EL SENSUALISMO LLEVA AL NATURALISMO.
— El alma vale más que el cuerpo; pero en el hombre, el cuerpo no es ni
extraño ni una cosa redundante o superflua. Por los altos destinos que
tiene, hemos de tratarle y cuidarle con sumo respeto; y, si en el estado
presente nos vemos precisados a castigarle para que no se pierda, ni el
alma con él, no será por desprecio, sino por amor. Los mártires y los
santos penitentes amaron su cuerpo más que le aman quienes se entregan a
los placeres; mortificándole para preservarle del mal, le salvaron; los
otros, halagándole, le expusieron a la más triste suerte. Fijémonos
bien: la trabazón del sensualismo con el naturalismo es manifiesta. El
sensualismo falsea el fin del hombre para mejor pervertirle sin que
sienta remordimiento; el naturalismo teme las luces de la fe; y
precisamente sólo la fe es lo que hace al hombre comprender su destino y
su fin. Esté alerta el cristiano, y si, en estos días no late su
corazón de amor y esperanza con el pensamiento de lo que el Hijo de Dios
ha hecho por nuestros cuerpos resucitando gloriosamente, persuádase de
que es muy débil su fe. Si no quiere perderse, crea dócilmente en la
palabra de Dios, pues solamente ella le hará conocer lo que es ahora y
lo que está destinado a ser más tarde.
En Roma, la Estación es en la Basílica de los
doce Apóstoles. Se convocaba a los neófitos el día de hoy en este
santuario dedicado a los Testigos de la resurrección, y donde descansan
dos de entre ellos, San Felipe y Santiago. La Misa está esmaltada de
alusiones al papel sublime de estos esforzados heraldos del divino
resucitado, que han dejado oír su voz hasta los confines de la tierra y
cuyos ecos resuenan, sin debilitarse, a través de los siglos.
MISA
El cántico de entrada está sacado del libro de
la Sabiduría, y celebra la elocuencia de los Apóstoles, mudos antes por
el miedo y tímidos como niños. La Sabiduría eterna los ha transformado
en hombres nuevos y toda la tierra ha conocido por ellos la victoria del
Hombre- Dios.
INTROITO
Tu mano vencedora alabaron, Señor, todos a una,
aleluya: porque la Sabiduría abrió la boca de los mudos, e hizo
elocuentes las lenguas de los niños. Aleluya, aleluya.
Salmo: Cantad al
Señor un cántico nuevo: porque ha hecho maravillas. V. Gloria al Padre.
La Colecta nos presenta a todas las naciones
reunidas en una sola por la predicación apostólica. Los neófitos han
sido admitidos en esta unidad por su bautismo; la Santa Iglesia pide a
Dios que los mantenga en ella por su gracia.
COLECTA
Oh Dios, que uniste la diversidad de las gentes
en la confesión de tu nombre: da, a los renacidos en la fuente del
Bautismo, una misma fe en las almas y una misma piedad en las obras. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
EPÍSTOLA
Lección de los Hechos de los Apóstoles (VIII, 26-40).
En aquellos días el Ángel del Señor habló a
Felipe diciendo: Levántate y vete hacia el mediodía, al camino que baja
de Jerusalén a Gaza, el cual está desierto. Y, levantándose, se fue. Y
he aquí que un eunuco etíope, ministro de Candace, reina de los Etíopes,
y superintendente de todas sus riquezas, había ido a Jerusalén a adorar
a Dios: y ahora volvía a su tierra, sentado en su carro, y leyendo al
Profeta Isaías. Y dijo el Espíritu a Felipe: Acércate y arrímate a ese
carro. Y. acercándose Felipe, le oyó leer al Profeta Isaías, y le dijo:
¿Entiendes, por ventura, lo que lees? El dijo: ¿Y cómo podré entenderlo,
si alguien no me lo explicare? Y rogó a Felipe que subiera y se sentara
con él. Y el lugar de la Escritura que leía, era éste: Fue llevado a la
muerte como una oveja: y, como un cordero, mudo ante el que le
trasquila, no abrió su boca. Después de su humillación ha sido libertado
de la muerte, a que fue condenado. Su generación ¿quién podrá
explicarla, puesto que su vida será quitada de la tierra? Y, preguntando
el eunuco a Felipe, dijo: Ruégote: ¿de quién dice esto el profeta? ¿De
sí, o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando
desde esta Escritura, le evangelizó a Jesús. Y, yendo por el camino,
llegaron a donde había agua: y dijo el eunuco: Aquí hay agua: ¿qué
impide que yo sea bautizado? Y dijo Felipe: Si crees de todo corazón, se
puede. Y, respondiendo él, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de
Dios. Y mandó parar el carro: y bajaron los dos, Felipe y el eunuco, al
agua, y le bautizó. Y, habiendo subido del agua, el Espíritu arrebató a
Felipe, y no le vio más el eunuco. Y siguió su camino gozoso. Felipe, en
cambio, se encontró en Azoto, y, al pasar, anunció el nombre del Señor
Jesucristo en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesárea.
