jueves, 31 de mayo de 2018

1 de junio. San Iñigo, abad de Oña. — (t 1071) Flos Sanctorvm Santoral



San Iñigo, decoroso ornamento del orden de san Benito, nació en Calatayud, ciudad antiquísima y muy noble de la corona de Aragón. Sus padres fueron muzárabes, esto es, cristianos mezclados con los árabes, los cuales dieron a Iñigo una educación conforme a las piadosas máximas del Evangelio. Llegado el ilustre joven a edad competente, dejó su patria, sus padres y sus cuantiosos bienes, y se retiró a los montes Pirineos, donde pasó algún tiempo en la contemplación de las grandezas divinas; mas llegando a su noticia la santidad de los monjes que vivían en el célebre monasterio de san Juan de la Peña, establecido en lo alto de las montañas de Jaca, resolvió abrazar la regla de san Benito. Hecha ya su solemne profesión, cuando era amado y venerado de todos los monjes por sus «eminentes virtudes, alcanzó licencia del esclarecido abad, llamado Paterno, para retirarse a un espantoso desierto de las montañas de Aragón, donde resucitó con sus austeridades las imágenes de penitencia que se leen de los solitarios de la Tebaida, de la Nitria y de la Siria; y donde atraía a gran número de gentes que se aprovechaban de sus saludables instrucciones. Mas habiendo fallecido por este tiempo el primer abad del monasterio de Oña, llamado García, y deseando el rey Sancho nombrar un digno sucesor del difunto, envió tres veces embajadores al santo para que aceptase aquel cargo, y aun pasó el mismo rey personalmente al desierto y logró al fin rendirle y traerle consigo a aquel monasterio. En su gobierno practicó con grande eminencia todas las virtudes del más perfecto prelado, a los pobres oprimidos pagaba sus créditos, buscábales para mantenerlos y vestirlos, libró a muchos presos de las cárceles, redimió cautivos y obró esclarecidos milagros. Cuando le acometió su última enfermedad en un pueblo llamado Solduengo y tomó al anochecer el camino para Oña a fin de consolar a sus hijos, se le aparecieron dos ángeles en figura de dos hermosísimos niños vestidos de blanco con sus hachas encendidas, los cuales le acompañaron hasta el monasterio. En la hora de su muerte se llenó el ámbito de su celda de un resplandor celestial y se oyó una voz que dijo: Ven, alma dichosa, a gozar de la bienaventuranza de tu Señor. Celebráronse con gran pompa sus funerales, y no solo los cristianos, sino también los judíos y los moros concurrieron a sus exequias y rasgaron sus vestiduras con grandes muestras de sentimiento.

Reflexión: El abad Juan, sucesor del santo, decía de él en su oración fúnebre estas palabras: «Hemos visto, hermanos, llenos de espiritual consuelo, y entre lágrimas y sollozos como ha sido arrebatado el justo de esta vida. No habrá lugar tan remoto en el mundo, al que no haya conmovido el tránsito de nuestro santísimo padre Iñigo, ni sitio tan ajeno de religión cristiana, donde no se llore su muerte. Llora la Iglesia de haber perdido tal sacerdote, pero se alegra el paraíso habiendo recibido tan gran santo: lloran los pueblos, pero se alegran los ángeles, gimen las provincias, pero triunfan los coros celestiales en la recepción de aquel varón santísimo, que deseaba diariamente volar a ella cuando decía: ¡Cuan amables son, Señor Dios de las virtudes, tus tabernáculos! (Ps. 83). ¡Ojalá que nuestra muerte sea también la muerte de los justos, llorada de los buenos y celebrada de los ángeles! ¡Oh, cuan prudentes y dignos de toda alabanza son los hombres que considerando como negocio principal del hombre el negocio de la virtud, emplean su vida en obrar el bien y edificar a sus semejantes!

Oración: Háganos, Señor, agradables a ti, como te lo pedimos, la intercesión de san Iñigo abad, para que por su patrocinio alcancemos lo que no podemos esperar de nuestros propios méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

31 de mayo. Santa Petronila, virgen. — (t Siglo I) Flos Sanctorvm Santoral


Fué santa Petronila una doncella romana, a quien el Príncipe de los apóstoles poco después de entrar en Roma convirtió a la fe juntamente con toda su familia. Y porque la engendró para Jesucristo por el bautismo, ella le amaba y le tenía una tierna devoción, y se llamaba hija de san Pedro, aunque no según la carne, sino según el espíritu. Deseaba esta santa virgen padecer mucho por Jesucristo que por su amor había muerto en la cruz, y el Señor le dio por cruz el lecho del dolor, donde estuvo por muchos años herida de perlesía en todos los miembros de su cuerpo. Visitábanle con frecuencia san Pedro y otros fieles de Roma, y como le dijesen que por qué sanando él a tantos enfermos y siendo piadoso para todos, para solo ella era cruel; levántate, pues, Petronila, dijo, y sírvenos a la mesa. Levantóse la santa como si nunca hubiese estado enferma, y después de haber servido a la mesa, con asombro de todos, les dijo san Pedro: «no es eso lo que le conviene, sino estar enferma»; y así volvió a hallarse paralítica como antes, hasta la muerte del santo apóstol y luego sanó de todas sus enfermedades. Salió tan aventajada en la virtud, que como dicen las actas, con sola su voluntad sanaba de repente a los enfermos. Enamoróse ciegamente de ella un caballero noble romano, llamado Flaco, quien con gente de guerra vino a casa de Petronila para llevársela por esposa. Rospondióle la hermosísima virgen; «aguarda tres días, y al cabo de ellos vengan las doncellas que me acompañen a tu casa.» Con esta respuesta quedó Flaco contento, y ella que había ofrecido su virginidad a Jesucristo, gastó los tres días en perpetua oración y ayunos, suplicándole con muchas lágrimas y grande afecto que la librase de aquel peligro, y no permitiese que ella contra su voluntad perdiese lo que le había prometido y tanto deseaba conservar. Vino al tercero día a su casa un santo sacerdote llamado Nicomedes, díjole misa y dióle el santísimo Sacramento; y en recibiéndole se inclinó sobre su cama y dio su espíritu a Dios. Vinieron aquel día las doncellas que Flaco enviaba para acompañarla y llevarla a su casa, y hallándola muerta, en lugar de celebrar las bodas, celebraron sus exequias. El cuerpo de la santa fué sepultado en la vía Ardeatina y después trasladado con gran solemnidad a la basílica del príncipe de los apóstoles san Pedro en tiempo del papa Paulo, primero de este nombre.

Reflexión: Dichosa y bienaventurada virgen, muy amada del Señor después de haber sido probada como la plata y purificada como el oro en el crisol de la enfermedad. Acontece con harta frecuencia que esos trabajos que humillan al hombre y rinden el cuerpo, son el mejor remedio para sanar el alma; porque entonces vemos claramente y mejor que con todas las meditaciones, la brevedad y fragilidad de nuestra vida y la nada de nuestro ser y la vanidad de las cosas del mundo. ¿A cuántos ha sido ocasión de perderse la salud, o la posesión de los demás bienes temporales, en que el mundo cifra la humana felicidad? Mas cuando la salud está quebrantada, comienza a entrar el hombre dentro de si, y a acordarse de Dios en quien solamente puede hallar su verdadera, sólida y eterna dicha.

Oración: Óyenos, Señor y salvador nuestro, para que la espiritual alegría con que celebramos la festividad de tu bienaventurada virgen Petronila, vaya acompañada de verdadera devoción. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

martes, 29 de mayo de 2018

30 de mayo. San Fernando, rey de Castilla y de León. — (t 1252) Flos Sanctorvm Santoral


El gloriosísimo rey san Fernando fué hijo de don Alfonso IX rey de León y de doña Berenguela, la cual le crió a sus pechos, y así con la leche parece que mamó sus santas virtudes. Jamás dejó de obedecerla como a madre; y como algunos de los ricos-hombres murmurasen de que después de ser rey estuviese tan rendido a su madre, dijo el santo: «En dejando de ser hijo, dejaré de serle obediente.» Poseía en altísimo grado todas las prendas reales, y con sus virtudes tenía tan ganados a sus vasallos, que era más rey de sus corazones que de las ciudades de su reino. Tomó en sus manos la espada para hacer guerra a los moros que tiranizaban gran parte de España; pacificó los reinos de Castilla y de León, hizo tributarios a los reinos de Valencia y de Granada, conquistó los de Murcia, Córdoba, Jaén y Sevilla, y varios, príncipes de África solicitaron su amistad con decentes partidos. En treinta y cinco años que peleó se contaron siempre sus batallas por sus victorias y sus empresas por sus triunfos. Nunca desnudé la espada (decía él) ni cerqué ciudad ni castillo, ni salí a empresa, que no fuese mi único motivo el dilatar la fe de Cristo; y por la mayor gloria y servicio de Dios no rehusaba ningún trabajo de la guerra, como si fuera soldado particular, hasta dormir en el duro suelo, y hacer las centinelas por su turno con los demás soldados en el sitio de Sevilla. Cuidaba mucho del alivio de sus vasallos, y no quería imponer nuevos tributos; y cuando se lo aconsejaban sus ministros con el buen pretexto de hacer guerra a los moros, respondía: «Más temo las maldiciones de una viejecilla pobre de mi reino, que a todos los moros del África. Ganada la ciudad de Sevilla, dispuso una solemnísima procesión de toda la gente lucida del ejército, de la nobleza, del clero y de los obispos, viniendo al fin la venerable efigie de nuestro Señora de los Reyes en un carro triunfal de plata. Los templos y oratorios que edificó a la Virgen santísima pasaron de dos mil. Finalmente después de un gloriosísimo reinado, conociendo el santo Monarca que se llegaba su fin, antes de que lo mandasen los médicos, se confesó para morir y pidió la sagrada Eucaristía, la cual recibió arrojándose de la cama y postrándose sobre la tierra con una sogra al cuello. Despidióse después de la reina Juana y de sus hijos, pidió humildemente a los circunstantes que si tenían alguna queja de él, le perdonasen; y respondiendo que no tenían ninguna que perdonar, alzó ambas manos al cielo diciendo: «Desnudo nací del vientre de mi madre a la tierra y desnudo vuelvo a ella.» Mandó luego que cantasen el Te Deum, y en el segundo verso que dice, «a ti Eterno Padre venera toda la tierra,» inclinó la cabeza y entregó su espíritu a Dios.

