Los nombres que la Sagrada Escritura
da a los santos ángeles, sirven para declararnos sus ministerios y oficios: y
por esto aquel Príncipe valeroso que tomó la voz de Dios contra Lucifer, se llama
Miguel, que quiere decir: ¿Quién como Dios? Y el que vino a curar a Tobías se
llama Rafael, que se interpreta Medicina de Dios: y el que anunció a la Virgen
la Encarnación del Verbo eterno, Gabriel, que significa Fortaleza de Dios,
porque venía a anunciar al que había de ser Hombre y Dios, y en la flaqueza de
nuestra^ carne mostrar el brazo fuerte de su divinidad. Del ángel san Gabriel
hallamos en las divinas Letras haber aparecido al profeta Daniel, y señaládole
el tiempo en que el Mesías había de venir al mundo y librarle con su muerte del
duro yugo de Satanás, cumplidas aquellas hebdómadas o semanas de años
abreviadas y misteriosas. E] mismo san Gabriel apareció a Zacarías estando
incensando el altar, y le anunció el dichoso nacimiento de su hijo san Juan
Bautista, y el gozo universal que todos de él recibirían, y la abundancia de
gracia y de Espíritu Santo que tendría aquel niño, aun en las entrañas de su
madre. Y finalmente vino a la purísima Virgen y Reina del cielo, nuestra
Señora, como secretario del Consistorio divino, para declarar lo que en él se
había determinado de la Encarnación del Hijo de Dios, tomándola a ella por
madre. Las tres embajadas del arcángel san Gabriel, si bien se miran, hallamos
que todas se enderezan a un mismo fin y eran parte del profundísimo misterio de
la Encarnación: porque a Daniel descubrió el tiempo en que el Señor del cielo
había de aparecer en la tierra, y el deseado de las gentes había de dar por
ellas su vida; y a Zacarías anunció el nacimiento de san Juan Bautista, que
venía como precursor y aposentador del mismo Señor, para dárnosle a conocer y
mostrárnosle con su dedo: y finalmente vino san Gabriel como glorioso mensajero
de Dios a la Virgen sacratísima, para declararle el misterio inefable de la
Encarnación del Verbo eterno en su sagrado vientre, y para disponerla y pedirle
su consentimiento. Por este respeto debemos hacer fiesta del gloriosísimo
arcángel san Gabriel y reverenciarle como nuncio enviado de Dios, y ministro de
aquel beneficio incomparable que la infinita bondad del Señor hizo a todo el
género humano.
Reflexión: Si acá los príncipes de la
tierra para tratar grandes negocios envían a los grandes de su reino, no hay
duda sino que para intervenir en el gran misterio de nuestra redención, y en la
nueva alianza que Hizo Dios con los hombres, escogería a un ángel nobilísimo y
de los más sublimes príncipes del celestial ejército. Por esta causa san Ir
éneo llama a san Gabriel Príncipe de los ángeles, y semejante título le dan san
Ambrosio, san Agustín, san Gregorio y otros sagrados doctores de la Iglesia.
Seamos, pues, muy devotos de este gloriosísimo arcángel, honrémosle y pidámosle
siempre su ayuda y favor, para que por su intercesión alcancemos el fruto de aquel
soberano misterio, del cual fué embajador celestial, y ya que por particular
concesión de la Silla apostólica se celebra en los reinos de España la
festividad de san Gabriel, que como se ha dicho, significa fortaleza de Dios;
pidámosle en este día el soberano don de la fortaleza para no desmayar en medio
de los peligros en que nos» hallamos, y pelear, varonilmente contra los
adversarios de nuestra fe y de nuestras almas, y no perder por nuestra culpa el
inestimable beneficio de la redención de Cristo.
Oración: Oh Dios, que elegiste al
arcángel Gabriel entre todos los ángeles para que viniese a anunciar el
Misterio inefable de tu Encarnación, concédenos benignamente que los que
celebramos su festividad en la tierra experimentemos que nos patrocina desde el
cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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