DOCILIDAD DEL ALMA A LA GRACIA.
— Este pasaje de los Actos de los Apóstoles estaba destinado a recordar
a los neófitos la sublimidad de la gracia que habían recibido en el
bautismo y el estado en que habían sido regenerados. Dios los puso en el
camino de la salvación, así como envió a Felipe al camino por donde el
eunuco había de pasar. Les dió deseo de conocer la verdad, como había
puesto en el corazón del oficial de la reina de Etiopía la feliz
curiosidad que le condujo a oír hablar de Jesucristo. Pero todavía no se
había realizado todo. Este pagano habría podido escuchar con
desconfianza y sequedad de alma las explicaciones del enviado de Dios, y
cerrar la puerta a la gracia que salía a su encuentro; al contrario,
abría su corazón y la fe le llenaba. De igual modo, nuestros neófitos
fueron dóciles, y la palabra de Dios los iluminó; subieron de claridad
en claridad hasta que la Iglesia reconoció en ellos a verdaderos
discípulos de la fe. Entonces llegaron los días de la Pascua y esta
madre de las almas se dijo a sí misma: "He aquí el agua, el agua que
purifica, el agua que sale del costado del Esposo, abierto por la lanza
en la cruz; ¿quién me impide bautizarlos?" Y cuando ellos confesaron que
Jesucristo es el Hijo de Dios, fueron sumergidos, como el Etíope, en la
fuente de la salvación; ahora, a ejemplo suyo, van a continuar
caminando, llenos de gozo, por el camino de la vida; porque han
resucitado con Cristo, que se dignó asociar a las alegrías de su propio
triunfo, las del nuevo nacimiento de ellos.
GRADUAL
Este es el día que hizo el Señor: gocémonos y
alegrémonos en él.
V. La piedra que reprobaron los constructores, se
convirtió en cabeza angular: esto fue hecho por el Señor, y es
maravilloso a nuestros ojos.
Aleluya, aleluya; V. Resucitó Cristo, que creó todas las cosas, y se compadeció del género humano.
EVANGELIO
Continuación del santo Evangelio según San Juan (XX, 11-18).
En aquel tiempo María estaba fuera, junto al
sepulcro, llorando. Y, mientras lloraba, se inclinó, y miró el sepulcro:
y vio dos Ángeles, vestidos de blanco, sentados, uno a la derecha y
otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Y
dijéronla: Mujer, ¿por qué lloras? Díjoles: Porque han llevado a mi
Señor: y no sé dónde le han puesto. Y, después de decir esto, se volvió
hacia atrás, y vio a Jesús, que estaba allí: y no sabía que era Jesús.
Di jóle Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, creyendo
que era el hortelano, dijóle: Señor, si le has quitado tú, dime dónde
le has puesto: y yo le llevaré. Dijóle Jesús: ¡María! Vuelta, ella,
díjole: ¡Rabbóni! (que significa Maestro). Díjola Jesús: No me toques,
porque aún no he subido a mi Padre: pero vete a mis hermanos, y diles:
Subo a mi Padre, y a vuestro Padre, a mi Dios, y a vuestro Dios. Fue
María Magdalena anunciando a los discípulos: He visto al Señor, y me ha
dicho esto.
EL APÓSTOL DE LOS APÓSTOLES.
— Nos encontramos en la Basílica de los Apóstoles; y la Santa Iglesia,
en lugar de hacernos oír hoy el relato de una de las apariciones del
Salvador resucitado a sus Apóstoles, nos lee aquel en que se refiere el
favor que Jesús hizo a María Magdalena, ¿Por qué esta aparente omisión
del carácter y de la misión conferida a los embajadores de la nueva ley?