Reflexión: Dicen los historiadores: «Cuando murió el rey don Fernando todo el reino hizo un gran sentimiento: los hombres se mesaban las barbas y las mujeres principales se arrancaban los cabellos, y sin atender al decoro de sus personas, salían por las calles llorando y poblando de clamores el aire. Todos lloraban y decían: Ojalá no hubiese nacido, o no hubiese muerto el príncipe. Y hasta el mismo Alhamar mandó cien moros con achas encendidas a sus exequias.» No nos olvidemos pues de rogar incesantemente en nuestras oraciones al Señor que nos dé reyes o gebernadores como san Fernando, que merezcan las bendiciones y no las maldiciones de sus pueblos.

Oración: Oh Dios, que concediste al bienaventurado Fernando, tu confesor, que pelease tus batallas y que venciese a los enemigos de tu fe, concédenos por su intercesión la victoria de nuestros enemigos corporales y espirituales. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

lunes, 28 de mayo de 2018

29 de mayo. San Maximino, obispo de Tréveris. — (t 348) Flos Sanctorvm Santoral


Fué san Maximino natural de la ciudad de Poitiers, hijo de padres clarísimos en linaje, descendientes de senadores. Tuvo por hermano a san Majencio, que fué obispo de Poitiers, y él a su vez lo fué de Tréveris, por nombramiento de san Agricio y consentimiento de todos los clérigos. Grandes fueron las cosas que hizo en defensa de la fe católica sin temer jamás al emperador Constancio, hereje arriano. Cuando todo el Oriente se levantó contra el glorioso san Atanasio, que andaba huido y desterrado, no hallando donde acogerse en todo el imperio, san Maximino le recibió y le tuvo hospedado en su casa hasta que pasó aquella tempestad. Hizo juntar un concilio en Colonia para excomulgar y privar de su cátedra al obispo Eufrates, hereje, que perdía aquella tierra. Hallóse también en el concilio celebrado en Milán para expulsar a los herejes Eusebianos; y de acuerdo con san Atanasio y el papa Julio y el célebre Osio de Córdoba, propuso san Maximino al emperador Constancio la necesidad de un concilio general que se celebró en Sárdica, donde fué de nuevo restablecido en su silla san Atanasio, y depuestos los principales Eusebianos. Y aunque estos se reunieron después en Filipópoli de Tracia y tuvieron allí un conciliábulo que llamaron de Sárdica, para confundir con este equívoco las decisiones del verdadero concilio, y osaron excomulgar a san Maximino, el papa Julio, a Osio y a san Atanasio, no pudieron con toda su malicia prevalecer sobre la entereza con que el santo defendió la verdadera fe. Acreditó el glorioso san Maximino la verdad católica alumbrando ciegos, sanando paralíticos, curando endemoniados y obrando muchos y extraños prodigios. Yendo una vez camino de Roma con san Martín, un oso feroz les mató el jumentillo que les llevaba la ropa; entonces san Maximino mandó al fiero animal que tomase sobre sí la carga, lo cual hizo el oso llevándola hasta un lugar llamado Ursaria, donde san Maximino lo despidió. Finalmente lleno de méritos y trabajos murió en Poitiers, y su sagrado cuerpo fué trasladado a Tréveris con grande solemnidad, obrando el Señor por él innumerables prodigios. El terror de los normandos, que pasaban a sangre y fuego los templos y monasterios, movió a algunos religiosos a ocultar las reliquias de san Maximino en el año 882, dentro de una cueva; con este motivo se perdió la noticia de ellas, hasta que habiéndose caído una grande peña, abrió con el golpe parte del sepulcro, y fueron descubiertas por la fragancia que despedían, y se vio con admiración de todos entero el santo cuerpo, e intactos sus vestidos al cabo de tantos años.

Reflexión: Quiere Dios para gloria suya y de sus santos que los animales y la naturaleza les estén sujetos, como se veía en san Maximino. ¿Y qué hombre tan ciego hay que no vea por estos argumentos que la religión católica que autorizan los santos con sus milagros, es la que enseñó a los hombres aquel mismo Dios omnipotente que hizo el cielo y la tierra? Recibámosla pues de su mano divina como hemos recibido de ella el cuerpo y el alma; y así como le somos agradecidos por la luz de los ojos que nos ha dado, tanto y mucho más debemos hacerle gracias por la luz sobrenatural de la fe, que ha infundido en nuestras almas, y por la revelación que ha hecho a los hombres de su divina verdad por medio de Jesucristo, testigo de sus soberanos secretos.

Oración: Suplicámoste, oh Dios todopoderoso, que en esta venerable solemnidad de tu confesor y pontífice san Maximino, acrecientes en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de nuestra eterna salud. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

domingo, 27 de mayo de 2018

28 de mayo. San Germán, obispo de París, confesor. — (t 576) Flos Sanctorvm Santoral



San Germán, obispo de París, varón por su excelencia, santidad y grandes prodigios admirado, fué hijo de padres pobres y nació en Borgoña en territorio de Autún. Aborrecida su madre por haberle concebido en breve, tiempo después de otro hijo, tomó medios para matarle antes de que naciese, y no pudo porque Dios guardaba aquel niño y le había escogido para gran ministro de su gloria. Habiendo, pues, pasado los años de la primera edad en estudios de letras, se ordenó de diácono y de presbítero, y fué elegido por abad del monasterio de san Sinforiano. Florecía allí con rara virtud, cuando por voluntad del rey Childetaerto fué consagrado obispo de París. Era muy largo en las limosnas que hacía, y con frecuencia comía con los pobres. Dios le ayudaba por mano del mismo rey, el cual le daba hasta sus vasos de oro y plata, rogándole que lo diese todo porque no le faltaría qué dar. No fué tan favorecido del rey Clotario su hermano, a quien Dios castigó con una enfermedad de la cual el mismo santo le sanó. Después, habiendo venido la corona de Francia al rey Cariberto, que estaba amancebado con la hermana de su mujer, san Germán, le excomulgó a él y a la amiga, y como aun todo esto no bastase, tomó Dios la mano quitando la vida primero a la amiga del rey y después al mismo rey. Celebró también san Germán un concilio en París, en el cual reprimió la codicia de los grandes que usurpaban los bienes de la Iglesia, y las limosnas de los fieles. Haciendo el santo una peregrinación a Jerusalén, el emperador Justiniano le ofreció grandes dones de oro y plata; mas el santo varón no quiso aceptarlos, antes le suplicó que le diese algunas reliquias, y el emperador le dio entre otras la corona de espina de nuestro Señor Jesucristo. Los milagros que hizo fueron innumerables, y no parecía sino que el Señor le había dado señorío e imperio sobre las criaturas. Finalmente a los ochenta años de su edad llamó a un notario suyo y le mandó que escribiese sobre su cama «A los 28 de mayo.» Y aunque entonces no se entendió lo que quería decir, se adivinó después cuando en este día entregó su preciosa alma al Señor. Fué sepultado con gran llanto y solemnidad de toda la ciudad de París, en la capilla de san Sinforiano que él mismo había mandado fabricar, y luego confirmó el Señor con nuevos milagros la santidad de su siervo: y más tarde Lanfrid abad trasladó el sagrado cuerpo a la iglesia de san Vicente, con asistencia del rey Pipino y de Carlos su hijo, que fueron, testigos de muchas maravillas.

Reflexión: Dice el rey Childeberto en unas letras patentes: «Nuestro padre y señor Germán, obispo de París y hombre apostólico, nos ha enseñado en sus sermones que mientras estemos en esta vida hemos de pensar mucho en la otra y hacer muchas limosnas. Habiendo sabido que estábamos enfermos en el Castillo de Celles, y que no nos habían aprovechado todos los medios humanos, vino a visitarnos y pasó toda la noche en oración. Por la mañana puso sobre nosotros sus santas manos y apenas nos tocó cuando nos hallamos con plena salud. Por lo cual donamos a la iglesia de París y al obispo Germán la tierra de Celles donde recibimos esta misericordia de Dios». Mira tú cuan poderosos son los santos, y cuan provechosos a los reyes y a los reinos y a todos sus devotos.

