LA ÚLTIMA REUNIÓN DEL SANEDRÍN. — Hoy Se reúnen los príncipes de los sacerdotes y los ancianos en una sala del templo para deliberar por última vez sobre los medios para prender a Jesús. Se han discutido diversos planes. ¿Será prudente prenderle en estos días de Pascua, en los cuales toda la ciudad está llena de extranjeros que sólo conocen a Jesús por la ovación de que fue objeto tres días antes? ¿No hay incluso entre los habitantes de Jerusalén muchos que han aplaudido este triunfo? ¿No sería de temer su ciego entusiasmo por Jesús? No, no se puede pensar, por el momento, en esas medidas violentas; podría levantarse una sedición durante la celebración de la Pascua. Sus promotores fácilmente se habrían comprometido ante Poncio Pilato y habrían tenido que temer la furia del pueblo. Es preferible dejar pasar la fiesta y buscar otro medio de apoderarse sin ruido de la persona de Jesús.
Pero estos criminales se hacían ilusión al querer retardar por su propia voluntad la muerte del justo. Ellos aplazaban el asesinato; pero los planes divinos, que desde la eternidad prepararon un sacrificio para la salvación del género humano, fijaron este sacrificio precisamente para esta fiesta de Pascua, que anunciará mañana la trompeta a toda la ciudad. Durante mucho tiempo se ha ofrecido el cordero misterioso en figura del verdadero: va a comenzar ya la Pascua que verá desaparecer las sombras ante la realidad. La sangre del Redentor, derramada por la mano de los ciegos pontífices se va a mezclar con la de las víctimas, que ya no se digna aceptar el Señor. El sacerdocio judaico no tardará en darse a sí mismo el golpe de gracia, inmolando al que ha de abrogar con su sangre la antigua alianza y sellar para siempre otra nueva.
LA TRAICIÓN. — Pero ¿cómo tomarán posesión los enemigos del Salvador de la víctima que tanto anhelan con deseos sanguinarios, sin alboroto y sin ruido? No han tenido en cuenta la traición. Uno de los discípulos de Jesús pide ser conducido a su presencia; tiene algo que proponerles; "¿Qué me dais, les dice, y yo os lo entregaré?" ¡ Qué alegría para aquellos desdichados! Son doctores de la ley, y no se acuerdan del salmo CVIII, en el cual David había predicho con todo detalle esta venta abominable; ni tampoco del oráculo de Jeremías, que llega incluso a valorar el precio del rescate del Justo en treinta dineros de plata. Esta misma suma pide Judas a los enemigos de Jesús; éstos se la conceden al momento. Todo está concertado. Mañana irá Jesús a Jerusalén para celebrar la Pascua. Al caer del sol se retirará, como de costumbre a un huerto que se halla en la ladera del monte del Olivar. Pero, en la oscuridad de la noche, ¿cómo lo van a conocer los encargados de prenderle? Judas lo ha previsto todo. Los soldados podrán detener con toda confianza a quien él diere un beso.
Tal es la horrible iniquidad, que se lleva a cabo entre los muros del templo de Jerusalén. Para manifestar su execración y para dar una satisfacción al Hijo de Dios, tan indignamente ultrajado por este pacto monstruoso, ya desde los primeros siglos la Iglesia ha consagrado el miércoles a la penitencia. Aun hoy día comienza la Cuaresma por miércoles, y cuando la Iglesia, en cada una de las estaciones, quiere que dediquemos cuatro días al ayuno y a la mortificación de nuestro cuerpo, uno de esos días es el miércoles.
EL SEXTO ESCRUTINIO. -— Antiguamente, tenía lugar en este día el sexto escrutinio para la admisión de los catecúmenos al bautismo. A este escrutinio asistían aquellos que, siendo dignos del bautismo, aún no habían sido señalados definitivamente para recibirle. En la misa había dos lecturas, sacadas de los profetas, como en el día del gran Escrutinio, el miércoles de la cuarta semana de Cuaresma. Los catecúmenos salían de la Iglesia como de costumbre, después del Evangelio. Pero una vez que se había acabado el santo Sacrificio volvían a entrar; entonces uno de los sacerdotes les decía: "El sábado próximo, vigilia de Pascua, a tal hora, os reuniréis en la Basílica de Letrán, para el séptimo Escrutinio; después diréis de memoria el Símbolo que debéis haber aprendido de antemano; por fin, con el auxilio de la divina gracia, recibiréis el baño sagrado de vuestra regeneración. Preparaos a él con oraciones y ayunos continuos, con celo.y humildad, para que, sepultado con Cristo en el bautismo, merezcáis resucitar con Él a la vida eterna." Así sea.
En Roma se celebra la Estación, en Santa María la Mayor. Compartamos los dolores de nuestra Madre, cuyo corazón experimenta las más crueles angustias en espera del sacrificio, que no tardará en realizarse.
MISA
La Iglesia comienza en el Introito por la glorificación del santo Nombre de Jesús, ultrajado hoy por los hombres, que lo pronuncian con tanto odio en la trama que preparan contra aquel a quien le fue impuesto para nuestra salvación. Este Nombre bendito significa Salvador: Estos son los días en los que este nombre sagrado recibe su pleno significado.
INTROITO
En el nombre de Jesús dóblese toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los infiernos: porque el Señor se hizo obediente hasta la muerte, hasta la muerte de cruz: por eso el Señor, Jesucristo, está en la gloria de Dios Padre. — Salmo: Señor, escucha mi oración: y llegue a ti mi clamor. — En el nombre...
En la primera Colecta, la Iglesia confiesa que sus hijos han pecado; pero presenta a Dios la Pasión, que ha sufrido su Hijo único por ellos, y confía en Él.
ORACIÓN
Doblemos las rodillas. R. Levantaos. — Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, los que somos afligidos sin cesar por nuestros excesos, seamos libertados por la Pasión de tu unigénito Hijo. El cual vive y reina contigo...
LECTURA
Lección del Profeta Isaías (LXII, 11; LXIII, 1-7).
Esto dice el Señor Dios: Decid a la hija de Sión: He aquí que viene tu Salvador, y trae consigo su galardón. ¿Quién es ese que viene de Edón y Bosra, con los vestidos teñidos? ¿Ese hermoso en su vestido, que marcha con gran fortaleza? Soy yo, el que hablo justicia, y lucho para salvaros. ¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como las de los que pisan el lagar? Yo solo he pisado el lagar, y de los pueblos no hubo nadie conmigo: pisélos con mi furor, y los hollé con mi ira: y su sangre salpicó mis vestiduras, y manché todas mis ropas. Porque el día de la venganza está en mi corazón, y ha llegado el año de mi redención. Miré en torno, y no hubo un auxiliador: busqué, y no encontré quien me ayudara; y mi brazo me salvó, y me auxilió mi indignación. Y hollé a los pueblos con mi furor, y los embriagué de mi ira, y eché por tierra su fortaleza. Me acordaré de las misericordias del Señor, y le tributaré alabanza por todo lo que nos ha dado el Señor, nuestro Dios.
LA VICTORIA DEL MESÍAS. — "¡Qué terrible es este libertador, que aplasta a sus enemigos bajo la planta de sus pies, como los racimos en el lagar, hasta el punto de teñirse los vestidos con su sangre! ¿Pero no es hoy el día de exaltar la fuerza de su brazo, hoy que ha sido colmado de humillaciones, que sus enemigos, le han comprado a uno de sus discípulos por el más ignominioso de los tratos? No permanecerá siempre humillado; pronto se levantará, y la tierra conocerá cuál es su poder, ante los castigos de que colmará a los que se atrevieren a pisotearle. Jerusalén se dispone a lapidar a los que van a predicar su nombre; ella sería la más cruel de las madrastras para estos verdaderos israelitas, que, dóciles a las enseñanzas de los Profetas, han reconocido en Jesús todos los signos manifestativos del Mesías. La Sinagoga intentará ahogar a la Iglesia naciente; pero apenas la Iglesia se haya vuelto hacia los gentiles, después de haber sacudido el polvo de sus pies contra Jerusalén, que le ha traicionado y crucificado, la venganza de Cristo caerá sobre esta ciudad. Con todo eso la ruina de Jerusalén no es más que la figura de la otra ruina a la que está destinado el mundo culpable, cuando el divino vengador, al cual vemos contradecir y despreciar todos los días, aparezca sobre las nubes para restablecer su honor ultrajado. Por ahora permite que le entreguen, le escupan y le maltraten; pero cuando haya llegado el tiempo de rescatar a los suyos, el día de la venganza reclamado por los deseos del justo", bienaventurados los que le hayan conocido, los que hayan compartido con Él sus humillaciones y dolores. ¡Desdichados los que no hayan visto en Él más que un simple mortal! ¡Desgraciados aquellos que no contentos con sacudir de sus propios hombros el suave yugo de Cristo, han impedido que se extendiese su reino entre los demás! Porque Cristo es Rey; ha venido a este mundo para reinar y los que no hayan querido soportar su clemencia no podrán huir de su justicia.
El Gradual que sigue a esta lectura de Isaías es un grito de angustia que lanza el Mesías por boca de David.
GRADUAL
No apartes tu cara de tu siervo, porque estoy atribulado: óyeme velozmente, V. Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta mi alma: estoy hundido en profundo cieno, y no tengo donde asentar el pie.
