jueves, 30 de noviembre de 2017

1 de diciembre SAN ELOY, OBISPO Y CONFESOR Vidas de los santos de A. Butler


El nombre de Eligio (Eloy),así como el de su padre, Equerio, y el de su madre, Terrigia, prueban que era de origen galo-romano. Nació en Chaptelat, cerca de Limoges, alrededor del año 588. Su padre, un artesano, comprobó que Eligio tenía grandes aptitudes para el grabado en metal y le colocó como aprendiz en el taller de Abón, el encargado de acuñar la moneda en Limoges. Una vez que hubo aprendido el oficio, Eligio atravesó el Loira y se dirigió a París, dónde conoció a Bobbo, el tesorero de Clotario II. El monarca encomendó a Eligio la fabricación de un trono adornado de oro y piedras preciosas. Con el material que le dieron, Eligio construyó dos tronos como el que se le había pedido. Clotario quedó admirado de la habilidad, la honradez, la inteligencia y otras cualidades del joven, por lo que inmediatamente le tomó a su servicio y le nombró jefe de la casa de moneda. El nombre de Eligio se ve todavía en algunas monedas acuñadas en París y Marsella durante los reinados de Dagoberto I y Clodoveo II. El biógrafo de Eligio dice que él labró los relicarios de san Martín (Tours), san Dionisio (Saint-Denis), san Quintín, santos Crispino y Crispiniano (Soissons), san Luciano, san Germán de París, santa Genoveva y otros. La habilidad y la posición del santo, así como su amistad con el rey, hicieron de él un personaje importante. Eligio no dejó que la corrupción de la corte manchase su alma y acabase con su virtud, pero supo adaptarse perfectamente a su estado. Por ejemplo, se vestía magníficamente, de suerte que en ciertas ocasiones sus trajes eran de pura seda (material muy raro entonces en Francia) y estaban bordados con hilo de oro y adornados con piedras preciosas. Cuando un forastero preguntaba dónde vivía Eligio, las gentes respondían: «Id a tal calle; su casa es la que está rodeada por una muchedumbre de pobres».

Es curioso el incidente que se produjo cuando Clotario pidió a Eligio que prestase el juramento de fidelidad. El santo, ya fuese por escrúpulo de jurar sin necesidad suficiente, ya fuese por temor de lo que el monarca podría mandarle que hiciese o aprobase, se excusó de prestar el juramento con una obstinación que molestó al rey durante algún tiempo, hasta que al fin, Clotario comprendió que la razón de la repugnancia de Eligio procedía realmente de su rectitud de conciencia y quedó convencido de que esa misma rectitud suplía con creces los juramentos de los otros ministros. San Eligio rescató a muchos esclavos. Algunos de ellos permanecieron a su servicio y le fueron fieles durante toda su vida. Entre ellos se contaba un sajón llamado Tilo, a quien se venera como santo, y que fue el primero de los discípulos que siguieron al santo del taller cortesano a su diócesis. En la corte Eligio se hizo amigo de Sulpicio, Bertario, Desiderio, Rústico (hermano del anterior) y, sobre todo, de Audoeno. Todos ellos llegaron, con el tiempo, a ser obispos y venerados como santos.Audoeno debe haber sido todavía muy joven cuando le conoció san Eligio; a él se atribuyó durante largo tiempo la Vita Eligii, que los historiadores consideran en la actualidad como obra de un monje que vivió más tarde en Noyon. En esa biografía se describe a san Eligio en la corte, diciendo que era «alto, de facciones juveniles, de barba y cabello ensortijados sin artificio alguno; sus manos eran finas y de dedos largos, en su rostro se reflejaba una bondad angelical y su expresión era grave y natural».

Dagoberto I heredó la estima y la confianza que su padre profesaba al santo, sin embargo, como tantos otros monarcas, Dagoberto prefería que su consejero le guiase en los asuntos públicos y políticos más que en las cuestiones íntimas de su conducta moral. El rey regaló a san Eligio las tierras de Solignac del Limousin para que fundase un monasterio. Los monjes, que se establecieron allí el año 632, observaban una regla que combinaba las de san Columbano y san Benito. Bajo la dirección experta del fundador, tres de los monjes se distinguieron en diferentes artes. Dagoberto regaló también a Eligio una casa en París para que fundase un convento de religiosas, que el santo puso bajo la dirección de santa Aurea. Eligio pidió al rey unos terrenos para completar los edificios, y el monarca se los cedió. El santo sobrepasó ligeramente la superficie que el rey le había otorgado y, en cuanto cayó en la cuenta, fue a pedirle perdón. Dagoberto, sorprendido de tal honradez, dijo a los cortesanos: «Algunos de mis súbditos no tienen el menor escrúpulo en robarme posesiones enteras, en tanto que Eligio se angustia por haber tomado unas pulgadas de tierra que no le pertenecen». Naturalmente, un hombre tan honrado podía ser un embajador maravilloso, por lo que, al parecer, Dagoberto le envió a negociar con el príncipe de los turbulentos bretones, Judecael.

San Eligio fue elegido obispo de Noyon y Tournai. Por la misma época, su amigo san Audoeno fue elegido obispo de Rouen. Ambos recibieron la consagración episcopal el año 641. San Eligio se distinguió en el servicio de la Iglesia tanto como se había distinguido en el del rey. En efecto, su solicitud paternal, su celo y su vigilancia fueron admirables. Desde luego, se preocupó por la conversión de los infieles, pues la mayoría de los habitantes de la región de Tournai no se habían convertido aún al cristianismo. Una gran porción de Flandes debe la conversión a san Eligio. El santo predicó en los territorios de Amberes, Gante y Courtrai. Por más que los habitantes, salvajes como fieras, se burlaban de él por ser «romano», el santo no se dio por vencido, sino que asistió a los enfermos, protegió a todos contra la opresión y empleó cuantos medios le dictó su caridad para vencer su obstinación. Poco a poco, los bárbaros se ablandaron y algunos se convirtieron. San Eligio bautizaba cada día de Pascua a cuantos había llevado a la luz del Evangelio durante el año. Su biógrafo nos dice que predicaba al pueblo todos los domingos y días de fiesta, y que le instruía con celo infatigable. En la biografía del santo hay un extracto de varios de sus sermones combinados en uno solo, con lo que basta para comprobar que Eligio tomaba pasajes enteros de los sermones de san Cesario de Arles. Tal vez sería más correcto decir que fue su biógrafo el que tomó esos pasajes de san Cesario, pero lo cierto es que en las dieciséis homilías que se atribuyen a san Eligio, se observa la misma influencia de san Cesario. Una de esas homilías es probablemente auténtica. Se trata de un sermón muy interesante, en el que el santo predica contra las supersticiones y las prácticas paganas entre las que menciona las fiestas del 1 de enero y del 24 de junio, y la costumbre de no trabajar los jueves («dies Jovis») por respeto a Júpiter. También prohibe los maleficios (así los bíblicos como los de otras especies), la adivinación de la suerte, el análisis de los presagios y otras supersticiones que existen todavía en muchos países. En seguida, invita a la oración, a la comunión del cuerpo y la sangre de Cristo, a la unción de los enfermos, a la señal de la cruz y a la recitación del Credo y de la oración del Señor.

En Noyon san Eligio fundó un convento de religiosas. Para gobernarlo, hizo venir de París a su protegida, santa Godeberta, y a uno de los monjes del monasterio que se hallaba situado fuera de la ciudad, en el camino a Soissons. El santo promovió mucho la devoción a los santos del lugar; durante su episcopado, fueron esculpidos por él mismo o bajo su dirección, algunos de los relicarios mencionados arriba. San Eligio desempeñó un papel muy importante en la vida eclesiástica de su tiempo. Poco antes de su muerte, durante un corto período, fue consejero de la reina regente, Batilde, quien apreciaba mucho su criterio. El biógrafo del santo da algunos ejemplos que muestran la alta estima que le profesaba la reina, ya que ambos tenían en común no sólo la manera de ver los problemas políticos, sino también una gran solicitud por los esclavos (Batilde, cuando niña, fue vendida como esclava). El efecto de aquellos sentimientos se reflejó en los resultados del Concilio de Chalon (c. 647), que prohibió la venta de esclavos fuera del reino, e impuso la obligación de dejarlos descansar los domingos y días de fiesta. El único escrito ciertamente auténtico de san Eligio es una encantadora carta que envió a su amigo san Desiderio de Cahors: «Cuando tu alma se vuelca en oración ante el Señor, acuérdate de mí, Desiderio, que me eres tan querido como otro yo ... Te saludo de todo corazón y con el más sincero afecto. También te saluda nuestro fiel compañero Dado.» Este era san Audoeno. Cuando llevaba diecinueve años de gobernar su diócesis, san Eligio tuvo una revelación sobre la proximidad de su muerte y la predijo a su clero. Poco después, contrajo una fiebre. A los seis días convocó a todos los miembros de su casa para despedirse de ellos. Como todos se echasen a llorar, el santo no pudo contener las lágrimas. En seguida, los encomendó a Dios y murió unas cuantas horas más tarde. Era el l de diciembre del año 660. Al enterarse de que el santo estaba enfermo, la reina Batilde partió apresuradamente de París, pero llegó a la mañana siguiente de la muerte de Eligio. La reina organizó los preparativos para trasladar los restos al monasterio que había fundado en Chelles, aunque otros querían que fuesen trasladadados a París. El pueblo de Noyon se opuso a todos los proyectos y Eligio fue sepultado en la ciudad. Sus reliquias fueron más tarde trasladadas a la catedral, donde se conservan todavía, en gran parte. Durante mucho tiempo, san Eligio fue uno de los santos más populares de Francia. En la Edad Media, se celebraba su fiesta en toda la Europa del norte. San Eligio es el patrono de los orfebres y los herreros. También se le invoca en lo relacionado con los caballos, por razón de ciertas leyendas. El santo practicó su oficio toda su vida y todavía se conservan algunas de las obras que se le atribuyen.

Tal vez la vida de san Eligio es, entre las de los santos merovingios, la que más revela sobre la vida cristiana en esa época, por lo que no es extraño que se haya escrito mucho sobre el santo. La obra básica es la «Vita S. Eligii», un documento excepcionalmente largo, que, según dijimos arriba, se atribuye a san Audoeno. El mejor texto es el que editó B. Krusch en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov, vol. IV, pp. 635-742; puede verse también en Migne, PL., vol. LXXXVII, cc. 477-658. Es cosa cierta que san Audoeno escribió sobre su amigo, pero la biografía que se conserva fue escrita en Noyon más de medio siglo después. Aunque probablemente dicha obra contiene la mayor parte de la de san Audoeno, la refunde y la completa en muchos aspectos. Hay varios artículos más de E. Vacandard sobre san Eligio, entre los que mencionaremos particularmente los de la Revue des questions historiques (1898-1899), donde discute muy a fondo la cuestión de la autenticidad de las homilías que se atribuyen al santo. Véase también Van der Essen, Etude critique sur les saints mérovingiens (1904), pp. 324-336.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

30 de noviembre SAN ANDRÉS, APÓSTOL, Flos Sanctorvm Santoral


El glorioso apóstol san Andrés, hermano mayor de san Pedro, natural de Betsaida en Galilea, y pescador de oficio, fué el primero de los apóstoles que conoció y trató a Jesucristo: porque siendo condiscípulo de san Juan Bautista, un día viendo san Juan al Señor, dijo: «Este es el Cordero de Dios»; y luego san Andrés con otro discípulo suyo, se fué en seguimiento de Cristo; el cual volviéndose a ellos y viendo que le seguían, preguntóles a quien buscaban, y ellos respondieron que querían saber donde posaba. Díjoselo, llevólos consigo, túvolos un día en su compañía: y de su conversación entendieron que era el verdadero Mesías. Dijólo Andrés a su hermano Pedro, y lo llevó a Cristo. Más adelante hallólos al Señor pescando en el mar de Galilea, y los llamó al apostolado. Siguieron los dos hermanos a Cristo todo el tiempo que anduvo predicando por Judea y Galilea; y aunque el primero a quien nombran los Evangelios al nombrar a los apóstoles es san Pedro, no obstante, inmediatamente después de Pedro ponen a san Andrés. Después ¡de haber recibido el Espíritu Santo, fué san Andrés a predicar el Evangelio a los habitantes de la Escitia, de las regiones del mar Negro, y de la que ahora llamamos Albania. Pasó finalmente a Acaya, en donde las numerosas conversiones que con su apostólica predicación obtuvo, suscitaron el furor de los idólatras, los cuales le acusaron de seductor y le llevaron al tribunal de Egeas, procónsul de Patras. Mandóle éste que sacrificase a los dioses del imperio, si no quería morir entre tormentos: y respondiendo Andrés que cada día ofrecía en sacrificio al verdadero y único Dios un Corderoinmaculado, que se inmola en los altares de los cristianos; el feroz procónsul, incapaz de entender el lenguaje del santo apóstol, condenóle a morir en una cruz y no enclavado en ella, sino atado con sogas, para que el tormento fuese más prolijo. Al verle el pueblo salir para el lugar de la crucifixión, daba voces diciendo: «¿Qué ha hecho este justo y amigo de Dios? ¿Por qué lo crucifican?» Mas él rogábales que no le impidiesen aquel bien tan grande: y al ver la cruz, desde lejos exclamó: «Yo te adoro, oh cruz preciosa, que con el cuerpo de mi Señor fuiste consagrada: yo vengo a ti regocijado y alegre; recíbeme tú en tus brazos con alegría y regocijo. ¡Oh buena cruz tan hermoseada con los miembros de Cristo! días ha que te deseo: con solicitud y diligencia te he buscado; ahora que te hallé, recíbeme en tus brazos y preséntame a mi Maestro, para que por ti me reciba el que por ti me redimió». Dos días estuvo vivo en la cruz con estos santos afectos, y fervorosas exhortaciones al numeroso pueblo que le rodeaba, y así dio su espíritu al Señor.

Reflexión: ¡Cuánta fué aquella dulzura, dice san Bernardo, que sintió san Andrés cuando vio la cruz, pues endulzó la amargura de la misma muerte! ¿Qué cosa puede haber tan desabrida y llena de hiél, que no se haga dulce con aquella dulcedumbre que hizo suave la muerte? San Andrés, hombre era semejante a nosotros, y pasible; pero tenía tan ardiente sed de la cruz, y con un gozo jamás oído estaba tan regocijado y como fuera de sí, que pronunció aquellas palabras tan dulces y amorosas. ¿Y nosotros nos quejaremos cuando el Señor nos haga participantes de su cruz? 

Oración: Humildemente suplicamos a tu Majestad, oh Señor, que sea el bienaventurado san Andrés nuestro continuo intercesor para contigo, como fué en tu Iglesia predicador y gobernador Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.  

martes, 28 de noviembre de 2017

29 de Noviembre LA VIGILIA DE SAN ANDRES Año Litúrgico - Dom Prospero Gueranger


LAS PRIMERAS PIEDRAS DE LA IGLESIA. — La vigilia de San Andrés es la más notable entre las vigilias de los Apóstoles. Punto de unión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, nos recuerda las promesas divinas y nos hace ver su cumplimiento, mientras se prepara la construcción de la Iglesia con la elección de las primeras piedras. 

La última lección de la Escritura del Tiempo se termina con la declaración solemne del Profeta Malaquías que anuncia los tiempos nuevos: "Desde la salida del sol hasta el ocaso, mi nombre es grande entre las naciones, dice el Señor de los ejércitos y en todo lugar se ofrece a mi Nombre el sacrificio de una oblación pura". Y Juan Bautista , en el Evangelio del día nos avisa que el largo esperar del género humano ha terminado ya. Nos señala al Mesías que está ya muy cerca: "He ahí al Cordero de Dios". Andrés oye este pregón y a impulsos de la gracia sigue a Jesús y pasa la tarde con él. Fué el primer Apóstol en reconocer a Cristo y al momento le lleva a su hermano Pedro, el que más tarde va a ser el primero por la autoridad, el primer Papa . 

"Venid en pos de mí", había dicho Jesús. Esta palabra del Señor va dirigida a las almas de buena voluntad. La invitación está llena de bondad: ¿Puede haber, en efecto, algo más dulce que seguir al que es el mismo Amor? ¿Qué cosa más fácil que seguir al Omnipotente ? Y, con todo, son mu y pocos los que responden a esta dulce presión.  

Pongamos nuestro porvenir espiritual debajo de la protección de San Andrés y roguémosle que nos conceda la gracia de la fidelidad, para que, a ejemplo suyo, podamos seguir a Cristo a donde nos quier a llevar y, si le parece , hasta la cruz. 

Terminemos con este deseo de San Agustín en la Homilía del día : "Levantémosle en nuestros corazones un a morada , par a que venga a ella y nos enseñe y viva con nosotros" . 

Ya se va diseñando todo el Adviento. Pongamos bajo de la bendición del Apóstol de la cruz la temporada santa del Adviento. 


Oración: "Suplicárnoste, oh Dios omnipotente, que el Apóstol San Andrés, a cuya festividad nos disponemos, nos alcance tu auxilio, para que, libres de nuestras culpas, salgamos victoriosos también d e todos los peligros. Por Jesucristo Nuestro Señor Amén. "  

lunes, 27 de noviembre de 2017

28 de noviembre: SANTA CATALINA LABOURÉ. Santidad a través del servicio con amor


La niñez de Santa Catalina Labouré

Santidad a través del servicio con amor

El hecho de que santa Catalina posara sus manos sobre el regazo de la Santísima Virgen no la convirtió en santa. Ella no realizó milagros personalmente, ni tampoco practicó una caridad heroica como lo hicieron otros grandes santos. No fue pobre materialmente como lo fueron los niños de Fátima o santa Bernardita. Ella nació en una familia de la clase media alta de las praderas y viñedos de Borgoña, en Francia. Su padre era un hombre educado y un excelente granjero que vivía en el pueblo de Fain-les-Moutiers, no muy lejos de Dijon. La santidad de Catalina se desarrolló en la mitad de un siglo de servicio fiel como una sencilla Hija de la Caridad.

La niña de María

Catalina nació mientras sonaba el Ángelus vespertino el 2 de mayo de 1806, hija de Pedro y Luisa Labouré. Fue la novena hija de una familia de once. Quince minutos después de su nacimiento, su nombre fue inscrito en los registros de la ciudad. Al día siguiente, fue bautizada al celebrarse la solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz. Parece mucha coincidencia que Catalina naciera cuando el Ángelus estaba repicando, seguramente fue un toque encantado de Dios —anunciando con campanas a la santa que iba a ser altamente favorecida por María—. No fue un accidente que el nombre de Catalina recibiera la pronta atención del mundo. Incluso la celebración del bautizo de Catalina fue profética, pues Catalina encontraría la cruz en cada momento de su vida, le tendría una profunda devoción y vería una misteriosa visión de la cruz.

Cuándo Catalina tenía nueve años, su madre murió. Después de su entierro, la pequeña Catalina se retiró a su cuarto, se paró en una silla, tomó la estatua de Nuestra Señora de la pared, la besó y dijo: “Ahora, querida Señora, tú serás mi madre”.

Dios tiene un plan

Después de vivir un año en París, con su tía Margarita, Catalina volvió a casa de su padre para encargarse del hogar. Era la hija preferida de su padre, y este severo y eficiente granjero de la clase media dependía de ella. El 25 de enero de 1818, Catalina hizo su Primera Comunión. A partir de ese día, se levantaba cada día a las 4:00 de la mañana y caminaba varias millas hasta la iglesia para poder asistir a misa y orar.

Un día tuvo un sueño en el cual vio a un sacerdote celebrando la misa. Después de la misa, el sacerdote se dio la vuelta y le hizo señas para que viniera hacia él, pero ella retrocedió mirándolo. Su visión se trasladó a un cuarto de enfermos dónde vio al mismo sacerdote, que le dijo: “Mi niña, es una buena obra cuidar a los enfermos; tú huyes ahora, pero un día estarás contenta de venir hacia mí. Dios tiene planes para ti, no lo olvides”. Luego despertó sin entender el significado de aquel sueño.

Tiempo después, mientras visitaba un hospital de las Hijas de la Caridad, Catalina se percató del retrato de un sacerdote en la pared. Le preguntó a una hermana quién era él y ella le dijo: “Nuestro Santo Fundador, San Vicente de Paúl”. Ese fue el mismo sacerdote que Catalina había visto en su sueño.

Hermana Catalina, Hija de la Caridad


En enero de 1830, Catalina Labouré se hizo postulante en el hospicio de las Hijas de la Caridad en Catillon-sur-Seine. Tres meses después estaba de vuelta en París, esta vez para entrar en el noviciado en la casa madre de las Hijas de la Caridad. Un poco después de haber entrado en su nuevo hogar, Dios se complació dándole varias visiones extraordinarias. En tres días consecutivos ella contempló el corazón de San Vicente sobre el relicario donde estaban expuestas sus reliquias, cada vez bajo un aspecto diferente. Otras veces contemplaba a nuestro Divino Señor frente al Santísimo Sacramento. Esto ocurría especialmente durante la misa cuando se le aparecía como se lo había descrito en la liturgia del día.


María se aparece a  santa Catalina Labouré

La primera aparición


En víspera del día de san Vicente de Paúl, el 19 de julio, la Hermana Superiora habló a las novicias sobre las virtudes de su santo Fundador y le dio a cada una de ellas un trozo de material de su camisola. Catalina le rezó con fervor a san Vicente para que le concediera ver con sus propios ojos a la Madre de Dios.

Estaba convencida de que esa misma noche vería a la Santísima Virgen María. En su convicción, Catalina se quedó dormida. Poco después, la despertó una luz brillante de la que venía la voz de un niño. “Sor Labouré, ven a la capilla; la Santísima Virgen te espera”.

Catalina contestó: “Nos van a descubrir”.

El pequeño sonrió: “No te inquietes, son más de las once y media, todos están durmiendo... ven, estoy esperándote”. Ella se levantó rápidamente y se vistió. Las luces del pasillo estaban encendidas. Las puertas de la capilla, que estaban cerradas con llave, se abrieron cuando el ángel las tocó. Asombrada, Catalina encontró la capilla iluminada con luces como preparada para la misa de gallo. En seguida, se arrodilló en la barandilla de comunión, y de repente, oyó el susurro de un vestido de seda… la Santísima Virgen, iluminada de gloría, sentada en la silla del padre director. El ángel murmuró: “La Santísima Virgen desea hablar contigo”.

Catalina se levantó, se arrodilló al lado de la Santísima Virgen y apoyó las manos en su regazo. María le dijo: “Dios desea encargarte una misión. Te van a contradecir, pero no tengas miedo; tendrás la gracia para hacer lo que es necesario. Cuenta a tu director espiritual todo lo que te ha pasado. Los tiempos son siniestros en Francia y en el mundo”.

El rostro de la Virgen muestra una expresión de dolor.

“Ven al pie del altar. De aquí, gracias serán derramadas sobre todos, grandes y pequeños, especialmente sobre aquellos que las buscan. Tú tendrás la protección de Dios y de san Vicente. Yo siempre te protegeré. Habrá mucha persecución. La cruz será tratada con desprecio. Será tirada en el suelo y correrá sangre”. Entonces, después de haber hablado por un rato, la Señora, como una sombra que se desvanece, se fue.

Una vez más, siguiendo al niño, Catalina abandonó la capilla, caminó por el pasillo y regresó a su sitio en el dormitorio. El ángel desapareció y cuando Catalina se fue a la cama, oyó cómo el reloj marcaba las dos de la mañana.


María vuelve a aparecerse 

Catalina vivió una vida normal como novicia de las Hijas de la Caridad hasta el Adviento. El sábado 27 de noviembre de 1830, a las 5:30 de la tarde, se retiró a la capilla con otras hermanas para la meditación de la tarde. Catalina oyó un ruido como de seda… entonces reconoció la señal de Nuestra Señora. Alzando la vista hacia el altar principal, vio a la bella Señora parada sobre un globo grande.

La Virgen habló, esta vez dándole una orden directa: “Haz que se acuñe una medalla como te la he enseñado. Todos los que la lleven puesta recibirán grandes gracias”.

Catalina le preguntó que cómo debía hacer acuñar la medalla. María le contestó que debía ir donde su confesor, el Padre Juan María Aladel, refiriéndose a este santo padre como: “Él es mi servidor”. Al principio, el Padre Juan María no le creyó a Catalina. Sin embargo, después de dos años, finalmente fue donde el arzobispo, quien ordenó que dos mil medallas fueran acuñadas el 20 de junio de 1832. Cuando Catalina recibió su parte de estas primeras medallas de manos del padre, dijo: “Ahora debe ser propagada”.

La difusión de la devoción a la medalla, recomendada por santa Catalina, se llevó a cabo tan rápidamente que esta fue un milagro en sí misma.



La silenciosa verdad de santa Catalina Labouré

La santa silenciosa


Podríamos esperar que la alabanza y la prominencia fueran algo natural para una persona tan favorecida por el cielo. Pero Catalina nunca buscó nada de eso, sino más bien, le huía. Ella solo quería que la dejaran llevar a cabo sus humildes responsabilidades como Hija de la Caridad. Por más de cuarenta años, dedicó todo su esfuerzo a cuidar de los ancianos y los enfermos, sin nunca revelar a quienes vivían a su alrededor que era ella quien había recibido la medalla de Nuestra Señora. Las hermanas con quienes vivía la tenían en la más alta estima, y todas disfrutaban siendo sus compañeras.

En 1876, Catalina sintió la convicción espiritual de que moriría antes del fin del año. María Inmaculada le dio permiso de hablar, de romper el silencio de cuarenta y seis años. Catalina le reveló a su Hermana Superiora que ella fue la hermana a quien la Santísima Virgen se le apareció. El último día de diciembre de 1876, santa Catalina falleció, para encontrarse una vez más en los brazos de María, esta vez, sin embargo, en el cielo.

Hoy día, sus bellos restos aún reposan enteros y serenos. Cuando su cuerpo fue exhumado en 1933, estaba tan entero como el día en que fue sepultada. Aunque había vivido setenta años y estuvo en la tumba por cincuenta y siete años más, sus ojos permanecieron azules y bellos, y después de su muerte, sus brazos y piernas estaban tan flexibles como si estuviera durmiendo. Su cuerpo incorrupto está protegido en vidrio debajo del altar lateral en el 140 Rue du Bac en París, debajo de uno de los sitios donde Nuestra Señora se le apareció.

En la Capilla de la Aparición se puede ver el rostro y los labios que por cuarenta y seis años mantuvieron un secreto que desde entonces ha conmovido al mundo.

Fuente: http://www.ammespanol.org/La%20Historia%20de%20santa%20Catalina.aspx

domingo, 26 de noviembre de 2017

27 de Noviembre: NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA. ORIGEN DE LA ADVOCACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA A SANTA CATALINA LABOURÉ EN PARIS (FRANCIA)


PRIMERA APARICIÓN

En la calle del Bac, número 140, en pleno centro de París, está la casa madre de la Compañía de las Religiosas Hijas de la Caridad, que fundaran san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac. En esta casa habitaba en 1830 una novicia llamada sor Catalina Labouré, a quien la Santísima Virgen confió un mensaje salvador para todos los que con confianza y fervor lo aceptaran y practicaran.

Leamos el mensaje escrito por la misma santa Catalina Labouré.

"La noche del 18 de julio de 1830, a eso de las 23'30, me oí llamar: "¡Sor Labouré, sor Labouré!" Desperté y miré el lado de donde venía la voz, y veo un niño vestido de blanco, de unos 4 a 5 años, que me dice: "VENGA A LA CAPILLA."

Me levanté y guiada por el niño me fui a la capilla: la puerta se abrió apenas el niño la tocó con la mano. Sentada en un sillón, junto al altar, estaba la Virgen. Yo dudaba que fuese la Virgen. Pero el niño me dijo: "¡ESA ES LA SANTA VIRGEN!" Entonces la miré y di un salto hacia ella, arrodillándome a sus pies y poniendo las manos sobre sus rodillas. Me dijo:

"HIJA MíA, EL BUEN DIOS QUIERE ENCOMENDARTE UNA MISIÓN. TENDRÁS MUCHAS PENAS QUE SUPERARÁS, PENSANDO QUE LO HACES POR LA GLORIA DEL BUEN DIOS.

VENID A LOS PIES DE ESTE ALTAR: AQUÍ SE DISTRIBUIRÁN LAS GRACIAS A TODOS CUANTOS LAS PIDAN CON CONFIANZA Y FERVOR."

La Virgen mostró su deseo de que se fundara la Asociación de las Hijas de María, para celebrar el mes de mayo a ella dedicado, con gran solemnidad. Me dijo: "YO GUSTO MUCHO DE ESAS FIESTAS Y CONCEDO MUCHAS GRACIAS."
Desaparición

Dijo esto y desapareció por el lado de la tribuna.

Me alcé de las gradas del altar y observé al niño donde lo había dejado. Me dijo: "SE HA IDO."

Volví al lecho a las 2 de la mañana, oí dar la hora, pero ya no me dormí. "

SEGUNDA APARICIÓN

Leamos la aparición y el mensaje que en ella se nos comunica, escrito por la misma santa Catalina Labouré.

El día 27 de noviembre de 1830, a las 5'30 de la tarde, en medio de un profundo silencio, de nuevo la Virgen se le aparece a sor Catalina Labouré, al pie del mismo altar, de pie sobre la esfera del mundo a sus plantas con un globo en las manos, y le dijo:

"ESTE GLOBO QUE VES REPRESENTA EL MUNDO ENTERO Y CADA ALMA EN PARTICULAR."

La figura de la Santísima Virgen estaba llena de tanta belleza, que yo no podría describirla.

Advertí que sus dedos se llenaban de anillos y piedras preciosas, y los rayos de luz que de ellos salían se difundían por todas partes.

Se me dijo:

"ESTOS RAYOS DE LUZ SON EL SÍMBOLO DE LAS GRACIAS QUE LA SANTÍSIMA VIRGEN CONCEDE A TODOS LOS QUE SE LAS PIDEN."

Se formó un cuadro un poco ovalado alrededor de la Santísima Virgen con una inscripción con letras de oro que decía:
iOH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS!

