(453 d.C.). Como un indicio del papel importantísimo que desempeñaron en los asuntos
religiosos y eclesiásticos los emperadores romano-bizantinos y de la influencia
de las mujeres en la corte imperial (una influencia no siempre benéfica),
recordemos que los Padres del famoso Concilio de Calcedonia, que hizo época,
aclamaron a la emperatriz Pulquería, como "guardiana de la fe,
pacificadora, pía, creyente y una segunda Santa Elena." Estos títulos no
eran simples galanterías de los obispos orientales, sino signo de que éstos
sabían por experiencia la importancia de conservar la buena voluntad del
soberano imperial y de su corte.
Pulqueria era la nieta de Teodosio el Grande y la hija del emperador
Arcadio, el que murió en el año 408. La princesa nació en el año 399. Tuvo tres
hermanas: Flacilla, que era la mayor, murió muy joven; Arcadia y Marina eran
menores que Pulqueria. El emperador dejó un hijo, Teodosio II, que era tímido,
bueno y devoto, incapaz para manejar los asuntos públicos y sin la energía
suficiente para la posición que ocupaba. A Teodosio le interesaba más escribir
o pintar que el arte de gobernar, y sus allegados le daban el sobrenombre de
"calígrafo." En el año de 414, Pulqueria, que sólo tenía la edad de
quince años, en nombre de su joven hermano, fue declarada augusta, participante
con Teodosio en el gobierno del imperio y encargada también del cuidado y
educación del príncipe.
Bajo el gobierno de Pulqueria, la corte mejoró mucho de lo que había
sido en tiempos de su madre, quien despertó la justa cólera de San Juan
Crisóstomo. Al convertirse en augusta, Pulqueria hizo un voto de perpetua
virginidad e indujo a sus hermanas a hacer lo propio. Probablemente, los
motivos de aquella decisión no fueron religiosos, ni en parte, ni
completamente. Era una mujer de negocios que veía las cosas tal como eran y no
quería que el hombre se casara con ella o con alguna de sus hermanas llegara a
meterse en los asuntos de la administración política o hiciera el intento de
arrebatar el trono a su hermana. Pero tampoco se puede decir que el voto
estuviese desprovisto de cierto sentido religioso, puesto que la soberana había
citado a Dios como testigo y no era de las que toman el nombre de Dios en vano,
y Pulqueria mantuvo su juramento, aun después de haberse casado, de hecho. De
todas maneras, resulta exagerado representar a la corte de aquel tiempo como
una especie de monasterio: el espectáculo de las jóvenes princesas dedicadas la
mayor parte del tiempo a hilar, bordar y a los ejercicios de devoción en la
iglesia no tenía nada de extraordinario y, si Pulqueria impedía a los hombres
el acceso a sus departamentos y a los de sus hermanas, era por una medida de
elemental prudencia, en vista de que las lenguas de la corte andaban muy
sueltas, y los oficiales bizantinos no se distinguían por su buena conducta.
Tenemos la impresión de que era una familia muy unida y muy trabajadora, cuya primordial
preocupación era el cuidado y la educación de Teodosio. Por desgracia, como
sucede a menudo con las gentes muy inteligentes y capaces, Pulqueria estaba
segura de bastarse a sí misma y (tal vez sin intención al principio) aprovechó
la ventaja de la falta de interés de su hermano por los asuntos públicos para
educarlo como un virtuoso caballerito y un joven estudioso, pero no un
gobernante. Como se ha escrito irónicamente: "Su incapacidad para la
administración era tan marcada, que apenas si se le puede acusar de haber
aumentado los infortunios de su reino por sus propios actos." Si de los
infortunios podía culparse a Teodosio, las buenas fortunas podrían achacarse a
la prudencia y el buen gobierno de Pulqueria. El carácter resuelto de ésta y la
tímida indiferencia de su hermano, se ponen de manifiesto en un suceso que
ocurrió cuando Pulqueria, para poner a prueba a Teodosio, le presentó un
decreto para la sentencia de muerte contra sí misma. El joven lo firmó
precipitadamente, sin haberlo leído.