En la segunda Colecta la Iglesia recuerda una vez más a Dios Padre el suplicio que su Hijo único quiso soportar para librarnos de la cautividad del enemigo y pide también que nosotros tengamos parte en su gloriosa resurrección.
COLECTA
Oh Dios, que quisiste que tu Hijo sufriese por nosotros el patíbulo de la cruz, para expulsar de nosotros el poder del enemigo: concédenos, a nosotros tus siervos, el que consigamos la gracia de la resurrección. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
EPÍSTOLA
Lección del Profeta Isaías (LIII, 1-12).
En aquellos días dijo Isaías: Señor, ¿quién ha creído en nuestro anuncio? ¿Y a quién ha sido revelado el brazo del Señor? Y subía como un renuevo delante de él, y como una raíz de la tierra sedienta: no tenía belleza, ni decoro: y le vimos, y no tenía aspecto, para que le deseáramos. (Le vimos) despreciado, y el último de los hombres, hecho varón de dolores, y sabedor de quebranto: y su rostro como escondido, y despreciado, por eso no le estimamos. Tomó verdaderamente sobre sí nuestras dolencias, y llevó Él mismo nuestros dolores: y nosotros le consideramos como un leproso, y un castigado de Dios, y un humillado. Porque Él fue herido por nuestras iniquidades, fue triturado por nuestros pecados: el castigo, que nos ganó la paz, cayó sobre Él; con sus llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros éramos como ovejas errantes, marchando cada cual por su vereda: y el Señor cargó sobre Él solo la iniquidad de todos nosotros. Se ofreció, porque quiso; y no abrió su boca: fue llevado a la muerte como una oveja, y calló como un cordero ante el esquilador, y no abrió su boca. Fue quitado de la angustia y del juicio: ¿quién contará su generación? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes: le herí por el crimen de mi pueblo. Y fue su sepultura con los impíos, y con los ricos su muerte: porque nunca hizo Él maldad, y no hubo dolo en su boca. Y el Señor quiso triturarle con el sufrimiento. Si pusiere su vida en expiación del pecado, verá larga deseendencia, y la voluntad del Señor estará siempre en su mano. Verá y se saciará del trabajo de su alma: con su ciencia justificará mi justo siervo a muchos, y Él mismo llevará sus iniquidades. Por eso, yo le daré parte con los grandes, y repartirá despojos con los fuertes, porque entregó su alma a la muerte, y fue contado entre los malhechores: y Él mismo llevó los pecados de muchos, y rogó por los transgresores.
LOS PADECIMIENTOS DEL MESÍAS. — Una vez más oímos la voz de Isaías en esta profecía; pero esta vez no es el profeta sublime que cantaba poco ha las venganzas del Emmanuel. Cuenta los padecimientos del Hombre-Dios, "del último de los hombres, del varón de dolores, del entregado al sufrimiento". Por este pasaje con razón se puede llamar con los Santos Padres, al más elocuente de los Profetas, el quinto Evangelista. ¿No resume por anticipado el relato de la Pasión, cuando nos muestra al Hijo de Dios "semejante a un leproso, a un hombre herido por Dios y humillado a sus golpes"? Pero nosotros, a quienes la Iglesia lee estas páginas inspiradas, y que vemos juntamente el Antiguo y el Nuevo Testamento para darnos todas las señales de la Víctima universal, ¿cómo reconoceremos el amor que nos muestra Jesús cuando toma sobre sí todos los castigos que merecíamos nosotros?
"Por sus heridas hemos sido curados nosotros." ¡Oh médico divino, que toma sobre sí las heridas de los que quiere curar! Pero no sólo "ha sido herido por nosotros sino que también ha sido degollado como cordero en el matadero". Pero por ventura no ha hecho más que someterse a la inflexible justicia del Padre, "que ha cargado sobre Él todas nuestras iniquidades". Oíd al Profeta: "Si ha sido inmolado, ha sido porque Él lo ha querido." Su amor para con nosotros es igual a la sumisión del Padre. Fijaos cómo calla ante Pilatos que con una sola palabra podía arrebatarle de las manos de sus enemigos. "Está en silencio, sin abrir su boca como el cordero ante el esquilador."
Adoremos este silencio al cual debemos nuestra salvación; recojamos todos los detalles de una entrega que nunca haría un hombre por otro y que no pudo ejecutarla más que el corazón de un Dios. ¡Cómo nos ama a nosotros, que somos su estirpe, los hijos de su sangre, el galardón de su sacrificio! Iglesia Santa, descendiente de Cristo en la cruz, tú le eres querida; te ha comprado a gran precio y por eso se complace en ti. Almas fieles, devolvedle amor por amor; almas pecadoras, sedle fieles, sacad la vida de su sangre y acordaos que, si "todos nosotros hemos estado perdidos como ovejas sin pastor", el Señor "ha tomado sobre sí todas nuestras iniquidades". No hay pecador ni pagano, ni infiel tan culpable, que no tenga parte en esta sangre preciosa, cuya virtud infinita sería suficiente para redimir a miles de millones de mundos más pecadores que el nuestro.
