La
bienaventurada virgen santa Catalina de Sena, esposa regalada de Jesucristo,
nació en la ciudad de Sena, de padres virtuosos, que solo tenían lo necesario
para pasar la vida. Desde su más tierna infancia comenzó a resplandecer en ella
la gracia de Dios; y apenas tenía cinco años, cuando subiendo o bajando alguna
escalera de su casa se arrodillaba en cada escalón y decía el Ave María. Siendo
de seis años tuvo ya una visión celestial en que Jesucristo le echó su
bendición, quedando ella tan transportada, que su hermano no podía volverla en
sí. Algunas niñas se le juntaban con deseo de oir sus dulces palabras, y ella
las ¡enseñaba y se encerraba con ellas y hacía que se disciplinasen en su
compañía. A los siete años hizo votos de perpetua virginidad, y cuando más
tarde siendo de edad, la apretaban sus padres para que se casase, ella se cortó
el cabello, que le tenía por extremo hermoso, por lo cual se enojaron mucho y
la mandaron a las cosas de la cocina en lugar de la criada; más como un día la
hallase el padre orando en el rincón de un aposento y viese sobre su cabeza una
blanca paloma, le otorgó su permiso para dejar las cosas del mundo y tomar el hábito
de las Hermanas de Penitencia, que le había ofrecido en una admirable visión el
glorioso santo Domingo. Después que se vio plantada en el jardín de la
religión, fueron tan extraordinarias sus virtudes y tan excelentes sus dones
celestiales, que no hay palabras con que puedan explicarse. Tratábala
Jesucristo su esposo tan familiarmente, que siempre estaba con ella. Dábale
algunas veces la sagrada comunión de su cuerpo y sangre; una vez le dio a beber
de su costado, y en otra maravillosa aparición le puso en su lado izquierdo su
Corazón divino, dejándole en la misma parte una prodigiosa herida. Adornóla
además con toda suerte de gracias y prodigios, y eran tantas las gentes que
venían a verla y con sola su presencia se compungían, que el sumo pontífice dio
al confesor de la virgen y a dos compañeros suyos amplia facultad de absolver a
los que luego se querían confesar: y por ser tan grande la fama de sus
virtudes,. Gregorio XI y Urbano VI, se sirvieron de ella en negocios gravísimos
de la cristiandad, y la enviaron por embajadora suya. Finalmente a la edad de
treinta y tres años murió diciendo aquellas palabras de Jesucristo: Señor, en
tus manos encomiendo mi espíritu.
Reflexión:
Un día apareció Jesucristo a esta santa llevando dos coronas en las manos, una
de oro finísimo y otra de espinas y le dijo que escogiese cual quería. «¡Señor!
respondió ella, yo quiso en esta vida la que escogisteis para Vos» y diciendo
esto tomó la de espinas y se la puso tan apretadamente en su cabeza, que luego
sintió grandes dolores. Por esta causa se representa la imagen de santa
Catalina de Sena coronada de espinas. Imitémosla nosotros, llevando siquiera
con paciencia los trabajos que nos envía el Señor y las cruces con que se digna
probar nuestra fidelidad. Si el divino Redentor se te apareciese, y te
ofreciese la cruz de esos trabajos que padeces, ¿no la abrazarías con mil
acciones de gracias? Pues entiende que es voluntad suya que la lleves siquiera
con paciencia y resignación, para que asemejándote en algo a tu soberano modelo
crucificado, puedas después gozar con El en la gloria.
Oración:
Concédenos, oh Dios todopoderoso, que pues celebramos el nacimiento al cielo de
tu bienaventurada virgen Catalina, nos alegremos santamente con su anual
solemnidad y nos aprovechemos del ejemplo de su eminente virtud. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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