El
glorioso evangelista y mártir de Cristo san Marcos fué hebreo de nación, y como
algunos autores escriben, de la tribu de Leví y uno de los setenta y dos
discípulos del Señor. Acompañó al apóstol san Pedro, que le llama en sus
epístolas hijo carísimo, y por su grande espíritu y gracia en el hablar, le
tomó por intérprete para que explicase más copiosamente los profundos misterios
de Cristo, que él en pocas palabras anunciaba. Y como los fieles que por la
predicación de San Pedro se habían convertido en Roma, deseaban tener por
escrito lo que de él habían oído, rogaron a san Marcos que escribiese el
Evangelio de la manera que lo había oído de la boca de san Pedro; y el santo
apóstol lo aprobó y con su autoridad lo confirmó y mandó que se leyese en la
iglesia. Habiendo pasado el santo evangelista algunos años en Roma, tomó la
bendición de su padre y maestro san Pedro, y por su orden se partió a Egipto,
llevando consigo el Evangelio que había escrito para predicarle a aquellas
gentes bárbaras y supersticiosas. Descubrió primero aquella luz del cielo a los
de Cirene, Pentápoli y otras ciudades; y vino después a Alejandría como a
cabeza de toda aquella provincia y más necesitada de aquella divina luz. Allí
edificó una iglesia al Señor con nombre de San Pedro su maestro que aun vivía;
y fueron tantos los que se convirtieron a la fe de Jesucristo, así de los
judíos que moraban en aquellas partes, como de los mismos egipcios, que presto
se formó una admirable cristiandad, en la cual florecían maravillosamente todas
las virtudes que el Señor enseñaba en su santo Evangelio; porque todos los
fieles vivían entre sí con gran paz y conformidad, no había entre ellos pobres,
porque a todos se daba In que habían menester; ni ricos, porque los que lo eran
dejaban sus riquezas para use de los demás, y todos eran entre sí un alma y un
corazón. Otros muchos había que dando libelo de repudio a todas las cosas de la
tierra poblaban los montes y desiertos de Egipto, y vivían con tan extremada
santidad, que no parecían hombres, sino ángeles vestidos de carne mortal. No pudieron
sufrir tanta luz los ojos flacos de los gentiles y determinaron dar muerte a
san Marcos como a destruidor de sus templos y enemigo de sus dioses, y a los 24
de abril, que era día de domingo para los cristianos, y para los gentiles de
una fiesta que celebraban a su dios Serapis, hallando al santo evangelista
diciendo Misa, le prendieron, y echándole una soga a la garganta le arrastraron
por las calles. Encerrándole después en la cárcel, y venida la mañana siguiente
le arrastraron de nuevo por lugares ásperos y fragosos hasta que dio su
espíritu al Señor.
Reflexión:
Así murió el glorioso evangelista san Marcos, sellando también con su sangre el
santo Evangelio que nos dejó escrito, para que nadie pudiese imaginar con algún
color de razón que quisiese engañar a los hombres. Este es el mismo Evangelio
que predicaba en Roma el príncipe de los apóstoles san Pedro, el cual a su vez
dio la vida en confirmación de la verdad de Cristo, muriendo en cruz con la
cabeza abajo. Recuerden, pues, estos hechos, los despreocupados de nuestros
días, y entiendan que si niegan el santo Evangelio solo porque es contrario a
sus pasiones, con aquellos sellos de sangre apostólica, se firmó también la
sentencia de su condenación.
Oración:
Oh Dios, que ensalzaste a tu bienaventurado evangelista Marcos por la gracia de
la predicación del santo Evangelio; concédenos que nos aprovechemos de su santa
doctrina, y seamos protegidos por su poderosa intercesión. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
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