(178 p. C.) - La matanza de
los mártires de Lyon, con el obispo San Potino a la cabeza, tuvo lugar durante
la persecución de Marco Aurelio, en el año 177. Fue por entonces cuando
Marcelo, un sacerdote, recibió un aviso del cielo, como dice su
"passio", y consiguió escapar a la muerte y refugiarse en
Chalonsur-Saóne. Ahí recibió hospedaje por parte de un pagano y, en cuanto
Marcelo vio que su benefactor quemaba incienso ante las imágenes de Marte,
Mercurio y Minerva, se propuso demostrarle su error y tras una serie de
pláticas, le convirtió al cristianismo. Cierto día, Marcelo emprendió un viaje
hacia el norte y en el camino se encontró con la comitiva del gobernador Prisco,
quien le invitó a un banquete en su casa. Marcelo aceptó el convite y se
trasladó a la casa del gobernador; pero al caer en la cuenta de que Prisco y
sus invitados se disponían a realizar algunos ritos religiosos paganos, se
disculpó de tomar parte en la celebración, porque él era cristiano. Semejante
declaración causó estupor entre los presentes que, indignados, se precipitaron
sobre el sacerdote para matarle ahí mismo, mediante el feroz procedimiento de
atarle a dos troncos de árboles jóvenes doblados y mantenidos en tensión para
que, al soltarlos, desmembraran al mártir. El gobernador ordenó a Marcelo que
hiciese un acto de adoración ante una estatua de Saturno y como el sacerdote se
negó rotundamente, Prisco mandó que le mataran sin recurrir al procedimiento de
los arbolillos jóvenes, porque era demasiado rápido. En consecuencia, se
llevaron a Marcelo a las orillas del río Saóne, lo enterraron hasta el pecho en
la tierra apretada y ahí le dejaron inmovilizado y abandonado a su suerte. A
los tres días, murió de hambre y sed. Alban Butler menciona, junto con San
Marcelo, al mártir San Valeriano, a quien se nombra el 15 de septiembre en el
Martirologio Romano. Se dice que Valeriano huyó de la prisión al mismo tiempo
que Marcelo y que fue decapitado por la causa de la fe en Tournus, cerca de
Autun.
Es
difícil definir hasta dónde se puede tener confianza a las dos series de actas
(impresas en el Acta Sanctorum, sep., vol. Il) que relatan el martirio de San
Marcelo. En el siglo dieciocho, los bolandistas se inclinaban a defender esas
actas de las críticas lanzadas por Tillemont. En la segunda serie el nombre de
Valeriano está vinculado al de Marcelo y, una inscripción en la iglesia de
Bagnols (Gard) reúne dos porciones de reliquias de los dos santos. Es indudable
que su culto es muy antiguo, y San Gregorio de Tours lo atestigua en forma
indirecta. Dom Quentin, en su Martyrologes Historiques, pp. 179-180, nos da una
interesante ilustración sobre cómo se originó el extenso elogio a Marcelo en el
Martirologio Romano.
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