EL MISTERIO DEL CORDERO.
— ¿Qué significa, pues, el misterio de la Pascua? La Biblia nos
responde que la Pascua es la inmolación del Cordero. Para comprender la
Pascua, es necesario comprender antes el misterio del Cordero. Desde los
primeros siglos del cristianismo se representaba el emblema del cordero
en los mosaicos y en las pinturas murales de las Basílicas, como el
símbolo que expresaba la idea del sacrificio de Cristo y de su victoria.
Por su actitud, rebosante de dulzura, el
Cordero expresaba la abnegación que le habla impulsado a dar su sangre
por el hombre; pero se le presentaba de pie sobre una verde colina, y
los cuatro ríos del paraíso fluían a su mandato debajo de sus pies,
figurando los cuatro Evangelios que han llevado su gloria a los cuatro
puntos del mundo. Más tarde se le representó empuñando una cruz de la
que pendía una banderola triunfal: ésta es la forma simbólica con la
cual le veneramos en nuestros días.
Para comprender plenamente la Liturgia hasta el
domingo in albis, es, por tanto necesario recordar constantemente a los
neófitos, siempre presentes con sus vestiduras blancas a la Misa y a
los oficios divinos. Las alusiones a su reciente regeneración son
continuas y aparecen sin cesar en los cantos y en las lecturas durante
el curso de esta solemne octava.
MISA
El Introito, sacado del Exodo, se refiere a los
neófitos de la Iglesia. Les recuerda la leche y la miel misteriosa que
les fueron dadas en la noche del Sábado, después de haber comulgado.
Ellos son el verdadero Israel, introducido en la verdadera Tierra
prometida. Alaben, pues, al Señor, que los ha escogido para hacer de
ellos su pueblo de predilección.
INTROITO
Os introdujo el Señor en una tierra que mana
leche y miel, aleluya: para que la ley del Señor esté siempre en vuestra
boca, aleluya, aleluya.
— Salmo: Confesad al Señor, e invocad su
nombre: anunciad entre las gentes sus obras. V. Gloria al Padre.
Al contemplar a Cristo librado de los lazos de
la muerte, la Santa Iglesia pide a Dios que nosotros, los miembros de
este divino Jefe, consigamos la liberación de la que Jesús nos ofrece el
modelo. Sojuzgados tanto tiempo por el pecado, debemos comprender ahora
el precio de esta libertad de hijos de Dios que nos fué restituida por
la Pascua.
COLECTA
Oh Dios, que con la solemnidad pascual diste
remedios al mundo: suplicámoste sigas favoreciendo a tu pueblo con tus
celestiales dones; para que merezca conseguir la perfecta libertad, y
avance hacia la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
EPÍSTOLA
Lección de los Hechos de los Apóstoles (X, 37-43).
En aquellos días, estando Pedro de pie en medio
de la plebe, dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis lo que fue
divulgado por toda la Judea, comenzando desde Galilea, después del
bautismo que predicó Juan, tocante a Jesús de Nazaret: cómo le ungió
Dios con el Espíritu Santo y con poder; el cual pasó haciendo bien y
sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y
nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos,
y en Jerusalén, al cual mataron colgándole de un madero. A éste
resucitó Dios al tercer día, y le hizo manifestarse no a todo el pueblo,
sino a los testigos predestinados por Dios; a nosotros, que comimos y
bebimos con él, después que resucitó de entre los muertos. Y nos mandó
predicar al pueblo, y atestiguar que él es el que ha sido constituido
por Dios juez de vivos y muertos. De él atestiguan todos los Profetas
que, todos los que crean en él, recibirán por su nombre el perdón de los
pecados.
MISIÓN DE CRISTO Y DE LOS APÓSTOLES.
— San Pedro dirigió este discurso al centurión Cornelio, y a los
parientes y amigos de este gentil, que los había reunido en torno a sí
para recibir al Apóstol que Dios le enviaba. Tratábase de disponer todo
este auditorio para recibir el bautismo y para que llegase a ser las
primicias de la gentilidad; porque hasta entonces el Evangelio no había
sido anunciado más que a los judíos. Consideremos que San Pedro, y no
otro Apóstol, es quien nos abre hoy, a nosotros gentiles, las puertas de
la Iglesia, que el Hijo de Dios estableció sobre él como sobre roca
inquebrantable. Por eso, este pasaje del libro de los Actos de los
Apóstoles se lee hoy en la Basílica de San Pedro, cerca de su Confesión,
y en presencia de los neófitos, que son otras tantas conquistas de la
fe sobre los últimos seguidores de la idolatría pagana. Observemos
asimismo el método que emplea el Apóstol para inculcar a Cornelio y a
los de su casa la verdad del cristianismo. Comienza por hablarles de
Jesucristo; recuerda los prodigios que han acompañado su misión;
después, habiendo referido su muerte ignominiosa sobre la cruz, propone
el hecho de la Resurrección del Hombre-Dios como la más alta garantía de
la verdad de su carácter divino. A continuación viene la misión de los
Apóstoles que es necesario aceptar, así como su testimonio tan solemne y
desinteresado, ya que no les ha ocasionado más que persecuciones.
Aquel, pues, que confiese al Hijo de Dios revestido de la carne, pasando
por este mundo haciendo el bien, obrando toda suerte de prodigios,
muriendo sobre la cruz, resucitado del sepulcro, y confiando a los
hombres que él escogió la misión de continuar sobre la tierra el
ministerio que él había comenzado; aquel que confiesa toda esta
doctrina, está dispuesto a recibir en el bautismo la remisión de sus
pecados; ésta fue la suerte feliz de Cornelio y de sus compañeros; tal
ha sido la de nuestros neófitos.
Se canta a continuación el Gradual, que
presenta la expresión ordinaria de la alegría pascual, sólo el Versículo
es diferente del de ayer y varía cada día hasta el viernes. El
versículo del Aleluya nos vuelve a evocar al Ángel que desciende del
cielo para abrir el sepulcro vacío y manifestar la salida victoriosa del
Redentor.
GRADUAL
Este es el día que hizo el Señor: gocémonos y
alegrémonos en él. V. Diga ahora Israel que es bueno: que su
misericordia es eterna. Aleluya, aleluya. V. El ángel del Señor bajó del
cielo; y acercándose, separó la piedra y se sentó sobre ella.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Lucas (24, 13-35).
En aquel tiempo iban dos discípulos el mismo
día a una aldea, que estaba a sesenta estadios (8 km.) de Jerusalén,
llamada Emaús. Y hablaban entre sí de todo lo que había sucedido. Y
acaeció que, mientras conversaban y se preguntaban mutuamente,
acercándose a ellos Jesús en persona, caminó con ellos: pero sus ojos
estaban velados, para que no le conocieran. Y díjoles: ¿Qué habláis
entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? Y
respondiendo uno, llamado Cleofás, le dijo: ¿Tú sólo eres el peregrino
en Jerusalén que no ha sabido lo ocurrido en ella estos días? Entonces
él les dijo: ¿Qué? Y dijeron ellos: Lo de Jesús Nazareno, que fue un
varón profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo
el pueblo: y como le condenaron a muerte los sumos pontífices y
nuestros príncipes, y le crucificaron. Mas nosotros esperábamos que él
había de redimir a Israel: y ahora, sobre todo esto, hoy es el tercer
día que ha sucedido esto. Aunque también unas mujeres de las nuestras
nos han asustado, porque fueron al sepulcro antes del día, y sin
encontrar su cuerpo, volvieron diciendo que habían visto una aparición
de Ángeles, los cuales dicen que él vive. Y fueron al sepulcro algunos
de los nuestros: y hallaron como habían dicho las mujeres, pero a él no
le encontraron. Entonces él les dijo: ¡Oh estultos y tardos de corazón
para creer todo lo que dijeron los Profetas! ¿No fué necesario que
Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria? Y, comenzando por
Moisés y por todos los Profetas, les interpretó todas las Escrituras que
hablaban de él. Y se acercaron a la aldea donde iban: y él fingió ir
más lejos. Y le obligaron, diciendo: Quédate con nosotros, porque
anochece y ya se acaba el día. Y entró con ellos. Y sucedió que,
mientras estaba sentado a la mesa con ellos, tomó el pan y lo bendijo, y
lo partió, y se lo alargó. Y se abrieron sus ojos, y le conocieron, y
él se desvaneció ante sus ojos. Y se dijeron mutuamente: ¿No ardía
nuestro corazón en nosotros, cuando nos hablaba en el camino, y nos
declaraba las Escrituras? Y, levantándose luego, volvieron a Jerusalén: y
encontraron reunidos a los doce y a los que estaban con ellos,
diciendo: El Señor ha resucitado verdaderamente, y se ha aparecido a
Simón. Y ellos contaron también lo que les había pasado en el camino: y
cómo le conocieron en la fracción del pan.
EL SENTIDO DE LA PRUEBA.
— Contemplemos a estos tres peregrinos que conversan en el camino de
Emaús y unámonos a ellos con el corazón y el pensamiento. Dos de ellos
son hombres frágiles como nosotros, que tiemblan ante la tribulación,
que se sienten desconcertados por la cruz y que necesitan la gloria y la
prosperidad para continuar creyendo. "¡Oh insensatos y tardos de
corazón!", les dice el tercer viajero. ¿No era necesario que el Mesías
padeciese todos esos trabajos para entrar en su gloria?" Hasta aquí
nuestro retrato ha sido muy semejante al de estos dos hombres; más
parecemos judíos que cristianos; y por esto el amor de las cosas
terrestres nos ha hecho insensibles a la atracción celestial y por lo
mismo nos ha expuesto al pecado. En adelante no podemos ya pensar así.
Los esplendores de la Resurrección de nuestro Maestro nos muestran con
suficiente viveza cuál es el fin de la tribulación, cuando Dios nos la
envía. Sean las que fueren nuestras pruebas, no podrán compararse con
ser clavados a un patíbulo, ni crucificados entre dos malhechores. El
Hijo de Dios sufrió esta suerte; y considerad hoy si los suplicios del
viernes han detenido la ascensión que había de emprender el domingo
hacia su reinado inmortal. ¿Su gloria no ha sido tanto más deslumbrante
cuanto más profunda fue su humillación?
No temblemos, pues, en adelante ante el
sacrificio; pensemos en la felicidad eterna que le recompensará. Jesús, a
quien los dos discípulos no reconocieron, no tuvo sino hacerles oír su
voz y describirles los planes de la sabiduría y de la bondad divinas, y
hubo claridad meridiana en sus espíritus. ¿Qué digo? Su corazón se
encendía y ardía en su pecho, oyéndole tratar de cómo la cruz conduce a
la Gloria; y si ellos no le descubrieron en seguida, fue porque él
velaba sus ojos para que no le conociesen.
Eso pasará en nosotros si dejamos, como ellos,
hablar a Jesús. Entonces comprenderemos que "el discípulo no está sobre
el maestro". (S. Mat., X, 24); y contemplando el resplandor que hoy
ilumina a este Maestro, nos sentiremos inclinados a exclamar: "No, los
padecimientos de este mundo transitorio no guardan proporción con la
gloria que se manifestará más tarde en nosotros." (Rom., VIII, 18.)
EL EFECTO DE LA EUCARISTÍA.
— En estos días en que los esfuerzos del cristiano por su regeneración
son pagados con el honor de sentarse, con vestidura nupcial, a la mesa
del festín de Cristo, no podemos menos de hacer resaltar que fue en el
momento de la fracción del pan, cuando los ojos de los discípulos se
abrieron y reconocieron a su maestro. El alimento celestial, cuya virtud
procede toda de la palabra de Cristo, da la luz a las almas; y ellas
ven entonces lo que no habían visto antes. Así ocurrirá en nosotros por
efecto del sacramento de la Pascua; pero consideremos lo que nos dice a
este respecto el autor de la Imitación: "Conocen verdaderamente a su
Señor en el partir del pan, aquellos cuyo corazón arde vivamente porque
Jesús anda en su compañía." (L., IV, c. XIV.) Entreguémonos, pues, a
nuestro divino resucitado; en adelante le pertenecemos más que nunca, no
solamente en virtud de su muerte, que padeció por nosotros, sino a
causa de su resurrección, que también realizó por nosotros. A semejanza
de los discípulos de Emaús, fieles y gozosos, como ellos, solícitos a
ejemplo suyo, mostremos en nuestras obras la renovación de vida, que nos
recomienda el Apóstol, y que sólo conviene a aquellos a quienes Cristo
ha amado hasta no querer resucitar sino con ellos.
La Iglesia escogió este pasaje del Evangelio
con preferencia a otro, por razón de la Estación que se celebra en San
Pedro. En efecto, San Lucas nos refiere en él que los dos discípulos
encontraron a los Apóstoles informados ya de la resurrección de su
Maestro; "porque, decían, se ha aparecido a Simón". Hablamos ayer de
este favor hecho al príncipe de los Apóstoles.
El Ofertorio está compuesto de un pasaje del santo Evangelio referente a las circunstancias de la Resurrección de Cristo.
OFERTORIO
El Ángel del Señor bajó del cielo y dijo a las mujeres: El que buscáis, ha resucitado, según lo dijo. Aleluya.
En la Secreta la Iglesia pide en favor de sus
hijos que el manjar pascual sea para ellos un alimento de inmortalidad,
que una los miembros a su Jefe, no solamente en el tiempo, sino hasta en
la vida eterna.
SECRETA
Suplicámoste, Señor, recibas las preces de tu
pueblo con la ofrenda de estas hostias: para que lo inaugurado con los
misterios pascuales, nos sirva, por obra tuya, de remedio eterno. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Durante la Comunión la Iglesia evoca a los
fieles el recuerdo de Pedro, que fue favorecido con la visita del
Salvador resucitado. La fe de la Resurrección es la fe de Pedro, y la fe
de Pedro es el fundamento de la Iglesia y el lazo de la unidad
católica.
COMUNIÓN
Resucitó el Señor y se apareció a Pedro. Aleluya.
En la Poscomunión la Iglesia continúa pidiendo
para todos sus hijos, comensales del mismo festín del Cordero, el
espíritu de concordia que debe unirlos como miembros de una misma
familia, cuya inolvidable fraternidad la nueva Pascua ha venido a
sellar.
POSCOMUNIÓN
Infúndenos, Señor, el espíritu de tu caridad:
para que, a los que has saciado con los sacramentos pascuales, los
unifiques con tu piedad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Año Litúrgico de Dom Guéranger
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