"HAZ ACUÑAR UNA MEDALLA IGUAL A ESTE MODELO. TODAS LAS PERSONAS QUE LA LLEVEN CON CONFIANZA, COLGADA AL CUELLO, RECIBIRÁN GRANDES GRACIAS."

En el reverso de la medalla debía colocarse la letra M y encima una cruz, añadiendo en la parte inferior dos corazones: uno coronado de espinas y otro traspasado por una espada. Símbolo de los corazones de Jesús y de María.

Una vez acuñada la medalla, y propagada profusamente, los acontecimientos dieron pruebas del origen divino de su mensaje.

A vista de los hechos extraordinarios, el Arzobispo de París Mons. de QUELEN mandó hacer una investigación oficial sobre el origen y los hechos de la Medalla de la Calle del Bac. He aquí la conclusión:

"La rapidez extraordinaria con la cual esta medalla se ha propagado, el número prodigioso de medallas que han sido acuñadas y distribuidas, los hechos maravillosos y las Gracias singulares que los fieles han obtenido con su confianza parecen verdaderamente los signos por los cuales el Cielo ha querido confirmar la realidad de las apariciones, veracidad del relato de la vidente y la difusión de la medalla".

Y en Roma, en 1846, como consecuencia de la ruidosa conversión del Judío Alfonso de Ratisbona, el Papa Gregorio XVI confirmaba con toda su autoridad las conclusiones del Arzobispo de París.

Llevar la santa medalla es proclamar nuestra fe en la súplica de la Santísima Virgen María, como medianera universal ante la presencia de Dios.
LOURDES Y LA MEDALLA MILAGROSA

La Medalla, Milagrosa es conocida en el mundo entero. Con frecuencia se ignora que las apariciones de la Capilla de la Calle del Bac prepararon los grandes acontecimientos de Lourdes.

"La Señora de la Gruta se me ha aparecido tal como está representada en la Medalla Milagrosa", declaró Santa Bernadita que llevaba al cuello la Medalla de la Calle del Bac.

La invocación de la Medalla. "OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS", difundida por todas partes por la Medalla Milagrosa, suscitó el gran movimiento de fe que "movió al Papa Pío IX en 1854, a definir el dogma de la Inmaculada Concepción. Cuatro años después, la aparición de Massabielle confirmaba de manera inesperada la definición de Roma.

En 1954, con ocasión del centenario de esta definición, la Santa Sede hizo acuñar una medalla conmemorativa. En el reverso de la misma, la imagen de la Medalla Milagrosa y la de la gruta de Lourdes, asociadas estrechamente, ponían de relieve el lazo íntimo que une las dos apariciones de la Virgen con la definición de dogma de la Inmaculada Concepción..

Lo, mismo que Lourdes es una fuente inagotable de Gracias, la Medalla Milagrosa es siempre el instrumento de la incansable bondad de la Santísima Virgen con todos los pecadores y desdichados de la tierra.

Los Cristianos que sepan meditar su significado encontrarán en ella el simbolismo de toda la doctrina de la Iglesia sobre el lugar providencia que María ocupa en la Redención, y en particular su mediación universal.

CONTENIDO DE LA MEDALLA MILAGROSA 


ANVERSO DE LA MEDALLA


María Inmaculada, Medianera Universal, Tipo y Modelo de la Iglesia, Reina del Universo y Asunta al Cielo.

REVERSO DE LA MEDALLA


Maternidad Divina de María

María nueva Eva, Corredentora y Madre de la Iglesia


Fuente: http://www.oblatos.com/nuestra-senora-de-la-medalla-milagrosa/

26 de noviembre: SAN PEDRO ALEJANDRINO, OBISPO Y MÁRTIR Flos Sanctorvm Santoral



(+311) El valeroso defensor de la fe católica y de la unidad de la Iglesia, san Pedro, fué natural de Alejandría y patriarca de la misma ciudad. Levantóse en su tiempo la persecución atrocísima de los emperadores Diocleciano y Maximiniano, en la cual el buen prelado no dejó cosa por hacer para consuelo de los fieles en aquella gravísima tempestad. Para poder atenderlos mejor, recogióse a lugares ásperos y apartados, huyendo de las manos de los emperadores, que le buscaban: y desde allí escribía a más de seiscientos cristianos, presos en la cárcel, exhortándolos a la paciencia y perseverancia: y al saber que habían alcanzado la corona del martirio, se regocijó por extremo. Vuelto el santo a Alejandría, tuvo grandes encuentros con los cismáticos, herejes y gentiles; porque Melecio, obispo de Egipto, fué depuesto de su silla por el santo, después que le hubo convencido de haber perpetrado graves delitos y sacrificado a los dioses. Corrido y afrentado Melecio, como era hombre docto y astuto, comenzó a turbar la Iglesia y a causar cisma en ella, contando muchos secuaces, entre ellos al infame Arrio, hombre inquieto y furioso, a quien también por esta causa san Pedro excomulgó y apartó de la Iglesia. Vino a tener el cetro de Oriente el emperador Maximino, no menos cruel perseguidor de cristianos que sus antecesores, y mandó prender a Pedro y darle la muerte. Cuando se supo en la ciudad que su santo pastor estaba preso en la cárcel, todos a porfía acudieron a ella para librarle y poner su vida, si fuese menester, en su defensa. En esta ocasión, el perverso Arrio procuró que algunos sacerdotes fuesen al obispo y le suplicasen que le perdonara y admitiese a la comunión de la Iglesia, pensando que por este camino ganaría las voluntades del clero y del pueblo, y que le harían obispo una vez martirizado san Pedro. Fueron con esta embajada dos sacerdotes, propusieron a Pedro a lo que venían, diciéndole que Arrio se sujetaba a su parecer y corrección. El santo pontífice, dando un gran suspiro, díjoles que Arrio era astuto y engañador encubierto, que en maldad excedía a todas las maldades, que había de rasgar la túnica de Cristo, que es la Iglesia, promoviendo un cisma muy desastroso; y mandóles que no fuese admitido en la Iglesia: y que todo esto no lo decía de su cabeza, sino que lo había entendido por luz superior. Y todo sucedió después, de la misma manera que él lo dijo. Entretanto permanecía el pueblo junto a la cárcel deseando librar a su pastor; mas el santo, deseoso del martirio y temeroso de algún disturbio, rogó al tribuno encargado de ejecutar la sentencia, que le sacase secretamente de la cárcel, y le llevasen a otro lugar, como se hizo, y allí le cortaron la cabeza. 

Reflexión: De este prelado y defensor insigne de la ortodoxia cristiana bien se puede decir lo que se dijo de Cristo: que siendo luz de las naciones y gloria del pueblo de Dios, estaba puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel. Elevado Pedro de Alejandría a la eminente dignidad patriarcal, quiso salvar a los que le habían sido confiados. Mas como esto no era posible sin imitar sus virtuosos ejemplos, los cuales la mayor parte rechazaban, por eso fué causa de la ruina de muchos: no por sí mismo, sino por culpa de los que quisieron perecer voluntariamente. ¡Oh espantosa verdad! También el Hijo de Dios está en la cruz para salvar a todos los hombres: y no obstante, esta cruz será la causa de la condenación de los que no viven debidamente. 

Oración: Vuelve, Señor, los ojos a nuestra flaqueza; y pues nos oprime el peso de nuestros pecados, protéjanos la gloriosa intercesión de tu bienaventurado mártir y pontífice san Pedro. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.  

sábado, 25 de noviembre de 2017

VIGESIMOQUINTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTES SEXTO MOVIBLE DE EPIFANÍA Año Litúrgico - Dom Prospero Gueranger


MISA

INTROITO

Adorad a Dios, todos sus Ángeles: lo oyó y se alegró Sión: y se gozaron las hijas de Judá. Salmo: El Señor reinó, regocíjese la tierra: alégrense todas las Islas. — V. Gloria al Padre.

ORACIÓN

Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, meditando siempre lo que es razonable, practiquemos con palabras y obras lo que a ti agrada. Por el Señor.

EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses. (I, I, 2-10.)

Hermanos: Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo sin cesar memoria de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos delante de Dios y de nuestro Padre de la obra de vuestra fe, y del trabajo, y de la caridad, y de la firmeza de vuestra esperanza en Nuestro Señor Jesucristo, sabiendo, hermanos, queridos de Dios, vuestra elección: porque nuestro Evangelio no os fué predicado sólo con palabras, sino también con poder y con el Espíritu Santo, y con plena convicción. Vosotros sabéis, en efecto, lo que fuimos entre vosotros, por amor vuestro. Y vosotros os hicisteis imitadores nuestros, y del Señor, recibiendo la palabra, en medio de muchas tribulaciones, con la alegría del Espíritu Santo: de tal modo, que os habéis convertido en modelo para todos los fieles de Macedonia y de Acaya. Porque no sólo ha sido divulgada por vosotros la palabra del Señor en Macedonia y en Acaya, sino que también vuestra fe en Dios se ha hecho conocer en todo lugar, de suerte que no tenemos necesidad de hablaros de esto, pues ellos mismos nos refieren la acogida que tuvimos entre vosotros, y cómo os habéis convertido de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y para esperar la vuelta, desde los cielos, de su Hijo Jesús (a quien El resucitó de entre los muertos), el cual nos libró de la ira venidera.

El elogio que aquí hace San Pablo de la fidelidad de los cristianos de Tesalónica en guardar la fe que habían abrazado, elogio que la Iglesia nos pone hoy ante la vista, parecería más bien un reproche para los cristianos de hoy día. Entregados hasta entonces al culto de los ídolos, habían comenzado con todo fervor la carrera del cristianismo, hasta el punto de merecer la admiración del Apóstol. Numerosas generaciones cristianas nos han precedido a nosotros; hemos sido regenerados desde el momento de nuestra entrada en el mundo; hemos mamado, por decirlo asi, con la leche, la doctrina de Jesucristo: y con todo eso, nuestra fe está lejos de ser tan ardiente, y nuestras costumbres tan puras como las de aquellos primeros fieles. Su única ocupación era servir al Dios vivo y verdadero, y esperar el advenimiento de Jesucristo; nuestra esperanza es idéntica a la que hacía palpitar sus corazones; ¿por qué no imitamos la fe generosa de nuestros antepasados? Nos cautiva el hechizo de lo presente. ¿Es que queremos desconocer le inestable de este mundo transitorio, y no tememos transmitir a las generaciones venideras, un cristianismo menguado e infecundo, completamente distinto del que fundó Jesucristo, del que predicaron los Apóstoles, del que abrazaron los paganos de los siglos primeros al precio de toda clase de sacrificios?