Oración: Rogámoste, Señor, que oigas benignamente las súplicas que te hacemos en la solemne fiesta de tu bienaventurado confesor y pontífice Germán, y que por sus méritos nos libres de todos nuestros pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

27 de mayo. San Juan, papa y mártir. — (t 526) Flos Sanctorvm Santoral


San Juan, papa, primero de este nombre, nació en Florencia, y se crió en Roma donde hizo maravillosos progresos en las ciencias y cristianas virtudes. Era ya el espejo y oráculo de todo el clero cuando por la muerte del santísimo padre Hormisdas, fué elegido Juan sumo pastor de la Iglesia, con gran consuelo de los fieles. Reinaba a la sazón en Italia Teodorico, rey de los ostrogodos, defensor de los herejes arríanos, y en Oriente el emperador Justino, celoso protector de la Iglesia católica. Mandó, pues, este católico príncipe que no se admitiesen en su imperio obispos y sacerdotes arríanos, y que se les quitasen las iglesias que tenían y se diesen a los fieles y católicos. Al saber esto embravecióse Teodorico y dio bramidos como un león; y hasta amenazó de poner a sangre y fuego a Italia y pasar a cuchillo a todos los católicos. Recatábase de todas las personas de valor que veía aficionadas a la parte de Justino, y así mandó prender al sapientísimo Severino Boecio y a su suegro Símaco. Pero antes de ejecutar su furor, quiso enviar embajadores al emperador Justino, y escogió para esta embajada a cuatro senadores que habían sido cónsules y a nuestro santo pontífice, juzgando que había blandeado con las amenazas. Llegado el santo a Constantinopla, fué recibido con cruces, pendones y hachas encendidas; el mismo emperador bajó del caballo en que iba, puesto ante él de rodillas, le hizo reverencia como a vicario de Dios en la tierra. Entrando el santo pontífice por la puerta de la ciudad dio la vista a un ciego. Trató los negocios que llevaba con el emperador y concluyólos como deseaba, aunque convinieron los dos en no dar las iglesias a los arríanos, ni consentir que contaminasen los templos del Señor con las ceremonias de los herejes. Por lo cual el rey Teodorico hizo matar a Símaco y al ilustre y católico filósofo Boecio, que eran los varones más esclarecidos de Italia, y el mayor ornamento de Roma. Luego que volvió el santo pontífice a Italia fué encerrado en una cárcel sucia y tenebrosa de Ravena, pero no por eso desmayó ni dejó por temor del tirano de llevar adelante la defensa de la fe católica, antes escribió una carta a los obispos de Italia en que les exhortaba a trabajar varonilmente en la viña del Señor, y a despreciar por la causa de Jesucristo las fieras amenazas del rey. Fué el santo en aquella cárcel tan maltratado, que dentro de pocos días murió. Pero no se fué alabando el tirano, porque poco después fué severísimamente castigado de Dios con espantosos terrores que le helaron la sangre y le quitaron la vida.

Reflexión: En la carta que escribió el venerable pontífice san Juan desde su cárcel a los obispos de Italia, les decía: «Armaos, hermanos míos, con la espada del espíritu del Señor contra la perfidia de los herejes; persaguidla hasta que no quede raíz ni rastro de ella; y puesto caso que el rey Teodorico inficionado de la pestilencia arriana nos amenace y diga que a nosotros y a nuestra tierra la ha de pasar a sangre y fuego, no por eso os turbéis, ni temáis a los que pueden matar al cuerpo y no al alma. Roguemos al Señor que dé esta fortaleza cristiana así a nuestros pontífices y prelados como a todos los fieles de la santa y divina Iglesia católica, pues, vale más la fe de Jesucristo que todos los demás bienes temporales del mundo>>.

Oración: Oh Dios, que cada año nos alegras con la festividad de tu bienaventurado mártir y pontífice san Juan, concédenos benignamente que merezcamos la protección de aquel cuya memoria solemnizamos. Por Jesucristo, nuestro Séñor. Amén. 

viernes, 25 de mayo de 2018

26 de mayo. San Felipe Neri, fundador. — (t 1595) Flos Sanctorvm Santoral



El glorioso fundador de la Congregación del Oratorio san Felipe Neri nació en Florencia de padres nobles y temerosos de Dios. Mostró desde la infancia grande inclinación a la virtud, por lo cual le llamaban comúnmente Felipe el bueno. Tocado de Dios, se fué a Roma, y en aquella corte del mundo comenzó una vida tan penitente como si estuviera en el yermo. Unos mancebos atrevidos le encerraron una vez con dos mujercillas livianas para que le provocasen al mal; mas él cuando se vio en tan gran peligro, no hizo sino hincarse de rodillas, orando con tal reverencia, que ni aun mirarle a la cara se atrevieron. Terminados sus estudios de filosofía y teología, vendió hasta los libros para entregarse todo a Dios, del cual recibía tan grandes consuelos, que le decía amorosamente: «Señor, no puedo más, apartaos de mí, que siendo yo mortal, no puedo ya llevar esta avenida de vuestros celestiales deleites.» Un día, poco antes de la fiesta de Pentecostés, vino sobre él un fuego de amor tan grande que le derribó en el suelo con una grande palpitación del corazón que le duró toda su vida, quebrándosele dos costillas de encima del pecho; y sentía en aquella parte un calor tan excesivo, que por más frío que hiciese y siendo él ya un viejo era fuerza desabrigarse el pecho para templar aquellos ardores. Conversaba con gente muy perdida y la ganaba para Jesucristo, visitaba los hospitales, y servía a los enfermos; fundó la cofradía de la santísima Trinidad de peregrinos y convalecientes, y por su ejemplo instituyó san Camilo de Lelis la religión de clérigos regulares, ministros de los enfermos. Habiendo mandado su confesor que se ordenase de sacerdote eran perpetuos los éxtasis y ardores de amor que sentía en la misa, y algunas veces le veían levantado en el aire muchos codos en alto. Era muy familiar de san Ignacio de Loyola, el cual le llamaba la campana por los muchos que por su medio llamaba Dios a las religiones, y no le quiso admitir en la Compañía, porque sabía que el Señor le tenía guardado para fundador de la Congregación del Oratorio. Solía visitar las siete iglesias de Roma, y a veces pasaban de dos mil los que le acompañaban. Obraba innumerables prodigios y parecía que tenía en la mano la vida y la muerte, la salud y la enfermedad. Finalmente después de haber prepetuado su espíritu de piedad y celo de las almas en la Congregación del Oratorio, a los ochenta años de su vida preciosa y en el día de Corpus Christi, recibió del Señor la eterna recompensa de sus trabajos y virtudes.

Reflexión: Llegándose a san Felipe una persona que había cometido un pecado grave, le dijo el santo: «¡Qué mala cara tenéis!» Ella se retiró e hizo algunos actos de contrición, y tornó a ponerse delante del siervo de Dios, el cual le dijo: «Desde que os apartasteis de mi habéis mudado de rostro.» Era también cosa muy rara y notada que san Felipe Neri echaba de sí un olor suavísimo y celestial que confortaba a los que trataban con él, y que conocía a los que estaban en pecado por un hedor insoportable, y les avisaba que se confesasen y enmendasen. ¿Qué olor sintiera en ti el santo glorioso? ¿Había de avisarte también para que purificases tu alma? ¿Se alegraría percibiendo en ti el aroma de las virtudes y de la gracia de Dios?

Oración: Oh Dios, que encumbraste a la gloria de tus santos a tu bienaventurado confesor Felipe, concédenos benignamente que los que celebramos su solemnidad, imitemos sus ejemplos y virtudes. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

jueves, 24 de mayo de 2018

25 de mayo. San Gregorio VII, papa. — (t 1085) Flos Sanctorvm Santoral



Gregorio, séptimo de este nombre, llamado antes Hildebrando, fué uno de los más grandes pontífices que han ocupado la silla de san Pedro, y uno de los hombres más eminentes que han florecido en los siglos del mundo. Su mira principal había sido hacer de todas las naciones una sola familia unida por los vínculos de la caridad y de la ley de Jesucristo. Nació este incomparable y santísimo varón, en Soano de Toseana, y era hijo de un carpintero. Dícese de él, que siendo niño y jugando con los fragmentos de la madera, formó, dirigido por la mano de Dios, aquellas palabras de David: «Dominabitur a mari usque ad mare: dominará de un extremo a otro del mar»: lo cual era indicio del poder que este niño había de ejercer en el mundo. Hizo sus estudios en Roma, donde mostró su vastísimo ingenio, y mereció el singular aprecio de los pontífices Benedicto IX y Gregorio VI. Acompañó a este en su destierro a Alemania y se retiró después a la abadía de Cluni, donde fué abad y ejemplar de gran virtud para aquellos religiosos. Nobráronle después cardenal de la santa Iglesia romana, y desempeñó con tal acierto cargos importantísimos durante los reinados de cinco papas, que después de la muerte de Alejandro II, fué elegido sumo pontífice por unánime consentimiento, brillando como sol en la casa del Señor. Viéronle en cierto día que celebraba la misa solemne, cobijado por una blanca paloma que tenía las alas extendidas sobre su sagrada cabeza, como dando a entender que no eran las razones de la prudencia humana sino la asistencia del Espíritu Santo la que lo dirigía en el gobierno de la Iglesia. Dio eficaces decretos contra la simonía, apoyada por la misma autoridad real, fulminó anatemas hasta contra el emperador Enrique IV, que le declaró la guerra, y mientras estaba sitiado dentro de Roma celebró un sínodo en que le excomulgó, retirándose luego al castillo de San Angelo, y libertándose por el socorro que recibió de Roberto Guiscardo, príncipe de la Pulla. Conjuró después el cisma nacido de la elección de un antipapa hecho por el emperador; y con sapientísimas instrucciones que daba a los fieles y a los príncipes cristianos, trabajó infatigablemente por la restauración y felicidad de los pueblos cristianos; y después de doce años de un glorioso pontificado, pasó a recibir la eterna recompensa de sus heroicas virtudes en la gloria de los cielos. Las obras que escribió constan de diez libros de epístolas, y con sobrada razón dice DuPin, el contrario más parcial de san Gregorio, que las calumnias acumuladas por los adversarios de la Iglesia contra este santo pontífice están refutadas por aquellas mismas cartas, llenas del espíritu de Dios y de celo apostólico.

