(¿350? d.C.).
El
santo confesor Pafnucio fue un egipcio que pasó varios años en el
desierto, bajo la guía del gran San Antonio, y luego llegó a ocupar una sede
episcopal en la alta Tebaida. Cuando la persecución del emperador Maximino,
Pafnucio fue uno de los muchos cristianos a los que les sacaron un ojo y les
marcaron con un hierro candente la pierna izquierda, antes de enviarlos a
trabajar en las minas. Al restablecerse la paz para la Iglesia, Pafnucio
regresó a su sede y, durante el resto de su vida, hizo ostentación de las
marcas gloriosas de sus sufrimientos por la causa de Jesús crucificado. Fue uno
de los más ardientes defensores de la fe católica contra la herejía
arriana y, tanto por sus virtudes como por el hecho de haber confesado su fe
ante los perseguidores y bajo los tormentos, fue una figura relevante y
venerada en el Concilio de la Iglesia, convocado en Nicea en el año 325.
No obstante que Pafnucio observó durante toda su vida la más
estricta continencia, durante el concilio se distinguió por su oposición al
celibato clerical. La mayoría de los obispos asistentes se habían pronunciado
en favor de una ley general que prohibiese a todos los obispos, sacerdotes,
diáconos y subdiáconos convivir con las mujeres con las que se habían casado
antes de recibir su ordenación; pero Pafnucio dejó oír su voz en la asamblea
para oponerse a la moción y sostuvo que ya era bastante conformarse con la
antigua tradición de la Iglesia que prohibía a los clérigos casarse después de
haber sido ordenados; recordó a los Padres que, para los casados, el uso de su
vínculo matrimonial es castidad y les rogó que no impusieran el yugo de la
separación a los clérigos y sus esposas. San Pafnucio acabó por convencer
completamente al concilio y, hasta nuestros días, es ley de la Iglesia
oriental, católica o disidente, que los hombres casados pueden recibir la
ordenación sagrada, del episcopado para abajo, y vivir con sus esposas al
mismo tiempo.
San Pafnucio permaneció siempre en estrecha relación con San
Atanasio y los otros prelados ortodoxos. El y otros obispos egipcios
acompañaron a su santo patriarca al Concilio de Tiro, en 335, y ahí
descubrieron que la mayor parte de los miembros que componían la asamblea,
profesaban la doctrina herética del arrianismo. Cuando Pafnucio vio entre
aquellos herejes a Máximo, obispo de Jerusalén, se sintió hondamente preocupado
de que un prelado como aquél, que había sufrido en la última persecución,
anduviera en tan malas compañías; entonces tomó al obispo por la mano, lo
condujo fuera de la sala y le reconvino que alguien que llevaba las mismas
gloriosas marcas que él mismo, por haber defendido la fe, se dejase
arrastrar y conducir por gentes que se obstinaban en el error y estaban
decididas a combatir y condenar el artículo más rígido y fundamental de aquella
fe. Máximo se conmovió por la apelación del santo y, al regresar a la sala de
la asamblea, ocupó un escaño entre los partidarios de San Atanasio y ya nunca
desertó de aquel bando.
Algunas veces se
ha dado a San Pafnucio el título de "Grande", para distinguirlo de
otros santos con el mismo nombre. Se desconoce la fecha de su muerte.
No hay una biografía antigua de San Pafnucio, pero en
el Acta Sanctorum, sept. vol. III, se publican varios
párrafos tomados de las obras de los historiadores Sócrates
y Teodoreto. Ver también el DCB., vol. IV, p. 185. A menudo se
ha discutido la autenticidad de la declaración sobre el celibato,
atribuida a Pafnucio. Para esto, consultar el DTC., vol. II, c. 2078.
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