GRADUAL

Señor, las gentes temerán tu nombre, y todos los reyes de la tierra tu gloria. — V. Porque el Señor ha edificado a Sión: y será visto en su majestad.

ALELUYA

Aleluya, aleluya. — V. El Señor reinó, regocíjese la tierra: alégrense todas las Islas. Aleluya.

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según San Mateo. (XIII. 31-35.)

En aquel tiempo dijo Jesús a las turbas esta parábola: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que toma un hombre y lo siembra en su campo. El cual grano es ciertamente la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es mayor que todas las legumbres, y se hace árbol, de modo que los pájaros del cielo vienen y anidan en sus ramas. Les dijo esta otra parábola: El reino de los cielos es semejante al fermento que toma una mujer y lo esconde en tres celemines de harina, hasta que la hace fermentar toda. Todo esto se lo dijo Jesús a las turbas en parábolas: y no les hablaba sin parábolas: para que se cumpliera lo dicho por el Profeta: Abriré mi boca en parábolas, diré cosas ocultas desde la creación del mundo.

Nos da aquí Nuestro Señor dos símbolos bien expresivos de su Iglesia, que es su Reino, y que comienza en la tierra y termina en el cielo. ¿Cuál es ese grano de mostaza, oculto en la oscuridad del surco, invisible a todas las miradas, que aparece luego como un germen a penas perceptible, y va creciendo hasta hacerse un árbol, cuál es sino la Palabra divina, obscuramente sembrada en la tierra de Judea, sofocada durante un tiempo por la malicia de los hombres hasta ser enterrada en un sepulcro, surgiendo luego victoriosa hasta extenderse por el mundo entero? No había transcurrido aún un siglo desde la muerte del Salvador, y ya su Iglesia contaba con miembros fieles, más allá de las fronteras del Imperio romano. Desde entonces se ensayaron todos los métodos para desarraigar aquel árbol gigantesco: la violencia, la política, la falsa ciencia perdieron el tiempo en ello. Lo único que lograron fué desgajar algunas ramas; pero la sabia vigorosa del árbol las reemplazó al momento. Las aves del cielo que vienen a buscar cobijo y sombra en sus ramas, son, según interpretan los Padres, las almas que, ansiosas de lo eterno, aspiran a un mundo mejor. Si somos dignos del nombre de cristianos, no podremos menos de amar ese árbol, y sólo bajo su sombra protectora hallaremos seguridad y reposo.

La mujer de que se trata en la segunda parábola, es nuestra Madre la Iglesia. Fué ella, la que ocultó al principio del cristianismo, la divina enseñanza en la masa de la humanidad, como levadura secreta y saludable.

Las tres medidas de harina que empleó para hacer un pan agradable, son las tres grandes familias de la especie humana, salidas de los tres hijos de Noé, de quien descienden todos los habitantes de la tierra. Amemos a esa Madre, y bendigamos la celestial levadura, a la que debemos el ser hijos de Dios por serlo de la Iglesia.

OFERTORIO

La diestra del Señor ejerció su poder: la diestra, del Señor me ha exaltado: no moriré, antes viviré, y contaré las obras del Señor.

SECRETA

Suplicárnoste, oh Dios, hagas que esta oblación nos purifique y renueve, nos gobierne y proteja. Por el Señor.

COMUNIÓN

Se admiraban todos de las palabras que salían de la boca de Dios.

POSCOMUNION

Apacentados, Señor, con estas celestiales delicias, suplicámoste hagas que apetezcamos siempre aquellas cosas que nos dan la verdadera vida. Por el Señor.

viernes, 24 de noviembre de 2017

25 de noviembre SANTA CATALINA DE ALEJANDRÍA, VIRGEN Y MÁRTIR Flos Sanctorvm Santoral



La virgen santa Catalina, esclarecida lumbrera de la filosofía cristiana, y mártir de Jesucristo, nació en Alejandría de Egipto; y como se dice en el Monólogo del emperador Basilio, fué de sangre real. Criáronla sus padres en la verdadera fe: y como era avisada y de alto entendimiento, fué también enseñada en todas las letras de la filosofía humana, que en el tiempo florecían en la ciudad de Alejandría. Tenía la santa doncella unos diez y ocho años, cuando el emperador Maximino II vino a Alejandría para inaugurar ciertas fiestas y regocijos en honra de los dioses del imperio, y hacer burla y escarnio de los misterios cristianos. Indignóse Catalina al ver aquella pública profanación; y movida del espíritu de Dios, y llegándose a los paganos que celebraban aquellas sacrílegas bacanales, con gran libertad les reprendió y afeó las cosas que hacían. Acusáronla, pues, delante del emperador, el cual mandó prenderla y traerla a su presencia. Dióle ella razón de sí y de su fe con tan singular sabiduría, elocuencia y gracia, que el emperador, pasmado la estaba mirando: y admirado de ver su incomparable hermosura, y oír la fuerza y peso de sus razones, a las cuales él no supo qué responder, entendiendo que para convencer a Catalina, era menester más ciencia que la suya, y para salir de aquel aprieto, la mandó callar, y ordenó que la echasen en la cárcel, donde pasó la santa algunos días sin comer bocado. Entretanto, llamó el emperador a algunos varones, los más sabios y elocuentes que había en Alejandría, para que, disputando con la santa doncella, la convenciesen. Juntáronse, pues, los más sabios filósofos de la escuela de Alejandría; y concurrió toda la ciudad a aquel espectáculo tan nuevo y maravilloso, en que los hombres tenidos por la flor de la sabiduría, disputaron con una doncella cristiana en presencia del emperador. Santa Catalina deshizo todos sus argumentos, y les dejó tan confusos, que muchos de los presentes se convencieron de la verdad de la fe, y se hicieron cristianos: por lo cual el emperador Maximino, pareciéndole que ser vencido de una delicada doncella, era menoscabo suyo, mandó que fuese despedazada en una máquina de dos ruedas sembradas de clavos. Comenzando los sayones a mover aquellas ruedas, de repente se destrabaron y rompieron. Entonces mandó el tirano, que la santa virgen fuese degollada. Fué trasladado su sagrado cuerpo por ministerio de los ángeles, al monte Sinaí. 

Reflexión: ¿Puede concebirse mayor firmeza en la fe, y mayor pureza en las costumbres, que la firmeza y pureza con que brilló la angelical virgen y mártir Catalina? Admirable fué la celestial sabiduría con que confundió a los sabios del gentilismo: pero no fué menos admirable la constancia con que, en todo tiempo, se abstuvo de las licenciosas diversiones paganas. Sí: la firmeza en las costumbres no es menos necesaria que la doctrina: y así como el dejarse llevar por toda clase de ' doctrinas, es señal de fe vacilante, así también es piedad vacilante el gobernarse por la costumbre y por el respeto humano. ¿Deseas ser constante en la virtud? Pon, como Catalina, el fundamento de tu edificio espiritual en Jesucristo; y entonces podrás resistir virtuosamente a todas las contrariedades. 

Oración: Oh Dios, que diste la Ley a Moisés en la cumbre del monte Sinaí, y dispusiste fuese enterrado en el mismo lugar, por ministerio de tus santos .ángeles, el cuerpo de tu bienaventurada Catalina; suplicámoste nos concedas que por sus merecimientos e intercesión podamos llegar al monte que es Jesucristo. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.  

jueves, 23 de noviembre de 2017

24 de noviembre SAN JUAN DE LA CRUZ, DOCTOR DE LA IGLESIA Año Litúrgico - Dom Prospero Gueranger

Acompañemos a la Iglesia, que se dirige al Carmelo a rendirle gracias en nombre de todo el mundo. Preséntase hoy a nuestra consideración San Juan de la Cruz siguiendo las huellas de Santa Teresa y abriendo camino seguro a las almas que buscan a Dios.



LOS TRATADOS DE ORACIÓN. — La evolución que inclinaba a los pueblos a dejar la oración social, ponía a la piedad en grave peligro; entonces, siglo xvi, la divina bondad suscitó algunos Santos cuya palabra, de igual modo que su santidad, iba a responder a las necesidades de aquellos nuevos tiempos. La doctrina no cambia; la ascética y la mística de aquel siglo transmitieron a los siglos siguientes los ecos de los siglos anteriores. Su exposición, no obstante eso, se volvió más didáctica; su análisis, más ajustado; sus procedimientos se prestaron a la necesidad de socorrer a las almas que el aislamiento exponía a todas las ilusiones. Es justo reconocer que, con la acción siempre fecunda del Espíritu Santo, la psicología de los estados sobrenaturales alcanzó mayor amplitud y mayor precisión. 

Los cristianos de antaño, por rezar con la Iglesia y vivir cada día y todas las horas del día de su vida litúrgica, conservaban su impronta, en todas las circunstancias, en sus relaciones personales con Dios. Y así sucedía que por la influencia perseverante y transformadora de la Iglesia y participando de sus gracias de luz y de unión y de todas sus bendiciones, se asimilaban su propia santidad sin otro esfuerzo que seguir dócilmente a su Madre, o dejarse llevar en sus brazos firmísimos. Y así se aplicaban ellos la palabra de Señor: Si nos os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos.

 LAS ESCUELAS DE ESPIRITUALIDAD. — No extrañemos no advertir entre ellos la ayuda tan frecuente y asidua como en nuestros días de directores especiales destinados a sus propias personas. Los guías especiales son menos necesarios a los miembros de una multitud o de un ejército: son los viajeros aislados los que no pueden prescindir de ellos; y aun con estos guías particulares, nunca tendrán tanta seguridad como aquel que sigue a la caravana o al ejército. Así lo comprendieron en el correr de los últimos siglos los hombres de Dios que, fijándose en las aptitudes múltiples de las almas, dieron sus nombres a escuelas, las mismas en cuanto al fin, distintas en cuanto a los medios que proponen contra los peligros del individualismo. En esta campaña de enderezamiento y de salvación, donde el mayor enemigo y el más temible era la ilusión, Juan de la Cruz se nos presenta como la imagen viva del Verbo de Dios, penetrando, mejor que una espada de dos filos, hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y de las medulas; escudriñando, como indagador inexorable, las intenciones y los pensamientos de los corazones. 