Reflexión: Las últimas palabras que pronunció san Gregorio VII, momentos antes de morir, fueron estas:, «He amado la justicia y aborrecido la iniquidad.» Ruguemos al Señor que envíe a su Iglesia pontífices y prelados como este santo que defiendan la Iglesia, que la ilustren con sus heroicas virtudes y preparen todas las naciones al reinado social de nuestro Señor Jesucristo, el cual convirtiría la tierra en un cielo de paz, de amor y de tanta felicidad como es posible en este mundo; porque no hay duda que gran parte del malestar social proviene de no estar unidos todos los hombres con el vínculo de una religión divina.

Oración: Oh Dios, fortaleza de los que esperan en ti, que esforzaste con la virtud de la constancia al bienaventurado Gregorio, tu confesor y pontífice, para que defendiese la libertad de la Iglesia, concédenos por su intercesión y ejemplo la gracia de vencer todas las dificultades que se oponen a tu divino servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

24 de mayo. Santos Donaciano y Rogaciano, hermano mártires (t 287) Flos Sanctorvm Santoral



En tiempo de los emperadores Diocleciano y Maximiano vivían en la ciudad de Nimes en Francia dos hermanos de claro linaje, de los cuales el mayor, llamado Donaciano se aventajaba en la fe y virtudes cristianas, al menor, llamado Rogaciano, que todavía era gentil. Mas al fin le persuadió que se bautizase; y aunque Rogaciano vino en ello, no pudo, porque por este tiempo llegaron a Nimes crueles edictos contra los fieles, y el sacerdote que había de bautizarlo huyó de temor como otros muchos cristianos. A pocos días, un ciudadano de Nimes se fué al juez y acusó o los dos hermanos. Sintiólo mucho porque eran ricos y nobles, y así les hizo llamar y les rogó que no menospreciasen la veneración de Júpiter y Apolo por la doctrina nueva de Jesucristo, porque esto era enloquecer y poner en riesgo la vida. Respondieron los dos hermanos, que no podían creer en los dioses y que debían y querían creer en Jesucristo, y se tendrían por dichosos derramando por El su sangre. Encerráronles, pues, en una cárcel oscura donde los dos hermanos pasaron la noche en oración, suplicando Rogaciano al Señor que la muerte le fuese el don del bautismo. Entrado el día, mandó el presidente que los sacasen delante de todo el pueblo cargados de cadenas como estaban, y díjoles: «Con indignación os quiero hablar, porque o por ignorancia dejáis la religión y veneración de los dioses, o lo que es peor por sacrílega obstinación los menospreciáis.» A esto respondieron los gloriosos mártires: «Tu ciencia es peor que toda ignorancia, y tu religión supersticiosa es tan vana como esos dioses de metal que adoras. Ya nosotros estamos dispuestos a padecer por el nombre de Cristo los mayores tormentos que pudieres inventar, pues ningún daño recibirá con ellos nuestra vida vueltos a Aquel de donde tuvo principio.» El presidente, oída esta respuesta, se enfureció más y los mandó poner en un potro, y que les rompiesen las carnes, para que si ya con el terrible dolor y tormento no les pudiese mudar los ánimos, a lo menos con despedazar y deshacer sus cuerpos quedase vengado. Esta crueldad se ejecutó con todo rigor quedando los invictos mártires despedazados; pero siempre estuvieron constantes y firmes en la confesión de la fe y nombre de nuestro Señor Jesucristo; por lo cual los verdugos, por mandato del presidente, con dos lanzas les traspasaron las cervices y al fin les cortaron las cabezas. De esta manera estos felices hermanos y mártires gloriosos fueron a reinar con Cristo, siendo el uno al otro causa de su salud eterna.

Reflexión: Esta fué buena compañía y santa hermandad; y por esta causa triunfan ahora eternamente los dos santos hermanos en la compañía de Dios y en el gloriosísimo coro de los mártires. Si tienes pues algún hermano, deudo o amigo a quien mucho aprecias, y les ves andar por malos caminos, no le dejes perecer. No se trata de exhortarle al martirio, y persuadir que se ha de dejar quemar y desollar vivo; se trata de decirle que procure vivir nada más que como buen cristiano, porque es gran desventura que un hermano se salve y otro se condene, y que los verdaderos amigos se hayan de separar para siempre, gozando uno en el cielo, y padeciendo el otro en el infierno.

Oración: Oh Dios, que nos concedes tu gracia para venerar el nacimiento a la verdadera fe de los santos hermanos mártires Donaciano y Rogaciano, danos también la gracia de gozar en su compañía de la eterna felicidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

martes, 22 de mayo de 2018

23 de mayo. La aparición de Santiago, apóstol. — (+844) Flos Sanctorvm Santoral



Entre los innumerables y señalados beneficios que ha recibido España de su bienaventurado apóstol y defensor Santiago, es digno de eterna recordación y agradecimiento el que alcanzó en Clavijo. Porque dominando aún en España los sarracenos y oprimiendo a los pueblos cristianos con graves y deshonrosos tributos, el rey Ramiro, que había subido al trono de León, rechazó sus injuriosas demandas y procuró con toda sus fuerzas enflaquecer el poder de los moros, y librar a nuestra patria de aquella tan dura servidumbre. Hizo pues un llamamiento general a las armas, y juntando un poderoso ejército se entró en las tierras de los enemigos. Abderramán lleno de coraje, llamó en su auxilio hasta las tropas africanas, para salir a su vez al encuentro de los cristianos. Encontráronse los ejércitos cerca de Avelda y en aquella comarca se dio la batalla de poder a poder, y pelearon con dudoso suceso, hasta que cerrando la noche, mandó don Ramiro retirar sus tropas cansadas y destrozadas al vecino collado llamado Clavijo, donde se fortificó lo mejor que pudo e hizo curar a los heridos. El rey, oprimido de tristeza y de cuidado, se quedó adormecido, y entre sueños le apareció un varón celestial de gran majestad y grandeza, y preguntándole el rey quién era: «soy, respondió, Santiago apóstol, a quien ha confiado Dios la protección de España. ¡Buen ánimo! mañana te ayudaré y alcanzarás ilustre victoria de tus enemigos.» Despertó el rey con esta visión y dio cuentas de ella a los obispos que seguían su campo y a los capitanes del ejército; y al amanecer, dada la señal del combate, bajaron las huestes españolas del monte, y como bravos leones se arrojaron sobre los bárbaros, invocando el nombre de Santiago. Asombráronse los sarracenos al ver el ímpetu y valor con que los acometían unos enemigos a quienes contaban por vencidos, y creció más su confusión con los favores que nos vinieron del cielo. Porque Santiago, cumpliendo la palabra que había dado al rey, se dejó ver en el aire, cercado de una luz resplandeciente, que a los cristianos infundía grande confianza y fortaleza, y a los moros terror y espanto. Venía el santo apóstol montado en un blanco corcel; y en una mano traía un estandarte blanco en medio del cual campeaba una cruz roja, y con la otra mano blandía una espada fulminante que parecía un rayo. Capitaneando así nuestra gente se alcanzó la más ilustre victoria. Unos setenta mil sarracenos cayeron muertos en el campo, quedando humillada desde aquel día la soberbia de los moros, y España libre del ignominioso tributo.

Reflexión: Desde este tiempo comenzaron los soldados españoles a invocar en las guerras al glorioso apóstol como a su valeroso y singular defensor; lo cual hacen en todas las batallas, y la señal para acometer y cerrar con el enemigo, hecha oración y la señal de la cruz, es invocar al santo y decir: «¡Santiago, cierra España!» Y por este singular patrocinio del santo apóstol han tenido felicísimos sucesos y acabado cosas tan extrañas y heroicas que humanamente no parece que se podían hacer. Invoquemos también nosotros al santo porque nos defienda de nuestros enemigos visibles e invisibles y especialmente de los demonios y hombres diabólicos que causan la perdición temporal y eterna de los hombres.

