso capitán y glorioso mártir de Cristo san Jorge fué natural de
Capadocia, e hijo de padres nobles y ricos. Siendo ya mozo y de muy gentil
disposición y grandes fuerzas,, siguió la milicia y vino a ser tribuno o
maestre de campo y miembro del consejo del emperador Dioclaciano, el cual no
sabiendo que era cristiano, quería honrarle mucho en el ejército y servirse de
él en cosas grandes y hazañosas. Sucedió, pues, que habiendo propuesto
Diocleciano a sus consejeros y ministros la voluntad que tenía de acabar con
atroces tormentos a los cristianos, todos aprobaron la determinación del
emperador, menos san Jorge, que con admirable elocuencia y libertad dijo que
era grande injusticia condenar a tales hombres solo porque daban culto al
«verdadero Dios. Levantóse entonces el cónsul Majencio y dijo a Jorge: «Bien se
conoce que debes ser uno de los principales jefes de esa secta.» Respondió san
Jorge: «Sí: cristiano soy.» Entonces el emperador procuró desviarle de aquel
propósito, poniéndole delante la flor de su juventud, su nobleza, riqueza y
gallardía, y también los favores que de él había recibido, y los daños que se
le podían seguir si despreciara a los dioses del imperio. Mas como no hiciesen
mella en aquel pecho armado de Dios promesas ni amenazas, el día siguiente
mandó el tirano atormentar al soldado de Cristo, con una rueda armada por todas
partes de puntas aceradas que despedazaban sus carnes, en cuyo suplicio oyó una
voz de] cielo que le dijo: «Jorge, no temas, que yo estoy contigo.» Y el santo mártir
padeció aquellos y otros exquisitos tormentos con tan grande serenidad que
muchos se convirtieron maravillados de aquella soberana fortaleza, y entre
ellos dos Pretores, llamados Anatolio y Protoleo, los cuales fueron
descabezados por Cristo. Hallaron después al invicto mártir milagrosamente
curado de sus heridas, y como el emperador volviese a exhortarle a ofrecer
incienso a Apolo: «Vamos al templo si quieres, le dijo el santo, y veamos qué
dioses adoráis.» Entraron en el templo y estando todos mirando a san Jorge, él
se llegó a la estatua de Apolo, y extendiendo la mano, le preguntó: «Dime,
¿eres Dios?» «No soy Dios*, respondió la estatua, y el santo, haciendo la señal
de la cruz, le reprendió diciendo: «Pues, ¿cómo osas estar aquí en mi
presencia?» Oyéronse entonces en el templo alaridos y aullidos dolorosos, y con
grande espanto de todos, cayeron los ídolos y se hicieron pedazos. Informado el
emperador del suceso, y movido de los sacerdotes de los ídolos que pedían a
voces la muerte de aquel grande hechicero, y del gran número de gentiles que se
convirtieron al ver caídos y desmenuzados los falsos dioses por la palabra de
san Jorge, le mandó degollar, y en este suplicio alcanzó la gloriosa palma de
los mártires.
Reflexión:
El martirio de san Jorge fué muy ilustre y muy celebrado en todas las iglesias
del Oriente y Poniente; y el haber sido militar este santo fué causa de que la
gente de guerra le invocase contra sus enemigos. En la batalla que el rey don
Pedro I de Aragón dio en los campos de Alcaraz a los moros de Huesca, apareció
san Jorge a caballo; y lo mismo sucedió al rey don Jaime el Conquistador en el
castillo de Puig de Enesa, y en el sitio de Alcoy. Y para representar el favor
que recibieron de san Jorge las poblaciones libertadas de sus fieros enemigos,
le pintaron a caballo, atravensando con la lanza un fiero dragón y defendiendo
de él a una doncella que invoca al santo.
Oración:
Oh Dios, que nos alegras con los merecimientos y con la intercesión de tu
bienaventurado mártir san Jorge, concédenos que consigamos por tu gracia los
beneficios que pedimos por tu intercesión. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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