En el
principio del imperio de Diocleciano estaba en todo el mundo en tanta
estimación la fe y la religión cristiana, que los mismos emperadores, aunque
paganos, daban el gobierno de las provincias a los cristianos, porque hallaban
en ellos tanta fidelidad para con los príncipes, cuanta nunca jamás
experimentaron en los de alguna otra profesión. Habíase, pues, mostrado
Diocleciano favorable a los cristianos mientras tuvo necesidad de sus fuerzas
contra los persas pero viéndose ya triunfante y glorioso, reventó y salió de
madre furiosamente aquel odio mortal al nombre de Cristo, que por espacio de
diez y ocho años estaba represado en su infame corazón; y determinó con
Maximino su conmpañero destruir a los cristianos y acabarlos del todo. En todas
las ciudades del imperio se hallaban las cárceles llenas de cristianos, los
cuales eran ajusticiados en las plazas para escarmiento de los demás: y como
España estaba sujeta al imperio, le cupo gran parte de esta cruel presecución.
En este tiempo pues, había en Colibre, pueblo de Cataluña cerca de Perpiñán, un
hombre muy católico, virtuoso y gran siervo de Dios, llamada Vicente. Llegó a
ColibreDaciano, presidente general de España por los ya mencionados
emperadores, y el primer católico que le presentaron fué Vicente, al cual en
vano procuró apartar de la fe de Jesucristo, y atraer a la adoración de los
falsos dioses; porque le halló siempre firme y constante; y al fin de varios
tormentos con que juzgó el tirano amedrentarlo viendo que se cansaba en balde y
que Vicente traía escrito contra él el triunfo, palma y corona, que eso es
Vicente, o Vincente, le condenó a morir degollado. Ofreció, la cerviz a la
cuchilla del verdugo, y con este suplicio entregó su bendita alma en manos del
Señor y alcanzó la corona inmortal de los mártires vencedores, significada en
el nombre de Vicente que llevaba nuestro santo glorioso.
Reflexión:
Fué tan cruel el odio de estos tiranos emperadores, contra los cristianos, que
no contentos con quitarles las vidas después de tan bárbaros cuanto inhumanos
tormentos, hacían luego quemar cuantos escritos hallaban en poder de los
cristianos que pudieran dar testimonio a los venideros de los santos mártires y
sus hechos ilustres; por lo cual hay infinitos mártires gloriosos, de quienes
no han quedado más que los nombres, y de otros tan pocas noticias como se ve en
este martirio de san Vicente. Sabe el demonio el provecho que se sigue a las
almas de leer semejantes historias, y' el daño que a él le viene, y por eso
procura ocultarlas; pero no todas las veces sale con su intento, y por donde
intenta ocultarnos un Vicente mártir, queda burlado, cuando se nos descubren
muchos gloriosos Vicentes, mártires españoles, como son san Vicente, diácono de
Zaragoza, mártir insigne; san Vicente de Ebora, mártir glorioso en Avila, con
santa Sabina y Cristeta hermanas; san Vicente, mártir en Gerona, con Oroncio y
Víctor; san Vicente, abad del monasterio de san Claudio, mártir célebre en
tiempo de los godos y otros santos Vicentes, con que el diablo se quiebra los
ojos en su dañado intento; vaya para quien es: y nosotros esperemos vencerle,
por la intercesión de tantos Vicentes, como le vencieron y triunfan gloriosos
en el reino de Dios.
Oración:
Concédenos, oh Dios omnipotente, que los que veneramos el nacimiento para la
gloria de tu bienaventurado mártir Vicente, seamos fortalecidos por su
intercesión en el amor de tu santísimo nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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