La razón es fácil de comprender. Al honrar hoy en este Santuario la
memoria de aquella que Jesucristo escogió para ser el apóstol de sus
Apóstoles, la Iglesia acababa de mostrar en toda su verdad las
circunstancias del día de la resurrección. Por la Magdalena y sus
compañeras comenzó el apostolado del mayor de los misterios del
Redentor; ellas, pues, tienen auténtico derecho de ser honradas hoy en
esta Basílica dedicada a los santos Apóstoles.
EL SEÑOR Y LAS SANTAS MUJERES.
— Dios, por ser omnipotente, se complace en manifestarse en lo más
débil, del mismo modo que en su bondad se gloría de reconocer el amor de
que es objeto; he aquí por qué el Redentor prodigó primero todas las
pruebas de su resurrección y todos los tesoros de su ternura a la
Magdalena y a sus compañeras. Se sintieron más débiles que los pastores
de Belén: tuvieron, pues, la preferencia; los mismos apóstoles se
sintieron más débiles que el menor de los poderes del mundo, que a ellos
se había de someter; he aquí por qué fueron ellos instruidos a su
tiempo. Pero Magdalena y sus compañeras amaron a su Maestro hasta la
cruz y hasta el sepulcro, mientras que los apóstoles le abandonaron: a
las primeras y no a los segundos Jesús debía los primeros favores de su
bondad.
¡Sublime espectáculo el de la Iglesia, en este
instante en que surge sobre la fe de la Resurreceión que es su base!
Después de María, la Madre de Dios, en quién la luz no tuvo nunca
parpadeos, y a quien era debido como a Madre y por ser santísima, la
primera manifestación, ¿a quiénes vemos iluminadas con la fe por la que
vive y alienta la Iglesia? A Magdalena y sus compañeras. Durante muchas
horas, Jesús se cumplugo en la contemplación de su obra, tan débil a la
consideración humana, pero en realidad tan grande. Unos instantes más y
este rebañito de almas escogidas va a asimilarse a los mismos Apóstoles;
¿qué digo? El mundo entero vendrá a ellas. Durante estos días la
Iglesia canta en todo el mundo estas palabras: "¿Qué has visto en el
sepulcro, María?, dínoslo." Y María Magdalena responde a la Santa
Iglesia: "Vi la tumba de Cristo, que vivía; vi la gloria de Cristo
resucitado."
LA MUJER QUE HA PECADO LA PRIMERA ES REHABILITADA PRIMERO.
— Y no nos admiremos de que solas las mujeres formasen este primer
grupo de creyentes alrededor del Hijo de Dios, verdadera Iglesia
primitiva que brilla con los primeros destellos de la resurrección;
porque aquí tenemos la continuación de la obra divina según el plan
irrevocable cuyo principio ya hemos reconocido. Por la prevaricación de
la mujer, la obra de Dios se desequilibró en sus comienzos; y en la
mujer es donde primero será de nuevo restaurada. El día de la
Anunciación nos inclinamos ante la nueva Eva, que reparaba con su
obediencia la desobediencia de la primera; mas por temor de que Satanás
se equivocase allí y no quisiese ver en María sino la exaltación de la
persona y no la rehabilitación del sexo, Dios quiere que hoy los hechos
declaren su voluntad suprema: "La mujer, nos dice San Ambrosio, había
gustado la primera el brebaje de la muerte; ella será, pues, la que
contemple la primera la resurrección. Al proclamar este misterio, ella
reparará su falta; y con razón es enviada para anunciar a los hombres
la nueva de salvación, para manifestar la gracia que viene del Señor,
aquella que en otro tiempo había anunciado el pecado al hombre"
Los demás Padres revelan con no menos
elocuencia este plan divino que da a la mujer la primacía en la
distribución de los dones de la gracia, y en esto nos hacen reconocer no
solamente un acto del poder del Supremo Señor, sino también la legítima
recompensa al amor que Jesús encontró en el corazón de estas humildes
criaturas, y que no había encontrado en el de sus Apóstoles, a los que
durante tres años había prodigado los más tiernos cuidados, y de los que
tenía el derecho a esperar una valentía más varonil.
LA APARICIÓN A LA MAGDALENA.