Escuchémosle: aunque moderno, se echa de ver en él a un hijo de los antiguos. 

LA NOCHE OSCURA.'—" Y porque el alma, escribe el Santo, ha de venir a tener un sentido y noticia divina muy generosa y sabrosa acerca de todas las cosas divinas y humanas que no caen en el común sentir y saber natural del alma (porque las mira con ojos tan diferentes que antes, como difiere el espíritu y lo divino de lo humano ) 2 ... Para haber de declarar y dar a entender esta Noche oscura, por la cual pasa el alma para llegar a la divina luz de la unión perfecta del amor de Dios, cual se puede en esta vida, era menester otra mayor luz de ciencia y experiencia que la mía; porque son tantas y tan profundas las tinieblas y trabajos, así espirituales como temporales, por que ordinariamente suelen pasar las dichosas almas para poder llegar a este alto estado de perfección, que ni basta ciencia humana par a saberlo entender ni experiencia para saberlo decir.

 "Por tres causas podemos decir que se llama NOCHE este tránsito que hace el alma a la unión de Dios. La primera, por parte del término donde el alma sale, porque ha de ir careciendo el apetito de todas las cosas del mundo que poseía, en negación de ellas; la cual negación y carencia es como noche par a todos los sentidos del hombre. La segunda, por parte del medio o camino por donde ha de ir el alma a esta unión, lo cual es la fe, que es también oscura par a el entendimiento, como noche. La tercera, por parte del término adonde va, que es Dios, el cual, ni más ni menos, es noche oscura par a el alma en esta vida. 

LAS TRES NOCHES. — "Las cuales tres Noches han de pasar por el alma , o, por mejor decir, el alma por ellas, par a venir a la divina unión con Dios. En el libro del Santo Tobías 2 se figuraron estas tres manera s de noches, por las tres noches que el ángel mandó a Tobías el mozo que pasasen ante s que se juntas e en uno con la esposa. 

"En la primera le mandó que quemase el corazón del pez en el fuego, que significa el corazón aficionado y apegado a las cosas del mundo; el cual, par a comenzar a ir a Dios, se ha de quemar y purificar de todo lo que es criatura con el fuego del amor de Dios. Y en esta purgación se ahuyenta el demonio, que tiene poder en el alma por asimiento a las cosas temporales y corporales. 

"En la segunda noche le dijo que sería admitido en la compañía de los santos patriarcas, que son los padre s de la fe. Porque pasando por la primer a noche, que es privarse de todos los objetos de los sentidos, luego entra el alma en la segunda noche, quedándose sola en desnuda fe y rigiéndose sólo por ella, que es cosa que no cae en sentido. 

"En la tercera noche le dijo el ángel que conseguiría la bendición, que es Dios, el cual, mediante la segunda noche, que es fe, se va comunicando al alma tan secreta e íntimamente , que es otra noche para el alma, en tanto que se va haciendo la dicha comunicación muy más oscura que estotras, como luego diremos. Y pasada esta tercera noche, que es acabarse de hacer la comunicación de Dios en el espíritu, que se hace ordinariamente en gran tiniebla del ánima, luego se sigue la unión con la esposa, que es la Sabiduría de Dios 

EL BENEFICIO DE LAS PURIFICACIONES. — "¡Oh , pues, alma espiritual!, cuando vieres oscurecido tu apetito, tus aficiones secas y apretadas, e in-habilitadas tus potencias para cualquier ejercicio interior, no te penes por eso, antes lo ten a buen a dicha, pues que te va Dios librando de ti misma , quitándote de las manos la hacienda; con las cuales, por bien que ellas te anduviesen, no obrarías tan cabal, perfecta y seguramente (a causa de la impureza y torpeza de ellas) como ahora, que, tomando Dios la mano tuya, te guía a oscuras como a ciego, a donde y por donde tú no sabes, ni jamás con tus ojos y píes, por bien que anduvieras, atinaras a caminar". 

Nos gusta dejar a los Santos que describan por sí mismos los caminos que recorrieron, par a los cuales, en premio de su fidelidad, son tenidos por la Iglesia como guías. ¿Añadiremos también que hay que tener cuidado de no excitar la conmiseración del Señor en esta clase de trabajos antes de que termine su obra? En eso no cabe engaño: esos favores que Dios hace al alma no son necesarios para salvarse, pero hay que pagarlos a cierto coste. Si nos mostrásemos excesivamente descontentadizos, podría ocurrir que el Señor, por contentar a nuestra pereza, nos dejase recaer en una vía inferior, lo que sería, a los ojos de la fe, una desgracia irreparable. 

NECESIDAD DE TENER SANTOS. •— "Pero ¿qué importa, se nos dirá, ya que se salvará esta alma ? Es cierto, mas nuestra inteligencia no sabe apreciar la superioridad de un alma que podía ser émula de los querubines o de los serafines, sobre la que sólo puede compararse con jerarquías inferiores. En estas materias no se puede tolerar una falsa modestia o afición a la medianía" . 

"Nunca lo encareceremos bastante cuánto importa a los intereses de la santa Iglesia y a la gloria de Dios que se multipliquen en el mundo las almas de verdad contemplativas. Son ellas como el resorte escondido, el motor que da aquí en la tierra impulso a todo lo que es la gloria de Dios, el reino de su Hijo y el cumplimiento perfecto de la voluntad divina. Inútilmente se multiplicarán las obras, las industrias y aun los heroísmos: todo resultará estéril si la Iglesia militante no tiene sus santos que la ayuden en el estado de viandante, que es el que el Maestro escogió para rescatar al mundo. Ciertos poderes y ciertas fecundidades son inherentes a la vida presente; de por sí, tiene tan pocos atractivos, que era conveniente así hacerla subir de mérito " . 

VIDA. — San Juan de la Cruz nació el 24 de junio de 1542 en Fontíveros (Avila), en España. La Santísima Virgen le dió una prueba de su protección sacándole de un pozo a donde se cayó siendo muy niño. Desde muy temprano tomó la costumbre de mortificar su cuerpo.

Terminados sus estudios en el colegio de Medina, entró en 1555 en el hospital de esta ciudad para cuidar a los enfermos; al año siguiente cursó la filosofía en los Jesuítas, y en 1563 entraba en los Carmelitas calzados. Estos le enviaron a estudiar a Salamanca. Su deseo de vida más perfecta le hizo pensar en la vida cartuja, pero advertida Santa Teresa, le pidió una entrevista y le habló de reformar la Orden de los Carmelitas. Fué con un compañero a establecerse en Duruelo y luego en Mancera. Esta obra de la reforma le iba a procurar grandes fatigas y pruebas que supo llevar con caridad y con serenidad incomparable. Fundó numerosas casas de la estricta observancia, escribió sobre teología mística libros llenos de sabiduría y por todos sus trabajos pidió al Señor padecer y ser despreciado por él. 

Su anhelo fué atendido, pues en el mes de jimio de 1591, caía en desgracia en su Orden y moría el 14 de diciembre en Ubeda, a los 49 años de edad. Un globo de fuego resplandeciente recibió a su alma, y su cuerpo exhaló un aroma suavísimo. Actualmente se conserva incorrupto en Segovia. Benedicto XIII le canonizó y Pío XI le declaró Doctor de la Iglesia universal. 

 LA VIDA DIVINA.— ¡Dios quier a que tanto en el Carmelo y en las montañas como en las llanuras y valles se multipliquen las almas que pon en la paz entre el cielo y la tierra , atraen las bendiciones y alejan las venganzas divinas! Como santos que somos por vocación, Dios nos conceda a ruegos tuyos y siguiendo tu ejemplo, oh Juan de la Cruz, el dejar que la gracia divina obre en nosotros hasta donde llega su virtud deificante y purificadora; pues entonces nuestra alma también podrá decir un día como la tuya : 

"¡Oh divina vida!, nunca matas sino para dar vida, así como nunca llagas sino para sanar... Llagásteme para sanarme , ¡oh divina mano!, y mataste en mí lo que me tenía muerta... ¡Toque delicado, Verbo, Hijo de Dios, que por la delicadez de tu ser divino, penetras sutilmente la sustancia de mi alma y, tocándola toda delicadamente, en ti la absorbes toda en divinos modos de deleites y suavidades nunca oídos en la tierra de Canaán ni vistas en Temán ¡Oh, pues, mucho y en grande manera mucho delicado toque del Verbo, para mí tanto más cuanto, habiendo trastornado los montes y quebrantado las piedras en el monte Ore con la sombra de tu poder y fuerza que iba delante de ti, te diste más suave y fuertemente a sentir al profeta en el silbo de aire delicado! ¡Oh, aire delgado! ¿Cómo eres aire delgado y delicado? Di: ¿Cómo tocas delgada y delicadamente, Verbo, Hijo de Dios, siendo tan terrible y poderoso? ¡Oh, dichosa, y mu y mucho dichosa, el alma a quien tocares delgada y delicadamente, siendo tan terrible y poderoso! Di esto al mundo; mas no se lo quieras decir al mundo, porque no sabe él de aire delgado y no te sentiría, porque no te puede recibir sino aquellos, Dios mío y vida mía, te verán y sentirán tu toque delgado que, enajenándos e del mundo, se pusieran en delgado, conviniendo delgado con delgado, y así te puedan sentir y gozar; a los cuales tanto más delgadamente tocas cuanto por estar ya adelgazada y pulida y purificada la sustancia de su alma, enajenad a de toda criatura , y de todo rastro, y de todo toque de ella, estás tú escondido, morando mu y de asiento en ella. Y en eso les escondes a ellos en el escondrijo de tu rostro (que es el Verbo) de la conturbación de los hombres. 

"¡Oh, pues, otra vez y muchas veces delicado toque, tanto más fuerte y poderoso cuanto más delicado; pues que con la fuerza de tu delicadez deshaces y apartas el alma de todos los demás toques de las cosas criadas y la adjudicas y unes sólo para ti, y tan delgado efecto y dejo dejas en ella, que todo otro toque de todas las cosas altas y bajas le parece grosero y bastardo, y le ofende aun mirarle, y le es pena y grave tormento tratarle y tocarle! 

