Santo Domingo de la Calzada fué
italiano de nación, y habiendo dado su patrimonio a los pobres, para ser menos
conocido, vino a España, donde pretendió hacerse religioso de san Benito en el
monasterio de san Millán. Entonces se juntó con san Gregorio, obispo de Ostia,
que había venido a Navarra por legado del Papa a mitigar el azote de Dios, que
hacía grande estrago en todo aquel reino, pues la langosta y pulgón comían y
destruían los frutos de la tierra; y con las oraciones, limosnas y penitencias
que mandó hacer san Gregorio se enmendaron muchos de su mala vida, y cesando
los pecados, cesó también el castigo de ellos. Muerto san Gregorio, se
determinó santo Domingo de hacer asiento en el mismo lugar que ahora tiene su
nombre; allí edificó una pequeña celda y una capilla que dedicó a nuestra
Señora: luego desmontó la espesa selva donde se guarecían muchos ladrones y
salteadores que robaban a los peregrinos que iban en romería a Santiago de
Galicia. Hizo además una calzada de piedra, que por ser obra tan insigne, tomó
el santo de ella el nombre; y para hospedar a los peregrinos, les edificó un
hospital, donde le visitó santo Domingo de Silos, que a la sazón vivía, y los
dos santos se recibieron con mucha ternura y caridad, y el de Silos alabó mucho
las buenas obras que hacía el de la Calzada. Siete años antes de morir hizo
labrar su sepulcro en una peña, y para que este lugar no estuviese ocioso, le
llenaba de trigo para repartirlo a los pobres. Un día vino a visitarle una
devota mujer que le preguntó la causa de haber cavado su sepultura tan lejos de
la iglesia. A lo que respondió el santo: «No tengáis cuidado de eso, señora; la
divina Providencia cuidará de que mi cuerpo repose en lugar sagrado, porque os
hago saber que, o la iglesia seguirá mis pasos a este recinto o mi cadáver
gozará de sus favores.» El suceso mostró que había hablado con espíritu
profético, pues con el discurso del tiempo vino el sepulcro del santo a estar
dentro de la iglesia. Finalmente, habiendo pasado su larga vida con grande
aspereza y penitencia, murió en el Señor, el cual ilustró a su siervo con
tantos milagros, que en aquel mismo sitio se le hizo un hermoso templo, y
después una ciudad que tomó su nombre y se llama Santo Domingo de la Calzada.
Reflexión: Dignas de alabanza
son las obras de pública utilidad; pero tienen sin duda más especial mérito
delante de Dios las que se ordenan al acrecentamiento de la religión y de la
piedad, como las que hizo santo Domingo de la Calzada; porque el que en ellas
emplea su trabajo y hacienda, coopera señaladamente a todas las buenas obras y
piadosos ejercicios que con ocasión de ellas después se practican. ;Oh! ¡cuánta
gloria del Señor se sigue de la fábrica de un templo, de una casa de
beneficencia o de otros edificios que levanta la caridad cristiana en honra de
la religión y beneficio de los pobres! Si los hombres ricos y poderosos
entendiesen los tesoros celestiales que pueden alcanzar con este empleo de sus
terrenales riquezas, no habría uno solo de ellos que en la hora de la muerte no
dejase un legado pío para semejantes obras. ¿Cómo no ha de tener un palacio en
el cielo, quien labra una casa de Dios en la tierra?
Oración: Clementísimo Dios, que
te dignaste adornar a tu bienaventurado confesor Domingo con virtudes tan
excelentes, concédenos que por la intercesión de este justo, cuyo nacimiento
para el cielo celebramos en este día, seamos libres de las cadenas de nuestros
pecados y merezcamos gozar de su compañía en los cielos. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
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