Cuando Teodosio llegó a la edad de contraer matrimonio, Pulqueria volvió
a tomar en consideración las complicaciones políticas y, debemos admitirlo,
también la salvaguardia de sus propios intereses y su ascendencia que, en las
circunstancias, eran para el bien y el progreso del estado; eligió para él a
Atenaís, la más bella, muy acaudalada y muy encumbrada hija de un filósofo de
Atenas que aún era pagano. [La versión de que Atenaís fue enviada a
Constantinopla para buscar fortuna, ilustra de manera interesante un aspecto de
las costumbres en la sociedad greco-romana de la época. Estaría fuera de lugar
relatar aquí esa historia, por eso recomendamos ver el resumen que hace Finlay
en "Greece under the Romans", cap. II, sección XI]. Teodosio aceptó
de buen grado a la joven, y ella no tuvo ningún reparo en hacerse cristiana, de
modo que, en el año 421, se casaron. Dos años más tarde, Teodosio declaró
augusta a su esposa Atenaís o Eudoquia, como se le había puesto en el bautismo.
Era inevitable que la augusta Eudoquia, tarde o temprano, intentase menguar los
poderes de su cuñada, la augusta Pulqueria. A su debido tiempo, la ambiciosa
hija del filósofo ejerció todas sus artes femeniles sobre su débil y pusilánime
esposo, hasta que consiguió que desterrara a Pulqueria en Hebdomon. El exilio
duró algunos años. Podemos creer sin reparos, como dice Alban Butler, que Santa
Pulqueria "consideró el castigo de su exilio como un favor del cielo y
consagró todo su tiempo a Dios en la plegaria y al prójimo en las buenas obras.
Nunca se quejó por la ingratitud de su hermano, ni por las inicuas intrigas de
la emperatriz que todo se lo debía, ni por las injusticias de sus
ministros." Sin duda, que habría estado contenía "con olvidarse del
mundo y con que el mundo se olvidara de ella", pero no podía pasar por
alto que tenía muchas y muy graves responsabilidades en aquella gran parte del
mundo cuya capital era Constantinopla. Durante algún tiempo las cosas marcharon
bastante bien, hasta que más o menos por el año de 441, se produjo la caída de
Eudoquia. Se la había acusado, tal vez injustamente, de haber sido infiel al
emperador con un apuesto aunque gotoso oficial llamado Paulino, [Ver a Finlay
en la obra "Greece under the Romans", para la fabulosa historia de la
manzana de Frigia.] y fue desterrada a Jerusalén, oculta bajo el disfraz de un
peregrino. Ya nunca regresó. En la corle hubo una reorganización general de las
oficinas de gobierno y lodos los puestos cambiaron de mano; a Pulqueria se le
llamó del exilio, pero no para darle su antiguo cargo de supremo gobierno, ya
que la jefatura estaba ocupada ahora por Crisafio, un antiguo partidario y
admirador de Eudoquia. Bajo la administración de aquel hombre, el imperio de
oriente fue de mal en peor durante diez años.
Por las presiones de Crisafio y sin ninguna consideración por la firmeza
de las ideas teológicas, ya que anteriormente había favorecido a Nestorio, el
emperador Teodosio brindó su apoyo incondicional a Eutiques y a la herejía
monofisita. En el año de 449, el Papa San León el Grande apeló a Santa
Pulquería y al emperador para que rechazaran y combatieran el monofisismo; como
respuesta, Teodosio aprobó las actas del "infame Sínodo" de Efeso y
expulsó a San Flaviano de la sede de Constantinopla. Pulquería se mantenía
firme en la ortodoxia, pero su influencia sobre su hermano se había debilitado.
El Papa escribió de nuevo; Hilario, el archidiácono de Roma, escribió también;
dejaron oír sus protestas y sus consejos Valentiniano III, el emperador de
occidente, su esposa Eudosia, la hija de Teodosio y Gala Plácida, su madre...
y, de repente, en medio de aquella lluvia de apelaciones, murió el emperador
Teodosio, como consecuencia de los golpes que recibió al caer del caballo
durante una partida de caza.
