jueves, 1 de marzo de 2018

2 de marzo. SAN SIMPLICIO, PAPA. (+ 483) Flos Sanctorvm Santoral



El celosísimo pontífice de la Iglesia san Simplicio, fué natural de Tibur, (que hoy se llama Tívoli) en la campaña de Roma. Resplandecía ya a los ojos de todos por su virtud y sabiduría y era decoroso ornamento del clero romano, cuando por muerte del gloriosísimo papa san Hilario, fué elevado con grande aplauso y consentimiento de todos a la dignidad de Vicario de Jesucristo, para que como hombre enviado de Dios gobernase la nave de la Iglesia, que a la sazón estaba combatida por grandes olas de persecuciones y herejías. Odoacro que se había hecho dueño de Italia era arriano; los vándalos que reinaban en África, y los godos que habían invadido las tierras de España y de las Galias, eran aún idólatras; el emperador Zenón, y el tirano del oriente Basílico favorecían a los herejes eutiquinos, y a la ambición de los patriarcas causaba mayores estragos que las herejías en la Iglesia de Dios. No es posible decir lo que trabajó el santo Pontífice para remediar tan grandes males. Escribió cartas al emperador obligándole a anular los edictos que Basílico había promulgado contra la religión católica, y a que echase de Antioquía a ocho obispos eutiquianos. Convocó un concilio en Roma en el cual excomulgó a Eutiques, a Dióscoro de Alejandría y a Timoteo Eluro. Exhortó a defender la autoridad del Concilio de Calcedonia. Resistió a la ambición de Acario, que pretendía elevar su Silla de Constantinopla sobre las de Antioquía y Alejandría; extendió su solicitud sobre todas las iglesias, consolando a los católicos con sus cartas y limosnas, y como Pastor universal y verdadero padre de los pobres, ordenó que los bienes de la Iglesia se distribuyesen en cuatr» partes: la primera para el obispo, la segunda para los clérigos, la tercera para la fábrica y reparación de los templos, y la cuarta para los pobres. Finalmente, después de haber gobernado la grey de Cristo por espacio de doce años, consumido por sus trabajos, descansó en la paz del Señor, y recibió en el cielo la recompensa de sus grandes virtudes y merecimientos.

Reflexión: Cualquiera que haya leído con atención la historia de la Iglesia de Cristo, se maravillará de su firmeza inquebrantable, y espantado dirá: ¡Aquí está la mano de Dios: aquí está el brazo del Omnipotente! Las obras y edificios de los romanos han perecido; y la Iglesia del Señor, con estar apoyada sobre cañas frágiles (que no son otra cosa aun los hombres de su jerarquía) persevera hace veinte siglos sin menoscabo. Los hombres han hecho todo lo que podían por arruinarla: en eso han empleado sus fuerzas los tiranos, herejes y perseguidores, y no han faltado sacerdotes, obispos y patriarcas que en lugar de defenderla la combatieron como los enemigos. Pon donde, cada siglo que pasa, es una ilustre prueba de la divinidad de la Iglesia católica, y de aquella promesa que hizo Jesucristo, diciendo: «Las puertas del infierno jamás prevalecerán contra ella.» (Matth. XVI.) Persevera, pues, con toda fidelidad y confianza en la fe y en la moral de la Iglesia católica, sin moverte un punto de ella por los vientos de las vanas doctrinas y perniciosos ejemplos de sus enemigos. Todos los  herejes y perseguidores perecerán, mas nunca perecerá la verdadera Iglesia, de los fieles de Cristo, a los cuales dijo también el Señor: «Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos.

Oración: Rogámoste, Señor, que te dignes oír nuestras preces en la solemnidad de tu bienaventurado confesor y pontífice Simplicio; y que por los méritos e intercesión de este santo que tan dignamente te sirvió, nos absuelvas de todos nuestros pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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