Oración: Oh Dios, que misericordiosamente encomendaste la nación española a la protección del bienaventurado Santiago apóstol, y por su medio la libraste milagrosamente de su inminente ruina, concédenos, te rogamos, que defendida por el mismo gocemos de eterna paz. Por Jesucristo, nuestro Señor Amén.

lunes, 21 de mayo de 2018

22 de mayo. Santa Julia, virgen y mártir. — (t 450) Flos Sanctorvm Santoral


Habiendo entrado en Cartago Genserico, rey de los Vándalos y queriendo poner allí su corte, hizo esclavos a los ciudadanos principales a muchos quitó la vida, y a las mujeres y doncellas nobles vendió a los mercaderes. Entre estas ilustres esclavas, una fué la virgen santa Julia, que fué vendida a un mercader gentil, llamado Eusebio, el cual la llevó consigo a Siria, y cobró tal aprecio de ella, que solía decir que la estimaba sobre todos sus bienes. Abatíase Julia a los humildes oficios de esclava por amor de Jesucristo, y el tiempo que le quedaba libre, gastaba en oración y en la lectura de libros piadosos que había salvado del saqueo de su casa. Aunque era extraña su hermosura, se hacía respetar por su virtud y singular modestia, de los mismos paganos. Pasó después su amo a la Provenza para hacer un negocio y llevóse a su esclava Julia, y en arribando a la isla de Córcega al tiempo que los idólatras de la isla celebraban una gran fiesta, entró en el templo y sacrificó un toro al demonio. Terminadas las supersticiosas ceremonias, el gobernador de la isla, habiendo sabido por relación de sus criados que Eusebio había dejado a bordo de la nave con parte del equipaje y gente de la tripulación a una esclava suya hermosa en extremo, le convidó a un magnífico banquete, en el cual le embriagó, y entonces hizo llamar la esclava Julia con el fin de tomarla para sí. Cuando la tuvo delante le dijo con artificiosa ternura: «No temas, hija mía, que se pretenda hacerte algún insulto: estoy muy informado de tu virtud, y no merecen tus prendas que gimas por más tiempo en el indigno estado de esclava. Quiero tomar a mi cuenta tu fortuna, y no pido de ti otra cosa sino que vengas al templo a cumplir con tus devociones y hacer sacrificio a nuestros dioses. Yo pagaré a tu amo tu rescate; y si quieres quedarte en nuestra isla no te faltará un esposo digno de tu persona.» Respondió Julia con mucha modestia y compostura, pero con igual resolución, que ella se consideraba verdaderamente libre, mientras tuviese la dicha de ser sierva de Jesucristo; que estaba contenta con su condición, y que no pretendía alcanzar otros bienes que los del cielo. Irritado el impío gobernador la hizo abofetear y colgar de los cabellos y azotar cruelmente, y porque perseveró constante en confesar que adoraba a Jesucristo crucificado, hizo que a toda prisa la colgasen en una horca de madera hecha a manera de cruz, donde la sagrada virgen expiró perdonando generosamente a sus enemigos. Sus sagradas reliquias son muy veneradas en el monasterio de monjas que fundó en Brescia Didier rey de Lombardía, del cual era abadesa su hija Angelberga.

Reflexión: A los ojos del mundo no puede imaginarse mayor desventura que la esclavitud y martirio de la purísima y nobilísima virgen santa Julia, pero a los ojos de Dios y de sus ángeles fué la mayor gloria y la mayor grandeza; y este es el verdadero juicio que hemos de hacer de los varios sucesos con que el Señor quiso probarla y hacerla merecedora de la gloriosísima corona de los mártires. ¿Qué son la hacienda, la honra y la vida temporal, si se comparan con la inefable felicidad que está gozando santa Julia en los cielos hace ya quince siglos, y de la cual gozará eternamente? Pongamos pues nuestra suerte en las manos del Señor y pidámosle una sola cosa, a saber: que por tempestades o bonanzas, por buenos o malos sucesos, no nos deje nunca de sus manos y a todo trance nos lleve al puerto deseado de la gloria.

Oración: Rogámoste, Señor, que nos alcance el perdón de nuestras culpas la bienaventurada virgen y mártir santa Julia, la cual siempre fué de tu agrado por el mérito de su castidad y por la profesión de su virtud. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

domingo, 20 de mayo de 2018

21 de mayo. San Hospicio Recluso, confesor. — (+581) Flos Sanctorvm Santoral



Vestido de áspero cilicio, rodeado de cadenas de hierro, y atado a una de ellas, dentro de una torre, comiendo solo un poco de pan con unos dátiles y algunas raíces de yerbas y bebiendo solo agua, vivía en la ciudad de Niza un varón santísimo llamado Hospicio o Sospis. Junto a esta torre había un monasterio cuyos monjes dirigía el siervo de Dios Agradó tanto al Señor su gran penitencia y vida encerrada, que hizo por él grandes maravillas. Tuvo espíritu de profecía con que muchos años antes que viniesen los fieros Longobardos a Francia, lo anunció; y así aconsejó a los monjes que se fuesen a vivir a otro lugar; y a los vecinos de Niza que se ausentasen, porque los bárbaros destruirían su ciudad y otras seis poblaciones. Todo fué así como el santo Hospicio lo profetizó. Llegaron también los Longobardos a la torre del santo, y quitando tejas y rompiendo el techo entraron, y como vieron a aquel hombre rodeado de cadenas, dijeron: «Este es, sin duda, algún insigne malhechor»; y por un intérprete le preguntaron; que «¿por qué estaba de aquella manera preso?» El santo respondió, «porque soy el hombre peor del mundo»: y diciendo y haciendo, uno de los bárbaros sacó la espada para cortarle la cabeza; pero al ir a descargar el golpe, se le quedó seco el brazo y cayó la espada en tierra. Entonces el soldado se echó a los pies del santo, confesando su culpa; y el santo le echó la bendición sobre el brazo y le sanó; con que reducido el bárbaro, se convirtió y se hizo monje. Así predicándoles a Jesucristo desde sus cadenas redujo a muchos de aquellos bárbaros. Curaba toda suerte de enfermedades, sanaba mudos, ciegos y tullidos, y lanzaba los demonios con poderosa virtud. Pasada la furia de los Longobardos, los monjes volvieron a su monasterio, y cuando el glorioso Hospicio conoció que se acercaba su muerte, de que tuvo divina revelación,, llamó al prior y le dijo: «Trae las herramientas necesarias y rompe esta pared, y di al obispo que venga a sepultar .ni cuerpo, porque mi hora es llegada, pues dentro de tres días dejaré este mundo y me iré a gozar del eterno descanso.» Luego avisaron al obispo de Niza, rompieron las paredes, entraron dentro y halaron al santo» lleno de gusanos y le desataron de sus cadenas. «Ciertamente, les dijo, ya soy desatado de las prisiones del cuerpo y me voy a reinar con Cristo.» Pasados tres días se postró en oración y después de , orar un grande espacio con mucha abundancia de lágrimas, se puso sobre un escaño, y tendiendo los pies y alzando las manos al cielo, entregó su espíritu al Señor. Luego que hubo muerto, desaparecieron los gusanos que roían sus carnes y quedó el cadáver hermoso y resplandeciente: por lo cual el obispo lo hizo sepultar con grande pompa y solemnidad.

Reflexión: Hemos visto en el glorioso san Hospicio otro santo Job: pues comiendo sus carnes los gusanos, estaba tan alegre y contento, cual pudiera estar otro cualquiera gozando de los regalos y delicias del mundo. «Oh padre, le dijo uno de los que entraron a verle cuando estaba para morir: ¿Y cómo es posible que puedas sufrir estos gusanos?» A lo que respondió el santo: «Porque me conforta aquel Señor por quien yo padezco.» ¡Oh si nosotros pusiésemos también en el Señor nuestro amor y confianza! ¡Qué ligeros y suaves nos parecieran los trabajos y dolores que para nuestro bien el Señor nos envía!

Oración: Te rogamos, Señor, que nos recomiende la intercesión del bienaventurado Hospicio penitente, para que alcancemos por su patrocinio lo que no podemos conseguir por nuestros merecimientos. Por Jesucristo, nuestro Señor." Amén.

20 de mayo. San Bernardino de Sena, confesor. — (t 1444) Flos Sanctorvm Santoral


El glorioso confesor y sublime predicador y fraile humilde de San Francisco, san Bernardino de Seña, nació en la ciudad de Sena en Toscana, de muy noble y cristiana familia. Por la muerte de sus padres quedó encomendado el niño a una tía suya, la cual le crió con mucho cuidado. Era muy amigo de componer altares y de remedar a los predicadores que oía, y para esto se subía a algún lugar alto, estando sentados los otros muchachos, lo cual era como un indicio de lo que después había de ser. Cuando cursaba en las aulas, los otros mozos que le conocían se recataban de hablar en su presencia de cosas torpes y libres, y si estando él ausente las hablaban entre sí, en viéndole venir, luego decían: «¡Hola! Bernardino viene, dejemos estas pláticas.» Siendo de edad de veinte años, hubo una grande pestilencia en toda Italia, y extendiéndose por la ciudad de Sena, hacía tan grande estrago en el hospital, que habiendo muerto los ministros que servían a les enfermos, no había quien se atreviese a entrar en él. Viendo esto Bernardino, persuadió a algunos jóvenes, bien inclinados y amigos suyos, a encargarse de aquella empresa tan gloriosa, y fué al hospital con sus compañeros, y por espacio de tres meses sirvieron a los apestados, hasta que cesó aquella calamidad. Llamado después por una voz del cielo a la religión de san Francisco, Vendió su hacienda y la dio toda a los pobres. Habiendo hecho su profesión, dio principio a sus correrías apostólicas, predicando en Sena, Florencia y otras partes de Toscana, pasando de allí a Lombardía y siendo en toda Italia una trompeta del cielo. A la hora en que predicaba, se cerraban las tiendas, y cesaban los tribunales y audiencias, y en las universidades las lecciones. Nadie podía resistir a la virtud de su santa palabra. Convirtiéronse innumerables y grandes pecadores: los jugadores le llevaban sus tableros, naipes y dados; las mujeres mundanas sus cabellos, afeites y vestidos; y él en una hoguera lo mandaba todo abrasar. Edificó y pobló más de doscientos monasterios, renunció a tres obispados que los papas le ofrecieron; y habiéndole una vez el santo pontífice puesto por su mano en la cabeza la mitra episcopal, él se la quitó, y con lágrimas y razones logró quedarse en su humilde estado. Sesenta y tres años llevaba de grandes méritos y virtudes, cuando le apareció san Pedro Celestino, que le avisó de su cercana muerte; y la vigilia de la Ascensión, tendido humildemente en el suelo como su padre san Francisco, murió alegremente y con la risa en los labios.