El Tracto que sigue a esta lección está compuesto de algunos versículos del salmo CI: En ellos se nos muestran los padecimientos de la naturaleza humana en Cristo, en medio de sus abatimientos.
TRACTO
Señor, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor. V. No apartes tu cara de mí: en cualquier día, que sea atribulado, inclina hacia mí tu oído. V. En cualquier día que te invocare, óyeme velozmente.V. Porque mis días se han disipado como el humo: y mis huesos están quemados como un tizón. V. He sido herido como el heno, y mi corazón se ha secado: porque me he olvidado de comer mi pan. V. Pero, cuando te levantes tú, Señor, tendrás piedad de Sión: porque habrá llegado el tiempo de compadecerse de ella.
A continuación se lee la Pasión según San Lucas. Este Evangelista nos proporciona muchos detalles, que habían suprimidos los dos primeros Evangelistas; con su auxilio podemos penetrar más y más en el misterio de los padecimientos del sacrificio del Hombre-Dios.
En el Ofertorio se oye otra vez la voz de Cristo, que implora la ayuda de Dios y pide a su Padre que no aparte su mirada de su propio Hijo, que es víctima de toda clase de dolores, tanto del cuerpo como del alma.
OFERTORIO
Señor, escucha mi oración, y llegue a ti mi clamor: No apartes tu cara de mí.
En la Secreta pide la Iglesia que tengamos un amor sincero al misterio divino en el cual se renueva cada día la Pasión del Salvador.
SECRETA
Acepta, Señor, el don ofrecido, y dígnate hacer que consigamos con piadosos afectos lo que celebramos con el misterio de la Pasión de tu Hijo, nuestro Señor. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.
Para la antífona de la Comunión la Iglesia toma otra vez algunos versículos del mismo salmo CI, que ha empleado en el tracto y en el ofertorio.
COMUNIÓN
Mi bebida mezclo con lloro: porque, elevándome, me has estrellado: y me he secado como el heno: mas tú, Señor, permaneces para siempre: levantándote tú, tendrás piedad de Sión, porque ha llegado el tiempo de tener piedad de ella.
La muerte del Hijo de Dios debe ser para nosotros un motivo para que confiemos cada día más en la misericordia de Dios. Esta confianza es el primer eslabón de nuestra salvación. Esta es la confianza, que pide la Iglesia para nosotros en la Poscomunión.
POSCOMUNIÓN
Concede a nuestros sentidos, oh Dios omnipotente, el
que, mediante la muerte temporal de tu Hijo, representada en estos
venerandos Misterios, confiemos que nos has dado la vida eterna. Por el
mismo Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN
Humillad vuestras cabezas a Dios.
Suplicámoste, Señor, mires a esta tu familia, por la que nuestro Señor
Jesucristo no dudó en ser entregado en manos de los verdugos y en sufrir
el tormento de la cruz. Él, que vive y reina contigo.
OFICIO DE LAS TINIEBLAS
Hasta la última reforma, la Iglesia anticipaba a la víspera el Oficio de la noche del día siguiente, para estos tres últimos días de la Semana Santa, con el fin de dar al pueblo cristiano mayor facilidad para tomar parte en él. Los Maitines y Laudes celebrábanse, por tanto, en las horas de la tarde. Pero habiéndose convertido estas horas para la mayor parte en horas de trabajo, la Iglesia ha creído oportuno volver a establecer que el Oficio se celebre a sus horas normales.
Así, pues, los fieles deben apresurarse a asistir a ellos en tanto en cuanto sus ocupaciones se lo permiten. En cuanto al mérito de esta piadosa asistencia, es indudable que sobrepasa al de cualquier devoción privada. El medio más seguro para llegar al corazón de Dios será siempre emplear como intermediario a la Iglesia: En cuanto a las impresiones santas que pueden ayudarnos a hondar más en los misterios, que se conmemoran en estos tres días, por lo general son más fuertes y más seguras las que se reciben en el oficio, que las que se buscan en cualquier libro humano. Alimentada por la palabra y los ritos de la Iglesia, el alma cristiana aprovechará doblemente con los ejercicios y lecturas del oficio, aunque también debe ocuparse en particular de ellas. La oración de la Iglesia será, pues, la base sobre la cual se levantará todo el edificio de la piedad cristiana, en este santo aniversario; así imitaremos a nuestros padres que, en los siglos de fe, fueron tan profundamente cristianos porque vivían de la vida de la Iglesia por la Liturgia.
Año Litúrgico de Dom Guéranger
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