DOMINGO DEL BUEN PASTOR.
— Este Domingo se designa con el nombre popular de Domingo del buen
Pastor por leerse en la Misa el trozo del evangelio de S. Juan, en que
Nuestro Señor se da a sí mismo este título. Un lazo misterioso une este
texto evangélico al tiempo en que estamos; pues fue en estos días cuando
el Salvador de los hombres estableció y consolidó su Iglesia y comenzó
por darle el pastor que debía gobernarla hasta la consumación de los
siglos.
El Hombre Dios, según el decreto eterno,
después de pasados algunos días, dejará de ser visible aquí abajo. La
tierra no le verá más hasta el fin de los tiempos, cuando venga a juzgar
a los vivos y a los muertos. Sin embargo, no abandonará esta raza
humana por la que se ofreció en sacrificio en la Cruz y libró de la
muerte y del infierno al salir victorioso del sepulcro. Será su jefe en
los cielos; ¿qué tendremos para suplir su presencia en la tierra? la
Iglesia. A la Iglesia dejará toda su autoridad sobre nosotros; en manos
de la Iglesia pondrá el depósito de todas las verdades que ha enseñado;
ella será la dispensadora de todos los medios de salvación que ha
destinado para los hombres.
LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA.
— Esta Iglesia es una vasta sociedad en la que todos los hombres están
llamados a entrar; sociedad compuesta por dos clases de miembros: los
gobernantes y los gobernados, los maestros y los discípulos, los
santificadores y los santificados. Esta sociedad inmortal es la Esposa
del Hijo de Dios: para ella crea sus elegidos. Ella es su madre única:
fuera de su seno no hay salvación para nadie.
PEDRO CONSTITUÍDO PASTOR.
— ¿Pero cómo podrá subsistir esta sociedad? ¿Cómo atravesará los siglos
y llegará así hasta el último día del mundo? ¿Quién la dará la unidad y
la cohesión? ¿Cuál será el lazo visible entre sus miembros, el signo
palpable que la designará como la verdadera Esposa de Cristo, dado el
caso que otras sociedades pretendieran fraudulentamente arrebatarla sus
legítimos honores? Si Jesús se hubiera quedado con nosotros no habríamos
corrido ningún riesgo; donde está Él, allí también está la verdad y la
vida; pero Él "se va", nos dice, y nosotros no podemos seguirle aún.
Escuchad, pues, y aprended sobre qué base ha establecido Él la
legitimidad de su única Esposa.
Estando un día durante su vida mortal en el
territorio de Cesárea de Filipo rodeado de sus discípulos les interrogó
acerca de la idea que se habían formado de su persona. Uno de ellos,
Simón hijo de Juan o Jonás, y hermano de Andrés, tomó la palabra y dijo:
"Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo". Jesús recibió con bondad este
testimonio que ningún sentimiento humano podía sugerir a Simón, sino que
salía de su conocimiento divinamente inspirado en este momento; y
declaró a este dichoso Apóstol que ya en adelante no sería Simón sino
Pedro. Cristo había sido designado por los Profetas con el carácter
simbólico de piedra; al atribuir tan solemnemente a su discípulo este
título distintivo del Mesías, Jesús daba a entender que Simón tendría
con Él relaciones que no tendrían los otros Apóstoles. Pero Jesús
continuó su discurso. Había dicho a Simón: "Tú eres Pedro (Piedra)"; y
añadió; "y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia".
Ponderemos estas palabras del Hijo de Dios:
"Edificaré mi Iglesia". Ha concebido, pues un proyecto: el de edificar
una Iglesia. No es él quien edificará ahora esa Iglesia; esta obra se
diferirá todavía por algún tiempo, lo único que sabemos con certeza es
que se edificará sobre Pedro. Pedro será el fundamento, y quien no
descanse en Pedro no formará parte de la Iglesia. Escuchemos aún: "Y las
puertas del infierno no prevalecerán contra mi Iglesia". En el estilo
de los judíos las "puertas" significan los "poderes"; de modo que la
Iglesia de Jesús será indestructible, a pesar de todos los esfuerzos del
infierno. ¿Por qué? porque Jesús le dará un fundamento firme. El Hijo
de Dios continúa: "Y yo te daré las llaves del Reino de los cielos." En
el lenguaje de los Judíos, las "llaves" significan el poder del
Gobierno, y en las parábolas del Evangelio el "Reino de Dios" significa
la Iglesia que debe ser edificada por Cristo. Al decir a Pedro, que en
adelante no se llamará más Simón: "Yo te daré las llaves del Reino de
los cielos", Jesús se expresaba como si le hubiese dicho: "Yo te haré el
Rey de esta Iglesia, cuyo fundamento serás al mismo tiempo." Esto es
evidente; pero no echemos en olvido que todas estas magníficas promesas
miran al porvenir: (S. Matth, XVI.)
