El gran pontífice de la Iglesia,
Pío V, de nombre Gisleri, fué natural de Bosco, villa del estado de Milán, y
nació de padres pobres en una humilde choza. Acertando a pasar por sus
pueblos" dos religiosos de santo Domingo y viendo al niño Miguel, que así
se llamaba, se le aficionaron por ver sa buena inclinación y Miguel se aficionó
a ellos; y así le llevaron consigo al convento de Voguera, de la provincia de
Lombardía. Terminados sus estudios fué nombrado sucesivamente, prior de varios
conventos, obispo de Nepi, cardenal, y finalmente, soberano pontífice. Las
ropas interiores que traía eran pobres y remendadas, la estameña de las camisas
era de la más áspera, y su mesa era tan parca como la de un pobre oficial.
Cuatro mil escudos gastaba cada año en casar huérfanas; visitaba él mismo los
hospitales, y a sus deudos más cercanos los dejó en el estado en que los halló.
Con cien mil ducados de gasto, resucitó en Roma el arte de tejer lanas para
desterrar las telas de los extranjeros que sacaban el dinero de la ciudad.
Ofrecía un homicida diez mil ducados por librarse de la muerte a que estaba ya
condenado, y respondió san Pío: «Si con dinero se rescatase la vida, las penas
sólo se hicieran para los pobres». Reformó el sacro Palacio y la ciudad de
Roma, limpió de foragidos la Italia, solicitó que se coligasen los príncipes de
Italia y España para hacer guerra contra los hugonotes, socorrió a Flandes
contra los rebeldes a su Dios y a su rey, declaró a la reina Isabel de
Inglaterra por hereje, absolviendo a sus subditos del juramento de fidelidad,
esforzó a la reina de Escocia a la constancia en la fe, pacificó la Polonia y
procuró unir a los príncipes cristianos contra los turcos, y por las oraciones
del santo pontífice se alcanzó la insigne y milagrosa victoria naval de Lepante
Finalmente, hizo en seis años de pontificado lo que era bastante para llenar un
siglo; y a los setenta y ocho años de edad recibió la corona inmortal de sus
heroicas virtuces, apareciéndose a santa Teresa de Jesús, con grande gloria y
de camino para el cielo. Enterránronle en la capilla de san Andrés, donde
grabaron este epitafio en marmol: «Pío V, pontífice, restaurador de la religión
y honestidad, establecedor de la rectitud y justicia, renovador de la
disciplina y costumbres, defensor de la cristiandad. Habiendo dado leyes
saludables, conservado a la Francia, coligado a los príncipes y conseguido
victoria de los turcos; en heroicos hechos e intentos en gloria de paz y
guerra: Máximo, Pío, Feliz y Óptimo Príncipe.»
Reflexión: La noche en que
estaban una frente de otra las armadas de don Juan de Austria y de Selim,
ordenó el santo Pontífice que en todas las iglesias de Roma se continuasen las
oraciones toda la noche, y el domingo se siguiesen unas a otras. Estuvo él toda
la noche en oración delante de un crucifijo y toda la mañana del domingo, hasta
que sentándose a comer, de repente se levantó de la mesa y se puso en una
ventana de su palacio, donde estuvo mirando al cielo más de una hora. Al fin,
dijo a sus domésticos con grande alegría: Los nuestros han peleado bien y
vencido al turco. Vamos a dar gracias a Dios. Notóse el día y la hora en que
dijo esto, y hallóse después ser la misma hora de la batalla y victoria. Mira
cuan poderosa es la oración de un santo, que fué sin duda gran parte para que
librase el Señor a toda la cristiandad del poder de sus enemigos.
Oración: Oh Dios, que te
dignaste elegir por pontífice máximo al bienaventurado Pío V para destruir a
los enemigos de tu Iglesia, y para reparar el culto divino, defiéndenos con tu
protección para que libres de las acechanzas de nuestros enemigos gocemos en tu
servicio de una paz perpetua y estable. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario