mucho
los vecinos de MontePulciano la ausencia de sor Inés, que estaba en Proceno, y
acordándose del deseo que tenía la santa siendo niña, de ver convertido en
convento de penitencia una casa de mujeres públicas que había en la entrada de
la ciudad, determinaron ponerlo por obra a todo trance a trueque de que viniese
la santa. Entonces cedió el amor .del retiro al celo de las almas, fundó aquel
nuevo monasterio, y entabló en él la primitiva regla de san Agustín, según el
instituto y espíritu de santo Domingo, y en breve tiempo floreció la pureza de
muchas santísimas vírgenes, donde tenían su asiento les vicios más abominables.
Allí hizo la santa brotar un manantial de agua viva, de virtud muy prodigiosa
para curar todo género de enfermedades, que hasta hoy se llama el agua de santa
Inés. Finalmente, a los cuarenta y tres años de su vida pasó a gozar de la
eterna gloria de su Divino Esposo, haciendo el Señor glorioso su sepulcro con
muchos milagros.
La
bienaventurada virgen y esposa de Jesucristo, santa Inés de Monte-Pulciano,
nació en la ciudad de este nombre, que está en la Toscana, de padres muy
señalados por su nobleza y riqueza. Desde la cuna comenzó a mostrar su devoción
a Jesucristo y a la santísima Virgen; porque cuando le ponían a los ojos alguna
imagen del Señor o de su benditísima Madre, la miraba y remiraba con visibles
demostraciones de grande alegría. Educáronla en el monasterio de las saquinas,
llamadas así porque traían un escapulario de sayal grosero; y como una abadesa
de rara prudencia y virtud visitase aquel monasterio, en viendo a la niña Inés,
dijo:« No ilustrará menos esta Inés a la religión con sus virtudes, que la otra
Inés romana con su martirio.» A los catorce años mostraba tanto seso y
prudencia, que no dudaron en encomendarle la administración de las cosas
temporales del convento, y a la edad de diez y ocho años, con la bendición del
sumo pontífice Nicolao IV, fué nombrada superiora del convento que se acababa
de fundar en Proceno, en el condado de Orvieto. Ayunaba todos los días a pan y
agua, dormía sobre la desnuda tierra, reclinando la cabeza sobre una piedra:
pero, ¿quién podrá explicar los favores extraordinarios que recibía del cielo,
las apariciones de los ángeles, de santo Domingo, de san Francisco, y de su
dulcísimo Esposo Jesús con quien familiarmente conversaba con celestial
suavidad y regalo? ¿Quién podrá decir los milagros que obró el Señor por esta
santa virgen y el fruto que causó en muchos pecadores con su santa vida y
conversación Sintieron
Reflexión:
En el ardiente celo que manifestó esta santa virgen, convirtiendo aquel lodazal
de vicios en jardín de flores celestiales, echarás de ver la inmaculada pureza
que inspira nuestra santísima Religión a todos los que de veras la profesan.
Por el contrario, la impiedad infernal de los modernos sectarios y apóstatas,
multiplica cada día las tentaciones sensuales y lazos de Lucifer para acabar
con la honestidad y fe de los católicos. «Está resuelto en nuestras logias,
dice un documento muy conocido de la suprema Venta de los masones, que es
menester popularizar al vicio para matar la fe: que lo respiren los hombres por
todos sus .cinco sentidos, que se saturen de él, y ya no habrá más católicos.»
No. es nueva en el mundo esta astucia de Satanás. La impiedad hace de los
hombres bestias: la Religión hace de las bestias hombres, y de los hombres
ángeles.
Oración:
Oh Dios, que eres nuestra salud, oye nuestras súplicas, para que así como
celebramos con gozo la festividad de la bienaventurada virgen Inés, así
alcancemos el fervor de una piadosa devoción. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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