Ahora bien, este porvenir, se ha hecho
presente. Hemos llegado a las últimas horas de la estancia de Jesús aqui
abajo. Ha llegado el momento en que se va a cumplir su promesa y
fundar este Reino de Dios, esta Iglesia que debía edificar en la tierra.
Los Apóstoles, fieles a las órdenes que les habían transmitido los Ángeles, han vuelto a Galilea.
El Señor se manifiesta a ellos a orillas del
lago de Tiberíades y después de una comida preparada por él mismo,
mientras están ellos pendientes de sus labios, interpela de repente a su
discípulo: "Simón, hijo de Juan", le dice, "¿me amas?". Advirtamos que
no le da en este momento el nombre de Pedro; se coloca en el día en que
le dijo otra vez: "Simón, hijo de Jonás, tu eres Pedro"; quiere que los
discípulos sientan el lazo que une la promesa y el cumplimiento. Pedro,
con su aceleramiento acustumbrado, responde a la pregunta de su Maestro:
"Sí, Señor; tú sabes que te amo." Jesús vuelve a tomar la palabra con
autoridad: "Apacienta mis corderos", dice al discípulo. Después,
reiterando la pregunta, dice aún: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Pedro
se asombra de la insistencia con la cual su Maestro parece perseguirle;
sin embargo él responde con la misma sencillez: "Si Señor; tú sabes que
te amo." Después de esta respuesta, Jesús repite las mismas palabras de
investidura: "Apacienta mis corderos."
Los discípulos escuchaban este diálogo con
respeto; comprendían que Pedro era distinguido una vez más, que recibía
en ese instante algo que ellos no recibirían. Los recuerdos de Cesárea
de Filipo se agolpaban a su espíritu, acordándose además de las
consideraciones particulares que su Maestro había tenido siempre para
Pedro desde este día. Sin embargo de eso, no estaba todo terminado aún.
Una tercera vez Jesús insterpela a Pedro: "Simón, hijo de Juan, me amas?
Ante esta insistencia el Apóstol no puede más. Las tres llamadas de
Jesús a su amor le han despertado el triste recuerdo de sus tres
negaciones ante la criada de Caifás. Siente la alusión a su infidelidad
tan reciente aún, pidiendo perdón responde esta vez con más compunción
aún que seguridad: "Señor, dice, lo sabes todo; tú sabes que te amo."
Entonces el Señor, poniendo el último sello en la autoridad de Pedro,
pronuncia estas palabras: "Apacienta mis ovejas." (S. Juan, XXI.)
He aquí a Pedro nombrado Pastor por aquel mismo
que nos dijo: "Yo soy el buen Pastor." Desde luego el Señor ha dado a
su discípulo y por dos veces el cuidado de los "corderos"; pero no le
había nombrado aún pastor; mas cuando le encarga el apacentar también
las "ovejas", el rebaño entero se confía a su autoridad. Que la Iglesia
venga, pues, ahora, que se eleve, que se extienda; Simón el hijo de Juan
es proclamado Jefe visible. ¿Esta Iglesia es un edificio?, pues él es
su piedra fundamental. ¿Es un Reino? pues él tiene las llaves, es decir,
el cetro, ¿Es un rebaño?, pues él es el Pastor.
Sí, esta Iglesia que Jesús organiza en este
momento, y que se revelará el día de Pentecostés será un rebaño. El
Verbo de Dios descendió del cielo "para reunir en uno a los hijos de
Dios que antes estaban dispersos" (S. Juan, XI, 52) y se acerca el
momento en que no habrá más que un solo redil y un solo Pastor" (Ibld,,
X, 16.) ¡Te bendecimos, te damos gracias, oh divino Pastor nuestro! Por
nosotros subsiste ella y atraviesa los siglos, recogiendo y salvando a
todas las almas que se confían a ella, esta Iglesia que tú fundas en
estos días. Su legitimidad, su fuerza, su unidad, le vienen de ti, su
Pastor omnipotente y misericordioso. Te bendecimos también y te damos
gracias, oh Jesús, por la previsión con que has provisto al
mantenimiento de esta legitimidad, de esta fuerza, de esta unidad,
dándonos a Pedro tu vicario, a Pedro nuestro Pastor en Ti y por Ti, a
Pedro a quien ovejas y corderos deben obediencia, a Pedro en quien te
haces visible hasta la consumación de los siglos.
En la Iglesia griega,
el segundo Domingo después de Pascua que nosotros llamamos del "Buen
Pastor", se designa con el nombre de "Domingo de los santos myroforos", o
"porta-perfumes". Se celebra particularmente la piedad de las santas
mujeres que llevaron los perfumes al Sepulcro para embalsamar el cuerpo
del Salvador. José de Arimatea tiene también una parte de los cánticos
de que se compone el Oficio de la Iglesia griega durante esta semana.
MISA
El Introito, haciendo suyas las palabras de
David, celebra la misericordia del Señor que se extiende a la tierra
entera, por la fundación de la Iglesia. Los "cielos", que significan los
Apóstoles en el lenguaje misterioso de la Escritura, fueron
fortalecidos por el Verbo de Dios, el día en que les dió a Pedro por
Pastor y por fundamento.
INTROITO
La tierra está llena de la misericordia del
Señor, aleluya: por la palabra del Señor fueron hechos los cielos,
aleluya, aleluya.
— Salmo: Alegraos, justos, en el Señor: a los rectos
conviene la alabanza. V. Gloria al Padre.
La Santa Iglesia en la Colecta, pide para sus
hijos la gracia de una santa alegría; pues tal es el sentimiento que
conviene al Tiempo pascual. Debemos regocijarnos por haber sido librados
de la muerte por el triunfo de nuestro Salvador, y prepararnos por las
alegrías pascuales a las de la eternidad.
COLECTA
Oh Dios, que, con la humillación de tu Hijo,
levantaste al mundo caído: concede a tus fieles la perpetua alegría:
para que, a los que has librado de los peligros de la muerte eterna, les
hagas disfrutar de los gozos sempiternos. Por el mismo Señor.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola del Ap. S. Pedro.
Carísimos: Cristo sufrió por nosotros, dándoos ejemplo,
para que sigáis sus pasos. El no cometió pecado, ni se encontró dolo en
su boca: cuando era maldecido, no maldijo: cuando padecía, no amenazó;
antes se entregó al que le juzgó injustamente: El mismo llevó a la cruz,
en su cuerpo, nuestros pecados: para que, muertos a los pecados,
vivamos para la justicia: con sus heridas fuisteis sanados. Porque erais
como ovejas errantes, pero os habéis vuelto ahora al pastor y obispo de
vuestras almas.
EL EJEMPLO DE CRISTO.
— El Príncipe de los Apóstoles, el Pastor visible de la Iglesia
universal, acaba de hacernos oír su palabra. Ved cómo termina este
pasaje llevando nuestros pensamientos al Pastor invisible del cual es el
Vicario, y cómo evita con modestia toda alusión a él mismo. Es en
efecto, el Pedro de siempre que, dirigiendo a su discípulo Marcos en la
redacción de su Evangelio, no quiso que contase en él la investidura que
Cristo le dio sobre todo el rebaño, pero que exigió que no omitiese
nada en su relato de la triple negación en casa de Caifás. ¡Con qué
ternura nos habla aquí al Apóstol de su Maestro, de los sufrimientos que
soportó, de su paciencia, de su entrega hasta la muerte a esas pobres
ovejas errantes con las que debía él formar su redil! Estas palabras
tendrán un día aplicación en el mismo Pedro. Día vendrá en que será
amarrado a un madero, donde se mostrará paciente como su Maestro en
medio de los ultrajes y de los malos tratos. Jesús se lo había predicho;
pues, después de haberle confiado ovejas y corderos, añadió que
llegaría el tiempo en que Pedro "llegado a viejo, extenderla sus manos"
sobre la cruz, y que la violencia de los verdugos se ensañaría sobre su
debilidad. (S. Juan, XXI.) Esto acontecerá, no solamente a la persona de
Pedro, sino a un número considerable de sus sucesores que forman un
todo con él y que se les verá, al correr de los siglos, tan a menudo
perseguidos, exilados, aprisionados, matados. Sigamos nosotros también
las huellas de Jesús, sufriendo de buen grado por la justicia; a Él le
debemos que, siendo desde toda la eternidad igual a Dios Padre en la
gloria, se haya dignado descender a la tierra para ser "el Pastor y el
Obispo de nuestras almas".
El primer versillo aleluyático recuerda la
cena de Emaús; en pocos instantes conoceremos nosotros también a Jesús
en la fracción del pan de vida.
El segundo proclama por las propias palabras
del Salvador la dignidad y las cualidades del Pastor, el amor a sus
ovejas, y la prontitud de estas para reconocerle por su jefe.
ALELUYA
Aleluya, aleluya. V. Conocieron los discípulos al Señor Jesús en la fracción del pan.
Aleluya. V. Yo soy el buen pastor: y conozco a mis ovejas, y las mías me conocen a mí. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Juan.
