El
venerable pontífice y glorioso mártir de Cristo san Sotero o Soter nació al fin
del siglo primero en Fondi que está en el reino deNapóles, y vivía en Roma al
tiempo en que los fieles romanos que habían recibido la doctrina celestial de
mano de los príncipes de los apóstoles, eran modelos de virtud para toda la
cristiandad. Y como resplandeciese san Sotero en aquella santa Iglesia por su
sabiduría y celo apostólico, fué elegido por sucesor de san Aniceto en la silla
de san Pedro. Bien fué menester aquella caridad de Cristo que ardía en las
entrañas del nuevo pastor de la Iglesia; porque arreciaba a la sazón la
persecución de Marco Aurelio Antonino, el cual imitó la bárbara crueldad de
Nerón contra los inocentes cristianos; y así unos eran enterrados vivos y
cargados de cadenas en cárceles subterráneas, otros condenados a las minas,
otros arrojados a los tigres y leones del anfiteatro, otros despedazados y muertos
a puros tormentos en las plazas y patíbulos. Mas san Sotero como buen pastor
que no temía perder la vida por sus ovejas, les visitaba en las cárceles y en
las cavernas, les socorría con limosnas, les alentaba con cartas y saludables
instrucciones, con tanta gracia del Señor, que todo el mundo fué testigo de la
constancia admirable con que innumerables fieles dieron la vida por la fe,
antes que el santísimo pastor mereciese también la corona de su ilustre
martirio.
Celebramos
hoy también la fiesta de otro pontífice mártir, llamado Cayo, el cual era
originario de Dalmacia y pariente de Diocleciano; y semejante a san Sotero en
los trabajos, persecuciones y gloriosa muerte. Veíanse los cristianos obligados
a esconderse en los bosques y cavernas;, en las plazas, esquinas y encrucijadas
de las ciudades mandaban los tiranos poner unos idolillos, con bando riguroso
que nadie pudiese comprar, ni vender sin haber, los antes incensado, ni aun
podían sacar agua de las fuentes y pozos públicos sin hacer antes aquel impío
sacrificio. Es imposible decir lo que hizo el santísimo pontífice Cayo para que
triunfase la ley de Cristo en esta horrible persecución; y no poco le ayudaron
Cromacio, antiguo prefecto de Roma, convertido a la fe, y san Sebastián, que
era el capitán de la guardia imperial, y un oficial del emperador, llamado
Cástulo, fervoroso cristiano, en cuyo palacio tenía su oculta iglesia el santo
pontífice. Y allí en lo más alto de la casa se juntaban secretamente los fieles
todos los días, y san Cayo les apacentaba con la palabra de Dios, celebraba la
misa y les distribuía ej pan de los fuertes. Finalmente después de haber
enviado delante de sí al cielo gran muchedumbre de valerosos mártires, a los
doce años de su pontficado, que pasó en los montes, cuvas y casas de los
cristianos, selló también con su sangre la fe de nuestro Señor Jesucristo.
Reflexión:
¡Qué trabajosa y azarosa vida la de aquellos cristianos! Por no ser infieles al
santo Bautismo, por no quemar un granito de incienso en el ara de los falsos dioses
se condenaban a un destierro voluntario, moraban en los bosques, en las cuevas
y catacumbas, y ponían mil veces a riesgo la hacienda y la vida. Pues, ¿qué
hacemos nosotros por nuestra fe? ¿No es por ventura, tan preciosa como la suya?
¿No tenemos el mismo Dios, la misma fe y el mismo bautismo? ¡Ah¡ cubrámonos de
vergüenza y temamos a Dios, que puede castigar nuestra culpable incredulidad, o
nuestra torpísima indolencia en su servicio.
Oración:
Suplicámoste, Señor, que nos proteja la festiva memoria que celebramos de tus
santos mártires y pontífices Sotero y Cayo, y que su venerable intercesión nos
recomiende ante el acatamiento de tu divina Majestad. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
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