San Juan llamado Silenciario por
el profundo recogimiento y silencio que guardó por espacio de muchos años,
nació en Nicópolis de Armenia, de nobilísimos padres. A los diez y ocho años de
su edad vino a Colonia donde empleó su patrimonio en edificar una magnífica
iglesia a nuestra Señora y en fundar un monasterio, en el cual él mismo se
encerró con otros diez compañeros, haciendo allí vida tan perfecta que en breve
tiempo fué aquel monasterio un seminario de santos. Pero muerto el obispo de
Colonia, sacaron de su retiro al joven abad que tenía a la sazón veintiocho
años, y en fuerza de su celo se vio muy presto florecer la piedad en todo el
obispado y aun en la misma corte del emperador, donde su hermano Pérgamo y su
primo Teodoro fueron modelo de cortesanos ejemplares. Mas no pudiendo reducir a
su cuñado Pasímico que era gobernador de la Armenia, y turbaba la paz de su iglesia
con injusticias y violencias, después de llevar inútilmente sus quejas al
emperador Zenón, y puesto orden en los negocios del obispado, lo renunció
secretamente y se embarcó solo en un navio y fué a Jerusalén con propósito de
pasar el resto de su vida desconocido de los hombres. Recibióle san Sabas en su
monasterio llamado la Laura; allí el obispo desconocido sirvió de peón a los
albañiles, que fabricaban el hospicio para los peregrinos, llevándoles el yeso
y las piedras. Al cabo de algunos años, admirando san Sabas cada día más la
eminente virtud del religioso, le llevó consigo al patriarca de Jerusalén para
conferir a aquel monje las órdenes sagradas y el sacerdocio, lo cual dijo el
patriarca que haría de buena gana. Entonces viéndose el siervo de Dios
precisado a descubrirse, pidió audiencia secreta al patriarca, y después de
obligarle al secreto, le declaró que era obispo; de lo cual asombrado y
edificado el patriarca llamó a san Sabas y le dijo que no podía ordenar a aquel
santo religioso y que le dejase en su humildad, sin permitir que nadie le
inquietase. Así perseveró en su silencio todo el resto de su vida, no hablando
palabra por espacio de muchos años, y entregándose a asombrosas penitencias y
altísima contemplación así en el monasterio como en la soledad. Muerto san
Sabas, se apareció a nuestro santo para consolarle en la cruel persecución que
movieron contra él y contra sus monjes los que seguían los dogmas de Orígenes y
Teodoro de Mopsuestia. Mucho tuvieron que padecer aquellos santos anacoretas;
pero teniendo por cabeza y guía a nuestro santo, jamás pudieron ser
inficionados por el veneno del error, y sufrieron con gran fortaleza las más
duras persecuciones por defender los decretos de la Iglesia. Finalmente colmado
de méritos y virtudes, entregó su preciosa alma al Señor a la edad de ciento y
cuatro años.
Reflexión: ¿Por qué inspiró el
Señor a san Juan Silenciario la guarda de tan maravilloso silencio, sino para
que aprendamos con este ejemplo a mortificar los vicios de nuestra lengua? La cual
es una espada de dos filos que no pocas veces hiere a la vez al prójimo y al
maldiciente: y la herida casi siempre es mortal o incurable. No murmures, pues,
de tus hermanos, ni les maldigas jamás, ni seas fácil en creer y referir lo
malo que te han dicho de ellos. No reniegues, ni jures, ni blasfemes, que ese
es lenguaje de los demonios, y si quieres usar bien de la lengua, piensa antes
de hablar, si es bueno o malo, útil o dañoso lo que vas a decir.
Oración: Oh Dios, omnipotente,
rogármoste nos concedas que la venerable solemnidad de tu confesor y pontífice
Juan, acreciente en nosotros la devoción y e] deseo de nuestra eterna salud.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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