Reflexión: Este apostólico y santísimo varón tenía tan impreso en el alma el dulce nombre de Jesús, que jamás se le caía de la boca. Con este nombre sazonaba todos sus sermones y todas sus pláticas familiares y buenas obras: y llevaba pendiente del cordón una tablita en que estaba escrito aquel nombre en letras de oro, y la mostraba al pueblo y a los pecadores para animarles y llenarles de santa confianza. Sea también el dulcísimo nombre de Jesús nuestro consuelo y esperanza en la vida y en la muerte. Frágiles somos y miserables pecadores; no podemos confiar en nuestros méritos; pero podemos y debemos confiar en los merecimientos de Jesucristo, el cual se entregó a la muerte, como dice el apóstol, para satisfacer por nuestros pecados y por todos los pecados del mundo.

Oración: Señor Jesús, que concediste a tu bienaventurado confesor Bernardino un amor tan grande a tu santo nombre; por sus méritos e intercesión te suplicamos que infundas en nuestros corazones el espíritu de tu divino amor. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. 

sábado, 19 de mayo de 2018

19 de mayo. San Ivon, presbítero y abogado de los pobres. — (t 1303) Flos Sanctorvm Santoral


Fué san Ivon natural de una aldea llamada comúnmente San Martín, en la Bretaña menor. Haciendo sus estudios en París y en Orleans, no bebía vino y daba de mano a todos los entretenimientos sensuales, conservando así las fuerzas de su espíritu con la entera pureza de su cuerpo y alma. Ejercitó luego el oficio de juez eclesiástico y vicario general del obispo Trecorense y retiróse después a una iglesia parroquial para entregarse de veras al Señor. Acontecióle una vez estar siete días en oración, tan embebecido y absorto en Dios, que ni tuvo hambre, ni comió bocado; y acabada su oración salió tan bueno y con tantas fuerzas como si hubiera comido regaladamente. Era excelente predicador e iba a pie por diversos pueblos para sembrar la palabra divina; pero sobre todas las virtudes se esmeró en la misericordia con los pobres. Recibíales con gran caridad, lavábales los pies, proveíalos de todo lo que habían manester, y tenía casa señalada para esto: nueve años tuvo en su casa a un pobre hombre casado con cuatro hijos, sustentándolos y remediándolos con extremada caridad. En una gran carestía, no teniendo más que un pan en casa para comer él y dar a los pobres que en gran número habían concurrido, el Señor le multiplicó de manera que tuvo que comer y repartir a todos los que habían venido. Otros muchos milagros obró el Señor para proveerle y recompensar su caridad. Diciendo misa un día, al tiempo de alzar la hostia se vio un globo de fuego de maravillosa claridad que le rodeaba, el cual desapareció en acaban do, de alzar el cáliz. Queriendo pasar el santo por el puente de un río caudaloso, había crecido el río de manera que había sobrepujado el puente, y él haciendo la señal de la cruz sobre las aguas, se partieron y le dejaron el paso libre, y después de haber pasado volvieron a cubrir el puente. Muchos otros milagros hizo el Señor para declararnos la santidad de su siervo; el cual hallándose ya lleno de méritos y extenuado por sus muchos ayunos y penitencias, tendido en su cama ordinaria, que era la tierra, y abrazado con la santa cruz, dio su bendita alma al Señor. Su sagrado cuerpo fué sepultado honoríficamente en la iglesia Trecosense, donde acuden de diversas partes muchos peregrinos por los innumerables milagros que allí obra el Señor.

Reflexión: Mereció san Ivon el nombre de abogado de los pobres, porque en su vida de ninguna cosa se pareció más que de ser el refugio y amparo de los pobres, padre de huérfanos, defensor de las viudas y remedio de todos los necesitados. Imita, pues, esta caridad tan necesaria -y agradable al Señor, acordándote de que el día del juicio, el soberano Juez ha de pedirnos muy estrecha cuenta de las obras de misericordia que tanto nos encomendó en su santo Evangelio: «Venid, nos dirá, benditos de mi Padre, a poseer el Reino que os tengo preparado desde el principio del mundo; porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve enfermo y me visitasteis»; y así de estas y de las demás obras de misericordia quiere Dios que hagamos más cuenta que de otros ejercicios de virtud y de piedad, y que sean como el sello y nota distintiva de los verdaderos cristianos que tienen el espíritu de Jesucristo.

Oración: Atiende, Señor, a nuestras súplicas que hacemos en la solemnidad del bienaventurado Ivon tu confesor, para que los que no tenemos confianza en nuestras virtudes, seamos ayudados por los ruegos de aquel que fué de tu agrado. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

jueves, 17 de mayo de 2018

18 de mayo. San Venancio, mártir. — (Siglo III) Flos Sanctorvm Santoral



Siendo Decio emperador y Antíoco presidente de la ciudad de Camerino en el ducado de Espoleto, fué acusado porque era cristiano, Venancio, mancebo de quince años y natural de la misma ciudad. En sabiéndolo el santo joven, se presentó al presidente en la puerta de la ciudad confesando que adoraba a Jesucristo verdadero Dios y hombre, y no a los dioses falsos de los gentiles, que ni ven, ni oyen, ni pueden ayudar a los que les adoran y sirven. Mandóle prender el presidente, y habiéndole como padre, aconsejóle que mirase por sí; mas como nada bastase para rendirle, le mandó azotar cruelmente y después cargarle de cadenas. Pero envió Dios un ángel que le desatase de ellas, y el impío juez embravecido, ordenó que le abrasasen con lámparas encendidas, y que colgándole cabeza abajo, pusiesen debajo mucho humo. Segunda vez salió ileso del suplicio y fué visto andar entre el humo con una vestidura blanca. Encerrado de nuevo en la cárcel, envióle el juez un hombre engañoso y astuto llamado Atalo, el cual le dijo que él también había sido primero cristiano, y después había abandonado la fe por entender que era locura. Conoció el santo los» embustes de este ministro de Satanás, y respondióle como sus razones merecían; por lo cual mandó Antíoco quebrarle los dientes y quijadas y arrojarle a un muladar. Sacóle de allí el ángel y fué presentado a un juez de la ciudad, el cual cayó repentinamente muerto, diciendo: «verdadero es el Dios de Venancio que destruye nuestros dioses.» Entonces el prefecto condenó a Venancio a los leones hambrientos, y éstos se echaron a los pies del mártir y se los lamían; arrastraron después al santo mancebo por lugares llenos de cardos y espinas y le despeñaron de una roca; y viendo que de todos los suplicios salía victorioso, y que con sus milagros muchos gentiles se convertían, mandó el tirano que le cortasen la cabeza. Luego que se ejecutó la sentencia, se levantó tan grande tempestad de truenos y rayos, que el prefecto huyó temeroso del castigo; mas pocos días después murió infelicísimamente. Los cristianos recogieron el venerable cadáver de san Venancio y lo sepultaron en un lugar decente, con los sagrados cuerpos de otros mártires, y hoy se guardan con gran veneración en una iglesia dedicada a san Venancio en Camerino, de donde el santo es ciudadano y patrón. No debe confundirse este santo con otro del mismo nombre, obispo y mártir, de que habla el Martirologio el día primero de abril. 

Reflexión: A los muchos portentos de soberana fortaleza que resplandecen en el martirio de san Venancio, se ha de añadir uno de inestimable caridad; porque viendo el santo, que sus verdugos padecían mucha sed y que no había cerca agua, hizo la señal de la cruz en una piedra y de ella manó una fuente de agua dulce y clara, por cuyo milagro se convirtieron muchos a la fe. Y aquí verás de nuevo los cimientos sobre los cuales se estableció nuestra divina religión, que fueron sangre de mártires y prodigios: los prodigios para atestiguar que era de Dios, la sangre para que nadie sospechase que los testigos engañaban. Y son tantos y tan esclarecidos estos argumentos de nuestra santísima fe, que nos vemos forzados a exclamar con Hugo de san Víctor, el cual decía a Dios: «Señor, si somos engañados, vos nos engañasteis; porque habéis dado tantas pruebas de esta verdad, que no pudimos dejar de creer que Vos erais el autor y maestro de ella». 

