UTILIDAD DE LA ALABANZA A LOS SANTOS. — La
Iglesia acude hoy a San Bernardo en demanda
de una exhortación para sus hijos. Y los acentos
que oímos son iguales a los de San Beda, que
oímos los días anteriores, y a los de San Juan
Crisóstomo, que mañana oiremos.
"Ya que celebramos con una fiesta solemne
la conmemoración de todos los Santos, decía a
sus monjes el Abad de Ciaraval, considero de
utilidad hablaros de su común felicidad, en la que disfrutan ya de un descanso feliz, y de la que disfrutan ya de un descanso feliz, y de la
consumación futura que esperan. Cierto que tenemos que imitar la conducta de los que honramos con culto religioso; correr con vivas ansias a la felicidad de los que llamamos bienaventurados; implorar el auxilio de aquellos cuyo elogio oímos con gusto. ¿De qué sirve, pues, a los santos nuestra alabanza?, ¿de qué nuestro tributo de glorificación?, ¿de qué esta misma solemnidad? ¿qué utilidad tienen estos honores de aquí abajo para los que ya son honrados por el Padre celestial, según la fiel promesa del Hijo?, ¿qué ganan con nuestros loores? Nada de esto desean. Esto es verdad: los santos no necesitan de nuestros bienes, ni nuestra devoción tampoco les procura provecho ninguno. No es de interés para ellos el que celebremos su memoria; el interés es para nosotros. ¿Quieres saber cuánto nos interesa a nosotros? En cuanto a mí, lo confieso, al acordarme de ellos, me siento inflamado de un ardiente anhelo y de un triple deseo. "Se dice comúnmente: ojos que no ven, corazón que no siente. Mi memoria es mi ojo espiritual, y pensar en los Santos es un modo de verlos. En este sentido, tenemos ya "en la tierra de los vivos una parte de nosotros mismos". Parte notable, si, como es justo, nuestro afecto va de acuerdo con nuestro recuerdo. Por eso digo que nuestra vida está en los cielos". Pero nuestra vida no esta allí como la de ellos. Ellos están
en persona y nosotros sólo con nuestros
deseos; ellos de hecho con su presencia, nosotros
sólo con el pensamiento.
DESEAR LAS ORACIONES DE LOS SANTOS . — Mas para poder esperar una bienaventuranza tan
grande, tenemos que desear con ardor los sufragios
de los santos, a fin de que por su intercesión
se nos conceda lo que por nosotros mismos
no podemos conseguir. Compadeceos de
nosotros, sí, compadeceos de nosotros los que sois
amigos nuestros. Conocéis nuestros peligros, conocéis
nuestra flaqueza, sabéis cuánta es nuestra
ignorancia y cuánta la astucia de nuestros enemigos;
no ignoráis la violencia de sus ataques
ni nuestra fragilidad. A vosotros me dirijo, a
vosotros que habéis pasado por nuestras tentaciones,
que salisteis vencedores de la mima lucha,
que os librasteis de los mismos lazos y que
aprendisteis por vuestras tribulaciones a ser
compasivos.
"Espero también de los ángeles que no tendrán
a menos visitar a su raza, máxime que
está escrito: Visitaréis a los de vuestra estirpe
y no pecaréis. Además, si me atrevo a contar
con ellos, porque tenemos una sustancia espiritual
semejante a la suya, creo que con mayor
motivo puedo confiarme a los que tienen la misma humanidad que yo y sienten por necesidad
una compasión especial y más íntima por los
huesos de sus huesos y por la carne de su carne.
CONFIANZA EN SU INTERCESIÓN. — "No dudemos
de su benévola solicitud con respecto a nosotros;
nos esperan hasta que recibamos nuestra
recompensa, hasta el último gran día de fiesta,
en el que todos los miembros, juntos con su
excelsa Cabeza, formarán el hombre perfecto,
en el que será alabado, con su herencia, Jesucristo
Nuestro Señor, digno de loor y de bendición
por los siglos de los siglos. Amén".
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