Santa Pulqueria, que por entonces tenía cincuenta y un años, instaló en
el trono imperial a un general veterano de humilde origen, siete años mayor que
ella. Llevaba el nombre de Marciano; era natural de Tracia y viudo. Pulqueria
juzgó prudente y muy ventajoso para el estado y para la estabilidad del trono,
contraer matrimonio con Marciano y así se lo propuso, con la única condición de
que ella quedase en libertad para mantener su voto de virginidad. El general
veterano aceptó y ambos gobernaron juntos como dos buenos amigos siempre de
acuerdo en sus puntos de vista y sus sentimientos, encaminados al progreso de
la religión y el aumento del bienestar público. Los emperadores dieron una
calurosa bienvenida a los delegados que envió el Papa León a Constantinopla, y
su celo en favor de la fe católica les valió las más cálidas felicitaciones y
encomios por parte de aquel Pontífice y del Concilio de Calcedonia que,
convocado en 451 bajo el patrocinio de los emperadores, condenó a la herejía
monofisita. Pulqueria y Marciano hicieron todo lo que estaba a su alcance para
que los decretos de aquella asamblea quedaran establecidos en todo el imperio
de oriente, pero fracasaron lamentablemente en Egipto y en Siria. La propia
emperatriz Santa Pulqueria escribió a un monje y a una abadesa de un convento
de monjas de Palestina, con el propósito de convencerlos de que el Concilio de
Calcedonia no había propiciado, como se afirmaba, una reavivación del
nestorianismo, sino que condenó aquel error juntamente con las opuestas ideas
herejes de Eutiques. Por dos veces con anterioridad, en 414 y 443, Pulqueria
había perdonado el pago de impuestos atrasados que abarcaban un período de
sesenta años, y tanto ella como su esposo procuraron contentar a su pueblo con
bajos impuestos y los menores gastos de guerra que fueran posibles. El
admirable espíritu con que desempeñaron sus deberes de gobernantes, se traduce
en el lema de Marciano: "Nuestra obligación de soberanos es cuidar de la
raza humana." Por desgracia, la magnífica sociedad no duró más de tres
años, porque en el mes de julio del 453 murió Santa Pulquería.
Aquella gran emperatriz construyó muchas iglesias, tres de ellas en
honor de la Madre de Dios: la de Blakhernae, la de Khalkopratia y la de
Hodegetria, que figuraron entre las más famosas iglesias marianas de la
cristiandad. En la última de las iglesias mencionadas la emperatriz instaló la
famosísima pintura de la Virgen María que había sido traída de Jerusalén y que
se atribuye al Evangelista San Lucas. Pulqueria y Teodosio fueron los primeros
emperadores de Constantinopla con inclinaciones griegas más que latinas; ella
propicio el establecimiento de la universidad donde se enseñaba la lengua
griega y había cursos sobre literatura y filosofía de Grecia; fue ella quien
redactó las reglas y principios sobre las obligaciones y necesidades de los
gobernantes, reunidos en el llamado Código de Teodosio. Si tomamos en
consideración los actos y virtudes de la emperatriz, admitiremos que los
elogios de San Próculo en su panegírico del Papa San León y de los padres del
Concilio de Calcedonia, no eran meros cumplidos, sino alabanzas que ella
merecía. El Martirologio Romano menciona a Santa Pulqueria en la fecha de hoy;
su nombre fue inscrito por el cardenal Baronio; su fiesta se celebra entre los
griegos, aunque en una época su culto se extendió por el occidente y su fiesta
se observaba, por ejemplo, en todo Portugal y en el reino de Nápoles.
Pulqueria desempeñó una
parte importante en la historia eclesiástica de su tiempo, pero no tiene una
biografía propia. Ver el Acta Sanctorum, sept., vol. III y también el vol. IV,
pp. 778-782; a Hefele-Leclercq, en Concites, vol. II, pp. 375-377 y las
acostumbradas referencias en las diversas obras. Hasta Gibbon habla bien de
Pulqueria en su Decline and Fall. cap. XXXII
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