— En medio de sus compañeras, la Magdalena se levanta como una reina,
cuya corte la forman las demás. Es la preferida de Jesús, aquella que
más ama, aquella cuyo corazón fue más quebrantado por la dolorosa
Pasión, aquella que insiste con más fuerza para recibir y embalsamar con
sus lágrimas y sus perfumes el cuerpo de su maestro. ¡Qué delirio en
sus palabras mientras le busca! ¡Qué exaltación de ternura, cuando le
reconoció vivo y siempre amoroso para con ella! Con todo, Jesús se
abstiene de manifestar una alegría demasiado terrena: "No me toques, la
dice; pues no he subido todavía a mi Padre."
Jesús no tiene ya las condiciones de la
vida mortal; en él la humanidad permanecerá siempre unida a la divinidad;
pero su resurrección advierte al alma fiel que las relaciones que
tendrá en adelante con él no son ya las mismas. En el primer período se
acercaba a él como si se acercase a un hombre; su divinidad apenas si se
traslucía; pero ahora es el Hijo de Dios, cuyo resplandor eterno se
percibe, porque irradia aun a través de su humanidad. Es, pues, el
corazón el que debe buscarle ahora más bien que los ojos; el afecto
respetuoso más que la ternura sensible. Se dejó tocar de la Magdalena
cuando ella era débil y él mismo mortal; es necesario que ahora ella
aspire al mayor bien espiritual que es la vida del alma, a Jesús en el
seno del Padre. Magdalena, en su primer estado hizo lo suficiente para
servir de modelo al alma que comienza a buscar a Jesús, pero ¿quién no
ve que su amor necesita transformarse? Su ardor la ciega; se obstina en
"buscar entre los muertos al que está vivo". Ha llegado el momento en
que debe elevarse a una vida superior, y buscar finalmente en espíritu
aquello que es espíritu.
"No he subido todavía a mi Padre" dice el
Salvador; como si dijese: "Prívate por el momento de estas muestras de
cariño demasiado sensibles que te atarían a mi humanidad. Déjame antes
subir a mi gloria; un día tú también serás admitida allí cerca de mí;
entonces te será dado prodigarme todas las muestras de tu amor, porque
entonces no será ya posible que mi humanidad te robe la vista de mi
naturaleza divina." Magdalena comprendió la lección de su Maestro tan
amado; una transformación se opera en ella; y en seguida, sola con sus
recuerdos, que se extienden de la primera palabra de Jesús que deshizo
en llanto su corazón y la arrancó de los amores terrenos, hasta el favor
con que la honra hoy al preferirla a los Apóstoles, suspirará cada día
por el sumo bien, hasta que purificada por la espera, hecha émula de los
ángeles que la visitan y consuelan en su destierro, suba finalmente
para siempre a donde está Jesús y estreche con un abrazo eterno aquellos
sagrados pies, en los que reconocerá las señales imborrables de sus
primeros ósculos.
El Ofertorio recuerda la leche y la miel de la
Tierra de Promisión, en que la predicación de los Apóstoles ha
introducido a los neófitos. Pero el altar sobre el cual se prepara el
festín del Salvador, les reserva una comida más dulce.
OFERTORIO
El día de vuestra solemnidad, dice el Señor, os introduciré en una tierra que mana leche y miel. Aleluya.
La Iglesia encomienda a Dios en la Secreta la
ofrenda de sus nuevos hijos; este pan transformado por las palabras
divinas llegará a ser para ellos el alimento fortificante que conduce al
viajero hasta el puerto de la eternidad.
SECRETA
Suplicámoste, Señor, aceptes propicio los
dones de tus pueblos: para que, renovados con la confesión de tu nombre y
con el Bautismo, consigan la sempiterna felicidad. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
En la Antífona de la Comunión se deja oír la
voz del Colegio apostólico por medio de Pedro. Felicita con efusión
paternal a este pueblo renacido por los favores de que ha sido objeto
por parte del soberano autor de la luz, que se dignó hacer fecundas las
tinieblas.
COMUNIÓN
Pueblo de conquista, pregonad las maravillas, aleluya: de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz. Aleluya.
En la Poscomunión se expresan los efectos de la
Eucaristía. Este misterio sagrado confiere al hombre todo bien, le
sostiene en el viaje de esta vida y le pone ya desde ahora en posesión
de su fin eterno.
POSCOMUNIÓN
Escucha, Señor, nuestras preces: para que los
sacrosantos Misterios de nuestra redención nos presten tu auxilio en la
vida presente, y nos granjeen los gozos sempiternos. Por Jesucristo,
nuestro Señor, Amén.
Año Litúrgico de Dom Guéranger
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