Celebra en este día la santa madre
Iglesia la fiesta de san Juan de Porta Latina, y en ella el asombroso martirio
que padeció el discípulo amado del Señor junto a una puerta de Roma, llamada
Latina, por salirse por ella a los pueblos del Lacio. Estaba el gloriosísimo
san Juan Evangelista en la ciudad de Efeso gobernando las iglesias de Asia,
cuando en la persecución de Domiciano fué preso y a pesar de su mucha edad le
llevaron a Roma, donde por no querer obedecer a Domiciano y adorar los falsos
dioses, fue condenado a ser echado en una tina de aceite hirviendo, para que
con aquel tormento acabase su dichosa vida. Señalóse el día para hacer este
sacrificio, que fué el 6 de mayo. Estuvo el senado presente en el espectáculo,
al cual concurrió toda la ciudad por la gran fama del santo apóstol, y
habiéndole primero azotado, como era costumbre de los romanos con los que
condenaban a muerte, lo desnudaron y echaron en la tina de óleo hirviendo que
allí tenían dispuesta. Entró con grande alegría y seguridad el glorioso
evangelista, acordándose que Cristo nuestro Señor le había dicho a él y a su
hermano Santiago que beberían el cáliz de su pasión; mas el Señor obró entonces
un maravilloso prodigio que espantó a toda la ciudad; porque las llamas
perdieron su fuerza y el aceite que ardía se convirtió en un rocío del cielo y
aunque se abrasaron algunos de los ministros impíos que atizaban el fuego, el
venerable apóstol de Cristo salió resplandeciente, como suele salir el oro fino
Mandóle después el emperador a una isla apartada que se llamaba Pathmos, donde
el glorioso evangelista tuvo las grandes revelaciones que escribió en el
sagrado libro del Apocalipsis, que, como dice san Jerónimo, tiene tantos
misterios como palabras. Estuvo san Juan en este destierro hasta la muerte de
Domiciano, y en este tiempo convirtió » aquellos isleños de Pathmos a la fe de
Cristo. Luego que mataron en Roma a Domiciano, con el aborrecimiento que todos
le tenían, el senado revocó sus decretos y condenaciones, y con esto el santo
evangelista volvió de su destierro a Asia, y fué recibido por los cristianos
como si viniera del cielo, mirándole como a apóstol tan querido del Señor, y
como a profeta y mártir que había padecido por El, y a quien no había faltado
la voluntad y ocasión de morir por Cristo, sino el efecto de la muerte que no
le quiso conceder el Señor para que escribiese después el sagrado Evangelio, y
volase como águila a lo más alto del cielo para declararnos la eterna
generación del Verbo divino. Del martirio de san Juan hacen mención Tertuliano
y san Jerónimo.
Reflexión: San Juan evangelista
es el único apóstol que no murió mártir; pero mira con qué generoso corazón se
ofrecía a la muerte, entrando en la caldera con aceite hirviendo. ¿Quién no
recibirá pues con toda confianza el divino Evangelio que escribió? ¿Quién
rehusará darle fe después de habernos él dado su ilustre testimonio por estas
palabras: «Os anunciamos lo que hemos visto por nuestros ojos, lo que hemos
oído por nuestros oídos, lo que hemos palpado con nuestras manos acerca del
Verbo de eterna vida, a fin de que creyendo en él alcancéis la vida eterna?».
Quien menosprecie este testimonio, merece ser despreciado; quien lo repruebe,
merece ser eternamente re-probado.
Oración: Oh Dios, que estáis
viendo nuestra turbación por las calamidades que por todas partes nos rodean,
suplicámoste nos concedas que seamos defendidos de ellas por la gloriosa
protección de tu apóstol y evangelista san Juan. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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