Oración: Oh Dios, que consagraste este día con el triunfo de tu bienaventurado mártir san Venancio, oye las preces de tu pueblo y concédenos gracia para imitar su constancia los que veneramos sus merecimientos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

miércoles, 16 de mayo de 2018

17 de mayo. San Pascual Bailón. (t 1592) Flos Sanctorvm Santoral



Nació san Pascual Bailón en Torrehermosa, villa del reino de Aragón. Sus padres, que eran labradores, le dedicaron al oficio de pastor, y guardando las ovejas aprendió a leer y escribir. Llevaba en el zurrón varios libros de piedad y el oficio de la Virgen, que rezaba todos los días con singular devoción. Andaba descalzo por los lugares escabrosos y llenos de espinas, y vivía con la pureza e inocencia de un ángel. Habiéndole propuesto su amo Martín García la intención que llevaba de adoptarle por hijo y hacerle dueño de muchas posesiones, respondióle el santo mozo que agradecía su buena voluntad, pero que su ánimo era imitar la pobreza de Jesucristo, haciéndose religioso. Veinte años tenía cuando pasó al reino de Valencia y se presentó a un convento de religiosos descalzos de san Francisco, llamado de nuestra Señora de Loreto; querían admitirle por fraile de coro, mas él no lo consintió; y aunque lo pusieron los guardianes en la portería, él no dejaba por eso de cultivar la tierra y servir en la cocina. Traía a raíz de las carnes una gruesa cadena de hierro, y rallos de hoja de lata; casi nunca cenaba, y en mucho tiempo no comió más que solo pan. Dormía en el suelo sobre una estera, y su sueño no pasaba de tres horas. Cuando oraba delante del santísimo Sacramento no parecía hombre, sino serafín glorioso y abrasado en las llamas del amor divino, desfalleciendo de amor en los éxtasis y arrebatos de su alma. Escribió un pequeño tratado de la oración donde se halla lo más sublime de la contemplación, lo más inspirado de los salmos y lo más divino de la santidad. Multiplicó el pan para socorrer a los pobres, sanó innumerables enfermos y tuvo el don de profecía y el de penetrar los secretos del corazón. Hallándose en el convento de Villa-real predijo el día de su muerte y rogó a uno de sus hermanos religiosos que le lavase los pies para recibir la Extrema-Unción. Y en efecto, a los pocos días enfermó gravemente, y habiendo recibido los santos sacramentos con gran devoción y reverencia, pidió que le pusiesen en el suelo y allí espiró invocando el dulce nombre de Jesús. Quedó su cuerpo hermoso y flexible, y en los tres días que estuvo expuesto, todos los enfermos que le tocaron recibieron la salud; era tan grande la muchedumbre que acudía a venerarle, que fué menester el auxilio de la autoridad civil y de la fuerza armada para poderlo enterrar. Pusiéronle en una caja llena de cal viva; pero a los diez y nueve años lo hallaron entero e incorrupto, continuando el Señor en obrar por este santo numerosos prodigios en favor de sus fieles devotos.

Reflexión: Suelen representar la imagen del. seráfico san Pascual, hincada de rodillas y extática delante de la Sagrada Custodia, porque era singular y ardentísima la devoción que profesaba a nuestro Señor sacramentado. En el sagrario está Jesús para que le visitemos y nos regalemos con su presencia adorable, allí nos está esperando con los brazos abiertos y con el pecho abasado de amor. No le seamos ingratos y desconocidos, que no es buen amigo de Jesús quien no le visita en el santísimo Sacramento del altar; y pues los que se aman suelen visitarse con frecuencia, vayamos a postrarnos cada día ante el sagrado Tabernáculo, donde tenemos nuestro hermano, nuestro amigo y nuestro amorosísimo Redentor Jesús.

Oración: Oh Dios, que adornaste a tu bienaventurado confesor Pascual con un amor maravilloso a los sagrados misterios de tu Cuerpo y Sangre, concédenos, misericordioso Señor, que merezcamos percibir aquella dulzura que sentía él en este divino convite del espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

martes, 15 de mayo de 2018

16 de mayo. San Juan Nepomuceno, sacerdote y mártir. — Flos Sanctorvm Santoral



San Juan Nepomuceno tomó segundo nombre de Nepomuk, lugar de Bohemia, donde nació. Hechos sus estudios en la universidad de Praga, y conservándose puro e inocente, mereció ser promovido al sacerdocio. Predicaba la palabra de Dios sin vanos adornos de elocuencia humana, "pero con tal gracia del cielo, que corrían a oirle innumerables gentes y hasta el mismo rey Venceslao era uno de sus oyentes continuos. Habiéndole nombrado el monarca para uno de los principales obispados de Bohemia, nunca quiso admitir ninguno; mas no pudo eximirse del cargo de confesor de la reina, y este cargo le ocasionó muchos trabajos y el martirio. Porque siguiendo Venceslao sus depravadas inclinaciones, llegó al frenesí de dejar poseer su corazón de la pasión de celos contra su esposa; y con lisonjas, promesas y amenazas deseaba saber los secretos de su corazón que había oído su confesor en el sacramento de la penitencia. Horrorizóse el santo al oír demanda tan sacrílega, y con una libertad y espíritu apostólico, reprendió el exceso al engañado príncipe; el cual no sabiendo qué replicar, disimuló por entonces el resentimiento. Más habiendo llamado al santo confesor, le entregó algunos soldados de su guardia para que en las interiores piezas de palacio le atormentasen y apaleasen cruelmente. No estaba bien curado de sus heridas, cuando el bárbaro rey volvió a intimarle la misma demanda, y como el santo respondiese que antes sacrificaría mil vidas que hablar una palabra en materia de confesión, enfurecido Venceslao mandó que atado de pies y manos el santo confesor fuese echado al río Moldava, como en efecto fué ejecutado con todo secreto en la oscuridad de la noche. Pero el Señor hizo patente a todos la gloria de su siervo: porque muchas noches se vieron antorchas encendidas en cierto lugar del río, y allí hallaron el cadáver del santo mártir, el cual los canónigos de la catedral sepultaron con la mayor pompa en su iglesia, rio temiendo la ira del mal aconsejado príncipe. El Señor se dignó ilustrar a su invencible mártir con muchos milagros: y uno de ellos, muy extraordinario y notorio en toda la cristiandad, fué la incorrupción de su lengua, pues habiendo estado sepultado debajo de la tierra el cadáver del santo por espacio de trescientos años, cuando se reconoció jurídicamente, fué hallada la lengua incorrupta y como si fuera viva; y presentada seis años más tarde a los jueces delegados de la Silla apostólica, de repente con un nuevo prodigio se entumeció y mudó el color que tenía algo oscuro, en un color rojo y natural.

Reflexión: ¿Quién no vé que este grandísimo milagro hizo Dios para glorificar aquella santa lengua fidelísima en guardar el sigilo sacramental? ¿Y quién no echa de ver también que este mismo prodigio soberano. es uno de los argumentos divinos que autorizan el sacramento de la confesión? Divino es este sacramento, e instituido por Jesucristo Señor nuestro por aquellas palabras del Evangelio con las cuales dio a sus discípulos la facultad de perdonar los pecados a los penitentes sinceros, y de retenerlos a los indispuestos. Quiere, pues, que el pecador se humille para ser perdonado; y aunque este sacramento sea el blanco de las iras de los incrédulos y malos cristianos, Dios ha mandado a los hombres la humilde confesión de sus culpas, y no hay más remedio: o confesión o condenación.

Oración: Oh Dios, que por el invencible silencio sacramental del bienaventurado Juan Nepomuceno adornaste tu iglesia con una nueva corona del martirio; concédenos, por su intercesión y ejemplo, que moderemos nuestra lengua y suframos todos los males de este mundo antes ,, que el detrimento de nuestras almas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amé».

lunes, 14 de mayo de 2018

15 de mayo. San Isidro, labrador. — (t 973) Flos Sanctorvm Santoral



El gloriosísimo patrón de la villa de Madrid y corte de los reyes de España, san Isidro labrador, fué hijo de Madrid, casado con santa María de la Cabeza, y hombre del campo, que se sustentaba con el sudor de su rostro. Solía madrugar mucho para oir las misas que se decían en algunas iglesias de Madrid antes de comenzar las labores del campo en la casería de un caballero de la misma villa, llamado Juan de Vargas; y como los labradores de las caserías vecinas le pusiesen mal con su amo, diciéndole que rio cuidaba de su hacienda, quiso un día aquel caballero enterarse por sí mismo de lo que pasaba, y viendo que se había puesto muy tarde a arar, fuese para él con intención de reprenderle; mas acercándose a la heredad, vio como estaban arando a una parte y a otra de su criado dos pares de bueyes más, los cuales eran blancos como la nieve; con lo que entendió que los ángeles le ayudaban en su labranza. Otra vez sucedió que yendo unos hombres a buscar a san Isidro a la heredad, no le hallaran, sino sólo a los bueyes uncidos, que estaban por sí arando, sin regirlos nadie, y habían arado mucha tierra. Cuando se dirigía el santo labrador a sembrar, repartía el trigo que llevaba a los pobres, echando también puñados de él a las avecillas del campo diciendo: Tomad avecillas de Dios, que cuando Dios amanece para todos amanece: y aunque en el camino iban los costales menguados con tanto repartimiento, en llegando a la heredad, los hallaba llenos de trigo. Acontecíale también, yendo al molino, repartir gran cantidad de trigo a los pobres y a las aves, y moliendo después lo poco que había quedado, salía tanta harina, que no cabía en el costal. Era tan caritativo que tenía costumbre todos los sábados de hacer una olla aparte para los pobres en honra de la Virgen santísima, y para dar un día de beber a su amo en la heredad, hirió con su aguijada una piedra, y al punto salió una fuente clara y milagrosa, la cual dura hasta hoy cerca de Madrid, en una ermita del santo. Resucitó a una hija de aquel caballero, cuando estaba ya preparada la cera y todo lo demás que era necesario para el entierro: y habiéndose un día ahogado en el pozo un hijo del santo, se puso éste con su mujer en oración; y estando así, creció el agua del pozo hasta el brocal, pareciendo el hijo vivo sobre las aguas. Finalmente siendo ya san Isidro muy lleno de años y virtudes, y habiendo recibido devotísimamente los sacramentos, entregó su humilde espíritu al Criador, y cuarenta años después fué hallado su bendito cuerpo sin corrupción alguna, y trasladado con grande pompa a la iglesia de san Andrés, tocando todas las campanas de aquel templo por sí mismas, y sanando milagrosamente muchos enfermos. Muchas veces ha remediado el Señor faltas muy grandes de agua por intercesión de este santo. 

