Así como la divina bondad ha
dado a su Iglesia por príncipe y defensor al glorioso san Miguel Arcángel como
antes le había dado a la Sinagoga, así también ha querido en diversos lugares y
tiempos obrar cosas maravillosas por intercesión y ministerio de este
bienaventurado príncipe de la Iglesia. Muchas han sido las apariciones de san
Miguel Arcángel y muchos templos le han sido consagrados, así en Oriente como
en Occidente, pero la más ilustre y señalada aparición es la que sucedió en el
monte Gárgano en la provincia de la Pulla, del reino de Napóles. Porque siendo pontífice Gelasio,
primero de este nombre, un hombre rico tenía grandes manadas de ganado mayor, y
como de una de ellas se desmandase un toro, buscáronle y le hallaron al cabo de
algunos días dentro de una cueva. Tiráronle una saeta la cual se volvió del
medio del camino contra el que la había tirado y le lastimó. Turbáronse los
presentes y asombráronse entendiendo que allí había algún secreto y oculto
misterio. Acudieron al obispo de Siponto, para que le declarase. El obispo
mandó que todos ayunasen e hiciesen oraciones por tres días para implorar la
gracia del Señor, y al cabo de ellos, le apareció san Miguel y le declaró que
#quel lugar donde se había recogido el toro estaba debajo de su tutela y que la
voluntad de Dios era que en aquella cueva se fabricase un templo en honra suya
y de todos los ángeles, asegurándole que en aquel sitio experimentarían los
pueblos la eficacia de su celestial protección. Movido el santo prelado por la soberana
aparición y promesa del glorioso Arcángel, juntó al clero y al pueblo, les
declaró la visión que había tenido, y fué en procesión al sitio donde había
sucedido el milagro. Encontraron en él una caverna muy grande y en forma de
templo, con su bóveda natural harto elevada, y sobre la puerta una como ventana
abierta en la misma peña, por donde entraba la luz. Erigieron un altar,
consagróle el obispo, y celebró allí el santo sacrificio de la misa, y más
tarde se hizo la dedicación de la iglesia con mayor solemnidad y devoción,
concurriendo a ella todos los pueblos de la comarca, y duró la fiesta muchos
días. No tardó el Señor en manifestar allí la gloria y valimiento del poderoso
arcángel san Miguel por cuyos merecimientos ha obrado Dios nuestro Señor después
acá, muchos milagros en aquel templo, mostrando que se sirve de que san Miguel
sea allí singularmente reverenciado, y por esta causa ha sido siempre tenido
por un santuario de gran concurso y veneración.
Reflexión: Leemos que san
Romualdo, fundador de la orden de la Camáldula, ordenó a Otón, emperador, que
fuese en romería a pie y descalzo desde Roma al monte Gárgano a visitar el
templo de san Miguel, en penitencia de haber mandado o consentido matar a
Crescencio, hombre principal, habiendo dado antes su palabra de que no le
mataría. Cumplió el emperador aquella penitencia con grande humildad y
edificación de los fieles, los cuales, a ejemplo del monarca frecuentaban aquel
lugar santo en sus piadosas romerías. Imitemos también nosotros estas peregrinaciones
a los devotos santuarios, porque en nuestros tiempos son muy necesarias para
vencer la impiedad y restaurar la devoción cristiana y alcanzar del Señor
extraordinarias bendiciones sobre las familias y los pueblos.
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