CONCLUSIÓN PARA LA OCTAVA. — Para terminar
la octava de todos los Santos y permanecer en
los sentimientos que la Iglesia desea que tengamos todo el mes de noviembre y aun todos
los días de nuestra vida, bien será recordar hoy
la doctrina que San Pablo exponía en otro tiempo
a los fieles de Corinto sobre la resurrección
de los muertos, la incomparable ceremonia litúrgica
que la seguirá y, por fin, sobre la visión
beatífica que será nuestra herencia eternamente.
NUESTRA RESURRECCIÓN.—"Resucitaremos porque
Cristo resucitó. Esta doctrina resume en
cierto modo todo el cristianismo. El bautismo nos
injerta realmente a cada uno de nosotros en
Nuestro Señor Jesucristo. Participando de la unidad
de su vida y formando con él un solo cuerpo,
místico y real a la vez, hacemos con él causa
común; nuestra condición está hermanada a
la suya; lo que le pasó a él nos ha de pasar a
nosotros: muerte, sepultura, resurrección, ascensión,
vida eterna cerca de Dios. Los miembros
han de recibir igual trato que la cabeza: propiamente
hablando, hemos resucitado ya en Jesucristo,
porque su Resurrección es al mismo
tiempo causa, razón, ejemplar y prenda segura
de la nuestra.
"Cristo resucitó no sólo para él y para provecho
suyo, sino para todos nosotros. En la antigua
ley se ofrecían a Dios las espigas maduras
en representación de toda la cosecha. Jesucristo
es un ser personal, pero también el segundo
Adán, es decir, un viviente que encierra en su vida a la multitud de seres que nacieron de él.
Luego, si resucitó él, todos son resucitados en
él; pero cada uno a su tiempo: el primero Cristo;
luego los de Cristo, cuando él venga; después
será el fin.
EL PRINCIPIO DE LA VIDA ETERNA. — "El fin: el fin de este período de trabajos en que escoge
el Señor el número de sus elegidos, establece su
reino y deshace a sus adversarios. Se le podría
llamar también, con razón, el verdadero principio
de la vida nueva que Dios planeó para hacer
volver a sí al que quiera pertenecer a su
Ungido. Nuestro Señor Jesucristo, logrado el
triunfo de todas las potestades enemigas, vencida
toda influencia, destruido todo poder hostil
al suyo, llevará hasta Dios Padre a todo el género humano, cuyo rey es, y, como Hijo que
sólo trabajó para su Padre, le devolverá el cetro
sobre todo lo que haya conquistado. Sí, lo sabemos,
en el cielo todo se inclinará ante Dios y
también en la tierra y en los infiernos; todo le
estará sometido, menos Aquel que le sujetó todas
las cosas.
"La eternidad dará comienzo con una ceremonia
litúrgica de una grandeza infinita. El
Verbo Encarnado, Nuestro Señor Jesucristo, el
rey predestinado, rodeado de sus ángeles, de los
hombres que nacieron de su gracia y viven de
su vida, se pondrá al frente de la falange de todos
los que su Padre le dió, y los guiará y dirigirá hacia el santuario eterno. Comparecerá con
ellos delante de su Padre, le presentará y le ofrecerá
la inmensa cosecha de los elegidos que brotaron
de su sangre; con ellos se colocará en el
dominio paterno del que le dió y le sometió todas
las cosas, y él le devolverá el cetro y el poder
real sobre la creación conquistada, la cual
entrará con él en el seno de la Trinidad. Entonces
la familia divina estará completa y Dios
será todas las cosas en todos.
DIOS ES TODAS LAS COSAS EN TODOS. — "DIOS ES
todas las cosas en todos: la expresión tiene algo
de prodigioso y asusta al pensamiento... Dios
no es hoy todas las cosas en mí. No es con él
con quien estoy directamente en relación. Siempre
ante mí la creación importuna. Llego a Dios
a costa de un rodeo lento y trabajoso, y siempre
envuelto en las tinieblas. Mi inteligencia
no ve a Dios y mi fe me le oculta. No soy un
ser inteligente y no lo seré hasta el día en que
Dios mismo se ofrezca como objeto a mi inteligencia
despierta; día en que, para mostrárseme,
se unirá Dios mismo a mi inteligencia para
que yo le pueda conocer. ¿Cómo expresarlo? Estará
en el fondo mismo de mis pensamientos
para que yo le vea, en la raíz de mi voluntad
para que yo le posea, en el principio y en el
centro de mi corazón para que yo le ame. El
será a la vez la belleza que yo ame y el corazón
con que la ame. Será el término y el objeto de mis actos y será, dentro de mí, el principio de
mis actos.
"Y esta gloriosa dependencia de mi alma
respecto de Dios se prepara en este mundo mediante
la unión con Cristo. Todos, en la eternidad
participaremos de la vida de Dios, si es que
en este mundo vivimos todos y del todo la vida
de Jesucristo. Tal es la idea fundamental del
cristianismo: ser de Jesucristo en el tiempo para
ser de Dios en la eternidad".
No hay comentarios:
Publicar un comentario