Reflexión: Es de admirar la sabiduría de Dios que ha hecho a un santo labrador patrón de la corte de los reyes de España, para que los príncipes y grandes venerasen a un pobre quintero e implorasen su favor y ayuda. ¡Oh! ¡cuántos monarcas se han postrado al pie del sepulcro de san Isidro, confesando la ventaja que hace la virtud a todas las grandezas humanas! De ella dice el Sabio, «que vale más que los tronos y cetros reales y que todas las riquezas del mundo: porque todo el oro es en su comparación un poco de arena, y la plata es como Iodo delante de ella.» (Sapient.VII) 

Oración: Rogámoste, oh Dios misericordioso, que por la intercesión de tu bienaventurado confesor Isidro, nos concedas tu gracia para no sentir vanamente de nosotros mismos, y servirte con aquella humildad que te agrada. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

domingo, 13 de mayo de 2018

14 de mayo. San Pacomio, abad y confesor. Flos Sanctorvm Santoral


San Pacomio abad, padre y maestro de innumerables monjes y varón perfectísimo, nació de padres gentiles en la Tebaida. Siendo ya de veinte años se halló en la guerra que Constantino emperador hizo a Majencio, tirano. Llegando una vez al puerto de Tebas Pacomio, con una legión de soldados hambrientos y fatigados de los trabajos y peligros de la mar fueron acogidos por los cristianos de aquel puerto, los cuales les visitaren y les trajeron muchas cosas de comer remediando con incomparable desinterés aquella grande necesidad que padecían. Admiróse Pacomio de lo que veía y preguntó que gente, era aquella tan nueva para él: y como le respondiesen que eran cristianos, alzó Mas manos al cielo y dijo: «Señor Dios, que criaste el cielo y la tierra, yo te prometo servirte como cristiano.» Y desde aquel día comenzó el santo capitán a resistir a la sensualidad, y terminada su milicia se fué a la alta Tebaida donde moraban algunos siervos de Dios, por los cuales fué enseñado y bautizado. Era discípulo del santo anciano Palemón, cuando yendo a la isla de Taberma el Señor le ordenó que edificase allí un monasterio y le dio una tabla en que estaba escrita la Regla que había de guardar. La vida de Pacomio fué perfectísima y como de hombre a quien Dios había escogido para capitán y maestro de tantos monjes. No es fácil decir las gloriosas victorias que alcanzó de los enemigos infernales. Dióle el Señor dominio sobre las bestias feroces, y hasta los mismos cocodrilos del Nilo le servían, y cuando quería, pasar el Nilo, ellos le traspasaban de una parte a otra. Tres años probaba a sus discípulos y no permitía que ninguno aspirase al sacerdocio. Vino una hermana suya a visitarle, y no la quiso ver, antes la envió a decir que estaba sano y que ella se volviese a su casa si ya no quería dar de mano al mundo y mover con su ejemplo a otras mujeres. Con estas palabras se compungió la hermana, y ofreció obedecer al hermano, el cual le hizo hacer una casa apartada, que en breve fué monasterio de perfectísimas monjas. Entrando una vez Pacomio a visitar un monasterio de los que estaban a su cargo, vio que algunos muchachos subían a una higuera grande para coger hijos sin licencia; y (t 348) llegándose un poco más cerca, advirtió que un demonio estaba sentado en lo alto de la higuera. A la mañana siguiente se halló seca por la oración del santo. Le concedió el Señor el don de lenguas para tratar en todas las lenguas a los extranjeros que venían a él. Fundó Paconio muchos monasterios donde vivían como ángeles unos siete mil monjes. Finalmente cargado de años y de merecimientos, el bienaventurado padre hizo juntar a sus religiosos y con un semblante amoroso les avisó que el Señor le llamaba, exhortándoles a amarse ' entrañablemente en Cristo, y habiéndoles echado su bendición, dio su espíritu al Señor a la edad de ciento y diez años.

Reflexión: Entre los monjes de aquel monasterio había uno llamado Silvano, el cual antes de tomar el hábito había sido comediante, y de vida (como los tales lo suelen ser) libre y disoluta; mas por las instrucciones del santo fué espejo de Virtud y tuvo don de lágrimas, y al cabo de ocho años santamente murió, y el santo vio su alma» subir a los cielos acompañada de muchos ángeles. Este caso has de admirar y con él te has de consolar, entendiendo por él cómo lo que no puede dar de sí la naturaleza ni la costumbre, que es segunda naturaleza, lo puede dar la gracia de Dios nuestro Señor a los hombres de buena voluntad.

Oración: Rogámoste, Señor, que nos recomiende la intercesión del bienaventurado Pacomio, abad, para lograr por su patrocinio lo que no podemos alcanzar por nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 

13 de mayo. San Juan Silenciario, obispo y confesor. — (t 558) Flos Sanctorvm Santoral



San Juan llamado Silenciario por el profundo recogimiento y silencio que guardó por espacio de muchos años, nació en Nicópolis de Armenia, de nobilísimos padres. A los diez y ocho años de su edad vino a Colonia donde empleó su patrimonio en edificar una magnífica iglesia a nuestra Señora y en fundar un monasterio, en el cual él mismo se encerró con otros diez compañeros, haciendo allí vida tan perfecta que en breve tiempo fué aquel monasterio un seminario de santos. Pero muerto el obispo de Colonia, sacaron de su retiro al joven abad que tenía a la sazón veintiocho años, y en fuerza de su celo se vio muy presto florecer la piedad en todo el obispado y aun en la misma corte del emperador, donde su hermano Pérgamo y su primo Teodoro fueron modelo de cortesanos ejemplares. Mas no pudiendo reducir a su cuñado Pasímico que era gobernador de la Armenia, y turbaba la paz de su iglesia con injusticias y violencias, después de llevar inútilmente sus quejas al emperador Zenón, y puesto orden en los negocios del obispado, lo renunció secretamente y se embarcó solo en un navio y fué a Jerusalén con propósito de pasar el resto de su vida desconocido de los hombres. Recibióle san Sabas en su monasterio llamado la Laura; allí el obispo desconocido sirvió de peón a los albañiles, que fabricaban el hospicio para los peregrinos, llevándoles el yeso y las piedras. Al cabo de algunos años, admirando san Sabas cada día más la eminente virtud del religioso, le llevó consigo al patriarca de Jerusalén para conferir a aquel monje las órdenes sagradas y el sacerdocio, lo cual dijo el patriarca que haría de buena gana. Entonces viéndose el siervo de Dios precisado a descubrirse, pidió audiencia secreta al patriarca, y después de obligarle al secreto, le declaró que era obispo; de lo cual asombrado y edificado el patriarca llamó a san Sabas y le dijo que no podía ordenar a aquel santo religioso y que le dejase en su humildad, sin permitir que nadie le inquietase. Así perseveró en su silencio todo el resto de su vida, no hablando palabra por espacio de muchos años, y entregándose a asombrosas penitencias y altísima contemplación así en el monasterio como en la soledad. Muerto san Sabas, se apareció a nuestro santo para consolarle en la cruel persecución que movieron contra él y contra sus monjes los que seguían los dogmas de Orígenes y Teodoro de Mopsuestia. Mucho tuvieron que padecer aquellos santos anacoretas; pero teniendo por cabeza y guía a nuestro santo, jamás pudieron ser inficionados por el veneno del error, y sufrieron con gran fortaleza las más duras persecuciones por defender los decretos de la Iglesia. Finalmente colmado de méritos y virtudes, entregó su preciosa alma al Señor a la edad de ciento y cuatro años.

Reflexión: ¿Por qué inspiró el Señor a san Juan Silenciario la guarda de tan maravilloso silencio, sino para que aprendamos con este ejemplo a mortificar los vicios de nuestra lengua? La cual es una espada de dos filos que no pocas veces hiere a la vez al prójimo y al maldiciente: y la herida casi siempre es mortal o incurable. No murmures, pues, de tus hermanos, ni les maldigas jamás, ni seas fácil en creer y referir lo malo que te han dicho de ellos. No reniegues, ni jures, ni blasfemes, que ese es lenguaje de los demonios, y si quieres usar bien de la lengua, piensa antes de hablar, si es bueno o malo, útil o dañoso lo que vas a decir.

Oración: Oh Dios, omnipotente, rogármoste nos concedas que la venerable solemnidad de tu confesor y pontífice Juan, acreciente en nosotros la devoción y e] deseo de nuestra eterna salud. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.