El glorioso y bienaventurado patriarca
san José fué, como nos dice el sagrado Evangelio, de la tribu real de Judá, y
de la casa y familia de David, y su padre dice san Matea que fué Jacob, y san
Lucas que fué Helí, porque como interpreta san Agustín, el uno fué padre
natural de san José y el otro padre legal o adoptivo. También dice el
Evangelista que cuando se desposó con la Virgen era varón y hombre ya maduro y
robusto, que ni es mozo ni viejo, para que entendamos que era de mediana edad,
y suficientes fuerzas para los trabajos que había de pasar en servicio de la
Virgen María y su divino Hijo. Tuvo por nombre José, que quiere decir aumento,
porque fué acrecentado por los dones de Dios y colmado de todas las virtudes _
y excelencias, que a su altísima dignidad convenían, por lo cual en el
Evangelio se llama varón justo, porque no había en el mundo varón más perfecto
y santo que él. Fué pues este santísimo varón, esposo y verdadero marido de la
siempre Virgen María y padre putativo y legal de nuestro Señor Jesucristo, a
quien su Majestad escogió para que guardase aquel graciosísimo Templo de Dios,
aquel Sagrario del Espíritu Santo, aquella preciosísima Recámara de la
Santísima Trinidad, para que acompañase a aquella soberana Señora de los cielos
y de la tierra a quien sirven los ángeles, para que fuese depositario de aquel
Verbo encarnado, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y
ciencia de Dios, y conversase con un Dios humanado, y con un Niño Dios, y le
criase y regalase con amor de padre. Quiso el Señor que san José fuese de
humilde condición, y carpintero de Nazareth cuyos vecinos eran en gran parte
labradores, a los cuales armaba y componía los instrumentos de labranza,
queriendo escoger además la madre pobre y la patria pobre y el padre legal
pobre, para que no hubiese cosa de lustre y resplandor que pudiese convertir
los corazones a la santa fe, sino que se entendiese que su divinidad era la que
había convertido y transformado el mundo. Los años que vivió san José no lo
dice la sagrada Escritura, ni el tiempo en que murió. Lo que se tiene por
cierto es que era muerto al tiempo de la pasión del Señor; porque si viviera,
no encomendara él desde la cruz a. san Juan su benditísima Madre. Créese
también que Jesús y María le asistieron en su preciosa muerte, que su cuerpo
fué sepultado en el valle de Josafat, y que en la resurrección de Cristo
resucitó con otros santos cuerpos de patriarcas y justos, y que desde entonces
está san José en cuerpo y alma en los cielos.
Reflexión: Si quieres morir santamente
(que es el fin dichoso de la vida a que todos hemos de aspirar), procura tener
una gran devoción a san José, que murió entre los brazos de Jesús y María, y es
el más señalado protector y consolador de los moribundos. No te olvides de
rezarle un Padre nuestro al acostarte y ^levantarte de la cama. Invócale
también en tus necesidades y peligros, que santa Teresa de Jesús asegura que
cuanto le pidió, todo lo alcanzó. Encomiéndale tu casa y familia; pues era él
cabeza de la Familia sagrada, y ha sido declarado en nuestros días protector de
toda la familia cristiana: no falte en tu alcoba o aposento su imagen tan
simpática y devota: celebra con particular devoción su fiesta tan solemne en
toda la cristiandad; y en la hora de tu muerte, sean las últimas palabras que
pronuncien tus labios moribundos: ¡¡Jesús, María y José!!
Oración: Suplicámoste, Señor, que por
los méritos del bienaventurado esposo de tu santísima Madre, seamos amparados,
para que alcancemos por su intercesión lo que no podemos conseguir por nuestros
merecimientos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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