"Este toque divino ningún bulto ni tomo tiene, porque el Verbo que le hace es ajeno de todo modo y manera y libre de todo tomo, de forma y figura y accidentes... 

"¡Oh, pues, finalmente, toque inefable delicado del Verbo, pues no se hace en el alma menos que con tu simplicísimo y sencillísimo ser, el cual, como es infinito, infinitamente es delicado, y, por tanto, tan sutil y amorosa y eminente y delicadamente toca, 

Que a vida eterna sabe"!

miércoles, 22 de noviembre de 2017

23 de noviembre SAN CLEMENTE I, PAPA Y MÁRTIR Vidas de los Santos de A. Butler



(99 P.C.) El tercer sucesor de San Pedro, probablemente San Clemente, fue contemporáneo de los santos Pedro y Pablo, según se cree. En efecto, San Ireneo escribía en la segunda mitad del siglo II: "Vio a los bienaventurados apóstoles y habló con ellos. La predicación de éstos vibraba aún en sus oídos y conservaba sus enseñanzas ante los ojos." Orígenes y otros autores le identifican con el Clemente a quien San Pablo llama su compañero de trabajos (Fil., IV, 3) y así lo repiten la misa y el oficio del santo; pero se trata de una identificación muy dudosa. Ciertamente, no fue nuestro santo el Clemente Flavio condenado a muerte el año 95. Pero no es imposible que haya sido un liberto de la servidumbre del emperador, cuyos ascendientes fueron judíos. No poseemos ningún detalle sobre su vida. Las "actas" del siglo IV, que son apócrifas, afirman que convirtió a una pareja de patricios, llamados Sisinio y Teodora, y a otros 423. Aquello le atrajo el odio del pueblo y el emperador Trajano le desterró a Crimea, donde tuvo que trabajar en las canteras. La fuente más próxima distaba diez kilómetros, pero Clemente descubrió, por inspiración del cielo otro manantial más próximo, donde pudieron beber los numerosos cristianos cautivos. El santo predicó en las canteras con tanto éxito que, al poco tiempo, había ya setenta y cinco iglesias. Entonces, fue arrojado al mar con un ancla colgada al cuello. Los ángeles le construyeron un sepulcro bajo las olas. Cada año, las aguas se abrían milagrosamente para dejar ver el sepulcro.

San Ireneo dice: "En la época de Clemente, estalló una importante sedición entre los hermanos de Corinto. La iglesia de Roma les envió una larga carta para restablecer la paz, renovar la fe y para anunciarles la tradición que había recibido recientemente de los apóstoles." Esa carta hizo famoso el nombre del Papa Clemente I. En los primeros tiempos de la Iglesia, la carta de Clemente tenía casi tanta autoridad como los libros de la Sagrada Escritura y solía leerse junto con ellos en las iglesias. En el manuscrito de la Biblia (Codex Alexandrinus, siglo V) que Cirilo Lukaris, patriarca de Constantinopla, envió al rey Jacobo I de Inglaterra, había una copia de la carta de Clemente. Patricio Young, encargado de la biblioteca real de Inglaterra, la publicó en Oxford,, en 1633.

San Clemente comienza por dar una explicación de que las dificultades por las que atraviesa la Iglesia en Roma (la persecución de Diocleciano) le habían impedido escribir antes. En seguida, recuerda a los corintios cuan edificante había sido su conducta cuando todos eran humildes, cuando deseaban más obedecer que mandar y estaban más prontos a dar que a recibir, cuando estaban satisfechos con los bienes que Dios les había concedido y escuchaban diligentemente su Palabra. En aquella época eran sinceros, inocentes, sabían perdonar las injurias, detestaban la sedición y el cisma. San Clemente se lamenta de que hubiesen olvidado el temor de Dios y cayesen en el orgullo, en la envidia y en las disensiones y los exhorta a deponer la soberbia y la ira, porque Cristo está con los que se humillan y no con los que se exaltan. El cetro de la majestad de Dios, Nuestro Señor Jesucristo, no se manifestó en el poder sino en la humillación. Clemente invita a los corintios a contemplar el orden del mundo, en el que todo obedece a la voluntad de Dios: los cielos, la tierra, el océano y los astros. Dado que estamos tan cerca de Dios y que El conoce nuestros pensamientos más ocultos, no deberíamos hacer nada contrario a su voluntad y deberíamos honrar a nuestros superiores; las necesidades disciplinares han obligado a crear obispos y diáconos, a quienes se debe toda obediencia. Las disputas son inevitables y los justos serán siempre perseguidos. Pero señala que unos cuantos corintios están arruinando su iglesia. "Obedezca cada uno a sus superiores, según la jerarquía establecida por Dios. Que el fuerte no olvide al débil y que el débil respete al fuerte. Que el rico socorra al pobre y que el pobre bendiga a Dios, a quien debe el socorro del rico. Que el sabio manifieste su sabiduría, no en sus palabras, sino en sus obras. Los grandes no podrían subsistir sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes. En un cuerpo, la cabeza no puede nada sin los pies, ni los pies sin la cabeza. Los miembros menos importantes son útiles y necesarios al conjunto." En seguida, Clemente afirma que en la Iglesia los más pequeños serán los más grandes ante Dios, con tal de que cumplan con su deber. Termina con la petición de que le "envíen pronto de vuelta a sus dos mensajeros, en paz y alegría, para que nos anuncien cuanto antes que reinan ya entre nosotros la paz y concordia por la que tanto hemos orado y que tanto deseamos. Así podremos regocijarnos de vuestra paz".

En la carta hay un pasaje muy conocido, que el historiador anglicano Lightfoot califica de "noble reprensión" y de "primer paso hacia la dominación pontificia". Helo aquí: "Si algunos desobedecen las palabras que El nos ha comunicado, sepan que cometen un pecado grave e incurren en un peligro muy serio. Pero nosotros seremos inocentes de ese pecado." La carta de Clemente es muy importante por sus hermosos pasajes, porque constituye una prueba del prestigio y autoridad de que gozaba la sede romana a fines del siglo I y porque está llena de alusiones históricas incidentales. Además, "constituye un modelo de carta pastoral... una homilía sobre la vida cristiana." Existen otros escritos, llamados "Pseudo-clementinos", que se atribuían antiguamente al Papa. Entre ellos se cuenta otra carta a los corintios, que estaba también incluida en el "codex" alejandrino de la Biblia.

Se venera a San Clemente como mártir, pero los autores más antiguos no mencionan su martirio. No sabemos dónde murió. Tal vez durante su destierro en Crimea. Sin embargo, es muy poco probable que las reliquias que San Cirilo trasladó de Crimea a Roma, a fines del siglo IX, hayan sido realmente las de San Clemente. Dichas reliquias fueron depositadas bajo el altar de San Clemente, en la Vía Celia. Debajo de la iglesia y de la basílica que se construyó encima en el siglo IV, se conservan unas habitaciones de la época imperial. De Rossi pensaba que ahí había vivido San Clemente I. En todo caso, no sabemos quién fue el Clemente que dio su nombre a esa iglesia que se llamaba originalmente "titulus Clementis". El nombre de San Clemente I figura en el canon de la misa. Nuestro santo es uno de los llamados "Padres Apostólicos", que son los que conocieron personalmente a los apóstoles o recibieron su influencia casi directa.

Tal vez, la mejor colección de las alusiones a San Clemente que se hallan en la literatura cristiana primitiva, es la del obispo anglicano de Durham, J. B. Lightfoot, Apostolic Fatkers, pte.I, vol. I, pp. 148-200. Las citas más importantes, como son las del De viris illustribus de San Jerónimo, del Líber Pontificalis y de los sacramentarlos y calendarios, pueden verse en CMH., pp. 615-616. Existe un relato del martirio, en latín y en griego. Franchi de Cavalieri y Delehaye opinan que el original es el texto latino. De dicho relato se deriva la leyenda, perpetuada por el Breviario Romano, acerca del sepulcro marítimo y del ancla que se usó para ahogar a San Clemente. Los textos pueden verse en F. Diekamp, Patres apostolici, vol. II (1913), pp. 50-81. Los Pseudo-clementinos, que se dividen en las Homilías y los Reconocimientos, popularizaron mucho el nombre de San Clemente; pero naturalmente no añaden nada desde el punto de vista histórico o hagiográfico. Se ha escrito mucho sobre San Clemente en los últimos años. Uno de los estudios más recientes y completos es el de H. Delehaye, Etude sur le légendier romain (1936), pp. 96-116. El autor hace notar que, como en el caso de Santa Cecilia, el "titulus Clementis" se transformó con el tiempo en "sancti Clementis". Véase también P. Franchi de Cavalieri, en Note agiografiche, vol. V, pp. 3-40; I. Franko, St Klemens in Chersonesus (1906) ; J. P. Kirsch, Die rbmischen Titelkirchen (1918). En Loeb Classical Library, The Apostolic Fathers (1930), puede verse el texto griego de la carta de San Clemente, junto con una traducción inglesa de Kirsopp Lake. Hay otra traducción más reciente, hecha por J. A. Kleist, en el vol. I de la serie American Ancient Christian Writers, The Epistles of St Clement... and St Ignalius .. . (1946).

martes, 21 de noviembre de 2017

22 de noviembre SANTA CECILIA, VIRGEN Y MÁRTIR Vidas de los Santos de A. Butler



(Fecha desconocida) Durante más de mil años, Santa Cecilia ha sido una de las mártires de la primitiva Iglesia más veneradas por los cristianos. Su nombre figura en el canon de la misa. Las "actas" de la santa afirman que pertenecía a una familia patricia de Roma y que fue educada en el cristianismo. Solía llevar un vestido de tela muy áspera bajo la túnica propia de su dignidad, ayunaba varios días por semana y había consagrado a Dios su virginidad. Pero su padre, que veía las cosas de un modo diferente, la casó con un joven patricio llamado Valeriano. El día de la celebración del matrimonio, en tanto que los músicos tocaban y los invitados se divertían, Cecilia se sentó en un rincón a cantar a Dios en su corazón y a pedirle que la ayudase. Cuando los jóvenes esposos se retiraron a sus habitaciones, Cecilia, armada de todo su valor, dijo dulcemente a su esposo: "Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio, si me respetas, el ángel te amará como me ama a mí." Valeriano replicó: "Muéstramelo. Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides." Cecilia le dijo: "Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes el agua del bautismo, verás al ángel." Valeriano accedió y fue a buscar al obispo Urbano, quien se hallaba entre los pobres, cerca de la tercera mojonera de la Vía Apia. Urbano le acogió con gran gozo. Entonces se acercó un anciano que llevaba un documento en el que estaban escritas las siguientes palabras: "Un solo Señor, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todo y en nuestros corazones." Urbano preguntó a Valeriano: "¿Crees esto?" Valeriano respondió que sí y Urbano le confirió el bautismo. Cuando Valeriano regresó a donde estaba Cecilia, vio a un ángel de pie junto a ella. El ángel colocó sobre la cabeza de ambos una guirnalda de rosas y lirios. Poco después, llegó Tiburcio, el hermano de Valeriano y los jóvenes esposos le ofrecieron una corona inmortal si renunciaba a los falsos dioses. Tiburcio se mostró incrédulo al principio y preguntó: "¿Quién ha vuelto de más allá de la tumba a hablarnos de esa otra vida?" Cecilia le habló largamente de Jesús. Tiburcio recibió el bautismo, y al punto vio muchas maravillas.

