(+1608) San Andrés Avelino, acabado modelo
del clero secular y regular, nació en Castronovo,
pueblo de la provincia de Basilicata,
en el reino de Napóles. Juntaba a
una rara hermosura de rostro, una singularísima
honestidad, y con esta virtud
triunfó muchas veces de grandes 'tentaciones
y peligros de perder la joya de su
pureza, en que le pusieron algunas mujeres
livianas. Habiendo seguido la carrera
eclesiástica, se graduó en ambos derechos,
y se ordenó de sacerdote: y como al
defender en el foro de la iglesia algunas
causas de personas particulares, se le escapase
una leve mentira, al reparar en
ello, sintió tan grandes remordimientos,
que determinó apartarse del todo de
aquel oficio, y procurar solamente la
eterna salud de las almas. Mostró en este
sagrado ministerio tanto celo y prudencia,
que el arzobispo de Napóles le escogió
para la dirección espiritual de algunos
conventos de religiosas. Su entereza
en este cargo fué ocasión de odios y persecuciones
de hombres malvados; los
cuales una vez intentaron darle la muerte,
y otra le dieron en el rostro tres cuchilladas.
Deseoso de mayor perfección,
tomó el hábito de los clérigos regulares,
y trocó el nombre de Lanceloto, que le
pusieron en el bautismo, por el de Andrés,
para imitar a este santo apóstol así
en el nombre, como en el ardiente amor a
la cruz de Jesucristo. A los tres votos religiosos añadió otros dos: uno, de contrariar
sin tregua su voluntad propia para
hacer la de Dios; otro, de no perder
punto de perfección en el divino servicio.
Aun teniendo el cargo de superior
empleaba el tiempo que podía
en evangelizar las aldeas vecinas
de Ñapóles; y el Señor le ilustraba
con maravillosos prodigios.
Volviendo el santo de confesar a
un enfermó, una noche muy tempestuosa,
en que la lluvia y e l
viento apagó la antorcha que llevaban
delante los que le acompañaban, no sólo no se mojaron en
medio de la copiosa lluvia, sino
que pudieron seguir su camino,
alumbrados por una luz maravillosa
que despedía el cuerpo del
santo. Llevó sin turbarse el asesino
del* hijo de su hermano; y
no sólo apagó los deseos de venganza
en que ardían sus parientes,
sino que aun imploró delante
de los jueces, que perdonasen a los
matadores. Conversaba con los ángeles
y bienaventurados del cielo; y cuando
rezaba el oficio divino, les oía cantar las
divinas alabanzas. ..Finalmente, después
de haber concluido muchas y grandes
obras del divino servicio, siendo de edad
de ochenta y ocho años, quiso celebrar la
misa, para disponerse a la muerte que
esperaba aquel mismo día: y al decir
aquellas palabras Introibo ad altare Dei,
cayó herido de apoplejía; y recibidos luego
los santos Sacramentos, descansó en
la paz del Señor.
Reflexión: Este glorioso santo es reconocido
en la Iglesia como protector admirable
contra los accidentes de apoplejía.
Y porque esta enfermedad muchas
veces quita al hombre instantáneamente
la vida, o lo priva de los sentidos y del
conocimiento necesario para disponerse
a una santa muerte, procuremos ser de -
votos del santo, para que nos libre de semejantes
accidentes, y podamos recibir
los Sacramentos de la Iglesia, y morir en
la paz y gracia del Señor.
Oración: Oh Dios, que dispusiste en el
corazón del bienaventurado Andrés, tu
confesor, admirables elevaciones hacia
Ti, por el arduo voto que hizo de aprovechar
cada día imás y más en las virtudes;
concédenos, por sus méritos e intercesión,
tu divina gracia para ejecutar
siempre lo más perfecto, y llegar dichosamente
hasta la cumbre de tu gloria.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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