En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: Yo
soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas. Pero el
mercenario, y el que no es pastor, el que no tiene ovejas propias, ve
venir al lobo y deja las ovejas y huye: y el lobo arrebata, y dispersa
las ovejas; pero el mercenario huye porque es mercenario, y no le
interesan las ovejas. Yo soy el buen pastor: y conozco a las mías, y las
mías me conocen a mí. Como me conoce el Padre, así yo conozco al Padre:
y pongo mi vida por mis ovejas. Y tengo otras ovejas, que no son de
este redil: y debo atraerlas también, y oirán mi voz, y habrá un solo
rebaño, y un solo pastor.
SUMISIÓN AL ÚNICO PASTOR.
— Divino Pastor de nuestras almas, ¡cuán grande es tu amor por tus
ovejas! Vas a dar hasta tu misma vida por salvarlas. El furor de los
lobos no te hace huir. Te haces presa, a fin de apartar de ellas el
diente mortífero que quería devorarlas. Has muerto en nuestro lugar,
porque eras nuestro Pastor. No nos extrañamos que hayas exigido de Pedro
más amor que el que esperabas de sus hermanos: pensabas establecerle su
Pastor y nuestro. Pedro pudo responder con seguridad que te amaba y tú
le conferiste tu propio título con la realidad de tus funciones a fin de
que te supliera cuando hubieras desaparecido a nuestras miradas. Sé
bendito, divino Pastor; porque tuviste presente las necesidades de tu
rebaño que no podía conservarse Uno, si hubiera tenido varios Pastores
sin un Pastor supremo. Para conformarnos con tus órdenes, nos inclinamos
con amor y sumisión ante Pedro, besamos con respeto sus sagrados pies;
pues por él nosotros dependemos de Ti, por él nosotros somos tus ovejas.
Consérvanos, oh Jesús, en el redil de Pedro que es el tuyo. Aleja de
nosotros al mercenario que quisiera usurpar el lugar y los derechos del
Pastor. Intruso en el aprisco por violencia profana, se da aires de amo;
pero no conoce a las ovejas y las ovejas no le conocen a él. Atraído,
no por el celo, sino por el deseo y la ambición, huye al aproximarse el
peligro. Cuando se obra sólo por intereses terrestres, no se sacrifica
la vida por otro; el pastor cismático se ama a sí mismo; no ama tus
ovejas; ¿cómo daría su vida por ellas? guárdanos de este mercenario, ¡oh
Jesús! Nos apartaría de ti, separándonos de Pedro a quien has
constituido tu Vicario. No reconoceremos otro. ¡Anatema a quien quisiera
mandarnos en tu nombre, y no fuese enviado de Pedro! Pastor falso, no
descansaría sobre la piedra del fundamento, no tendría las llaves del
Reino de los cielos; no haría sino perdernos. Prométenos, oh buen
Pastor, permanecer siempre con nosotros y con Pedro de quien eres el
fundamento, como él es el nuestro, y podremos desafiar todas las
tempestades. Tú lo has dicho, Señor: "El hombre sabio edifica su casa
sobre la roca; las lluvias cayeron sobre ella, los ríos se desbordaron,
los vientos soplaron, todas esas fuerzas se lanzaron sobre la casa y no
cayó porque estaba fundada sobre la piedra firme. (San Mateo, VIII, 24,
25.)
El Ofertorio es una aspiración hacia Dios tomada del Rey-Profeta.
OFERTORIO
Dios, Dios mío, a ti velo de día: y en tu nombre alzaré mis manos, aleluya.
En la Secreta, la Iglesia pide que la santa
energía del Misterio que va a consumarse sobre el altar produzca en
nosotros los efectos a los que aspiran nuestras almas: morir al pecado y
resucitar a la gracia.
SECRETA
Concédanos siempre, Señor, una bendición
saludable esta sagrada ofrenda: para que, lo que obra con misterio, lo
confirme con poder. Por el Señor.
Las palabras de la Antífona de la Comunión
recuerdan también al buen Pastor. Es el misterio que domina toda esta
jornada. Rindamos un último homenaje al Hijo de Dios que se digna
mostrársenos bajo apariencias tan conmovedoras, y seamos siempre sus
fieles ovejas.
COMUNIÓN
Yo soy el buen pastor, aleluya: y conozco a mis ovejas, y las mías me conocen a mí, aleluya, aleluya.
En el divino banquete, Jesús buen Pastor acaba
de ser dado en alimento a sus ovejas; la Santa Iglesia, en la
Poscomunión, pide que seamos cada día más penetrados de amor por este
augusto sacramento, en el cual debemos poner nuestra gloria; pues es
para nosotros el alimento de inmortalidad.
POSCOMUNIÓN
Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que,
consiguiendo la gracia de tu vivificación, nos gloriemos siempre de tu
regalo. Por el Señor
Año Litúrgico de Dom guéranger
No hay comentarios:
Publicar un comentario