Desde entonces, los dos hermanos se consagraron a la práctica de las buenas obras. Ambos fueron arrestados por haber sepultado los cuerpos de los mártires. Almaquio, el prefecto ante el cual comparecieron, empezó a interrogarlos. Las respuestas de Tiburcio le parecieron desvarios de loco. Entonces, volviéndose hacia Valeriano, le dijo que esperaba que le respondería en forma más sensata. Valeriano replicó que tanto él como su hermano estaban bajo el cuidado del mismo médico, Jesucristo, el Hijo de Dios, quien les dictaba sus respuesta. En seguida comparó, con cierto detenimiento, los gozos del cielo con los de la tierra; pero Almaquio le ordenó que cesase de disparatar y dijese a la corte si estaba dispuesto a sacrificar a los dioses para obtener la libertad. Tiburcio y Valeriano replicaron juntos: "No, no sacrificaremos a los dioses, sino al único Dios, al que diariamente ofrecemos sacrificio." El prefecto les preguntó si su Dios se llamaba Júpiter. Valeriano respondió: "Ciertamente no. Júpiter era un libertino infame, un criminal y un asesino, según lo confiesan vuestros propios escritores."

Valeriano se regocijó al ver que el prefecto los mandaba azotar y habló en voz alta a los cristianos presentes: "¡Cristianos romanos, no permitáis que mis sufrimientos os aparten de la verdad! ¡Permaneced fieles al Dios único y pisotead los ídolos de madera y de piedra que Almaquio adora!" A pesar de aquella perorata, el prefecto tenía aún la intención de concederles un respiro para que reflexionasen; pero uno de sus consejeros le dijo que emplearían el tiempo en distribuir sus posesiones entre los pobres, con lo cual impedirían que el Estado las confiscase. Así pues, fueron condenados a muerte. La ejecución se llevó a cabo en un sitio llamado Pagus Triopius, a seis kilómetros de Roma. Con ellos murió un cortesano llamado Máximo, el cual, viendo la fortaleza de los mártires, se declaró cristiano.

Cecilia sepultó los tres cadáveres. Después fue llamada para que abjurase de la fe. En vez de abjurar, convirtió a los que la inducían a ofrecer sacrificios. El Papa Urbano fue a visitarla en su casa y bautizó ahí a 400 personas, entre las cuales se contaba a Gordiano, un patricio, quien estableció en casa de Cecilia una iglesia que Urbano consagró más tarde a la santa. Durante el juicio, el prefecto Almaquio discutió detenidamente con Cecilia. La actitud de la santa le enfureció, pues ésta se reía de él en su cara y le atrapó con sus propios argumentos. Finalmente, Almaquio la condenó a morir sofocada en el baño de su casa. Pero, por más que los guardias pusieron en el horno una cantidad siete veces mayor de leña, Cecilia pasó en el baño un día y una noche sin recibir daño alguno. Entonces, el prefecto envió a un soldado a decapitarla. El verdugo descargó tres veces la espada sobre su cuello y la dejó tirada en el suelo. Cecilia pasó tres días entre la vida y la muerte. En ese tiempo los cristianos acudieron a visitarla en gran número. La santa legó su casa a Urbano y le confió el cuidado de sus servidores. Fue sepultada junto a la cripta pontificia, en la catacumba de San Calixto.

Esta historia tan conocida que los cristianos han repetido con cariño durante muchos siglos, data aproximadamente de fines del siglo V, pero desgraciadamente no podemos considerarla como verídica ni fundada en documentos auténticos. Tenemos que reconocer que lo único que sabemos con certeza sobre San Valeriano y San Tiburcio es que fueron realmente martirizados, que fueron sepultados en el cementerio de Pretextato y que su fiesta se celebraba el 14 de abril. La razón original del culto de Santa Cecilia fue que estaba sepultada en un sitio de honor por haber fundado una iglesia, el "titubas Caeciliae". Por lo demás, no sabemos exactamente cuándo vivió, ya que los especialistas sitúan su martirio entre el año 177 (de Rossi) y la mitad del siglo IV (Kellner).

El Papa San Pascual I (817-824) trasladó las presuntas reliquias de Santa Cecilia, junto con las de los santos Tiburcio, Valeriano y Máximo, a la iglesia de Santa Cecilia in Transtévere. (Las reliquias de la santa habían sido descubiertas, gracias a un sueño, no en el cementerio de Calixto, sino en el de Pretextato). En 1599, el cardenal Sfondrati restauró la iglesia de Santa Cecilia in Transtévere y volvió a enterrar las reliquias de los cuatro mártires. Según se dice, el cuerpo de Santa Cecilia estaba incorrupto y entero, por más que el Papa Pascual había separado la cabeza del cuerpo, ya que, entre los años 847 y 855, la cabeza de Santa Cecilia formaba parte de las reliquias de los Cuatro Santos Coronados. Se cuenta que, en 1599, se permitió ver el cuerpo de Santa Cecilia al escultor Maderna, quien esculpió una estatua de tamaño natural, muy real y conmovedora. "No estaba de espaldas como un cadáver en la tumba," dijo más tarde el artista, sino recostada del lado derecho, como si estuviese en la cama, con las piernas un poco encogidas, en la actitud de una persona que duerme." La estatua se halla actualmente en la iglesia de Sania Cecilia, bajo el altar próximo al sitio en el que se había sepultado nuevamente el cuerpo en un féretro de plata. Sobre el pedestal de la estatua puso el escultor la siguiente inscripción: "He aquí a Cecilia, virgen, a quien yo vi incorrupta en el sepulcro. Esculpí para vosotros, en mármol, esta imagen de la santa en la postura en que la vi." De Rossi determinó el sitio en que la santa había estado originalmente sepultada en el cementerio de Calixto, y se colocó en el nicho una réplica de la estatua de Maderna.

Sin embargo, el P. Delehaye y otros autores opinan que no existen pruebas suficientes de que, en 1599, se haya encontrado entero el cuerpo de la santa, en la forma en que lo esculpió Maderna. En efecto, Delehaye y Dom Quentin subrayan las contradicciones que hay en los relatos del descubrimiento que nos dejaron Baronio y Bosio, contemporáneos de los hechos. Por otra parte, en el período inmediatamente posterior a las persecuciones no se hace mención de ninguna mártir romana llamada Cecilia. Su nombre no figura en los poemas de Dámaso y Prudencio, ni en los escritos de Jerónimo y Ambrosio, ni en la "Depositio Martyrum" (siglo IV). Finalmente, la iglesia que se llamó más tarde "titulus Sanctae Caeciliae" se llamaba originalmente "títulus Caeciliae", es decir, fundada por una dama llamada Cecilia.

Santa Cecilia es muy conocida en la actualidad por ser la patrona de los músicos. Sus "actas" cuentan que, al día de su matrimonio, en tanto que los músicos tocaban, Cecilia cantaba a Dios en su corazón. Al fin de la Edad Media, empezó a representarse a la santa tocando el órgano y cantando. En la primera antífona de los laudes del oficio de su fiesta, se suprimieron las palabras "en su corazón".

Mombritjus publicó íntegras las actas legendarias. Delehaye las resumió en la obra que citaremos más abajo. Los textos más interesantes pueden verse en el artículo de Dom Quentin en DAC, vol. II, cc. 2712-2738. Existe una bibliografía muy abundante. H. Delehaye ha estudiado muy a fondo el asunto en Etude sur le légendier romain (1936), pp. 73-96. En dicha obra cita, además del artículo de Dom Quentin, las obras siguientes: De Rossi, Roma sotterranea, vol. II, pp. XXXII-XLIII ; Erbes, Die heilige Caecilia in Zusammenhang mit der Papstcrypta, en Zeitschrift für Kirchengeschichte (1888), pp. 1-66; J. P. Kirsch, Die heilige Caecilia in der romischen Kirche (1910), y Die romischen Titelkirchen im Altertum (1918), pp. 113-116 y 155-156; P. Franchi de Cavalíerí, Recenti studi intorno a S. Cecilia, en Note agiografiche, vol. IV (1912), pp. 3-38; F. Lanzoni, en Rivista di archeologia cristiana, vol. II, pp. 220-224; Duchesne, Líber Pontificalis, vol. I, p. 297, y vol. II, pp. 52-68; P. Styger, Rómische Martyrergrüfte (1935), pp. 83-84 y 88; y L. de Lacger, en Bulletin de littérature ecclésiastique (1923), pp. 21-29. Mons. J. P. Kirsch resume sus opiniones en Catholic Encyclopedia, vol. III, pp. 471-473. Acerca de las representaciones de Santa Cecilia en el arte, cf. Kiinstle, lkonographie, vol. II, pp. 146-150. Baudot y Chaussin estudian con cierto detenimiento la leyenda y el culto de Santa Cecilia, en Vies des Saints, vol. XI (1954), pp. 731-759.

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