Fué san Ivon natural de una
aldea llamada comúnmente San Martín, en la Bretaña menor. Haciendo sus estudios
en París y en Orleans, no bebía vino y daba de mano a todos los
entretenimientos sensuales, conservando así las fuerzas de su espíritu con la
entera pureza de su cuerpo y alma. Ejercitó luego el oficio de juez
eclesiástico y vicario general del obispo Trecorense y retiróse después a una
iglesia parroquial para entregarse de veras al Señor. Acontecióle una vez estar
siete días en oración, tan embebecido y absorto en Dios, que ni tuvo hambre, ni
comió bocado; y acabada su oración salió tan bueno y con tantas fuerzas como si
hubiera comido regaladamente. Era excelente predicador e iba a pie por diversos
pueblos para sembrar la palabra divina; pero sobre todas las virtudes se esmeró
en la misericordia con los pobres. Recibíales con gran caridad, lavábales los
pies, proveíalos de todo lo que habían manester, y tenía casa señalada para
esto: nueve años tuvo en su casa a un pobre hombre casado con cuatro hijos,
sustentándolos y remediándolos con extremada caridad. En una gran carestía, no
teniendo más que un pan en casa para comer él y dar a los pobres que en gran
número habían concurrido, el Señor le multiplicó de manera que tuvo que comer y
repartir a todos los que habían venido. Otros muchos milagros obró el Señor
para proveerle y recompensar su caridad. Diciendo misa un día, al tiempo de
alzar la hostia se vio un globo de fuego de maravillosa claridad que le rodeaba,
el cual desapareció en acaban do, de alzar el cáliz. Queriendo pasar el santo
por el puente de un río caudaloso, había crecido el río de manera que había
sobrepujado el puente, y él haciendo la señal de la cruz sobre las aguas, se
partieron y le dejaron el paso libre, y después de haber pasado volvieron a
cubrir el puente. Muchos otros milagros hizo el Señor para declararnos la
santidad de su siervo; el cual hallándose ya lleno de méritos y extenuado por
sus muchos ayunos y penitencias, tendido en su cama ordinaria, que era la
tierra, y abrazado con la santa cruz, dio su bendita alma al Señor. Su sagrado
cuerpo fué sepultado honoríficamente en la iglesia Trecosense, donde acuden de
diversas partes muchos peregrinos por los innumerables milagros que allí obra
el Señor.
Reflexión: Mereció san Ivon el
nombre de abogado de los pobres, porque en su vida de ninguna cosa se pareció
más que de ser el refugio y amparo de los pobres, padre de huérfanos, defensor
de las viudas y remedio de todos los necesitados. Imita, pues, esta caridad tan
necesaria -y agradable al Señor, acordándote de que el día del juicio, el
soberano Juez ha de pedirnos muy estrecha cuenta de las obras de misericordia
que tanto nos encomendó en su santo Evangelio: «Venid, nos dirá, benditos de mi
Padre, a poseer el Reino que os tengo preparado desde el principio del mundo;
porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber,
estuve enfermo y me visitasteis»; y así de estas y de las demás obras de
misericordia quiere Dios que hagamos más cuenta que de otros ejercicios de
virtud y de piedad, y que sean como el sello y nota distintiva de los
verdaderos cristianos que tienen el espíritu de Jesucristo.
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