El
apostólico varón y glorioso mártir de Cristo, san Fidel nació de padres nobles
y católicos en la ciudad de Sigmaringa que está en la Suevia, en el obispado de
Constancia. Después de haber estudiado las letras humanas y el derecho civil y
canónico en lá universidad de Friburgo, se disgustó del tumulto y peligros del
foro, y trocó la toga de abogado por el hábito de los padres capuchinos. El día
del patriarca san Francisco vistió e] tosco sayal del Padre de los pobres.
Celebró su primera misa con gran concurso y edificación del pueblo, y
destináronle los superiores al sagrado ministerio de la palabra divina, y el
santo con estilo llano y desnudo de adornos retóricos, pero con gran fuerza de
esoíritu v eficacia de razones, predicó el divno Evangelio por las principales
ciudades de Alemania, ganando para Jesucristo innumerables pecadores. Socorría
a los pobres con copiosas limosnas que pedía a las personas ricas y
caritativas, y habiendo sido inficionado de una enfermedad contagiosa e]
ejército austríaco que estaba acuartelado en aquellas provincias, asistía a los
soldados, curándoles las llagas, dándoles de comer por su mano, y administrando
los sacramentos de la Iglesia a los que estaban en peligro de muerte. Llamóle
el Señor a la conversión de los calvinistas Grisones, y la congregación de
Propaganda Fídeescogió por cabeza y Prefecto de aquella ardua misión a nuestro
santo, el cual con increíbles trabajos redujo a la verdadera fe a muchos
herejes, aun de los más principales y nobles del país. Mas los infernales
ministros de Calvino fingiendo que querían también convertirse llamaron un día
al santo para que les predicase la verdad católica en la iglesia de Servís.
Llegó el apostólico misionero a aquel lugar, y habiendo celebrado aquel día la
Misa con extraordinario fervor, subió al pulpito donde halló un billete que
decía: Hoy predicarás y no más. No desmayó el santo con este anuncio de muerte;
antes con la misma fuerza de espíritu y apostólica libertad predicaba la verdad
católica, cuando de improviso entraron en la iglesia muchos hombres armados.
Disparó uno de ellos su fusil contra el santo misionero, y aunque no acertó a
herirle, entendió el santo que era ya llegada la hora suspirada de dar la vida
por Cristo, y por la salud de sus hermanos. Bajando pues de la sagrada cátedra,
se postró delante del altar mayor, donde encomendó su alma en las manos de
Dios, y para evitar un nuevo sacrilegio de los herejes, salió de la iglesia por
una puerta que estaba al lado de ella. Entonces como lobos sedientos de sangre
se echaron sobre él los herejes y le asesinaron bárbaramente con veintitrés
heridas, mientras rogaba, como san Esteban, por los que le daban la muerte.
Reflexión:
Llamábase el glorioso san Fidel, con el nombre de Marco que le habían puesto en
el bautismo; mas el día en que se vistió la librea de Cristo, y tomó el hábito
de religión, tomó el nombre de Fidel para recordar continuamente la fidelidad
con que había de servir a Dios; y por esta causa solía escribir en la primera
página de todos sus libros aquellas palabras de la Sagrada Escritura que dicen:
«Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida.» Seámoslo también
nosotros, perseverando en la santa fe y en las buenas obras hasta la muerte
para que podamos oír de los labios del eterno Juez aquellas palabras: ¡Ea,
siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor!
Oración:
Oh Dios, que te dignaste adornar con la palma del martirio y con gloriosos
milagros al bienaventurado Fidel, abrasado de celo en la propagación de la
verdadera fe: rogámoste por sus méritos e intercesión que fortalezca con tu
gracia nuestra fe y caridad, de manera que merezcamos ser hallados fieles en tu
servicio hasta la muerte. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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